Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 25 de diciembre de 2016

España y su hipotermia congénita

                                                Esta y las cinco siguientes son, de Mojácar (Almería)
          En invierno, España dispone de una gran variedad de climas. Mientras en Valladolid hace 4 grados, por ejemplo, en Almería o Melilla tienen 17, diez en Oviedo y 21 en Tenerife. Pero, hay algo que no falla y podéis comprobarlo en vuestros viajes: durante esta estación: todos llevamos las mismas prendas de abrigo, independientemente de la temperatura, que haga. Es tan curioso, como real.

          Son las 11 de la mañana, cuando llegamos a una soleada Almería. Los termómetros marcan 18 grados y mientras nosotros paseamos distraídamente en manga corta, los lugareños portan parkas y chambergos gruesos, como si nos halláramos en Groenlandia. Algunas chicas, incluso -sobre todo, jóvenes- cubren sus cabezas con gorros de lana y caminan medio encogidas o castañeando los dientes.


          Como digo, no se trata de un hecho aislado. Aún recuerdo a una canaria, en Las Palmas, decirnos, que estaba llegando el invierno, cuando un luminoso marcaba 19 grados. O a una señora mayor, en Melilla, quejarse del frío, estando a dieciocho.

          Aunque la gente es muy amable y hospitalaria, no se debe perder demasiado tiempo en Almería capital y si en la provincia. Encadenamos dos post sobre ella. Este de núcleos urbanos y el próximo, de parajes naturales.

          El mayor atractivo turístico de Almería es su bella y elevada Alcazaba. Dos buenas noticias: es gratuita y está muy bien cuidada. Además, destacan la catedral y la plaza del ayuntamiento, con sus zonas de bares, donde tapear sin prisa y tomar unos vinos. El alojamiento resulta algo caro, razón de más para largarse pronto de aquí.

          El otro núcleo urbano, que visitamos, fue Mojácar, que se convirtió en la decepción del viaje. No, porque esté mal en sí, sino porque mis recuerdos de infancia de hace 39 años atrás, lo hacían mucho más bonito.

          Dispone de dos zonas, separadas por unos 3 kilómetros. Abajo la playa, llena de una hilera de interminables hoteles, apartamentos y restaurantes -vacíos en esta época-, diseñados para el disfrute turístico de los poco exigentes veranetontos, donde pasan su vida de mierda estival, una vez dejan atrás su mierda de vida de invierno.

          Dado, que la visita coincidió con un agresivo y furibundo temporal, sus aguas estaban embravecidas y de color muy marrón. Creo recordar, que esta desoladora fila india de despropósitos, no existía hace casi cuatro décadas.

                                                            Esta y las dos siguientes son, de Almería
          Visto el panorama y al mismo precio, decidirnos alojarnos en el pueblo, en el peor
establecimiento del viaje. Viejo, parcialmente inundado, caro -35 euros-, con baño compartido, sin televisión y con la wi-fi caída. Vamos, que resulta más difícil entretenerse dentro de la habitación, que en la propia Bangladesh.

          El pueblo se ubica en lo alto de una colina y está compuesto por una bonita iglesia principal -de pórtico trasero arqueado-, rodeada de calles estrechas y serpenteantes, de casas blancas en diferente estado de conservación. También, vimos un par de cuevas, deliciosas vistas sobre el mar tricolor -marrón cagalera, azul claro y oscuro, por este orden y de dentro a afuera- y una curiosa fuente -de agua insípida y caliente-, donde vienen a coger agua desde muchos puntos de los alrededores. No permiten llevarse más de 100 litros por persona, pero nadie controla este posible hecho.


          A diferencia de Granada, las comunicaciones por bus con la provincia, no resultan demasiado frecuentes, así, que se hace necesario planificar mucho de antemano y a veces, pegarse buenos madrugones, porque sólo existe un servicio de transporte al día. La cosa empeora, durante los fines de semana.

Enamorarse de Granada o encontrar el amor en Pampaneira

                                                     Pampaneira (Granada) y debajo, seis seguidas de la capital
          Hay ciudades, que se agotan en una sola visita y son la mayoría. Otras, aguantan dos y son las menos, a las que nos gusta volver una y otra vez, sintiendo siempre las mismas emociones y hasta descubriendo lugares y aromas nuevos. Luego está, el retornar a una población en diferentes momentos de tu vida, lo que puede llevar a sensaciones curiosas, poderosas y enriquecedoras. Y es, que una ciudad no es sólo lo que se ve o percibe por otros sentidos, sino también nuestro estado de ánimo el momento vital, por el que estemos transitando.

           La primera vez, que fuimos a Granada, corría el ya lejano 1.990 y pasamos nuestro tiempo, por este orden, follando, bebiendo cerveza y comiendo tapas y paseando. Por supuesto, conocimos la Alhambra -casi gratis, con nuestro carnet de estudiantes- y no perdimos detalle de las numerosas calles donde se encontraban los abarrotados bares.

          La segunda, en el año 2.000 y tras una fatalidad laboral de ambos, el drinking y el tapeo se destacaron en la primera posición. Aún follábamos, entre paseo y paseo, montadito de lomo y cubatas. Puedo recordar, que hasta recalamos en el increíble Albaicín.

          Tuvieron que pasar trece años para que retornáramos a esta fantástica urbe, en un largo puente de diciembre. Fue apenas medio día, sin dormir en la ciudad, camino de Guadix y de Jaén. Apenas nos dio tiempo a refrescar la memoria de sus lugares más típicos y de sus acogedoras y hospitalarias gentes (cuando uno sale de la arisca y gélida Castilla, todo el mundo parece más amable).

          Esta vez, de nuevo en diciembre, hemos dedicado el día entero a los paseos, ascensos y descensos, porque Granada está llena de empinadas cuestas. De lo de follar, las tapas -tapones, como ellos dicen, muy justamente-, las cervezas y los cubatas, ya no queda ni rastro. Eso sí, hemos disfrutado, por primera vez y como enanos, del maravilloso Sacromonte, que se ha convertido en nuestro lugar favorito de la ciudad.

          Y eso, que esta zona, si la conocíamos de nombre. ¿No os acordáis de aquella canción de 091, llamada “debajo de las piedras”, donde se referían a este barrio. Por cierto: el mítico grupo granadino dio su concierto final, sólo dos días después de que abandonáramos la provincia, el 17 de diciembre. ¡Una lástima, el no haber podido vivir este inolvidable momento!. Por cierto: la gira lleva el simpático nombre de, “maniobra de resurrección”.

          Aparte de revivir viejas sensaciones y disfrutar de otras nuevas, el motivo fundamental de la visita, esta vez, era recorrer las Alpujarras. Como el transporte público en esta zona del sur funciona muy bien y resulta muy económico, decidimos acercarnos a cuatro de sus pueblos en una misma jornada, madrugando y retornando tarde.


          Lanjarón tiene fama por su balneario y sus deliciosas aguas minerales, pero aparte de esto, poco más ofrece al viajero. Un casco histórico discreto, aunque agradable, teñido de Navidad en esta época y los lejanos restos de un Castillo en ruinas.

          Órgiva subió el nivel de nuestro periplo, siendo este lugar la capital de las Alpu8jarras. Su zona antigua es más bonita y animada, destacando su iglesia principal, el ayuntamiento, una elevada y bella ermita de siglos atrás, restaurada y su decadente mercado de abastos, que vivió tiempos mejores.
                                        Pampaneira (Granada)
          Capileira se muestra como uno de los puntos más elevados de Andalucía y lo notamos en la menguante temperatura. Se trata de un pueblo ascendente y descendente, de casas blancas, interesante iglesia y magníficas vistas del entorno, si el día lo permite. Resulta un magnífico lugar para iniciar y completar varias rutas de senderismo.

          Y, nuestro enclave favorito: Pampaneira. Cercano a la anterior población, aunque a menos altitud, este tranquilo pueblecito ofrece calles blancas y serpenteantes -algunas, con canalizaciones de agua descendente a gran velocidad en su mitad-, una iglesia y otros edificios de relumbrón y la famosa fuente de San Antonio “Chumpaneira”.
Órgiva y debajo, Lanjarón (Granada)
          Dice la leyenda, que los hombres que beben sus deliciosas y frescas aguas, encuentran mujer esa mima noche. Parece ser, que los efectos vasodilatadores de determinados minerales de sus aguas, la convierten en la viagra de Sierra Nevada. “Dos buenos tragos al anochecer, se convierten en un polvo para enloquecer”.
                       
          Nuestro alojamiento en la capital granadina nos salió por 15 euros la doble, cada noche. Así, que ya no tenéis ninguna excusa para acercaros y disfrutar de la ciudad y de la provincia, plagada de atractivos turísticos. Nos hubiera gustado acercarnos a Baza, pero era difícil encajarla en el itinerario y su visita, nos impedía acercarnos al imprescindible desierto, de Tabernas. ¡Otra vez tendrá, que ser!.

sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Este viaje es una pesadilla (parte III y última: totum revolutum)!

                                               Caravaca de la Cruz (Murcia) y debajo, Pampaneira (Granada)
         Y, para que engañarnos: nos vamos haciendo mayores y se sufre más, aunque todos los dolores corporales cotidianos y casi crónicos, se nos siguen pasando viajando, por lo cual, no estaremos tan chungos. Pero, cuando discutimos, lo hacemos a lo grande. Y las pequeñas rencillas de hace dos o tres décadas, hoy resultan ser tempestades incontrolables.

          De todas formas es, que España ya no es lo que era y resulta, que viajar con presupuestos moderados en este país, trae verdaderos quebraderos de cabeza (y digo moderados, porque hacerlo de forma económica, sencillamente, se torna imposible). Cuando voy a India, se que voy a tener servicios de India, pero a precios de India. Cuando viajo por España..., la cosa no está tan clara, la verdad.
Esta y la de abajo son, de Mojácar (Almería)

          Para que no digáis, que siempre ando tocando las pelotas, en el terreno positivo y en cuanto a los alojamientos más asequibles de este país, decir, que las cosas han mejorado mucho desde los años 80, sin haberse disparado alocadamente los precios, como ocurrió en casi todo los sectores de la maltrecha economía patria.

          Por 30 o 35 euros -en ciudades, como Granada, por 15 y en Madrid, por 20, en temporada baja-, se tiene acceso a baño -no siempre, pero casi-, calefacción/aire acondicionado, wi-fi y televisión de pantalla plana. Sin embargo -supongo, que fruto de la crisis y de la readaptación del sector-, en la mayoría de las poblaciones los alojamientos de precio bajo son ya muy escasos.

        Y por supuesto, lo que no esta en Booking, sencillamente, no existe. Pateamos las calles de Almería, San José, Mojácar, Lorca, Murcia, Caravaca de la Cruz, Mula y resultó imposible encontrar algo, que no aparezca en el famoso buscador de hoteles. Como ya nos dijeron hace tiempo, la web se lleva el 15% de lo que cuesta el alojamiento, pero si vas in situ, a reservarlo, los listos hoteleros no sólo no te quitan ese porcentaje, sino que a veces, te cobran más. ¿Tendrán jeta?. Y a un conserje, que se lo explicamos de forma detallada, le dio igual. A ver, es lógico: el va a nómina y va a cobrar lo mismo a final de mes, nos quedemos a dormir o no.
Tabernas (Almería)
        Da pena, mientras recorres las ciudades y pueblos patrios, ver la cantidad de modestos hostales o pensiones, que han cerrado sus puertas (y no es una cuestión estacional, que afecte sólo a los pueblos de la costa en temporada baja). Nada anormal, si nos fijamos también, en otros sectores del mercado, hasta en las zonas más concurridas y codiciadas de las urbes. Da rabia contemplar, que media España se alquila y la otra mitad, se vende, parra que chinos o saudíes, se la acaben llevando por cachitos y a precio de saldo.    San José (Almería)

          Luego, está el asunto de comer. Nos hemos estancado en los vulgares menús de 10 euros, que ni aportan originalidad, ni calidad -a veces, la fabada es de bote y mal recalentada o la pasta ha sido cocinada hace horas y está reblandecida-, ni siquiera un trato cordial. Claro, que hay excepciones.

          Emergen y caen, mensualmente, negocios de comidas, motivados por modas, que pasan más pronto, que tarde y que dejan a sus propietarios en la ruina. En este sentido, a mi me apasionan los woks -que para sobrevivir, tuvieron que añadir a su deliciosa carta asiática, cochinillo o mejillones a la vinagreta-, pero casi todos ya han chapado sus puertas y los pocos que quedan han debido ajustar los precios al alza y bajar la calidad.
Lorca (Murcia)
          Así, que viajando por España y aunque a veces nos permitimos un homenaje, ya hace tiempo, que decidimos comer de supermercado. Y en Andalucía occidental y Murcia, esto es un suplicio, porque apenas los hay: No es, como en Castilla y León o Madrid, donde encuentras uno, casi en cada esquina, con una emergencia desproporcionada de las distintas gamas, de DÍA, durante los últimos tiempos.
Mula (Murcia)
          Pero en nuestro periplo, Mercadona tiene la posición dominante de forma abrumadora y ha hecho casi desaparecer, hasta a los tradicionales y modestos, Coviran. Y creedme si os digo, que comer a base de las cosas básicas, que ofrece esta vulgar y exitosa cadena valenciana, resulta una pequeña pesadilla. Acabas de grasientas patatas onduladas o de indigesta fabada asturiana, hasta los hue...

         Eso sí: buscarse a diario la vida estimula la imaginación, así que para combatir el aburrimiento, acabamos casi poniendo una bocadillería, con nuestras nuevas creaciones. Os dejo las dos mejores, a las que ya hemos puesto nombre.. El mortasarde calabrese, compuesto de mortadela, sardinas en tomate Aliada, de El Corte Inglés -este dato es importante- y anchoas de lata. Y el espectacular, Sobranito, que además de este último elemento, incluye sobrasada y bonito. ¡Deliciosos!.
Albacete
          Si no se dispone de coche o se prescinde de él, pesadilla es viajar en transporte público fuera de los núcleos urbanos y de las regiones avanzadas. Caros, incómodos, viejos e infrecuentes. Por ejemplo, de Tabernas, a Mojácar, un sólo servicio diario, igual que desde este punto, a Lorca. Adaptar todo tu día a ese horario, ni es fácil, ni cómodo. Porque es duro pagar 35 euros por un hotel cutre, para tenerte que levantar a las cinco de la mañana, a tomar el maldito bus.

          Pero, lo entiendo, no creáis, dado que la mayoría de ellos van muy poco ocupados y supongo, que sobreviven a base de las subvenciones de las administraciones autonómicas o locales.

          De todas formas y en el terreno muy positivo, ALSA se ha puesto las pilas y está ofreciendo -previa reserva en su lamentable web y con cierta antelación- billetes a precios increíbles. Y lo que es curioso: a veces, sale más económico un recorrido con transbordo, que directo. Conseguimos, por ejemplo, un Murcia-Albacete-Madrid, por 13 euros o un Valladolid-Madrid, por 5,25, gracias a los puntos busplus, en este último caso.


          ¡Cuan agradecidos debemos estar los viajeros, a Ryanair o Blablacar!, que abrieron el camino de la sana competencia.
Granada

¡Este viaje es una pesadilla (parte II: el monzón español, que no es Wyoming)!

                                              Esta y la de abajo son, de cabo de Gata, en San José (Almería)
          Al quinto día de viaje, después de dos llovidos y tres de tiempo variable, nos empezó a entrar cierta confusión. ¿Nos habremos equivocado de autobús o nos habrán drogado y trasladado a Galicia, Asturias o Escocia?. Bueno, a Escocia no, porque como ya vimos en su día, puede estar varias jornadas con el cielo negro negrísimo y no caer ni gota.

          A los ocho días, tras cinco de intensísimas precipitaciones, después de haber visto ciudades y pueblos anegados -muchos, sin una sola alcantarilla, que aliviara la situación-, desiertos inundados y con corrientes vertiginosas y peligrosas sobre sus agrestes y lunares ramblas -no había contemplado algo semejante en mi vida- y un mar encolerizado y marrón, llevándose todo lo que se mueve, empiezo a tener conciencia, de que estamos en el sudeste asiático o en India, en plena época destructiva de monzones.
Esta y las dos de abajo son, de Mojácar (Almería)
          Recapacito, después de tratar de mover mis pies, enclaustrados en unas pesadas botas llenas y rodeadas de agua y barro. Me cuesta más desplazarme, que si portara grilletes o los antiguos zapatones de los buzos prehistóricos. Han sido ya varias veces, las que hemos visitado estos mencionados territorios asiáticos en su época de lluvias y nunca vimos nada semejante. Buscamos lo positivo: ¡se pueden disfrutar experiencias alucinantes, exóticas y únicas sin abandonar nuestro delirante y podrido país!.

          Los efectos del agresivo temporal sobre Andalucía oriental, Murcia y la comunidad valenciana, ya los habéis visto por la tele, pero no es lo mismo, que vivirlo sobre el terreno, sin paraguas -en los trekkings no nos habría servido de nada- y con unos impermeables muy básicos. Porque, cuando uno viaja a estas zonas en diciembre, no espera que ocurran estas cosas (y menos, cuando había sucedido lo mismo dos semanas atrás).

          Y aún, tuvimos suerte, porque, como si se adaptara a nosotros, la lluvia casi nos permitió llevar a cabo todo el itinerario previsto. Eso sí: ¡de noche, se cebaba!.

          Todo empezó el tercer día, como la resurreción de Cristo, pero en este caso, al revés. Durante nuestra visita a las Alpujarras, el cielo se fue tiñendo de negro y al volver a Granada, cayó la mundial Nos entraron ganas de estrangular al elocuente y repipi conductor de nuestro casi vacío bus, que no paraba de enaltecer las beneficiosas propiedades de la lluvia y de la nieve, sobre todo, para aniquilar a los bichitos, que luego se convierten en parásitos molestos en verano. ¿No se callará la boca este hombre!.

                                                Las tres siguientes son, del desierto de Tabernas (Almería)
          Pero, si algo puede empeorar, lo hará. Tras un día de sosiego en Almería -en el que probamos la manga corta-, llegaron dos jornadas infernales y otras tantas de purgatorio.

          Habíamos decidido, pasara lo que pasara -somos así de inconscientes y un día nos costará caro-, hacer la senda, que junto a los elevados acantilados de cabo de Gata, lleva desde San José, a Los Escullos, a traves del Pozo del Fraile. En condiciones normales, se trata de un camino esforzado y ascendente. Hundidos sobre el fango y tambaleantes -con riesgo de caer al mar-, debimos darnos la vuelta, una vez cumplida la mitad de la travesía. La tarde fue algo más benigna y nos permitió disfrutar de la espectacular playa de los Genoveses y de las bonitas calas urbanas, menos esforzadas.

          Al día siguiente, tocaba el desierto de Tabernas, el único del sur de Europa. Taxi desde la localidad almeriense, hasta la entrada del patético Mini Hollywood (caro parque temático de películas del oeste). De camino, el locuaz conductor -que fue camellero hace un par de décadas- nos cuenta, que ha llovido más en esta última semana, que en los seis años pretéritos juntos. ¡Alentador panorama!, sobre todo, cuando amenaza: “¡mirad, ahí vienen las nubes de la sierra!”.
                                                   Lorca (Murcia)
          Al bajar a la rambla y ya pinteando, fuimos incapaces de distinguir, si estábamos aquí o en la selva de Vietnam. ¡Qué bien nos habría venido un buen machete para abrirnos paso entre la jungla, mientras doblábamos las piernas ante el incontrolable barro fangoso. Media ruta y vuelta, arreciendo el temporal, pero permitiéndonos regresar al parking, antes de hacerse efectivo el diluvio universal, que duró 18 horas, con relámpagos y truenos sólo vistos, en las series de dibujos animados de maléficos monstruos antisociales y vengativos.

          Los días del purgatorio los pasamos en Mojácar, Lorca y Murcia, entre lluvias y claros, aunque acompañados de un viento feroz y veloz, que derribó varios árboles. Nuestras pecaminosas almas debieron comportarse bien, porque el sol nos acompañó, durante las tres últimas jornadas del viaje.

          Hablando de pesadillas españolas y no, precisamente, de la cocina. Pocas habrá peores, que la de los habitantes de la desolada y sumisa Lorca, donde después de más de un lustro, aún siguen siendo visibles las penosas consecuencias del terrible terremoto, olvidado por las administraciones hace tiempo (y por todos, en general).    

viernes, 23 de diciembre de 2016

¡Este viaje es una pesadilla (parte I: Marina)!

                                                     Navidad en la Puerta del Sol (Madrid). Debajo, Granada
           Así, a primera vista, el encabezamiento puede parecer un poco sensacionalista. Y vaya por delante, que en cierta medida, lo es. A los periodistas nos encanta poner buenos titulares para que los lectores se enganchen. Por ejemplo: si yo digo, que la India es maravillosa o mística, pues no me como un colín. Sin embargo, si aseguro -y además, con cierta vehemencia-, que ese país es una mierda, pues ya tengo el caldo de cultivo para un artículo potente. Y más, en el desolador mundo actual periodí8stico, donde nadie contrasta las informaciones antes de publicarlas y donde lo prioritario es la inmediatez, aunque luego te la pegues o te la peguen.

          Puede resultar exagerado y lo es, que quien ha hecho miles de kilómetros de interrail en su inexperta juventud por la otrora terrorífica Europa del este, de finales de los ochenta y principios de los noventa o que quien ha padecido temperaturas cercanas a los cincuenta grados en países tan distantes, como India, Emiratos o Nicaragua, pueda tildar de viaje pesadilla, un periplo de 12 días por Andalucía oriental -quizás, pueda ser la maldición de Susana Díaz, que ya afecta a tanta gente- y Murcia, en plena época digital.

          Pero, realmente y sin esperarlo, este viaje se ha encabronado hasta límites insospechados, hasta darnos cuenta, de que en España se pueden pasar muy putas -eso ya lo saben y lo tienen grabado a fuego los jóvenes patrios y los parados de mediana edad-, cuando las cosas se tuercen lo suficiente. Lo cierto y verdad es, “que este es el viaje pesadilla” -y mirad, que llevamos decenas de periplos por el mundo, durante treinta años-, ha sido la frase más repetida por nosotros, al menos, durante las dos primeras terceras partes de su transcurso.

                                                                Capileira (Granada). Y debajo, Almería
          Todo empezó, cuando pasadas las doce de la noche y a falta de seis horas para la partida de nuestro bus, a Granada, se nos acerca una rumana, llamada Marina, que nos advierte de que la estación de avenida de América, en la que pasamos el tiempo somnolientos, entre guías, cervezas y whatsapps, cierra a las dos de la mañana y debemos dar con nuestros huesos en la calle, en pleno mes de diciembre y a cero grados, aunque tengamos billete de transporte para unas pocas horas después.
San José, en cabo de Gata (Almería)
          Lo que nos pide Marina, una simpática y guapa chavala de 26 años, es si se puede quedar con nosotros, ese periodo de tres horas y media, en el que deberemos vagabundear por las arterias capitalinas y buscarnos la vida. Nosotros, encantados, aunque nos parece increíble, que esto pueda ocurrir en la España del siglo XXI. ¡Otra vez, he exagerado, porque hace mucho tiempo, que nada de lo que ocurre en este país, nos asombra o eriza el más reposado vello de la piel!!.

          Con displicencia, inhumanidad y hasta con cierto regocijo, los mandados de perfil bajo, pertenecientes a subcontratas de míseros sueldos, nos ponen a la hora señalada, de patitas en la calle. Eso sí: no hay discriminación. Como comprobamos, da igual que seas nativo patrio, comunitario, miembro del amenazante Grexit o pacífico y emergente japonés. ¡¡Todos, a la p... vía pública (que para eso, lo es)!!.

                                             Esta y la de abajo son , del desierto inundado, de Tabernas (Almería)
          Los tres, nos vamos a la semi abierta cubierta portátil de una terraza cercana, de esas que se han puesto ahora tan de moda, hasta en el polo sur. Pero, el helador frío comienza emergiendo por los pies y las piernas, hasta casi atenazarnos la lengua. Como, la conversación con la chica esta bastante interesante, tratamos de que esto no ocurra y buscamos una cercana boca de metro, ya cerrada por una gruesa verja.

          Aquí,, hace bastante mejor, por lo que la charla se reanima. Marina es médico, aunque ahora, su ocupación en la vida no es otra, que encargarse del cuidado de una anciana de 86 años, en Logroño, hacia donde parte a medida mañana. Trata, de momento sin mucho éxito, de forjarse un futuro sanitario en España. Se muestra luchadora, soñadora -como debe ser, a esa edad-, explosiva, confundida y a veces, algo radical, pero nunca pierde la sonrisa y la amabilidad.

          Tampoco, la exacerbada conciencia ultra nacionalista, a la que ya estamos acostumbrados, cuando tratamos con personas jóvenes de Europa del este (especialmente, mujeres).
Mojácar (Almería)
          Las ha pasado canutas, huyendo de un padre autoritario, de profesión ganadero -que trata a sus hijas, como a las propias vacas- y de muy pocas luces, aunque sí las suficientes, para haberse movido con relativo éxito por los insondables páramos de la dictadura de Ceaucescu y de los gobiernos posteriores.

          A ella, el dominante e impío déspota carpático, asesinado ya en el lejano año 1.989, le suena casi a Chino, aunque si agradece, que dispersara a las minorías húngaras muy al interior del país y así permanecieran alejadas de su frontera y crearan menos conflictos. Los recelos rumano-húngaros no nos resultan extraños, desde hace décadas, habiendo departido con miembros de ambas nacionalidades.

                                                                 Caravaca de la Cruz (Murcia)
          Cuando Marina nos está contando, ya crecida, que su record de limpiar habitaciones de hotel está en 17, en una sola jornada, aparecen dos babosos sesentones, algo pasados de alcohol, que no se sabe muy bien, que buscan, pero lo que es seguro, que nada bueno para nosotros y la intimidada joven. Así, que volvemos a la desvalida terraza, donde nos vuelven a colgar los chupiteles, carámbanos y témpanos de los pelos, las orejas, la nariz...
                                                                                                         Mula (Murcia)
          Al fin, abren la estación y nos despedimos cordialmente de nuestra fugaz amiga, sin más compromiso, que la agradable compañía mutua recibida. Nos deseamos lo mejor, mientras nos cuenta, que en Rumania, un médico gana 250 euros -como un albañil o un operario-, que a veces tiene que pagar de su bolsillo determinados materiales sanitarios básicos y que los más desalmados -conoce un caso-, obligan a los pacientes a vender la casa para pagarse los tratamientos.
Navidad, en Murcia
          A la vuelta del viaje y cambiando de tercio, aunque no mucho, pasamos una hora y media en los exteriores de la estación de autobuses, de Albacete, a dos grados bajo cero, sin que nos quisieran abrir, desde dentro. Y luego, ya en la terminal sin calefacción, seis horas más, en las que además del frío, sufrimos el almibarado, alechecondensado, acañadeazucarado, adulcedelecheado o -en definitiva- edulcorado y ñoño final, de Velvet, gracias a su magnífica -siendo justos- conexión wi-fi gratuita.