Todas las imágenes corresponden a sellos o visados de nuestros seis pasaportes
Desde mi más tierna infancia, ya
soñaba con hacer algún día el interrail o en recorrer América
del Sur y Central por tierra, desde Patagonia, hasta México, pero lo
más que conseguí, junto a mis padres, fue conocer casi España
entera y buena parte, de Portugal.
Corría enero de 1.989, cuando empecé
a salir con mi actual pareja y debutamos a lo grande. Gracias a unos
ingresos extraordinarios e inesperados, nos largamos más de una
semana, a París. Aún recuerdo lo deslumbrados, que estábamos, a
pesar de las tenues farolas -por entonces- de la ciudad de la luz. Se
me quedó grabado para siempre, cuando dándonos un buen beso en la
calle, vino a reprendernos una lugareña cuarentona. Pero, ¿no era
este país tan liberal y España tan rancia y retrógrada?.
Estudiábamos por entonces, tercero de
periodismo y la verdad es, que nos importaba un pito lo que fuera de
nuestro futuro. Nos gastábamos hasta el último duro -sí duro y no
euro- en viajes, sin el mayor rubor. Como en aquella alocada decena
de jornadas, en Vigo, durante ese mismo año, donde quemamos la noche
gallega, en lo que supuso nuestro estreno nacional. No se me olvida
aquella empanada de bacalao, de un ya desaparecido bar, cercano al
puerto o las extraordinarias raciones de pimientos de padrón.
Los noventa comenzaron sobre ruedas
con dos interrailes, por Europa. Aún, me acuerdo del precio del
primero: 28.000 pesetas, sin pagar una sola reserva, a mayores (como
sucede desde ya hace mucho tiempo). Volvimos, a París; alucinamos
con el barrio de la Luz Roja, de Amsterdam; nos paseamos por la
sobria Alemania; quedamos alucinados con Italia y sus gentes;
recalamos en Praga y Budapest, cuando nadie iba y una cerveza de
medio litro costaba 40 pesetas. Y así, por más de 20 países, con
un único gatillazo: bajarnos de un tren, que desde Trieste, iba
hasta Split -por ir repleto y agobiarnos-, en Yugoslavia (sí,
Yugoslavia y no Croacia).
Tras dos años de proyectos más
modestos, nos embarcamos en el verano de 1.994 -ya trabajando en la
radio-, en un arriesgado y ambicioso periplo en tren, desde Madrid, a
Estambul, yendo por los países del este y regresando por Grecia e
Italia. Y Cuando digo arriesgado, no exagero: en aquellos tiempos era
más aventurado y peligroso cruzar Rumanía y Bulgaria, que hoy
África oriental, Sudamérica o India. Todos los viajeros, que nos
encontramos de camino -especialmente, los húngaros y yugoslavos-,
nos decían, que estábamos locos. Pero nosotros, echados pa'lante.
Y creedme, si os digo, que la
experiencia no defraudó en absoluto. Fuimos extorsionados por un
revisor de tren, en Rumanía y por dos policías, en Sofía. Nos
intentaron asaltar en el Expreso, Bucarest-Sofía y nos libramos,
porque milagrosamente, aparecieron dos catalanes -Jordi y Xucla, un
saludo, chicos, aunque haga más de 20 años, que no nos vemos-, que
lo evitaron. Gracias a viajar cuatro juntos, no padecimos más
incidentes, aunque intentos hubo.
Hubo momentos tan malos, como ver a
los niños saliendo de las alcantarillas para pedirnos dinero y tan
buenos, como degustar un Chardonnai de lujo, al llegar a Estambul,
comprado en la capital de Bulgaria, a 17 pesetas el litro. Recuerdo,
que aquella noche apenas dormí, debido a la incontenible emoción,
que me embargaba. Seguíamos sin tomar un sólo avión para nuestros
viajes, porque entonces, no operaban las low cost y los billetes
costaban un ojo de la cara. Pero, el ambiente en los expresos
nocturnos lo compensaba todo, a pesar de los continuos apretones y
las noches en vela
Fue en 1.997, tras dos años con
proyectos menos ambiciosos, cuando tomamos nuestro primer vuelo
viajero (ya habíamos hecho otros por trabajo). Volvimos a Turquía,
para visitar la parte occidental del país y Capadocia.
Desde entonce y hasta 2.001,
realizamos varios viajes por diversos países europeos, que nos hacen
conocer ya, casi la totalidad de las naciones del viejo continente.
En este último año, se produce un hecho, que marcará los cuatro
siguientes. Volviendo de Lanzarote, padecemos un vuelo muy complicado
y turbulento, que me lleva a una aerofobia, que ya se venía
macerando, desde dos años atrás.
Esto nos limita bastante, a usar
trenes y autobuses. No obstante, somos capaces de llegar hasta
Helsinki, a través de los países nórdicos y volver por los
Bálticos y Centroeuropa o de ir a Marruecos, en ferry.
En 2.006, tomo la decisión -sin haber
hecho curso alguno y sin ayuda profesional-, de volver a los aires,
en un tramo de dos horas -para probar-, entre Valladolid y Londres.
Los días previos fueron terribles y a punto estuve de tirar la
toalla. Pero, poco a poco fui aumentando las distancias: cuatro
horas, a Egipto, cuatro y media, a Jordania... Aún quedaba el salto
transoceánico y los vuelos de larga distancia, pero la cosa iba
relativamente bien.
En 2.007 nos casamos y aprovechamos el
permiso retribuido para recorrer Siria, Jordania, Israel y Palestina,
en uno de los periplo más encantadores de nuestras vidas. Aunque,
Israel no fue fácil. Hoy en día, casi se nos caen las lágrimas, al
acordarnos de ruinas y zocos, que nunca volveremos a ver.
Sin embargo a la postre, 2.007 resultó
ser el año de nuestras vidas, pero para mal. Gravísimos
acontecimientos laborales nos llevaron a pedir una excedencia de un
año. Y, como siempre hemos sido de los que buscan el lado positivo
de las cosas y tras mucho pensarlo y organizar, nos embarcamos a
primeros del año siguiente en el primer viaje largo y a mediados, en
el segundo.
Las diez horas de vuelo, a Río de
Janeiro, no fueron inconveniente alguno para llegar pletóricos a la
ciudad carioca. Creo, que aquel día puede ser considerado , como el
más feliz de mi vida. Me sentía flotando en una nube, en una
extraña y agradable sensación, que nunca antes había vivido.
Se empezaba a cumplir mi sueño de
infancia, aunque con alguna pequeña variante, que incluso, lo
ampliaba y mejoraba. La sensaciones, que se acumulan en el primer
viaje largo, no se vuelven a sentir jamás, aunque los destinos sean
más exóticos o interesantes. Estás en un estado de liberación
permanente, que resulta difícil de explicar, a quienes no lo han
vivido.
Tras cinco meses en América del Sur y
Centroamérica y pasar diez días por casa, nos largamos al sudeste
asiático, más de cien días. Nos empapamos de Asia hasta las
trancas y absorbimos hasta la última esencia, hasta quedarnos casi
exhaustos. Algunos problemas logísticos, ajenos al propio viaje,
también contribuyeron a ello y la vuelta fue abrupta, dejando sin
visitar, Myanmar, aún teniendo ya el visado en el pasaporte. El
ejercicio sabático lo completamos con otros dos periplos cortos:
este de Turquía y Túnez.
2.009 se convirtió en una dulce
transición, que nos llevó a China, Qatar y a Estados Unidos.
Habíamos prometido no visitar este último país, hasta que no
conociéramos el resto del mundo y nada más aterrizar, en Nueva
York, nos dimos cuenta, de que los prejuicios siempre llevan a
perderse muchas cosas y a cometer errores.
2.010 nos trajo nuevos problemas
laborales, que nos dejaron mucho tiempo libre para hacer viajes
cortos, de entre una semana y tres. En total, fueron 16, por España,
Europa y África. Tanto ir y regresar, casi nos trastorna la cabeza.
En diciembre, arrancó la tercer odisea larga, la más aventurera y
llena de anécdotas, que hayamos y vayamos a realizar jamás..
Recorrimos África austral y oriental, desde Sudáfrica, a Kenia. 101
fueron los días necesarios para poder cumplir todos nuestros
objetivo.
A los tres meses de retornar, arrancó
el cuarto viaje largo, de corte más variado y que nos llevaría por
primera vez, a India, después de haber visitado anteriormente, 106
países. Dos meses en el país, aún nos dejaron ganas de regresar en
breve. Además de India, transitamos por Etiopía, Bahrein, Emiratos
Árabes Unidos, Omán, Myanmar, Tailandia, Malasia, Sri Lanka, y
Nepal, durante medio año.
2.012 fue tiempo de aventuras de
mediana duración, a la Euro de Ucrania -que ganó España, como ya
sabéis-, a Transnistria, a Georgia, Armenia, Kosovo, Macedonia...
También, llevamos a cabo el quinto periplo largo por África
occidental, bajando por tierra por el Sahara, hasta Senegal y Mali
(con golpe de estado en vivo y en directo, para no faltar nada). Al
año siguiente, volvimos al mercado laboral y todos nuestros destinos
fueron aburridamente nacionales por primera vez, en casi 20 años.
El sexto y por ahora último viaje de
larga duración, se desarrolló, en 2.014 y nos llevó por segunda
vez, a India, durante tres meses y a otros países, como Bangladesh.
Sufrimos temperaturas de 50 grados, que pusieron nuestro cuerpo al
límite. Afortunadamente, supimos sobreponernos, tanto física, como
psicológicamente.
Corea del Sur, durante 18 días,
resultó ser nuestra última incursión internacional, hace tan sólo
dos meses. Volvimos bastante entusiasmados, al descubrir una cultura
distinta, a lo anteriormente contemplado.
Después de 27 años y con casi 130
países visitados, aún tenemos fuerzas, al menos para seguir,
durante otros tantos. Eso sí, a un ritmo algo más tranquilo, si es
que sabemos. Por lo que no os penséis, que colgamos las botas y que
este post es un recopilatorio nostálgico de nuestra trayectoria
viajera. Continuamos on the road, hasta que el cuerpo aguante.