Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 4 de octubre de 2023

Kaunas, Vilnius y las sardinas

           En el aeropuerto de Copenhague, camino de Kaunas, nos sustrajeron dos latas de sardinas, bajo el pretexto, de que contenían líquidos. Tratar de convencer al cabeza buque danés de turno, de que era una pequeña parte de tomate y de que el total del contenido era de 90 gramos - por debajo de los 100 mililitros - fue imposible.

          El aeropuerto de Kaunas se encuentra cerca del centro. El bus, que te lleva allí, es lo único barato, que encontramos en este país. Nada más descender del vehículo y en una mañana soleada y con temperatura alta, nuestras primeras enemigas fueron las hambrientas avispas. Comíamos un par de dulces, comprados en un poco animado mercado y cinco de ellas, nos atacaron vorazmente. Mi pareja consiguió introducir a una de ellas dentro de la bolsa de los bollos y la estrujó. De las cuatro restantes nos costó más, librarnos.

          La segunda batalla fue nuestro primer hotel del viaje, de autocheck-in. Mucha incertidumbre, cabreos al sol y paseos airados, antes de que nos mandarán las claves de acceso al establecimiento y la llave de la habitación, sin baño. Apartamento turístico compartido bastante regular, pero al menos, encontramos una cama, una ducha y un lugar para dejar las mochilas.

          Quizás, Kaunas sea una ciudad más para vivir, que para turistear. Es tranquila y cuenta con dos muy agradables largas calles peatonales, que invitan al paseo y al relax. El centro histórico no es muy grande, pero tiene una bella plaza -habitual, en los países bálticos -, varias iglesias de relumbrón y una fortaleza. En ella, padecimos el siguiente problema: un agresivo hombre, que nos censuró y abroncó, porque una mujer estuviera haciendo una foto a un hombre, lo que él, consideraba inadmisible. Costó librarse de semejante imbécil.

        Al día siguiente nos fuimos, a Vilnius, ciudad ya visitada en 2.005, de la que no nos acordábamos mucho. Vilnius es bellísima y está bien cuidada en materia de limpieza y mantenimiento, pero la mayor contrariedad resulta ser, que el tráfico invade la mayor parte del casco histórico, haciendo molesta la visita.

          A poco más de treinta kilómetros de Vilnius, se aloja el bello castillo de Trakai. Pensábamos, que se podía hacer un triángulo de transporte público entre estos dos puntos y Kaunas, pero la realidad es, que solo se puede acceder desde el primer lugar, en tren o en autobús. Así, que nos quedamos sin visitarlo.

          El salario medio en Lituania supera por poco los mil euros mensuales, pero en general, la vida es más cara, que en España, siendo el precio de la cerveza y del alcohol, prohibitivos. Hay suficientes supermercados y mercados, pero los escasos clientes en ambos lugares llevan muy poquitas compras.

          La segunda noche en el país baltico y por motivo de nuestro tempranero vuelo, a Gotemburgo, nos tocó dormir en el aeropuerto, sin molestias. Al acceder a los controles de seguridad observamos un mostrador, donde al menos, había apiladas cien latas de sardinas requisadas a los pasajeros. No lo entendemos, siquiera sabiendo, que los envases de este pescado en Lituania son redondos y pesan casi doscientos gramos.

          

Cristiania y el barrio rojo

           Podía contaros, que Cristiania es una Comunidad Hippie, que nació a principios de los años setenta, fundada por unos padres jóvenes, que querían más libertad para sus hijos y que ocuparon unos viejos barracones militares, que hoy está constituida por unos mil vecinos y bla, bla, bla. Pero, no estamos aquí para perder el tiempo, ahora, que lo optimizamos tanto, en ofrecer información, que cualquier recurso internético os puede suministrar.

          De forma breve, toca exponer nuestro punto de vista:

          Nosotros ya estuvimos en este lugar hace dieciocho años y nada más alejado de su mito: sucio, semiabandonado, sin actividad humana visible y plagado de grafitis rancios y desgastados. Pero hoy, ha cambiado para bien, aunque con muchísimos matices.

          La Cristiania actual nos genera una confusión de emociones. Ha sido rehabilitada con gusto, se han montado negocios -alternativos, pero muy interesantes -, que le dan atractiva vida y muchos de los grafitis renovados son, casi, obras de arte.

          Pero por otra parte, hay un poquito de Disneyland en este recinto, algo también lícito. Reinventarse está bien, si sale rentable económicamente, aún siendo hippie. De hecho, nosotros lo somos bastante, de siempre. Pero, si proclamas tu libertad y el derecho muy loable a ser feliz, no puedes afear a los que te visitan, porque quieran dejar constancia de cómo se vive allí.

          A nosotros, nos amenazaron e insultaron por grabar un vídeo, en el que ni mucho menos, buscábamos sensacionalismo, retratando los chiringuitos donde se comercializan drogas sin tapujos. A nosotros nos da igual, lo que venda o consuma cada uno y mucho más a estas edades, pero no podemos permitir ni tolerar, que los que piden respeto hacia su causa, nos falten al nuestro y más -aunque no lo quieran-, en un espacio público. Porque, ni Cristiania, ni Copenhague, ni Europa -a la que tanto odian-, ni el mundo, es suyo, por muy de guays -si sigue vigente la palabra -, que vayan por la vida. Ser alternativo e independiente está bien, pero tocar los cojones al prójimo, no tanto.

          Vamos con el Barrio Rojo, que parece ser, fue algo parecido al de Amsterdam (no sabemos, como está la situación en la ciudad holandesa, porque hace más de veinte años, que no vamos por allí). Es el barrio de Vesterbro. Antiguamente era la zona de los mataderos y de la prostitución.

          No lo visitamos en 2.005, así, que no podemos opinar sobre su situación en aquellos años. Está en el otro lado de la estación de trenes. Pero parece ser que ahora se ha convertido en un barrio de moda. Hay museos, como el de la Carlsberg y otra zona de ocio en los antiguos mataderos. Esto no se ve en la calle próxima a la estación, que, es por donde paseamos  y que era la peor del barrio, hace unos años. Nosotros vimos muchos hoteles, unos cuantos -a priori - inocentes negocios chinos -que raro-, algún sexo shop decadente y si rebuscas e investigas, algún club de alterne.

A unos pocos kilómetros de Tánger


 

viernes, 29 de septiembre de 2023

Copenhague

           Y nuestra suerte cambió, radicalmente, cuando llegamos a la capital de Dinamarca, en una tarde muy agradable, habiendo dejado atrás las temperaturas extremas de la península. Aceras largas para el paseo en el exterior del aeropuerto, un supermercado cercano y múltiples viandas envueltas y dejadas para el consumo por las tiendas de las terminales -bocadillos diversos, enormes yogures con frutas y cereales, dulces...- hicieron, que nuestra estancia aeroportuaria fuera más agradable y que no tuviéramos, que comprar comida alguna en nuestra estancia en el país.

          El aeropuerto de Copenhague se encuentra muy cerca del centro. Por unos cuatro euros, el tren te deja en trece minutos en la estación central, justo al lado del parque de atracciones de Tívoli y de la plaza del ayuntamiento, cuya torre principal está tapada por obras, como otros tantos atractivos, que han formado parte de este viaje.

          No os creáis eso , de que los nórdicos son tan frugales y trabajadores. En la que dicen, que es la calle peatonal más larga del mundo y a las nueve y media de la mañana, no había un solo negocio abierto y por la tarde, también cierran pronto. Otra cosa son los supermercados, que operan los siete días de la semana y con horarios muy amplios.

           No nos sorprendieron demasiado los precios de las cosas, en relación con España, a pesar de que allí, el salario medio ronda los 62.500 anuales y aquí, supera por poco los 20.000. Es verdad, que por un cucurucho pequeño de patatas al estilo belga, con salsa y un toping, te soplan diez euros, pero es casi lo mismo, que en eventos de este país y este mismo verano hemos visto cobrar por un tubérculo poco relleno de verduras y escasa carne.

          El alcohol tiene precios imposibles, pero la cerveza no. Siempre, que adquieras una bebida en plástico o lata, debes pagar una elevada tasa, que se te devolverá si lo reciclas en los lugares adecuados. Por eso, siempre hay gente revisando en las papeleras y contenedores. Ocurre lo mismo, en Lituania y Noruega.

          Los españoles hemos vendido mal todo, teniendo productos superiores a la pizza o a la hamburguesa, aunque las cosas están cambiando, afortunadamente. En el caso de Copenhague, triunfan los churros rellenos o no, como en Corea del Sur o en Azerbaiyán, entre otros. No es el caso de las paellas, que gracias a inmigrantes emprendedores hacen las delicias de los noruegos o australianos.

          En Copenhague, ya habíamos estado en 2.005 y pocas cosas han cambiado, salvo la construcción de nuevos muelles, que permiten largos y apacibles paseos, sino fuera por las malditas bicicletas y los patinetes. Porque los ciclistas y patineteros son irrespetuosos, sinvergüenzas y agresivos en todos los países del mundo, dando igual, el nivel económico, cívico o cultural de esa nación.

          Fue en la capital de Dinamarca, donde vimos más turistas españoles, de largo, en todo el viaje. La Sirenita sigue siendo igual de pequeña, que hace 18 años y aún la aminoran más, las numerosas y molestas hordas organizadas, que la rodean y asedian. Estaréis más tranquilos visitando el famoso canal principal, el Jardín Botánico y los Jardines del Rey, con diversos atractivos.

          Dejo Kristiania y el barrio de la luz roja, para el siguiente artículo.