Colombo
Los escasos turistas, que visitan la maravillosa Sri Lanka, salen despepitados, como alma que lleva el diablo, de la capital – Colombo – y se pierden sin titubear, sus numerosos atractivos y su perenne y estresante caos. Aunque, al menos y en la mayoría de la ciudad, se puede transitar por las aceras, apenas hay fosos laterales y si te aventuras, es fácil que puedas sobrevivir en los pasos de cebra.
Esta urbe presenta varias caras. Las más amables son las de la zona de Fort – con edificios coloniales - y donde se halla el distrito financiero y el área de la calle Galle, cerca de la magnífica, salvaje y larga playa, que muestra orgullosa un coqueto paseo marítimo –para estar en el tercer mundo– y numerosos puestos de comida, donde zamparse una bonda, un chapati relleno de vegetales o unos ricos y calientes cacahuetes fritos.
Colombo
El templo sobre el lago, hace honor a la fama que tiene. Mientras, los enamorados se cobijan y acurrucan en la cercana isla, a la que se accede por un puente, donde unos recién casados completan su álbum de fotos (decir reportaje de boda, sería aquí, demasiado).
Diseminadas por varios lugares, hay unas cuantas callejuelas con encanto, donde el nativo se sorprende de ver visitantes. También, existen algunos bonitos templos, aunque en esta ciudad y en gran parte del país, lo que predominan son los altares callejeros, ubicados en cualquier parte: desde una rotonda cualquiera, hasta introducidos entre los puestos del mercado. ¡Todo sea, para que no se enfaden los dioses, ya sean del budismo –mayoritario- o del hinduismo!. Hasta los hay cristianos, con vírgenes, jesucristos o santos, pero con las típicas ofrendas de aquí, consistentes en las coloridas flores y comida diversa
Pero, sin lugar a dudas, la zona que más nos engancha es la de Pettah, junto a la estación de trenes. Numerosas tiendas y tenderetes, enlazan esta estación con la de autobuses. Detrás, un animado mercado de frutas y verduras y algunos puestos donde venden ropa. Es un milagro, caminar por aquí, sin ser atropellado por algo y más, cuando cae la tarde, horas en las que infinidad de carros tirados por humanos, se amontonan en las aceras, formando una bonita –y, por qué no decirlo-, molesta composición.
Colombo
Colombo
Mientras, tomamos unas frescas cervezas –como en otras partes, asfixiadas a impuestos– y degustamos los ricos snacks locales (que nos acompañaran a lo largo de todo el país y también por el sur de India), buceamos en la incertidumbre: mañana vamos a tratar de intentar, obtener el visado para India y eso, nos parecen palabras mayores.