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viernes, 28 de junio de 2019

¡Hace calor!. ¡Por Dios, traednos un ventilador!

                                       Todas las fotos de este post son, de Brno (Chequia)
          Los dos principales problemas, que estamos padeciendo en estos primeros días de nuestra gira por parte de la antigua Europa Central comunista son: la escasez de hoteles a precio razonable -autentica pesadilla- y la inexistencia de aire acondicionado en cualquier parte, incluidos los restaurantes, los centros comerciales y los alojamientos de 30 euros, la noche. Ni siquiera un triste, pero práctico ventilador, que remueva el sofocante ambiente.

          Mientras en buena parte de España se hielan en pleno mes de junio, nosotros soportamos mínimas de 21 grados con la única ayuda del agua congelada y de tener abierta la puerta del frigorífico constantemente, en nuestro extraño apartamento, de Brno (República Checa).


        En la calle, se está algo mejor, porque corre el aire, pero el sol cae a plomo, sin piedad. Ni una sola nube y vamos camino de seis días. Lo peor, sin lugar a dudas, es entrar en los míseros centros comerciales, los edificios oficiales, las estaciones de transporte..., dónde la axfisia y el ambiente húmedo y denso te tumba, por muy caluroso, que seas.

         Brno  ha resultado ser una sorpresa muy positiva. Cuenta con un bonito casco histórico plagado de iglesias y otras bellas edificaciones, mucho ambiente juvenil y dos plazas excepcionales, cada una con su estilo propio. La más grande, la Freedom, alberga la columna de la peste -muy típicas en las ciudades, de Chequia- y constantes actividades participativas.


       La más pequeña, cercana a la espectacular catedral, da cabida a un apacible mercado de frutas y verduras, pero sobre todo, desborda mucha historia. Aquí, hoy sin agua y con un fondo de color verde maligno y musgoso, se encuentra la majestuosa fuente del Parnaso, dónde se pescaban las carpas, que se cenaban hace siglos en Navidades.

          En el camino, a Ceske Budejovice -con buen paisaje- ha hecho amago de llover, pero solo se ha quedado en eso. De nuevo, en esta localidad, un hotel espartano y caro, que en su día fue una residencia de estudiantes. Y, además, la avispada e impertinente recepcionista nos ha tratado de engalsr con el cambio, al pagar la factura .

         Pero,  dejados los bultos y casi de sopetón y sin esperarlo, nos hemos encontrado con la plaza más bonito de Europa (al menos, que yo recuerde, tras más de treinta años viajando)

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