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domingo, 31 de marzo de 2024

¿Habrá un sexto viaje a India?

           ¿Habrá un sexto viaje a India en un futuro cercano?. Existe una poderoso argumento, que indica, que no y ese es, que lo poco interesante, que nos queda por visitar, es de segundo orden y está muy disperso. Pero, hay otro, también contundente, que señala, que sí: le tenemos mucho vicio al país, disponemos de un visado válido y abierto hasta enero de 2025 y hemos aprendido a ir y volver en compañías de bajo coste. Además, cabe destacar, que en la actualidad disponemos de mucho tiempo libre.

          Antes de empezar el quinto viaje, a India, nos quedaban por visitar a fondo, diez estados: Sikkim, West Bengala -solo habíamos estado en Calcuta -, los siete del nordeste y Gujarat. Pretendíamos, dejar este último destino para las próximas navidades y acometer el resto en este periplo.

          La cosa empezó bien, porque en West Bengala  y Sikkim cumplimos -incluso ampliamos- todos los objetivos. Por aquellos días, de los del nordeste, eliminamos dos: Nagaland y Arunachal Pradesh. La realidad fue que solo visitamos uno, Assam, porque encontramos muchos inconvenientes y pocas satisfacciones.

          Entonces, hubo que rehacer el viaje y darle un giro de 180 grados, escogiendo dos lugares aislados de Maharastra, Gujarat y los territorios autónomos de Daman y Diu. Con más esfuerzo todavía que si hubiéramos ido al nordeste, conseguimos nuestras metas.

          Si existe un sexto viaje a India, será a esta última zona. Si esto ocurre, al menos sabemos, lo que nos vamos a encontrar.

          Si tuviera, que elegir, los tres destinos favoritos de este viaje, estos serían, Palitana -imprescindible en cualquier viaje, a India -, Matheran y Gangtok (Sikkim, en general). Pero, como me quedo con ganas de meter a Nashik y sus ghats, pues añado a Darjeeling y así, son cinco. Me olvido de Calcuta, porque ya era un destino conocido.

La larga y accidentada vuelta a casa (parte VII y última)

           Después del desastroso vuelo desde Kuwait y de la anarquía y los sofocos del aeropuerto de Estambul, era casi imposible, que las cosas siguieran yendo a peor y afortunadamente, asi va a ser. 

          El  avión de Anadolu, que nos debe depositar en Bérgamo, es algo más confortable, que el primero, con asientos más amplios y la comida, aunque igual de escasa, al menos es apetitosa: bocata de queso, embutido de cerdo ahumado y tomate estrujado. Como teníamos más hambre, que los pavos de Manolo, en el desembarque, vamos recogiendo varios de ellos, que se ha dejado la gente sobre los asientos y tras pasar los controles de seguridad italianos, nos damos un festín.

          Lo primero, que nos damos cuenta, nada más salir a la calle es, que hemos vuelto al duro invierno, después de estar a 42 grados hace un par de días. Vamos muy ligeros -como es natural, viniendo de India- de ropa de abrigo y eso va a ser una molestia. Lo segundo es, que los alrededores del aeropuerto y del centro comercial, que está enfrente, están plagados de obras y eso, tampoco nos agrada.

          Después de comprar cerveza -dos días sin ella-, subimos andando hasta la Ciudad Alta con amenaza de lluvia, porque estamos locos por qué nos de el aire y por movernos. Hemos estado muchas veces aquí, pero al menos, hace una década, que no veníamos. Sigue siendo un lugar encantador, aunque casi nada ha cambiado.

          Hace casi dos meses y medio, que abandonamos Europa y ahora al volver, las sensaciones son las mismas, que cada vez, que regresas de India o de África subsahariana: aceras amplísimas, edificios nuevos, tráfico mesurado, predominio absoluto de gente muy mayor por las calles... Pero, sobre todo, una por encima del resto: esa invulnerabilidad -,idiota-, de que aquí estás a salvo y no te puede pasar nada.

          Al segundo día, poco queda de este sentir. Hace diez o quince años, el aeropuerto de Bérgamo ya era el más inhóspito de toda nuestra Europa conocida. Hoy en día, todavía es peor.

          Por resumir: sobre las diez y media de la noche aparece una señora cincuentona, gorda, con gafas y sobre todo, con muy mal carácter. Se nota, eso sí, que disfruta del trabajo, que vale han encomendado. Este consiste -acompañada de un par de palmeros menos molestos-, en menospreciar a los mendigos, que se refugian en la terminal, y pedir la tarjeta de embarque a todo el mundo, de muy malas y amenazadoras maneras. En el pasado, podías tirarte a dormir al suelo hasta las 4:30  de la madrugada. Hoy está estrictamente prohibido. Los asientos tienen reposabrazos cada dos, por lo que es incomodísimo encontrar una posición para dormir, por mucha experiencia, que tengas en estas líneas. Menos mal, que habíamos comprado una botella de Amaretto.

          El premio vino a la mañana siguiente, con nuestro desayuno buffet. Si no se observa, es imposible creer, la cantidad de comida integra y sin tocar y la bebida, que deja la gente antes de los controles o en las cafeterías: bocadillos, dulces diversos, yogures, patatas y snacks, fruta, zumos, café envasado, bebida de soja con chocolate...

          El vuelo Bérgamo - Madrid, gracias a Dios, sin novedad.

sábado, 30 de marzo de 2024

La larga y accidentada vuelta a casa (parte VI)

          ¿Por qué decimos, que lo de Turkish ha sido una estafa?. Fundamentalmente, porque desde un principio, nos ocultaron a conciencia, que el vuelo era con Anadolu. No nos hablaron de viajar con una filial o con un código compartido como hacen las compañías honestas. En todo momento, los números de los vuelos -en el e-ticket y en las pantallas -, empezaban por las letras TK. Y en las tarjetas de embarque pone Turkish y no, Anadolu, la peor aerolínea, en la que hemos volado en nuestras vidas. Pongamos un ejemplo, para que se entienda mejor. Singapore Airlines tiene una espectacular filial de bajo coste, que se llama Scoot, con la que hemos viajado, desde Kuala Lumpur a Atenas, o desde Australia a Singapur. Cuando nosotros compramos los billetes, en todo momento supimos, que volábamos con esta aerolínea más barata y no con su matriz.

          Si así lo quieren, así lo haremos: no volveremos a volar jamás con ellos y así, evitaremos sorpresas.

          Ha sido la primera vez, que hemos volado a Estambul al aeropuerto Sabiha Gokcen y no, al Internacional. Queremos decir, que se trata de un aeródromo lamentable, en el que una escala de cuatro horas se nos hizo más larga, que las treinta y dos en Kuwait. No hay fuentes con agua fría gratuita, ni puntos accesibles de recarga de los cacharros electrónicos diversos , el acceso al wifi se debe hacer en una máquina donde registras el pasaporte y donde la cola da la vuelta al pasillo y la comida y la bebida -hasta 14 euros por una cerveza o 10 por una botella de agua- son el doble o el triple, que en Europa occidental.

          Pero, las dos razones más poderosas, por las que odiamos, visceralmente, este aeropuerto son, el absoluto caos y dislate en todas sus instalaciones y que por la megafonía estén, constantemente, recitando todos y cada uno de sus vuelos, el 90% de Pegasus.

          Eso sí: nos hace mucha gracia ver, a los numerosos calvitos de todas las nacionalidades, que vienen de recibir tratamiento y que muestran en sus cabezas puntitos rojos o los primeros indicios de pelo. Nunca nos los habíamos encontrado en el aeropuerto Internacional, donde las compañías que operan son mucho más caras.

          Se nos había olvidado comentar, que a la salida de Kuwait, había recibido mi pareja un salvaje registro, igual, que en octubre pasado, cuando desde allí, volamos a Mascate. Como no existe zona de tránsito, los controles de equipaje se hacen en las puertas de embarque y resultan humillantes (hasta seis veces pasaron por un scanner una mochila vacía, hace seis meses).

          Con el cortauñas y las cucharas tirados a la basura, al salir de India, está vez, los objetos sospechosos fueron: una cartera con las rupias sobrantes, las llaves de casa, el estuche de las lentillas, la cartera con los abonos gratuitos de media distancia y cercanías de RENFE y un protector labial.

La larga y accidentada vuelta a casa (parte V)

           Con la nueva situación, nos hemos ahorrado veinte euros de las visas y tener, que llevar a cabo ingeniería financiera para hacernos con una cantidad de moneda local suficiente. A cambio, nos tocará aburrirnos otras dieciocho horas más en este aeropuerto. Ya hemos visto, a dos viajeros -chico y chica-, que están en nuestra misma situación.

          Y todos hacemos lo mismo: dormitar, pasear, beber agua como tontos -hay fuentes, que la dispensan bastante fría -, comer de las viandas enteras abandonadas por los caprichosos y desaboridos y fundamentalmente, trastear con el móvil, que aquí, hay buenos y accesibles puntos de recarga (no, como en otros aeródromos, donde debes colgarte de una lámpara o hacer el pino).

          A las doce menos cuarto de la noche probamos, obtener las cuatro tarjetas de embarque de Turkish. Hay un follón tremendo con un vuelo de Pegasus anterior al nuestro, así, que el empleado nos toma nota de los pasaportes y nos indica, que volvamos en una hora.

          A lo largo de la tarde, se nos ha ido cimentando esa idea/obsesión, de que nos multen o impidan volar por estar más de 24 horas aquí. Bastaría,  con que nos pidieran la tarjeta del vuelo, de Bombay, aunque alegariamos, haberla tirado. De todas formas, creo, que tendrían otras vías para descubrirlo.

          Cerca de la una de la madrugada volvemos al mostrador de NAS. Ahora ya, podemos, hablar de caos. Una chica rubia está llorando a moco tendido -desconocemos la causa- y varias personas más están muy nerviosa. A la mujer, que va delante de nosotros, le piden la boarding pas anterior y entramos en pánico. Pero, al ser atendidos, nos entregan toda la documentación, sin más preguntas o gestiones. Empezamos a fantasear, con que si la cena tendrá pescado o cordero.

          Como ya explicamos, este mismo tramo Kuwait -Estambul -Bergamo, salía más barato con Pegasus: 66 euros, por los 95 de Turkish. Nosotros había volado  con esta compañía a lugares como Seul i Biskek y habíamos quedado encantados con sus asientos infinitos y la excepcional comida y por eso decidimos gastarnos algo más 

          Embarcamos a través de finger y en la cabina, ningún distintivo de nada, cosa, que nos extraña. Ya teníamos alguna sospecha de que algo no iba bien, cuando al comprar los billetes vimos, que el destino final era Bérgamo y no Malpensa o Linate.

          Finalmente, los indicios se convierten en pruebas, cuando observamos, que los asientos son estrechísimos -los peores de nuestras vidas y hemos volado más de 250 veces- y que la copiosa comida va a consistir en un minúsculo bocata de pan rancio, queso invisible y pepino duro (como la cara de estos sinvergüenzas, que nos han estafado). Y, para beber solo zumo de naranja o café, sin posibilidad de tomar las dos cosas.

          Al descender de la aeronave comprobamos, que habíamos volado con Anadolu, una apestosa filial de Turkish, que es la low cost más rastrera, en la que nos hemos transportado nunca.

          Lo de ESTAFA -con todas las letras-, lo explicamos en el próximo post.

jueves, 28 de marzo de 2024

La larga y accidentada vuelta a casa (parte IV)

           Una grave negligencia de mi pareja -no se puede hacer algo así, después de 36 años viajando - y un descubrimiento posterior, van a hacer saltar todo por los aires. Siendo las nueve de la mañana, nos vamos a gestionar la visa kuwaití, que ya habíamos obtenido seis meses atrás. Estamos solos, a diferencia de la multitud, que había anoche. Pero ya os hemos contado lo del Ramadán. En el formulario, Ana ha dejado en blanco, la dirección del hotel y la funcionaria nos dice, que así, no podemos ingresar al país.

          Nos vamos a Booking y ponemos la primera, que viene, pero como la empleada no tiene otra cosa,que hacer, nos indica, que quiere la reserva confirmada. Podríamos haber seguido haciendo trampas, porque varios establecimientos pueden contratarse sin tarjeta de crédito o podríamos haber aceptado una alcoba y cancelarla después sin gastos, donde dan esta opción. Pero, sobre la marcha, hemos recapacitado.

          La meticona señora -a la que, no le ha servido de nada, que le hayamos insistido cien veces, en que no vamos a hacer noche en Kuwait - nos ha mandado a ese mostrador NAS (National Aviation Service), del que os hablé en el post anterior.

          Allí, nos explican, que como pasa habitualmente, no es necesario salir a gestionar las tarjetas de embarque, ni siquiera, aunque hayas venido con una compañía y te vayas con otra diferente. Eso sí: la documentación nos la preparan dos o tres horas antes del vuelo y no ahora. Nos convence el plan, aunque le vemos un riesgo importante, que es, que cuando partamos, habrán pasado 32 horas de nuestra llegada y en tránsito, en la mayoría de aeropuertos, no se puede está más de 24. Podríamos sufrir una severa multa o una denegación de embarque y ambas cosas serían fatales.

          Además y como ya insinuamos, el plan de bajar a Kuwait tenía lagunas. El billete más pequeño, que tenemos este 50 euros y no lo vamos a cambiar para un solo día. Sacar del cajero pequeñas cantidades tiene una penalización durísima. Es verdad, que podríamos pagar casi todo con tarjeta, como hicimos en Abu Dhabi, pero no el autobús hacia el centro, que como recordamos, solo acepta efectivo.

        Pero, donde supuestamente, se soluciona un problema, ahora se crea otro. Ya hemos dicho, que no tenemos dinero local, ni tampoco comida, porque pensábamos comprarla en la ciudad. Conseguimos sacar el día adelante, sin inversión alguna, al tirar de los abandonos ajenos. Hay mucha gente, que compra alimentos y se los deja enteros, por lo que recopilamos cuatro piezas de pollo crujiente, tres paquetes de patatas, dos ensaladas, cuatro salsas, dos bollos de canela del Starbucks...

          De haber sabido sobre la opción NAS por adelantado -nunca habíamos visto algo asi-, podríamos haber reducido la escala a 8 horas, pero ahora toca esperar y pasar el día.

La larga y accidentada vuelta a casa (parte III)

           Habíamos estado campando a nuestras anchas toda la mañana del día anterior por los indescriptibles suburbios de Bombay. Y es, que por fin, habíamos conseguido saber, como llegar al aeropuerto en transporte público - estación de cercanías de Ville Parle más bus número 35-, sin necesidad de tuck tuck o taxi. El buen dinero, que nos ahorramos, nos lo gastamos en las tiendas de alcohol de esas barriadas, adquiriendo güisqui y cerveza. La consecuencia más inmediata fue, que me pasé la mayor parte del vuelo durmiendo y continúe haciendolo las cinco primeras horas -de ocho p.m., a una p.m.-, en los cómodos asientos de la pequeña terminal aérea de Kuwait.

          No os hablaré de la desagradable zona de embarque de este aeropuerto, porque ya lo hice en un post del noveno viaje largo, en nuestra primera visita aquí y ahí lo podéis leer.

          En el interior, sin embargo, tiene muchas peculiaridades y algunas resultan bastante beneficiosas para el viajero. En casi todos los aeródromos del mundo y una vez has aterrizado, debes decidir si desde llegadas, te vas a la zona de tránsito -con los correspondientes controles-, a tomar otro vuelo o gestionas la salida a la calle si tienes todo en regla. En Kuwait City no es necesario decantarse y puedes permanecer en esa especie de limbo o de tierra de nadie, durante horas  y es, lo que hemos hecho en nuestras dos estancias aquí.

          Otras ventajas de la terminal de este emirato son: excelente wifi gratuito; cómodos asientos sin reposabrazos, donde te puedes tumbar a cualquier hora del día o de la noche, sin que nadie te moleste; baños impecables, aunque encharcados, por esa manía, que tienen de usar el agua para limpiarlo todo; accesibilidad rápida a todos los servicios, fuentes de agua potable fresquísimas...La mayor sorpresa positiva, sin embargo, la dejaré para más adelante.

          En cuanto a lo malo, poca cosa: escasa oferta gastronómica y un aire acondicionado asesino -a través de bocas heladas y huracanadas-, que además, no tiene ningún sentido, estando en el exterior a una temperatura de entre 13 y 20 grados.

          Nuestro plan era sencillo: pasar la noche dentro, para a la mañana siguiente, bajar a la ciudad -tenia ciertas lagunas, que ya os contaremos - y por la tarde y antes de volver a entrar, llevar a cabo la facturacion con Tuskish. ¡Nada muy original!.

          La noche no va a tener nada de especial: mi pareja durmiendo y yo, desvelado ya, paseando arriba y abajo, bebiendo güisqui de forma discreta. Me llama la atención, el gran trasiego nocturno de este aeropuerto y la tranquilidad, a la mañana siguiente. Lo entendimos, fácilmente,  al constatar, que estamos en pleno Ramadán ¡Otra vez!.

          Reparé varias veces, en un mostrador -siempre atendido - con las siglas NAS, pero no le di mayor importancia, pensando, que se trataría de algún órgano administrativo de este espacio de tránsito.

miércoles, 27 de marzo de 2024

La larga y accidentada vuelta a casa (Parte II)

           Llegamos al aeropuerto de Bombay a las dos de la tarde, tres horas y media antes de la hora prevista para nuestro vuelo, a Kuwait. Hasta hace año y medio -fecha de nuestra anterior visita, a India -, para entrar en los aeropuertos de este país exigían un billete confirmado. Pues bien: ahora, ya solo puedes acceder con las tarjetas de embarque electrónicas y en este punto, va a comenzar el primero de nuestros interminables problemas.

          El check in on line con Air India no es sencillo, ni intuitivo, pero lo habíamos logrado llevar a cabo la tarde anterior. Tras una larga pelea virtual, conseguimos un borrador de nuestras preciadas tarjetas con un mensaje, que indicaba, que no son validas para viajar y que debemos ir al mostrador. Es lo que intentamos hacer, pero un policía nos lo impide y da igual, el número y la calidad de las explicaciones, que les des 

         Para colmo de las dos boarding simuladas, solo encontramos una en mi teléfono y es la de mi pareja. Sin comentario alguno, el madero la agarra del brazo y se la lleva al interior de la terminal. Trato de seguirla, pero otro poli m lo impide. Me cabreo, hago aspavientos y hasta grito, pero ni se inmuta y educadamente -eso sí -, me dice, que me siente, cosa, que no hago.

          Pasa un interminable cuarto de hora de desesperación. No sé, que está ocurriendo dentro y no resulta posible contactar con mi pareja, porque este aeropuerto no dispone de wifi público y gratuito. Creo, que vamos a no embarcar en este vuelo y por efecto dominó, perderemos todos los demás. Planeo, incluso, fingir sentirme enfermo, a ver si así, alguien me hace caso. Es entonces, cuando la veo salir por la puerta, sonriente, acompañada del mismo policía y con las dos tarjetas de embarque físicas de la mano.

          ¿Que ha ocurrido, durante este tiempo, dentro? Primero, fue llevada a business de la compañía, donde la empleada no hizo mucho caso, a pesar de ir con el poli. Pero más tarde y saltando toda la enorme cola de facturación y en un instante, le entregaron los preciados documentos, que ya seguro, nos permitían viajar. En India, normalmente, siempre te ofrecen una solución a tu problema, aunque la mayoría de las veces, no es, la que tú esperas.

          La segunda incomodidad llega en el control de equipajes. Las llaves de casa, ya nos han dado bastantes problemas en los escáneres de paises en vias de desarrollo. Bien. A ellas, se añaden hoy el cortaúñas y dos cucharas metálicas -grande y de postre -, que llevamos. No son ilegales, pero quieren verlas. No me extraña, que estás últimas les parezcan utensilios  exóticos, comiendo, como comen la mayoría de ellos con las manazas.

          El control y sellado de pasaportes, resulta rápido y sin pegas y el vuelo es tranquilo. La comida, solo regular, siendo el plato principal arroz con pollo y verduras -o biryani vegetal -, la ensalada incomestible y los postres -yogur y pastelito de limón con natillas -, aceptables.

La larga y accidentada vuelta a casa (Parte I)

          Abandonamos Matheran en taxi compartido y en tan solo veinte minutos -cruzando varias veces las vías del tren y abordando un vertiginoso descenso -, nos pusimos de nuevo, en Neral, donde nos acomodamos en el mismo alojamiento, aunque no en la misma habitación. Con 42 grados en la calle, no volvimos a salir de ella, una vez, que nos hicimos con un cargamento de güisqui, cerveza y fritanga variada.

          A la mañana siguiente nos largamos para Bombay y sufrimos el aplastamiento habitual en nuestro penúltimo tren de cercanías (el último sería el del aeropuerto). En este caso, tomamos aposento también, en el hotel de nuestra última visita a la ciudad, en 2022. Aquí sí, nos dieron la misma lúgubre  alcoba sin baño - la segunda del viaje en la que debemos compartir el aseo-, aunque con potentes wifi y ventilador. Solo nos quedaba pasar la tarde y la noche, para iniciar la vuelta a casa.

          Con el fin de abaratar el regreso, habíamos asumido bastante riesgo, contratando cuatro vuelos con tres compañías diferentes. Para mitigarlo un poco, alargamos lo más posible las escalas con el fin de no quedarnos tirados en un punto intermedio, sin posibilidad de continuar. En total, invertimos 220 euros por pasajero. Haberlo hecho de una forma algo más cómoda -la opción más barata era la compañía Barhein - nos hubiera supuestamente cien euros más a cada uno.

          Primer tramo: Bombay - Kuwait, con Air India, con 32 horas de escala en el Emirato y con pretensiones de bajar a la ciudad, aunque ya la conocemos.

          Segundo y tercer tramo, con Turkis Airlines, Kuwait - Estambul y Estambul - Bérgamo, con cuatro horas de espera en la ciudad turca. Decir, que con Pegasus, esta misma ruta nos salía 30 euros mas barato por persona, pero preferimos hacerla algo más confortable, con mejores aviones y con comidas incluidas. Ya daremos más adelante los detalles, pero nos llevamos un buen chasco con este asunto.

          Cuarto tramo: Bérgamo - Madrid, con Ryanair, debiendo hacer noche en el aeropuerto italiano. La razón de no ajustar más este vuelo a los anteriores fue, que es el primero, que compramos y al terminar el puzzle aéreo no hubo forma de cuadrarlo mejor.

          Habíamos planificado todo al dedillo, pero la realidad siempre es muy tozuda y aunque todo salió bien, el desarrollo de los acontecimientos resultó ser bastante diferente e inesperado, en relación con lo previsto.