Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Tocando fondo

          Me levanto fatal, aunque he dormido bien de un tirón y con mantas, dado que nos encontramos en un bonito pueblo de montaña. Anoche, mientras me tomaba un apestoso bebedizo alcohólico de India -al menos estos industriales no te dejan ciego-, me repetía: " quiero quedarme en este hotel y que nunca amanezca". Pero se ha hecho de día y debemos recoger y seguir.

          Inesperadamente, ayer salió un buen día, después de varias jornadas aciagas. Tan bonito, que hasta nos vinieron a ofrecer hotel a la estación y disfrutamos del lujo de una acera de tres kilómetros de recorrido para llegar a un hermoso lago. Dos días buenos seguidos en India, son casi imposibles, así que hoy, habrá que volver a la lucha.

          Para empezar, sigo cargando sobre mis espaldas con los granos malignos del colchón, de Lonavala. Y, para seguir, no hay bus directo a nuestro siguiente destino, Kolhapur. Cada mañana que me levanto en este viaje, trato de calcular las horas de luz, disponibles, para arreglar las cosas del día. Hoy, creo, que serán unas cuatro y media, pero hace unas jornadas solo fueron dos. Aunque es verdad, que si toda va bien, se arregla enseguida -muy improbable- y si no va , no te bastará con un día entero de luz natural, de los de Cabo Norte, en Noruega, en junio.

          Viajamos a lugar por jornada, porque la India bella ya la tenemos triturada y nos movemos por destinos muy secundarios, al menos, por el momento, que tampoco quiero yo despreciar las visitas del futuro.

          Y, ¿cuáles son esas tareas, que te acechan cada día?

          1.- Buscar alojamiento. Desde nuestra última visita, hace cinco años, los precios se han duplicado, pero lo peor es, que en la mayoría de lugares de este recorrido, por ahora, ni siquiera nos aceptan en los hoteles por ser extranjeros.

          2.- Encontrar un sitio donde cambiar dinero. Apenas nos quedan 2.000 rupias y ya llevamos cuatro días buscando una casa de cambio, sin éxito. El único efectivo cambiado, lo obtuvimos de un particular, en Bombay, como ya os hemos contado.

          3.- Localizar la zona de hoteles, restaurantes, lugares de visita, saber si estamos en el centro cuando llegamos... Del 90% de los destinos no tenemos plano, ni nos aporta nada la puñetera guía australiana.

          4.- En el mismo sentido, conocer cuáles y de dónde parte nuestro  próximo transporte y si es directo o no.

          5.- Rezar para que no llueva medio día o la jornada entera, como lleva ocurriendo los últimos cuatro.

          6.- Encontrar algo asequible para comer, que no sean bondas - me encantan, pero no para siempre -, snacks y galletas. Pienso, que más pronto, que tarde, este viaje se nos va a ir de las manos y una vez perdido el control, las consecuencias son imprevisibles. Al menos, lo del dinero tendrá solución, tirando de tarjeta y pagando altas comisiones, a la maldita Caixa Bank.

          7.- Buscar la correspondiente tienda de bebidas alcohólicas y rezar, para que no sea día festivo nacional, estatal, local o religioso y se encuentre cerrada a cal y canto. Menos mal, que somos previsores y llevamos varias dosis de adelanto.

          Se lo repito y tripito a cada rato a mi pareja en el tren, el autobús, la calle, el hotel...: " debimos irnos a las islas griegas y a Puglia, en vez de volver a este país", como así llegamos a valorar en algún momento de las fechas previas al viaje, antes de comprar los atadores boletos aéreos.

martes, 22 de noviembre de 2022

Como el agua y el aceite

           A Pune llegamos, como diría el otro, por exigencias del guión, dado que era requisito necesario, para enlazar con Mahabaleswar y Kolhapur. Tiene escasos y discretos atractivos, que están alejados del centro. La ciudad - de más de cinco millones de habitantes, casi nada-, está hecha un auténtico cacharro. Aunque la zona de la estación resulta bastante aceptable, respetándose las aceras, gracias a gruesos e intimidantes bolardos ( aunque son pocas cosas, las que acojonen a los indios).

          Pero aquí, solo nos aceptaron en un hotel - después de preguntar en más de quince- y era caro. Milagrosamente y cuando anochecía y habíamos perdido toda esperanza, unos chicos jóvenes se apiadaron de nosotros y nos dieron habitación en un barrio pintoresco, desastroso y musulmán, donde ponerse ciego a comer cordero, oveja y pollo es un privilegio.

          Mahabaleswar es todo lo contrario, así que ambos destinos mezclan como el agua y el aceite. Se recorre de una punta a otra en poco más de diez minutos y su calle principal, que está llena de restaurantes, agencias y todo lo relacionado con el turismo, apenas aglutina un poco de tránsito de tranquilos vehículos.

          Dos especialidades atraen al viajero en este lugar: los snacks de garbanzos de hasta veinte sabores diferentes y las fresas de plantaciones cercanas, en forma de batido, zumo, snacks y helados. Por no tener, no dispone ni de bancos, ni de cajeros  automáticos.

          Pero, los principales atractivos de esta zona, de Maharastra, se encuentran en los espléndidos alrededores: un precioso lago a cinco kilómetros ,- de puede llegar por una acera, aunque parezca mentira-, una cascada, diversos miradores y las mencionadas plantaciones de fresas. Es posible y no muy caro, llevar a cabo un circuito organizado por estos sitios o hacerlo parcialmente, andando.

          La carretera de acceso a esta población es muy bonita y la temperatura, ideal, gracias a la altitud. Dormimos tapados con mantas, pero antes observamos desde nuestra habitación, ocho horas seguidas de virulenta tormenta, en la que casi no se veían los rayos, gracias a la densa y tranquilizadora niebla ¡Un lujo asiático y nunca mejor dicho!

Feliz cumpleaños, desde Abu Dhabi, amigo

 


lunes, 21 de noviembre de 2022

Cuevas de Karla y Bhaja

           Decidimos por razones logísticas, que nos saltariamos Matheran, por el momento. Nos acercamos, a Lonavala, pueblo muy ensalzado por la Lonely Planet, por su supuesta luminosidad y una especie de turrón algo caro de diversos sabores, llamado Chiki. Lo segundo es cierto, lo primero no tanto. Pero es que la Lonely Planet, en estos pocos días de viaje, que llevamos, nos está confundiendo más, que ayudando (desgraciadamente, esto no es nuevo en nuestras vidas). Tampoco explican bien, como llegar a las cercanas cuevas de Karla y Bhaja. ¡Es normal, quieren, que nos esforcemos y pongamos algo de nuestra parte!.

          Nosotros visitamos las primeras y os damos datos prácticos y reales: tomar el autobús verde, cercano a la estación de autobuses, hasta el cruce, que conduce al pueblo de Karla. Hasta la cueva -solo es una, la que se puede visitar a pesar del plural - hay cincuenta minutos caminando. Primero, por una carretera razonable y con mediana y después, por exigentes cuestas y largas y empinadas escaleras, que albergan un mercado de interminables puestos de ofrendas y dulces, entre las que se incluyen gallinas vivas, ni más, ni menos 

          La entrada para extranjeros es un auténtico robo, pues son 300 rupias, para una visita de poco más de diez minutos. Hay  bastante gente, pero no van allí por la gruta, sino por el colindante templo, donde suenan tambores místicos y los fieles depositan sus davidas. Todo muy colorido, pero lo hemos visto mil veces en este país.

          El extraordinario calor y la humedad nos dejaron planchados y casi hundidos y eso, ¡que acabamos de empezar nuestro arduo recorrido!.

          En  Lonavala, pagamos la exagerada cifra de 1000 rupias por una habitación, en cuya cama me picaron unos bichos, que me han provocado granos, que a ratos se expanden y pican y a otros, se contraen y se secan. ¡Como si fuera el propio universo! Será el severo castigo, que nos ha puesto una deidad india, por haberle estafado involuntariamente esa misma cifra a un anciano, en un cambio de divisas callejero, en pleno corazón, de Bombay.

         Por cierto, tenemos la impresión, de que hubiera sido mejor, visitar las casi colindantes, cuevas de Bhaja.

domingo, 20 de noviembre de 2022

viernes, 18 de noviembre de 2022

Esta vez, tocaba entrar por Bombay

           Dado, que además, de las cuatro veces que hemos aterrizado en India, tres eran de noche, estos momentos siempre, han sido impactantes. Si ya has estado en el país, parecería, que ya estás vacunado, contra lo que te pueda ocurrir, pero la realidad demuestra, que cuando vuelves, debes ponerte una dosis de recuerdo.

          Dieciocho agotadoras horas de escala en Abu Dhabi, fueron la antesala de nuestro cuarto viaje a India, habiendo tenido más problemas al embarcar, en Madrid, con un objeto metálico olvidado en mi bolsillo, que con el farragoso papeleo.

          Conocíamos cuatro de los más importantes aeropuertos, de India, pero nos faltaba el de Bombay, lugar, por el que hemos ingresado esta vez. En el mostrador de las visas, vacío, no tuvimos mayor dificultad, que la máquina automática, que insistía en no querer tomar mis huellas dactilares. Todo resultó rápido y amable y no nos exigieron, ni el formulario de salud digital, ni el certificado de vacunación, que si llevábamos.

          Para llegar al centro, la forma más habitual es complicada, peligrosa y requiere mucha paciencia. Debes hacer una larga y agresiva cola -recien aterrizado-, para pelear y que te asignen un tuck tuck, que te conduzca a la estación de Andheri, a unos siete kilómetros de distancia. Por supuesto, nadie te dice el precio aproximado y lo que si llegamos a ver es, que el nuestro tenía taxímetro. Pero, el conductor se negaba en redondo a ponerlo y nos pidió 200 rupias. Le dijimos, que 100 y terminó bajando, a 150. Nosotros no subimos nada y se enfadó. El viaje alternó las discusiones, con poner y quitar el contador y todo mientras el conductor se manejaba a bandazos entre el intenso y endiablado tráfico nocturno.

          Estuvimos a punto de chocar diez veces, de atropellar a seis peatones y de volcar en otras cuantas ocasiones, para acabar peleando por apenas 30 rupias: las 150, que seguía pidiendo y las 120, que le dimos y que ponía en el taxímetro. Desde Andheri, una hora de recorrido en tren de cercanías, hasta la estación central de Bombay.

          Eran las nueve y media de la tarde y como conocemos la ciudad, nos aventuramos, a llevar a cabo andando, el fácil y animado camino, que lleva hasta la Puerta de la India, donde hay muchos alojamientos, entre ellos, el de la última vez, por el que pagamos 500 rupias. Bueno. Lo de fácil, ya no, porque donde había aceras, hoy están desaparecidas, debido a la colosal obra de la línea tres del metro, que va para largo. Y, lo de animado, tampoco, porque a esas horas el inmenso bazar estaba casi cerrado y muerto.

          Tras equivocarnos un par de veces, llegamos a nuestro destino, en el popular barrio de Colaba. El alojamiento buscado había desaparecido y en los demás nos pedían un dineral, que ni en esta situación de emergencia, estábamos dispuestos a pagar.

          Nos resignamos, a volver a la estación y dormir allí. Pero, nos perdimos y regresamos por otro camino, que estaba todavía peor para el tránsito. Al retornar a la calle principal contemplamos, que en la otra acera también está el asfalto y las baldosas levantadas y llenas de basura, con enormes ratas dándose un festín. En la de enfrente, los gatos, no se atreven, ni a mirarlas. Y, en la mediana, separando ambas faunas, decenas de mendigos tirados por el suelo, buscando sus sueños.

          Un buen lingotazo de ginebra, un té con leche y a dormir al firme de la estación, hasta, que a las siete, nos despertaron. ¡Un nuevo día nos aguarda!

jueves, 17 de noviembre de 2022

India y la pandemia

            Durante el secuestro -eufemísticamente llamado confinamiento -, me dediqué a escribir una larga novela, que tuvo a India, como uno de los principales protagonistas. A la vez, que mi ficción, fantaseaba con personajes y hechos de este país, mi mente viajaba en los momentos de asueto, a la realidad de una India, en pandemia.

          Leía noticias o veía videos de una nación confinada y de policías a garrotazo limpio, con quién se saltaba las normas. También, tenía acceso a otras que hablaban  de gente atropellada y muerta, cuando iban siguiendo las vías, camino de sus casas, habiendo perdido su trabajo informal en las grandes ciudades y estás, me las creía más.

          Cualquiera, que sea observador, no hace falta que haya pasado en el país demasiado tiempo para darse cuenta, que la India es inconfinable. Las razones son poderosas: mucha gente vive o trabaja, constantemente, en la calle; la indiscilina de los habitantes de este país y la falta de solvencia económica, incluso a corto plazo, de los millones de personas, que trabajan de manera sumergida. Además, hay que dejar constancia, de que apenas existen supermercados y no hay costumbre - ni dinero- de llenar congeladora enteros de comida para varias semanas. La.mayoria de los nativos almuerzan en restaurantes y puestos callejeros.  

           Si contemplamos, también, que en el momento más duro de la pandemia -entre marzo y junio -, en el país se superan con frecuencia los 50 grados, como para mantenerlos metidos en sus endebles casas. Me hubiera gustado ver por una ventanita, como fue el confinamiento real, aquí. Por cierto, que India tuvo en términos porcentuales, mejores datos que España, en cuanto a incidencia y muerte. ¡ Que me lo expliquen nuestros virólogos sabiondos!         

          De lo que si puedo dar fe, es de la situación actual en el país, con un 60% de gente vacunada: aglomeraciones 100% en espacios abiertos y cerrados y uso 0% de la mascarilla , ese supuesto y opresor bozal milagroso que coartó nuestras libertades individuales, durante muchos meses y que no impidió, que sobre todo, la gente mayor, cayera como moscas.