Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 24 de diciembre de 2021

viernes, 17 de diciembre de 2021

En la edad de piedra (II)


         En la Edad de Piedra están -o han vuelto a ella- también, buena parte de los mexicanos (sobre todo muchos políticos). Yo no sé, si porque los tiempos pasados y futuros -esa pinta tienen- fueron tan chungos, mezclado con la pandemia, que yo en mi vida había visto tanta mala hostia, tan poca empatía, tanto odio acumulado sin motivo, tanto enfrentamiento, tantos malos caracteres... 

            Mientras el país se encuentra lleno de corrupción o cada día hay decenas de manifestaciones en la Plaza del Zócalo de la capital, se alienta el odio hacia todo lo que no sea indigenista desde muchos sectores y mucha gente cae en ello. Hace no mucho y como muestra de ello, a la alcaldesa del DF, no se le ocurrió mejor idea, que tirar la estatua de Cristóbal Colón situada en la calle de la Reforma.  

       r digo, que los españoles llegados allí, no cometieran barbaridades y tropelías. Los peninsulares no fueron unos santos, pero los aztecas tampoco ( solo hay, que leer, sobre los diferentes sacrificios humanos, sobre todo con mujeres). Ningún imperio es santo y reto a quien quiera, que me diga un solo conquistador, que fuera amable.

          Aquello ocurrió hace más de 500 años. Muchos quieren cerrar la guerra civil española, de la que todavía hay supervivientes, hijos o nietos y resulta, que otros siguen a vueltas con la conquista allende los mares de los españoles. Después, cada época tiene sus cosas y entonces los pueblos en expansión, actuaban así. Hoy se conquista de una forma más sutil, aunque también, agresiva.

        Es como si nosotros empezáramos a dar la murga ahora, con la invasión romana o árabe de la península. Cometerían barbaridades, pero los unos nos dejaron muchísimas construcciones diversas - que fueron utilizas muchos siglos después-, de que fueran expulsados y los otros nos trajeron el agua a todas partes, porque los cristianos no eran, precisamente, muy limpios.

          Como ciudadano del mundo, pocas sospechas doy yo de ser un patriota. Pero lo cierto y verdad es, que nuestros lejanos antepasados, también dejaron muchas cosas beneficiosas allí: preciosas ciudades coloniales -que ahora explotan turísticamente-, un idioma común para casi un continente, que vertebra unas relaciones sociales y económicas más fluidas y favorables, una religión... 

        Seamos más tolerantes, sobre todo con el pasado y más optimistas -aunque no tengamos muchos motivos-, sobre todo con el futuro.

jueves, 16 de diciembre de 2021

En la edad de piedra (I)


          En materia de coronavirus, en México se encuentran todavía en la Edad de Piedra. Protocolos, usos y costumbres, que aquí en Europa han decaído o desaparecido hace al menos un año,  allí siguen plenamente vigentes. Es comprensible -aunque discutible-, que en exteriores más del 90% de los ciudadanos sigan usando la maldita mascarilla, porque solo hay un 48% con la pauta de vacunación al completo. De todas formas, no se han debido enterar, de que el virus se trasmite por aerosoles, que en la calle se diluyen enseguida, salvo en grandes concentraciones.

         Lo que ya rechina es, que aún sigan con las puñeteras alfombras desinfectantes para el calzado en todas partes. Lo del gel de manos es allí puto vicio. No exagero si digo, que si pasas unas cuantas horas por la calle, en un solo día te lo pueden llegar a dar hasta 25 veces. Y si no lo aceptas, no entras en ninguna parte. La mayoría de las veces, yo lo frotó contra una parte del edificio.
 
       Lo de la toma de la temperatura es todavía peor. Los primeros días me negaba, pero acabas tragando. La mayoría son cacharros imprecisos de tal modo, que a nosotros siempre nos daba rondando los 35 grados y una vez, hasta 34,2 ( es decir: técnicamente, estábamos muertos). En una sola jornada de viaje he pasado por más termómetros, que en toda mi vida anterior. Y tengo 54 años. Otra frecuente anécdota relacionada con este asunto es, que muchos de los dispositivos medidores dan los mismos grados y centésimas para todo el mundo.

          En no pocos establecimientos, aún siguen poniendo carteles en los que solo permiten entrar a un miembro de la unidad familiar. Y a fe, que se cumple, cuando en España dejó de estar vigente hace año y medio.
 
        Lo que aquí llamamos distancia física, allí lo denominan sana distancia. Pero eso sí, en México no la guarda nadie, ni en interiores, ni en el exterior. Lo del metro resulta exagerado y va en horas puntas mucho más lleno, que el de Tokio. Una tarde, después de dejar paso a cuatro convoyes, entramos en el quinto y viajamos tan apretados, que corríamos riesgo de asfixia. Menos mal, que para quien lo quiera, existen vagones exclusivamente para mujeres y niños. ¡Ah!, y allí, nada de limpieza o desinfección: la palabra adecuada y omnipresente es sanitizacion.
 
        Yo llevo viajando casi 35 años y, por suerte, nunca he padecido jet lag, ni hacia el este, ni hacia el oeste. El día de la llegada y el siguiente me sentí estupendamente, pero los dos consecutivos empecé a encontrarme muy cansado y con dolores musculares por todas partes. Naturalmente, uno le da vueltas y hasta pensé en el coronavirus, aunque era improbable por los síntomas. Y entonces, me pregunté: ¿que ocurriría si salta un positivo en un avión, que iba lleno, ocupado por 300 personas, de tal vez, veinticinco nacionalidades diferentes?. ¡Menudo jaleo para llevar a cabo el correspondiente rastreo!

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Terminando el viaje


       Y fuimos matando las horas en la calurosa y húmeda Acapulco, paseando por el centro y por los magníficos acantilados, que tan famosos hicieron las numerosas estrellas del cine norteamericano, que pasaron por aquí o que se compraron casa en este lugar.

          Abandonamos la ciudad en un autobús nocturno, que nos dejó en la capital azteca de madrugada. Menos mal, que en este país, siempre te puedes quedar en las salas de espera dormitando, hasta que te plazca.

       Empezamos a sentir, esa ya nada extraña sensación, que nos abate siempre en los viajes de varias semanas o meses. Básicamente, consiste en la saturación, el ver el final cerca -pero ahora pasan las horas muy lentas-, el no querer estropear el viaje en los instantes finales. Y lo que solemos hacer para combatirla es, comprar todo lo necesario para el día y encerrarnos en el hotel. Y esta vez, no lo hemos hecho de forma distinta.

          Cruzamos los dedos para que ya no ocurriera nada - ni siquiera bueno-, pero no empezamos con buen pie. Haciendo tiempo y mientras mi pareja cambiaba a euros el dinero sobrante, yo me estaba tomando una cerveza en una de las puertas del aeropuerto, cuando apareció una policía muy borde y se puso a gritarme. Al instante, se incorporaron otros cuatro gendarmes más, como si fuera el delincuente más buscado de México. 

        Cuando ya me temía lo peor, el más calmado de ellos me indicó, que no se puede consumir alcohol en una vía federal. Que por ser la primera vez, harían la vista gorda. Me detalló también, lo que me pasaría si me cazaban una segunda o tercera vez y no parecían consecuencias muy suaves, aunque mi mente se evadió, dado que nos íbamos al embarque en una hora.

          Pero, si me quedé con un dato importante: lo malo no es beberte una birra, sino donde la consumes. Así, que me mandó a una terraza interior de la terminal aérea, junto al Seven Eleven y me terminé esa y dos más.

       Pasamos los controles con facilidad y agilidad -no nos han abierto el bulto en ninguno de los dos vuelos- y no tuvimos problema alguno en el embarque. Aunque sí, una chica española, que no paraba de dar excusas absurdas y además con muy malos modos. Iberia le había denegado el embarque por no estar vacunada y no llevar -al menos- un test de antígenos.

          La siguiente noticia fue buena. Íbamos a tardar una hora menos de las previstas, por llevar viento de cola. La aerolínea española cada vez da peor - y menos- de almorzar. Una escasa comida principal y antes de llegar, un bocadillo sin casi nada dentro y una pequeña magdalena de las que hacen bola. Además, han quitado los complementos -quesitos, mermelada, mantequilla...- y dicen, que es por protocolo del coronavirus. Y luego, todos comiendo juntitos y sin mascarilla, durante media hora. ¡Tendrán jeta!

        A pesar de haber dormido en el hotel y muy bien, caí en los brazos de Morfeo,durante el vuelo entre cuatro y cinco horas, mientras mi pareja se veía la serie "Antidisturbios", al completo (seis capítulos).

          El ingreso  en España -que ahora llevas a cabo tú en una máquina- fue lento y tedioso. Más de media hora para presentar la documentación, esperando en una larga cola de las que van dando interminables y mareantes vueltas. Después, otra, para que te lean el formulario de ingreso con código QR. Y, finalmente, a mi me tocó mostrar el certificado de vacunación, asegurandome que era algo aleatorio. Pensé: "claro, como a mí pareja le tocó el control de explosivos a la ida, pues para compensar".  

martes, 14 de diciembre de 2021

Últimos días de calor


      Me despierto y todas las pistas me indican, que me encuentro en el sudeste asiático, especialmente, en Malasia o Indonesia. Es salir del hotel -mejor o peor climatizado- y aspirar espantos en forma de olor dulce, calor asfixiante y numerosos trazos de basura. La ropa que lavas no se seca, ya que el ambiente no puede absorber tanta humedad.

          Vamos acabando el viaje y ya estamos agotados, como siempre y sin ningún objetivo más que aguantar el check out en el hotel hasta el límite, y el final va a ser difícil porque aún nos toca sufrir otra noche de autobús, con llegada temprana a una estación desconocida del DF.

    Dentro de su decadencia y de su asfixiante calor, Acapulco no ha estado tan mal. Es relativamente accesible, a través de la Costera y, tiene buenas vistas de la bahía y como premio especial, puedes disfrutar de los acantilados de la Quebrada, desde donde saltan los clavadistas desde 30 metros -incluso con antorchas- tras un pago de 70 pesos mexicanos.

      La parte derecha de la avenida solo tiene una playa decente, pero es más tranquila respecto al tráfico. Nos dimos cuenta tarde -o no-, pero hace ya casi una semana, que descubrimos, que hay compañías de autobuses de segunda clase -algo peores, aunque no la mitad- y otras buenas, que ofrecen promociones si compras el boleto con antelación. Para volver al DF no nos funcionó en la página web de Primera Plus, pero si en la oficina de la compañía.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Ocho cosas que nos molestan de México

 
       Podrían ser cinco opciones o deberían ser diez para cumplir con los cánones del redondeo pero yo os voy a hablar de cosas que nos molestan en este viaje por México, reduciendolas a ocho. Lo que viene a continuación no está relacionado con lo que no os gusta o nos disgusta, ya que eso es algo totalmente subjetivo.

          1.- Especialmente y como ya hemos dicho en otras partes y desde el primer día estamos cansados del omnipresente olor a maíz. A mi me repugna tanto como casi el de la basura, también presente en algunas partes del país.

          2.- Música de los organilleros, vendedores, voceadores, ciudadanos de a pie...en México es inconcebible llevar a cabo cualquier actividad sin música.

     3.- Los voceros. Parece un imposible que algo se venda sino hay alguien voceando el producto a todas horas. En las calles peatonales resulta imposible caminar sin escuchar a cada paso a estas personas gritando sin parar y haciéndose la competencia unos a otros. Se ayudan de megáfonos, micrófonos o mensajes grabados y repetitivos.

        4.- El acento y todas las vueltas y filigranas con las que adornan el lenguaje en las conversaciones: "a sus órdenes","perdone que le moleste y le robe un poco de su tiempo", "me puede regalar un pesito"," me regala una firma"...

          5.- Baños siempre de pago y en cualquier circunstancia. Los mexicanos tienen fama de amables y de hecho lo son, pero si tienes ganas de ir al baño no es posible, te pongas como te pongas. Incluso en el Zócalo donde hay baños portátiles para los expositores del mercado, se niegan a dejarte entrar aunque tengas una urgencia. Es un acto de humanidad, que en los otros países del tercer mundo si comprenden y saben empatizar.

    6.- El metro del DF. Barato y rápido. Pero en las horas puntas es insoportable. Nunca vimos algo parecido. A las cinco de la tarde y tras dejar pasar tres convoyes por ir abarrotados, acabamos cogiendo el siguiente  con riesgo de asfixia y aplastamiento, mientras por megafonía no paraban de repetir: "mantenga la sana distancia"

          7.- Los bolardos. En todas las ciudades quieran ser o no peatonales, tienes que ir esquivandolos como si estuvieras preparando el examen de conducir y eso que aquí los conductores son más educados que la mayoría.

        8.- Túmulos. Nos llamaron la atención la primera vez que los vimos en 2008. Todas las carreteras están bien provistas de ellos. Son para reducir la velocidad de los coches, pero al mismo tiempo, te hacen ir botando sobre el asiento durante horas.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Deseada vuelta al DF y camino de la playa para matar el viaje


           Y por fin y por la noche volvimos al DF. Como era pronto nos fuimos a Xochimilco en el metro y el tren ligero, ambos muy baratos. Allí hay un ajetreado mercado y unos cuantos muelles desde los que te puedes dar un paseo por los canales y el lago aunque el precio es el de la embarcación entera, así que toca esperar a que se llene o a alquilarla tú solo. Es algo decepcionante, pues creíamos que iba haber más vistas acuáticas.

          Volvemos a Ciudad de México y paseamos hasta que se hace la hora de cheking del hotel. Es el mejor de los tres de los que hemos estado en esta ciudad y también será con el que cerremos la estancia en este país (Hotel Polly). Está ubicado detrás de la amplia avenida Reforma y se encuentra en el barrio chino -de chicas, no de chinos-. Por supuesto y como en otras tantas ocasiones la convivencia es perfecta y sin ningún tipo de conflicto, a pesar de que algunas de ellas utilizan este mismo hotel para su trabajo.

          Era una necesidad, así que paramos toda la tarde -menos para las necesidades elementales, como comida y bebida-, para regenerar nuestros castigados cuerpos. 

        El día siguiente fue algo largo pero muy entretenido ya que descubrimos nuevas calles peatonales, nuevos mercados y la plaza del Zócalo cortada por innumerables manifestaciones y por el séptimo mercado indígena donde se venden las mismas cosas que en los puestos callejeros, pero si les hace ilusión... Por fin probamos las nieves, a 10 pesos, en forma de helado de crema o de hielo, ambos con frutas.

        Nos fuimos hasta la estación sur, para coger un bus nocturno y por la mañana conquistar Acapulco. Quitando el de Guadalajara, todos los recorridos nocturnos no han sido muy largos y nos tienen agotados. Descartado Puerto Vallarta por estar muy lejos y Veracruz por malas sensaciones, el único destini de playa que nos quedaba era este. Acapulco es una ciudad decadente, cosa que ya esperábamos, aunque mantiene algunos paseos interesantes, como el de la Costera.

          Desde el Zócalo y sus aledaños y hacia la izquierda va recorriendo las playas sin lLegar a ser ninguna excepcional. Pocos bañistas a pesar de las escasas olas y d los 33 grados con su 75% de humedad. Muchos bares y restaurantes abandonados y mal mantenidos, bordillos desmoronados y en general falta de mantenimiento, pero en la playa te cobran cinco pesos por orinar y diez por ducharte. No es una ciudad incómoda para moverse y la bahía tiene su encanto.

        Los hoteles so igual de decadentes que la propia ciudad. Estamos en uno de los peores del viaje pero al menos nos han permitido cogerlo a las nueve de la mañana cuando estábamos hechos polvo.

          Dos atractivos turísticos están cerrados: el Parque Papagayo y el Fuerte de San Jorge.

          Mañana visitaremos la Quebrada y la parte derecha del litoral. Ya os contaremos.