Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 15 de marzo de 2016

Historias de aeropuertos

         
                                                  Cenando en el hotel Palace Aeropuerto, de Roma
          Nunca pensé, que el final de un viaje pudiera convertirse en el principio de un relato o que unas decenas de horas en Italia, fueran a recabar más protagonismo, que casi veinte días en Turquía, pero cuando reservamos los boletos de avión con Alitalia -dos días antes de volver desde Bangkok, a Madrid-, ya sabíamos que asumíamos ciertos riesgos. Pero aún así lo hicimos.


          Hemos estado más de quince veces en Italia y después de las más básicas, las primeras palabras que aprendimos en italiano fueron sciopero -huelga- y ritardo -retraso-. Allí hemos vivido huelgas de transporte urbano, interurbano, vaporetos -en Venecia-, de estudiantes…


          
                                Aeropuesto de Fiumicino, en Roma, arriba y dos de Kuthaya (Turquía), abajo
          Son las seis de la mañana del 10 de noviembre, de 2.008. Esta fecha es festiva, en Turquía, puesto que tal día como hoy, murió Ataturk. Y en esta ocasión, las celebraciones son aún mayores, dado que se cumple el 70 aniversario de su fallecimiento. Menos mal, que el país no se paraliza hasta las diez y cinco -hora de su muerte- y nosotros ya estaremos lejos de aquí.

          El vuelo de Alitalia parte sin novedad, desde Estambul y aterriza en Roma, a las 7,30, tras ganar una hora al reloj. Tenemos asumido, que deberemos pasar las siete horas, que nos separan de nuestro siguiente vuelo en la zona de tránsito. No obstante, salimos fugazmente, con el fin de constatar, que bajar a Roma nos saldría demasiado caro. Confirmado: Llegar y volver, a Termini, son 22 euros por persona y a cualquier otra estación de la Ciudad Eterna resulta más compiicado (transbordos).

          Nuestra tacañería y desinformación, en este caso tienen premio. Hay una huelga global de todo el transporte metropolitano de Roma, que nos hubiera hecho imposible, desplazarnos a ninguna parte.
                                Tres de Bursa (Turquía)

Recorremos todas las tiendas libres de impuestos, recuerdos, ropa y bares de la zona de tránsito y sobre las diez y media, nos compramos, a 6 euros, una botella de Martini “rosato” -no lo hemos visto en España-, para pasar algo más plácidamente el tiempo. Para no dar demasiadas pistas a los sabuesos del aeropuerto, compramos una lata de Fanta de naranja ácida –muy rica- y tras beberla, vamos vaciando en ella el vermut en el servicio. Los recuerdos de los cuatro viajes de este año -dos largos- afloran con la ayuda del alcohol y el tiempo empieza a pasar más deprisa.

Pero no tardan demasiado en encenderse las luces de alarma. Comenzamos a escuchar por la megafonía en inglés e italiano, que debido a una asamblea de los trabajadores de Alitalia, los vuelos de esta compañía pueden sufrir retrasos o ser cancelados. ¡¡Que mal huele esa amenaza tratándose de Italia!!. Nos proponemos mantener la calma, aunque cuesta, porque mañana debemos reincorporarnos al trabajo, después de la excedencia.


                                                    Cuatro, de Safranbolu (Turquía)
          Buscamos la zona de embarque y comprobamos, que nuestro vuelo ha sido retrasado una hora. Vamos tomando contacto visual con las caras de las personas, que en las próximas horas llegarán a ser casi nuestra familia.
          Empiezan los rumores de cancelación y la compañía para acallarlos, monta el paripé de colocar una chica al teléfono y otra en el ordenador de la puerta B11. A mi no me engañan, este vuelo no saldrá, pero Rosa, pasajera que habla tantos idiomas -español, inglés, italiano y alemán-, como candidez y confusión, es la que se va informando al minuto de las poco novedosas novedades y trata de convencernos de que saldremos en una media hora o si no, a las siete de la tarde.


          Rosa tiene treinta y tantos y es hija de diplomático, por lo que ha conocido mundo. Ahora vuelve con su marido y cuatro hijos de la Toscana, donde han estado recogiendo aceitunas, que asegura, dan un aceite mejor que las de los latifundios andaluces. Es muy activa y se mueve constantemente, pero revolotea alocadamente, más que solucionar algo.

                                                                 Ankara, arriba y dos, de Sumela, debajo (Turquía)
         
          Conocemos también a Juan, un simpático canario, que rebosa alegría y humor negro y a Duba, abogada ucraniana, que se dirige a Madrid para encontrarse con su marido. Ella fue una de los niños, que venían cada verano acogidos por familias españolas tras la tragedia, de Chernóbil. Ya siendo más mayor, retornó un año por su cuenta y se enamoró –fue recíproco- del hijo del propietario de la compañía de autobuses, que la trasladaba. ¡¡El amor se presenta en cualquier parte y cuando menos te lo esperas!!..

     Dos, de Amasya (Turquía)
          Son las cuatro y la cancelación del vuelo ha pasado ya de rumor, a noticia. Debemos dirigirnos a la cinta 16, recoger el equipaje y continuar hacia el mostrador de Alitalia, a conocer nuestro incierto futuro. Pero los bultos no salen y las maletas de otros vuelos cancelados se amontonan desordenadas sobre las cintas.

          Por aquello de ganar tiempo, dejamos a Juan y Duba y nos vamos a un mostrador de la zona de tránsito. Nos indican, que volvamos a preguntar a las siete, pero que probablemente, tengamos que pasar la noche en Roma. “Pero Alitalia os dará albergo”, afirma como quien te está ofreciendo una ganga una empleada.

                                     Dos, de Erzurum (Turquía)     
          Allí conocemos, a Verónica y Jebel, dos agradables jóvenes algo inexpertos en viajes, que se tornan complicados, que vienen de vivir una estresante historia de película de terror. Volaban esta mañana de vuelta, a Madrid, con Easyjet desde el aeropuerto de Ciampino, pero un avión de Ryanair se salió de la pista al chocar con un pájaro uno de los motores y han suspendido todas las operaciones de las terminales hasta nuevo abiso.
     Diyarbakir (Turquía)
          Easyjet les ha dicho –más o menos-, que se busquen la vida y en una decisión rápida han comprado unos boletos, de Alitalia, solo hora y media antes de la programada para el vuelo. A pesar de que la compañía sabe ya, que ese avión tiene pocas posibilidades de salir, les han cobrado 150 euros por barba y no les han advertido de nada.

          Han tomado un taxi, desde Ciampino, a Fiumicino con tarifa fija de 65 euros -hoy se están forrando los taxistas- y han conseguido obtener la tarjeta de embarque solo un minuto antes del cierre del mostrador
                       Dos, de Hasenkeif (Turquía)


          Volvemos a la cinta y en un cementerio de tres capas de maletas, conseguimos encontrar milagrosamente nuestras mochilas.

          Queremos retornar al mostrador anterior, donde hay menos gente que afuera, a ver si nos resuelven algo, pero al tratar de entrar por la salida, la policía no nos deja y nos indica que tenemos que volver a la zona de check in e iniciar todo el proceso, de nuevo, para retornar al mismo sitio.

                                                     Mardon, arriba y tres, de Sumela, debajo (Turquía)
          Lo intentamos hacer, pero al ir con las mochilas, llevamos líquidos (de lentillas, champús y una lata de Efes Pilsen para nuestra colección de cervezas). Los vigilantes, tremendamente agresivos, nos indican que a ellos les dan igual las situaciones excepcionales y lo que nos haya dicho la policía, pero por allí no pasa un líquido más grande de lo permitido ni por encima de su cadáver. A sus gritos, le respondemos con serenidad, que este es un país muy difícil y con bastantes actitudes del tercer mundo y uno de ellos asegura que no, que en Italia esto solo ocurre hoy. Ja, ja.
         
          No nos queda otra, que ir a la cola de Alitalia, en el hall de salidas. Es larguísima y solo hay una empleada atendiendo. Son las seis menos cuarto de la tarde. De repente, vemos a dos chicas cuya cara nos suena de esta mañana.

          -Hola, sois del vuelo de Madrid de las dos y media, ¿verdad?, –interrogamos-.

          -Sí, así es –dicen ellas-.

          -¿Os importaría colarnos detrás de vosotras? -interrogamos con cara de pena-.


                                                 Tres, de Gaziantep (Turquía)
          -Bueno, si los de atrás no dicen nada….

          Con un rápido movimiento nos metemos por debajo de la cinta y nos colocamos tras Marta y Elena, que están a mitad de la cola, donde ya llevan dos horas de espera. Son muy agradables, aunque algo reservadas.

          Delante de ellas están María y César. Ella es guapa, alta y enérgica y él ocurrente y buen conversador. También vienen de Ciampino, donde tenían vuelo con Ryanair, a Santander, que por supuesto ha sido cancelado. Han comprado, igualmente, boleto con Alitalia y ahora pretenden llegar hasta Madrid y alquilar un coche hasta Cantabria.   

                                                         Adana (Turquía)
          Se empieza a fraguar el grupo, que haría que esta experiencia fuera menos dramática y mucho más llevadera. Y más, cuando aparecen de nuevo, Verónica y Jebel, que no han logrado nada en el mostrador de tránsito y a los que colamos detrás de nosotros.

          Pasa una hora y apenas hemos avanzado cinco metros. La gente permanece tranquila y las televisiones entrevistan a los amontonados viajeros. Trato de que me den cancha, pero como no hablo italiano, no acceden. ¡¡Porca miseria!!.
Dos, de Heliópolis y 1, de Pamukale (Turquía)
         
          A medida, que nos aproximamos a la parte de adelante, la aglomeración y los empujones son mayores, así que los ocho nos ponemos en forma de abanico, para evitar que la gente se nos cuele.

          Comienzan las primeras tensiones. Una italiana vocifera, que no hay derecho a llevar cinco horas de espera y a que haya una sola persona atendiendo. Todos le damos la razón, pero sin más entusiasmo. Un agresivo y corpulento negro aporrea la ventanilla y grita. Como ese hijo de puta siga con esa actitud, lo mismo nos la cierran.


                                              Hasta el final, todas son, de Estambul (Turquía)
          Y esto es lo que le gusta a la televisión, que enfoca sus focos y cámaras. Un entrevistado se permite hacer incluso una valoración de la elección como presidente, de Obama. ¡Viva el espectáculo!.          

          Cuando estamos a punto de llegar a la ventanilla, vuelve el negro, que quiere colarse. Se percibe por su aliento, que ha bebido más de la cuenta. María se le encara y él sin dudarlo, la empuja. No se detiene ante nada. El resto pedimos la asistencia de la policía, que tarda más de cinco minutos en llegar, en los que la tensión va aumentando hasta extremos de poder ocurrir algo grave. Porque el negro no se calla y no deja de empujar a todo aquel que se le acerca y se atreve hasta a encararse con cuatro a la vez. Solo con la llegada de cinco policías consiguen llevárselo, a duras penas.

          María y César logran vuelo para las 10,30 con Air Europa, pero son las últimas plazas. Para el resto, nos dan dos posibilidades. Volar con Alitalia, a las nueve y media de la mañana o con Iberia, a las tres de la tarde. Ninguno de los seis lo dudamos y optamos por lo segundo. Hicimos bien, porque el de las 9,30 también sería cancelado.

          No hay problemas para que nos alojen, den de cenar y desayunar y nos mandan al Palace Aeropuerto, un cuatro estrellas, que en España a duras penas conseguiría las tres. Por si acaso y ante la avalancha, han vaciado las neveras de las habitaciones y cortado las líneas de teléfono

          Para subir al bus que nos traslade, tenemos que luchar a empujones y con mucha energía con un grupo de sesentones italianos, que no hacen ascos a pegarte cachabazos o culazos para tomar la posición de la escalera. Pero si haces tú lo mismo, te dicen que estás faltando al respeto de las personas mayores. Conseguimos subir todos, menos María y César, que deberán tomar el siguiente.

          Como sabemos, que habrá follón para registrarse en el hotel, hemos decidido subir con todo el equipaje y no dejarlo en la bodega del bus. Así, podremos bajar rápido y correr, con clara ventaja sobre los del INSERSO trasalpino. Así es, como lo hacemos y somos los primeros en obtener habitación y llegar al comedor, donde reservamos hueco en la mesa a nuestros nuevos y queridos amigos.

            Efectivamente, el follón por el reparto de habitaciones se produce, ante lo que la enérgica recepcionista amenaza: “o se ponen ustedes en una cola organizada o no se dan habitaciones. A ver si piensan, que nosotros somos tan poco serios, como Alitalia”, espeta.

          La cena resulta estupenda: Pasta con sabroso pomodoro -tomate- y al dente, carnes y pescados excelentes y tarta, a la que nunca llegamos, porque los del cachabón, en este caso, siempre son más rápidos y se las llevan enteras. El vino es bueno y la compañía de Verónica, Jebel, Marta, Elena, María y César, que van llegando paulatinamente, mucho mejor; así que estamos de charla hasta que a la una menos cuarto nos proponen, que vayamos a dormir (más bien, nos echan del comedor). Quedamos para desayunar a las nueve y media, salvo con María y César, que tendrán que madrugar para tomar su vuelo.

          ¿Qué había pasado con Rosa y familia, Duba y Juan?. ¿Tuvieron o no qué pasar la noche en Fiumicino?.
         
          Rosa, en una decisión probablemente precipitada –puesto que ya no salía ningún vuelo de Alitalia-, trató de llevar a su familia en el vuelo de la compañía de las nueve de la noche, pero este no salió y tuvieron, que dormir tumbados en el suelo y gastarse a la mañana siguiente más de mil euros -seis boletos aéreos- en un vuelo, de Vueling, que 24 horas antes valía 80 y a esas horas, ya casi llegaba a los 200.

          Juan y Duba fueron de legales y al no colarse, pasaron ocho horas en la cola, hasta las dos y media de la mañana. Les negaron el hotel, mintiéndoles al decirles, que no tenían derecho. Durmieron en el suelo, como otra mucha gente. O en las cintas de facturación. Así lo hacían un par de ancianos y a mitad de la noche los mecanismos se pusieron en funcionamiento y se los llevaron para dentro. Nunca supimos, si los facturaron, pero tal como estaba la cosa…

          Nosotros dormimos genial. El reparador sueño y el conocimiento de las situaciones de los demás, empezaron a hacernos ver, que a pesar de las molestias vividas, habíamos sido de los más afortunados (probablemente, gracias también a nuestra experiencia viajera).

          Desayunamos fuerte en previsión de no poder comer -en mi caso, tres bocadillos pequeños, un croissant, tres zumos y un café- y acertamos. Nos hacemos unas fotos de grupo y nos disponemos a esperar el bus de retorno al aeropuerto. El resto de pasajeros, que hacen tiempo, son japoneses, así que en este caso, todos subimos de forma civilizada.

          El check-in no ha abierto, pero una simpática azafata de Iberia nos hace la facturación en una máquina automática, tras ver nuestro nerviosismo, fruto de que ya vemos fantasmas por todas partes. Al facturar, conocemos a una pareja de gallegos. Vienen también de Ciampino y dicen, que está peor que este aeropuerto y que todavía no ha salido ni un solo vuelo, ni previsiones de hacerlo. La tarifa de taxi entre ambos aeropuertos hoy, ya cuesta diez euros más: 75. ¡¡Y sigue subiendo!!

          Volvemos a encontrarnos con Duba y Juan, por lo que formamos un grupo nuevamente de ocho, que pasamos juntos los caóticos y lentos controles de seguridad y matamos el tiempo de charla e informándonos sobre las reclamaciones para conseguir indemnizaciones. Alitalia no lo pone fácil: Ni un solo formulario.

          Retrasan el vuelo de Iberia una hora y cancelan el de las siete de la tarde con código compartido, a Madrid. Esto vuelve a oler mal. Pero a las tres llega la tripulación. Nuestro grupo y unos cuantos más, les aplaudimos y ellos ponen cara rara. El piloto dice:

          -Bueno, la culpa no es nuestra. Hemos llegado en hora, pero el que trae retraso es el avión.

          -No, si no es por eso –respondo- es que llevamos tirados en Roma por culpa de Alitalia, más de 36 horas y sois nuestra esperanza para salir de aquí.

          El piloto cambia el gesto, se siente importante y espeta.

          -Bueno, chicos, lues a ver si ahora lo conseguimos.

          A las seis de la tarde, sin casi creérnoslo, ponemos los pies en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. En Ciampino, más de 700 españoles iban a pesar su segunda noche en el aeropuerto y en Fiumicino, algunos de los de nuestro vuelo seguirían allí, hasta el día siguiente.

lunes, 7 de marzo de 2016

Planes para un inminente viaje, a Japón

En este orden, fotos de Tokio, Miyajima, Takayama,  Kioto y Nara, no propias (Japón)
          Aunque, aún quedan opciones para el este de Estados Unidos y Canadá o algún otro destino, es Japón, de momento, quien se lleva la palma como destino para un viaje de cerca de tres semanas de duración, en abril o mayo. Es curioso, que en tan sólo seis meses, hayamos hecho esa -casi- misma ruta aérea dos veces (como ya sabéis, en noviembre pasado estuvimos por Corea del Sur) ¡Cosas de la vida!. Nuestro sueño siempre fue conocer ambos lugares en el mismo viaje, pero no ha podido ser.

          Esperemos, que el yen no se siga revalorizando y de al traste con nuestros planes. Miedo tenemos, porque el país del sol naciente -como Cuba-, siempre ha sido gafe para nosotros. En cada ocasión, que hemos intentado ir, ha ocurrido algo negativo e imprevisto. Incluso, llegamos a tener billetes comprados, en junio de 2.011, que tuvimos, que devolver (al menos, recuperamos el dinero).

          Japón tiene fama de ser un país caro. Barato no es, pero si se pueden reducir mucho los costees, actuando con inteligencia y planificando con calma. Hemos visto vuelos de ida y vuelta por unos 480 euros -flexibilidad de fechas-, con Qatar Airways, Aeroflot o Turkish, a Tokio u Osaka.

          En estas dos ciudades, hemos encontrado hoteles por 32 y 18 euros, respectivamente, aunque aún no los hemos ubicado en el plano y pueden no resultar convenientes. En la comida nos adaptaremos a lo que sea más económico. El problema surge con el transporte, porque el precio del tren es prohibitivo y los cómodos pases de una o dos semanas, también.

          Existen muchas guías actualizadas sobre el país nipón -destacan la Lonely y la Azul, en español-, pero casi todas están pensadas para los que compran el Japan Rail Pass, que ronda los 230 euros, para 7 días y 365, para 14. Los que pretendemos viajar de otra forma más low cost, quedamos prácticamente olvidados (dos párrafos referidos a los autobuses, han sido nuestro único botín.

          Pero, que no cunda el pánico, porque existen opciones de hacer un viaje a nuestro destino por algo menos de mil euros por persona. Para empezar, estamos trabajando con varias compañías de buses, a destacar (las dos primeras direcciones son de portales y las segundas, de compañías locales):




          http://highway-buses.jp/

          En cuanto al itinerario, barajamos tres posibilidades, que incluyen solo la isla de Honshu, que girarán en torno al equilibrio entre dos factores: interés del lugar a visitar y coste económico de llegar o permanecer allí. Como veis, todo muy racional y calculado en la planificación, que no en el disfrute en destino.

          1º.- El más ambicioso. Hiroshima y Miyajima, en el oeste; Osaka, Nara y Kioto. en el centro-oeste -con opción de Kurama-; Nagoya y Takayama -con posibilidades para las cercanas
Shirakawa Go y Gokayama-, en el centro-este y Tokio, Kamakura y Yokohama en el oeste -con la duda, de Hakone, a estas alturas-.

          2º.- Eliminar el oeste de Honsu, dado que Hiroshima se halla a más de 300 kilómetros de Osaka, que habría que hacer -sí o sí- ida y vuelta. En estos momentos, se trata del itinerario más probable.

          3º.- Ceñirnos a los lugares de interés, en torno a Osaka o y Tokio, volando entre ambas ciudades, con la aerolínea Jet Star, por 37 euros o conectando por unos 50, a través de Takayama y prescindiendo de la más fea, Nagoya.

          Seguiremos informando.

lunes, 29 de febrero de 2016

Sobre vestimenta, viajes nacionales antiguos y gente joven

                                          Esta y las siguientes nueve son, de Santiago de Compostela
          Cuando el lunes pasado vi irrumpir a Hugo Silva -Pachino, en la serie-, en “El ministerio del tiempo”, vestido con sus ropajes ochenteeros, tuve que acudir a nuestros álbumes más viejos para constatar, que realmente, los encargados de vestuario de la magnifica ficción de Televisión Española, habían dado en la diana. ¡Clavadito!. A ver si los guionistas del serial, nos muestran el número de puerta para retornar a aquella época.


          Y es, que aunque todos recordamos los ochenta y los primeros noventa por la fresca, divertida y magnífica música patria -bandas, que casi aprendieron a tocar poco a poco, disco a disco-, por la Movida Madrileña o por las nulas prohibiciones -que hoy asedian a los jóvenes-, mientras no te metieras con nadie, esa era también tuvo su propia puesta en escena y su vestimenta, como factor a tener muy en cuenta.

          Zapatos de plataforma, botas “pisamierda” y botines, pantalones de pitillo y ceñidos -en el caso de los vaqueros, con un color azul añil clamoroso-, minifaldas y chupas vaqueras -en el segundo caso, o muy anchas o estrechísimas, pero sin punto intermedio-, faldas largas de altos vuelos, camisas de cuadros -estilo leñador de la América profunda- o estampadas y camisetas ceñidas -hasta para los hombres, fulares y pañuelos, hombreras prominentes, pulseras de cuero por decenas, pelo cardado -llamado también, frito-, gabardinas o abrigos “gguardapolvos” -hasta las rodillas-, coreanas... ¡Y `podríamos seguir!. En general y viendo las fotos de aquella época, creo que tanto chicos, como chicas, presentábamos una estética más macarra y trasgresora, que la del siglo XXI.


          Al hilo de la ropa de entonces, me da para escribir el último post vintage -prometido- en varios meses y esta vez, versa sobre nuestros viajes nacionales en los últimos tres años de carrera y en la primera época laboral, en la capital del reino.

          Como tuvimos la suerte de disfrutar de tres becas -entre los dos, siendo dos estatales y una privada- para estudiar, en Madrid, acometimos una situación económica envidiable, que sin dar palo al agua, no sólo nos permitía salir a quemar la capital los fines de semana o festivos -finalmente, hasta los jueves, que se puso de moda-, sino viajar en cada puente, soliendo alargarlos un par de días. ¡Lo mismito, que disfrutan nuestros sufridos estudiantes de estos convulsos tiempos!.


          Sé, que me pueden llover las críticas, por gastarme en fiestas y viajes el dinero del Estado. Pero la cosa funcionaba así: si cumplías los requisitos económicos y aprobabas todas las asignaturas, la Administración no se metía en tu vida.

          A tan acelerado ritmo, España se nos quedó pequeña en pocos años. Visitamos la Barcelona preolímpica y de Gaudí, aunque nos desagradó, que no pusieran tapa con el botellín o tercio (que allí llamaban quinto o mediana). Nos las cogíamos tan gordas, que una noche acabé en un desaliñado bar, a cuatro patas, buscando una lentilla, que a la mañana siguiente apareció dentro del ojo.


          La Visita a Santiago de Compostela se convirtió en muy recurrente, precisamente, por lo contrario de Barcelona: Extraordinarias tapas con el Ribeiro o el Albariño y muy contundentes raciones. La primera vez, que nos dejamos caer por allí, corría octubre de 1.989 y le prometimos al -por entonces, olvidado- Santo, retornar tras 50 años. Lo haremos, en 2.039, pero de momento,, ya hemos regresado más de 20 veces. Enseñad nuestra foto en los bares de las ruas del Franco y la Raiña y seguro, que nos conocen los camareros más veteranos del lugar (hace ya unos ocho años, que no hemos vuelto), pero tenemos constancia, de que la cosa ha cambiado..


          Esta y las dos siguientes son, de Barcelona
          Granada nos fascinó por su gente, sus atractivos turísticos y las tapas más generosas, que hayamos engullido jamás. Yo me preguntaba: ¿Cómo es posible que aquí pongan estos pinchos tan memorables y cierren a mediodía, siendo el negocio rentable y en Valladolid, ni lo uno, ni lo otro?. Aún sigo sin respuesta.

          Y, paulatinamente, cayeron Toledo, Ávila, Segovia, Salamanca, Sevilla, La Coruña, Lugo -tapas excepcionales-, Santander, San Sebastián, León -muy buenos pinchos-, Córdoba... Llegada la mitad de la década de los noventa, podríamos haber redactado con éxito una guía gastronómica y de garitos -no sé, si se sigue utilizando esta palabra- de casi toda España.


          Y siempre, guiados por el mismo patrón, para no despistarnos. A saber: pensión de mala o regular muerte, visitas desde el mediodía hasta la hora de comer y a media tarde, menú del día económico y generoso y cervezas y copas hasta el amanecer. Y, cómo podéis ver, estábamos delgados.

          Como cabía suponer, este país ha cambiado mucho en estos 25 años. Para bien y para mal, así que no hay, que dramatizar. Ha mejorado muchísimo el aspecto urbanístico de las ciudades. Los sucios, viejos y caóticos cascos históricos de la época, se peatonalizaron y remozaron, haciendo de localidades, como Bilbao, Sevilla o Valencia -por poner tres ejemplos- auténticas joyas para el viajero (algo paralelo ha pasado, en Italia).
                                    Las tres siguientes son, de Madrid y la de arriba, de Vigo

          Pero la cosa ha empeorado muchísimo en cuanto a la diversión, que ofrecen las urbes, sobre todo para los jóvenes, limitándolos al botellón -que nosotros ya hacíamos, como no única opción, en lugares públicos y sin que nadie se asustara- y a actividades culturales gratuitas a las que no van, porque no están pensadas para ellos.

                                                                           La De abajo es, de Sevilla
          Muchas de las zonas de vinos y copas se han transformado o han desaparecido y los precios -democráticos, antiguamente- se han puesto imposibles para buena parte de los ciudadanos. Una caña en un bar costaba 30 céntimos, en 1.989. Hoy en día, como mínimo -y salvo recientes opciones low cost, ha quintuplicado su precio. Si la carne hubiera hecho lo mismo, un kilo de unos filetitos de ternera valdría 30 euros, en 2.016


          Siempre digo, que a mi la propina del instituto -de tipo medio- me daba para fumar durante toda la semana y salir viernes y sábados. Creo, que para seguir nuestro ritmo, hoy en día, harían falta setenta u ochenta euros semanales. El actual barato acceso a la nueva tecnología es estupendo, pero no podemos descuidar los foros públicos de contacto físico y mandar a los jóvenes a un parque, a darse al biberón.                                    Barcelona