Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 12 de agosto de 2012

El dicho no miente: "Más se perdió en Filipinas"

                                         Manila (Filipinas)
Buenas tardes, desde la desesperación y el absoluto desconsuelo. Hoy es el día más triste de todos nuestros viajes y, aun así, tampoco nos podemos quejar, porque cosas peores a las que han ocurrido, nos podían haber pasado en tantos periplos por el mundo.
                 Manila (Filipinas)
Los principales peligros que se tienen al viajar -y de ellos, siempre hemos sido conscientes-, son de mas grave a menos, la muerte, contraer una enfermedad de las típicas del tercer mundo, que generalmente causan los mosquitos -malaria, dengue, leismaniosis…), tener un accidente, que te roben y te dejen sin nada y perder los escritos o las fotos del viaje. A nosotros, afortunadamente, solo nos ha ocurrido esto último.

Solo hizo falta un segundo, para que las mil cien fotos que llevábamos -desde la primera en el remodelado aeropuerto de El Cairo, hasta la ultima, ayer en una preciosa puesta de sol en White Beach-, se fueran al garete, por un fallo increíble de la tarjeta de la cámara, que no sabemos como se reformateo sola y mandó todos nuestros recuerdos a la mierda. Fotos magnificas, sobre todo de mercados coloridos, gente pintoresca o típica y playas y puestas de sol. Eran las mejores fotos de cualquier viaje, porque Asia, gracias a la amabilidad de su gente, es el continente más fotogénico. Es verdad que es más bonito América, porque entra por la vista, pero Asia se adentra en el corazón, para nunca volver a salir.
                                                                                     Vigan (Filipinas)
Tenia que ser otra vez la puta tarjeta, como con las del banco, aunque esta vez fuera la de la cámara, la que nos haya jodido el transcurrir, por uno de los países mas recomendables en los que estuvimos jamás.

No obstante, lo primero que hicimos esta mañana -aunque no teníamos ninguna gana-, fue seguir haciendo fotos, para intentar superar este duro golpe cuanto antes.
  
            Esta semana, ha sido de las más intensas de nuestras vidas. El lunes de madrugada, casi morimos en un accidente de tráfico, al estar el autobús en el que viajábamos a Banaue, a punto de caer por un terraplén. El susto y el griterío, fueron realmente tremendos.
                        Vigan (Filipinas)
            Ese mismo día por la noche, en uno de los sitios más bonitos y más olvidados del planeta, conocimos a una pareja de madrileños y un catalán, con los que estuvimos cerca de  24 horas continuadas de juerga, que casi nos llevan al coma etílico y algún hospital, a 15.00 kilómetros de casa. Y dos días después, lo de las fotos y una crisis de pareja de la que no damos más detalles, que casi nos sitúan en la disolución, de una relación legendaria. Todo ello, en tan solo cinco días.

Por lo demás, teníamos otro mensaje anterior ya escrito, para mandaros hace un par de días y no vamos a dejar de hacerlo.

La vida en Filipinas, esta siendo tan dura como tan linda. Realmente dura, porque hace un par de días, nos corrimos la juerga mas grande de los últimos meses y todavía nos estamos recuperando (la edad no perdona). ¡Fue el día en que ardió Manila!.
                                      Sabang (Filipinas)
Al coger un autobús en Banaue -lugar de preciosas plantaciones de arroz, en forma de terraza-, nos encontramos primero a Javi (Barcelona) y luego a Susana y Raúl (Madrid), tres españoles en Filipinas, con los que estuvimos de fiesta, comiendo, bebiendo, charlando y yendo de caraoke -la única diversión en Asia, pero muy animada, porque aquí no tienen sentido del ridiculo-, durante horas .

Este viaje es el de los records y también el de comer y beber lo batimos: Desde las nueve y media de la mañana, hasta las cuatro y media de la madrugada. Una gente fantástica, muy viajera y divertida, con los que pasamos uno de los mejores momentos del viaje. Ahora nos curamos y lamemos las heridas en un resort, aunque algo cutre.
              Manila (Filipinas)
En Filipinas el transporte es horrible. Te puedes tirar todo el día para hacer 200 kilómetros, con cuatro cambios de de autobús. Pero la comida es exquisita. El lechón asado no es como el español, pero esta riquísimo, carnoso y crujiente, sobre todo en su modalidad llamada Kawali. La longaniza es parecida en la forma a la española, aunque con un exótico toque de sabor dulce. Los calamares rebozados, con una salsa de ajo deliciosa, fueron los mejores que probamos jamás. Las gambas, que las hacen con salsa agridulce y a la vez picante, resultan insuperables. Y el pescado en todas sus formas, es exquisito.
                                                                                   Ángeles (Filipinas)
Pero lo mejor de aquí, es la gente. Casi cada filipino, es nuestro ángel de la guarda. Tendríamos docenas de ejemplos, pero sirva el de cuando llegamos ayer a Nasubug. Pedimos un plano en la policía turística. No tenían, porque el pueblo son cuatro calles, pero a cambio, nos trasladaron gratis en el coche policial hacia la zona de los hoteles de la playa. Y no conformes con eso, nos ayudaron a regatear el precio de la habitación. Y aunque -modestia aparte- soy buena regateando, la policía impone mucho más.

Mientras nuestro cuerpo y nuestra mente tratan de volver a la normalidad, ya tenemos claro que Filipinas esta siendo la gran sorpresa del viaje. Y pensar que la única causa de acabar aquí, fue que no funcionaban las tarjetas de crédito, para poder comprar con otras compañías aéreas.
 Banaue (Filipinas)
Susana, Raúl y Xavi nos han hablado maravillas sobre la India. Además, ellos nos dieron aquí el cariño que siempre vosotros nos dais allí -y también ahora por e-mail- y que tanto necesitamos.

Besos, desde el país donde pasamos los mejores y los peores momentos del viaje (aunque nunca podréis ver ninguna foto entre los días 1 y 86 de este periplo).  

Buena vida en Filipinas


Cuando hablaba el otro día, de que aquí están sentados en la moto, viendo la vida pasar, me refería a los hombres. Las mujeres en el tercer mundo, curran como locas: En los mercados, en la venta ambulante, recogiendo el arroz en los campos (que es bien duro) cuidando a la prole...
 Vigan (Filipinas)
            En Filipinas, apenas existe esa actividad contemplativa de la vida. Aquí, la gente trabaja y no se dedica a dar la brasa a los turistas. Una profesión muy demandada por estos lares, es la de vigilante de seguridad. Está lleno de ellos y hasta en el acceso al transporte publico, te hacen cacheos a fondo.
                                                                                    Banaue (Filipinas)
            El patrimonio que tiene este país, es herencia de los españoles, pero la colonización económica corrió a cargo de los norteamericanos, que hasta les vendieron trastos inservibles, como son los jeepnies, jeeps de la segunda guerra mundial, pintados de colores, que aquí sirven ahora para el transporte publico (son lindos).

             Filipinas es una extraña mezcla de lo español, lo americano y del peculiar estilo de vida asiático. Una combinación realmente agradable. Aquí se llaman Ángel, Adela o María y se apellidan del Prado, Robledo o García, pero no hablan ni una sola palabra de español (bueno, si las hablan, porque el tagalo contiene hasta un 30 por ciento de vocablos en nuestro idioma, pero ellos lo desconoces). La mayoría de las calles también tienen nombre español, bien de generales, de regiones o países (Extremadura, Andalucia, Valencia, España…) o de otros personajes, pero al pronunciarlas por ellos, no suenan a nuestra lengua.
              Banaue (Filipinas)
            Y hay platos de comida -bastantes-, también tienen nombres patrios: Arroz caldo, longaniza, lechón asado, adobo (una rica salsa de soja y vinagre), calamares..., pero salvo estos últimos, poco tienen que ver con lo que comemos en España.

            Eso si, al menos aquí, no nos confunden con italianos y nos identifican como españoles. En el resto del sudeste asiático, lo único que saben de España, es que es un lejano país, que no consiguen ubicar, pero que si conocen que gano la pasada Euro.
                                                                                    Sabang (Filipinas)
            Al llegar a Filipinas, nos sorprendió que la fruta costara una fortuna (un kilo de sandia, lo vimos hasta a 3 euros), pero nos aliviamos, al ver el del litro de cerveza (60 céntimos), el de la botella de ron (menos de un euro), el de la coca cola de litro y medio (50 céntimos) y, aunque no fumamos, el del cartón de Fortuna (algo mas de dos euros). Y es que aquí fuman fortuna y beben San Miguel. Así que nos dijimos: ¡¡¡Viva  el escorbuto y que le den por el culo a la fruta!!!!

            Estamos felices, por haber abandonado Ramadania y haber vuelto a la alcohólica cristiandad, aunque cuando regresemos a Malasia el día 24, todavía estaremos en el mes sagrado musulmán.
                 White beach (Filippinas)
            Ayer dejamos Manila, una agradable ciudad llena de cosas que recuerdan a España, aunque el insoportable olor a humedad hedionda y rancia, con aromas dulces -típica de la época de lluvias-, hace el ambiente irrespirable.

            Hoy estamos en Vigan, comiendo ricos espaguetis -que también son de arroz y no de harina- y lechón asado, tomando cervecitas frescas y fumando baratos puros larguísimos, hechos a mano y a siete céntimos de euro la unidad. Y todo eso en una ciudad, que recuerda al Imperio por los cuatro costados (meted Vigan en google y buscar en imágenes). Así que estamos más felices, que dos lombrices. Tanto es así, que nos damos envidia a nosotros mismos

El enorme animal, que en Bali, me cayó desde el cielo

                                                         Kuta, en Bali (Indonesia) 
Tras mandaros nuestro último mensaje, llego la eclosión de felicidad. A los cinco minutos, pudimos reservar con la tarjeta, el vuelo de vuelta de Filipinas con Air Asia -la compañía que no nos dejaba-. A los quince minutos, encontramos una coca cola fría. Y a la mañana siguiente en Bali, los mejores alojamientos calidad-precio del viaje. No será fácil que os creáis, que por unos seis euros, hemos dormido una habitación de hotel con baño completo, una bonita y enorme piscina –desde donde hasta hemos visto la Formua1 en pantalla gigante, mientras nos bañábamos- y un desayuno bastante copioso (a elegir entre tres distintos). Así que tan felices hemos sido en la linda Bali, que en una semana ni siquiera nos hemos conectado a internet.
 Dempasar, en Bali (Indonesia)
Las playas no son tan espectaculares como esperábamos, pero si las puestas de sol y los impresionantes y maravillosos templos hindúes o la jungla. Lastima que todo eso, a veces quede empañado por la falta de escrúpulos y la avaricia de los conductores de bemos -vehículo típico de la zona, que recorre distancias de hasta tres horas- y de otros buscavidas varios.
  
En Bali -como en Vietnam y Camboya-, las profesiones más habituales, no son fontanero, mecánico, abogado o medico. No. Las cuatro mas frecuentes son:

-Tedoylabrasaynoparo: Se trata de los que abordan al extranjero, con el fin preguntarle cosas y mas cosas, hasta obtener la información suficiente, para poderle colocar algo (un bien, un servicio o lo que se tercie).
 
-Los estafaturistas: Son los que, aprovechando que no conoces los precios de la zona, te tratan de cobrar en todo, más del doble de lo que pagan los lugareños. Abundan en todos los sectores
   Banyuwangi, en Bali (Indonesia)
-Los transport: Son una mezcla siniestra de los dos anteriores. No tienen escrúpulos y abundan en las terminales de transporte y ofrecen taxis, cyclos (bicitaxis). bemos, tuk tuks o mototaxis, que consisten, en una moto normal tirando a cutre, con la peculiaridad de que en el asiento de atrás, tienen que ir los dos pasajeros y sus mochilas. Estos, intentan estafarte de forma doble: Con la tarifa del vehículo y llevándote a hoteles o comercios, donde cobran comisión.

-Los Jelou: Ofrecen cualquier cosa, después de esta manoseada palabra: Jelou massage (masaje), Jelou restaurant (restaurante). jelou sunglasses (gafas de sol).... Son pesados, aunque inofensivos. ¿Imagináis, lo ridículo que seria si un frutero en España dijera: Hola cebollas o un joyero: hola, anillos?.

La escala de valores por esta zona de la tierra, tampoco es la habitual. El amor o la amistad, dejan paso por este orden y como máximos valores, a:   
 Dempasar, en Bali (Indonesia)
1.- La moto. Les puedes chillar, hacer un desplante, incluso insultarles, que no se inmutan. Pero no se te ocurra tocarles la moto. Sobre ella duermen, comen o ven la vida pasar, sentados mientras idean nuevas tretas para estafar a los turistas. Se desplazan constantemente sobre ella, aunque nunca supimos donde, dado que no tienen actividad alguna.

2.- Los calduverios: Les proporcionan esos momentos reconfortantes del día, en que se dan a conciencia a los apestosos caldos llenos de menudencias, patas de pollo o cabezas de pescado. Mientras y a la vez, amasan con la mano bolas de arroz blanco, que luego engullen. Es el único rato, en que dejan tranquilos a los visitantes.

3.- El casco: Nada de integral, sino parecido a los cascos de obra. No lo sueltan para nada, cual preciada joya. Lo llevan de la mano, incluso cuando viajan de una ciudad a otra en bus, ferry o tren. Y no se lo quitan para casi nada. Van con el puesto, a comprar al mercado, al cajero, a la playa e incluso a ver la puesta de sol, como el otro día pudimos ver en Kuta.    
                                                              Ubud, en Bali (Indonesia)
En cuanto a los pequeños incidentes, que nos ocurrieron durante estos días, no hay mucho que contar. Nos amenazaron con una piedra de veinte kilos y una llave inglesa, por discrepancias de precio de un transporte. Y me cayó desde el cielo, un animal de unos siete u ocho kilos encima. Entró mi chico, a preguntar una cosa a la oficina de turismo y yo me quede sentada a la puerta, con una mano sobre la otra. De repente, un pesado animal cayo sobre ellas dejándomelas temblando y llenas de arañazos superficiales. Cuando gire la mirada, lo vi huir corriendo. No logre distinguir lo que era, porque enseguida dobló una esquina, pero es posible que fuera un enorme gato. Menos mal, que parece que no me pegó nada chungo.
                                               Banyuwangi, en Bali (Indonesia)
Mañana nos vamos para Singapur y pasado para Manila.

Dios aprieta, pero no ahoga

Prambanan (Indoneisa)
            Después de la tormenta siempre escampa, incluso en el sudeste asiático. Y eso paso también aquí, tanto en el sentido literal, como en el figurado. Literal, porque al fin, legamos a un país donde no es época de lluvias -todos los anteriores si y cuando se habla en esta zona de lluvias, se refiere a que puede estar diluviando torrencialmente durante días-. Y figurado, porque hemos encontrado una alternativa a nuestro problema con las tarjetas de crédito.

 Borobudur (Indonesia)
       Como suponíamos, el fallo no es de Air Asia, ni de Visa, ni de las tarjetas, sino del sistema de verificación de Caja Madrid, que funciona mal, aunque no lo reconozcan. Cuando reservamos un boleto y no nos piden verificación de la tarjeta por el banco, no hay problema y por eso hemos podido reservar un vuelo para Singapur para el día 10 de septiembre, con la bajo coste Jet Star) y otro al día siguiente a Manila, en Filipinas (así que volaremos el 11-S). Sobre como volveremos de Filipinas, solo Dios lo sabe, pero volveremos, aunque sea a nado, por todo el mar del sudeste de China.
               Surabaya (Indonesia)
            Los alojamientos, aquí en la isla de Java (Indonesia), son un asco. ¡Llaman habitación de lujo, a la que tiene el baño completo!. Y  en ocasiones, te debes duchar cogiendo agua del grifo con un cazillo -no hay ducha-, echándote el agua por la cabeza y tirar de la cadena, también a cazazos. Parece mentira. En Vietnam y Camboya hemos tenido habitaciones impecables entre 3 y cinco euros, con baño completo, aire acondicionado y televisión por cable. Y aquí, un chamizo, sin ni siquiera un enchufe para cargar la cámara, te cuesta unos 7 euros.

            Pero al menos hay supermercados y no tenemos que comer el plato nacional de la zona, que es el calduverio, especie de guiso apestoso con mucho caldo, sabor rancio y carne inidentificable, aunque con decir que aquí no se ve a un solo perro por la calle, es suficiente.
                                                                                  Lovina (Indonesia)
            En Asia nunca sabes lo que comes. Son los maestros del disfraz. A todo lo oscuro lo llaman beef y a todo lo claro chicken, pero en vez de ternera o pollo, puede ser perfectamente dog o cat. Porque en el sudeste asiático, nada es lo que parece y mucho menos lo que pone en la etiqueta. Todo tiene arroz: El güisqui, el vodka, la cerveza, los snacks, los polos de hielo, los dulces... El trigo y el maíz no lo vieron ni en pintura. Solo en Vietnam, la comida -que se trae un ligero aire a la china-, es realmente deliciosa, aunque en Laos también nos alimentamos muy bien.
               Surabaya (Indonesia)
            Hoy ha comenzado el Ramadán: Ahora mismo, al lado del cíber desde donde estamos escribiendo, hay un muecín cantando como loco y esta noche pasada ha sido insoportable. Es el segundo que nos toca padecer, dado que ya vivimos uno hace tres anos en Marruecos. En esta ocasión, estamos en Indonesia, el país con mas musulmanes de la tierra (200 millones). A pesar de que no parecen tan radicales como en algunos países árabes, resulta imposible encontrar una botella de güisqui, ron o de otro alcohol -incluido vino-, en una ciudad de tres millones de habitantes como es Surabaya, lugar donde nos encontramos.
                                                      Surabaya (Indonesia)
            Ayer tarde, una cajera integrista embutida en ropa hasta los mismísimos dientes, casi nos niega la venta de cerveza en el mismísimo Carrefour. Menos mal que vino la encargada, que si comprendió nuestras necesites etílicas, ante lo que la empleada, fue metindo las latas rápidamente en bolsas, como si le quemaran en las manos o estuviera viendo al mismísimo diablo. Afortunadamente, esta noche nos vamos a la linda isla de Bali. También es Indonesia, pero allí son hindúes, así que podremos beber a destajo. Nos ha encantado todo lo relacionado con la India, que hemos visto en Malasia y Singapur, así que el último mes del viaje, pretendemos pasarlo allí. Pero todavía es pronto para hablar de eso 

            El mundo es lindo, hace días que no llueve y, aunque a medio gas, funcionan las putísimas tarjetas de la más prostituísima Caja de Madrid. ¿Podemos pedir mas?. Si: A ver si es posible encontrar una coca cola fría en esta ciudad, donde el sol nos tiene fritos y donde las neveras no abundan.

Entrando como ilegales en Indonesia


                                            Yogakarta (Indonesia)
De milagro, hemos vuelto al hemisferio sur, donde pasamos tan lindos momentos en el anterior viaje por Sudamérica. Sin embargo, el reencuentro con la mitad inferior del planeta, no ha sido el esperado., porque Jakarta, donde nos encontramos, ha desplazado a Phnom Penh, como la ciudad más inhóspita por nosotros conocida.
                                                                                  Afueras de Jakarta (Indonesia)
            Indonesia es el 23º país del viaje y el 73º de nuestra andadura viajera. El lunes a las 8 de la noche, tomamos un vuelo desde Kuala Lumpur a la capital de este enorme archipiélago. Íbamos realmente acojonados, porque sabíamos que en inmigración, nos iban a pedir un boleto de avión para salir del país, que de momento no tenemos, por el puto problema de las tarjetas de crédito, que nos vuelven a dar error, para reservas pasajes por internet. Y para colmo, en nuestro banco se están portando como unos cerdos, escurriendo el bulto y dejándonos tirados a casi 15.000 kilómetros de casa.  
               Surabaya (Indonesia)
            Después del primer desconcierto en el aeropuerto de Jakarta, accedimos a la oficina de visados. Pagamos los 25 dólares cada uno por la visa de entrada única y de máxima estancia de un mes y seguidamente, nos empezaron a interrogar por el boleto de vuelta. Nosotros nos habíamos puesto de acuerdo en responder un vuelo concreto (Surabaya-Kuala Lumpur, 10 de septiembre, 12,25 horas), para salir del paso y en este primer punto lo conseguimos, sin excesiva dificultad. Pero en el puesto de inmigración, donde ponen el sello de entrada, las cosas se tornaron muy complicadas. Nos había tocado un funcionario de los estrictos, que se negaba a dejarnos pasar si no le presentábamos el maldito boleto impreso.
                                                                                       Bali (Indoneisa)
            Y nosotros haciéndonos los tontos, como que no entendíamos nada. Y el tío "print, print (impreso)". Y nosotros respondiendo "cibercafé, internet, only e-ticket" (billete electrónico solo). Nos la estábamos jugando, porque si nos hubiera llevado a un ordenador a que lo imprimiéramos nos hubieran pillado en la mentira y las cosas habrían sido bastante más chungas. Pero, afortunadamente, no ocurrió así.

            Cuando nuestra deportación, como la de cualquier cayuquero del Senegal, parecía inminente, debió ser nuestra fingida y exagerada cara de pena, lo que reblandeció su áspero y duro corazón y a pesar de que nos parecieron horas, fueron en realidad un par de segundos, los que desde ese momento, tardamos en escuchar el ruido del sellador sobre el pasaporte. Y más buenas noticias, porque Air Asia no nos había perdido los equipajes.
                Borobudur (Indonesia)
            La situación había sido tan jodida y la tensión acumulada era tanta, que hasta nos hicieron gracia los pesadísimos taxistas que hay a la salida de la terminal aérea y comenzamos a vacilarles. En el sudeste de Asia,a siempre te entran de las dos mismas formas:

            -Where are you from? (de donde eres?)

            -Where are you going? (adonde vas?)

            Tan cansados de estos soniquetes, ya hace tiempo que contestamos dos respuestas, que les dejan descolocados o les hacen reír.
                                                                                                        Surabaya (Indonesia)
            A la primera:  We are from Cambodia, and we are very, very poor (somos de Camboya y realmente somos muy pobres).

            A la segunda: And you, where are you going (y tu, donde vas tu)

            Como el vuelo llego con bastante retraso y debido también a los largos y duros tramites de inmigración, había entrado la madrugada, con lo que nos resultaba imposible llegar a Jakarta –a 37 kilómetros- y buscar alojamiento. Pensamos quedarnos unas horas en la terminal, pero temíamos que apareciera por allí el de inmigración y nos dijera que si además de no tener vuelo de retorno, tampoco pensábamos tomar alojamiento.

            Así que cogimos el bus hasta la ciudad y nos echamos a dormir en el suelo de la estación de trenes. Esto nunca se podría hacer en Hispanoamérica y es arriesgado en Europa, pero el sudeste de Asia es muy seguro y te puedes dormir tranquilamente, aparcando tu equipaje al lado. La prueba es que en el aeropuerto de Kuala Lumpur, dejamos olvidado el paraguas que robamos en el templo hindú de Singapur en el hall, durante dos horas y al volver estaba allí.
                Surabaya (Indonesia)
            Por otra parte, la poca policía que hay, no te dice nada por verte tirado en el suelo. Tienes que cumplir a rajatabla sus estúpidos tramites de inmigración, pero luego puedes andar tirado por ahí sin problemas, como un mendigo.

            Como no nos dormíamos, nos dedicamos a practicar el deporte nacional de esta zona del planeta, que no es el badminton, sino la caza de mosquitos a palmadas. Se le acaba cogiendo vicio. ¡Como pican los jodidos. Son casi del tamaño de garbanzos!.

            Al amanecer, nos deleitamos con los cantos del muecín de la cercana mezquita y nos pusimos en marcha, para buscar alojamiento. Entramos en cuatro cajeros automáticos, para sacar dinero con la tarjeta de debito, pero en ninguno de ellos conseguimos obtener la plata solicitada. La desesperación se hizo total. Estábamos con las tarjetas de crédito no operativas y ahora  con las de debito también inhábiles. Y solo en efectivo, con el equivalente a 10 euros en rupias indonesias, cambiadas en el aeropuerto……..
                                               Atardecer en la balinesa, Khuta (Indonesia)
            ……Menos mal que en esta ocasión, el problema resulto ser de los bancos y no de las tarjetas y al quinto intento, logramos un buen fajo de billetes.

            PD: La frase del viaje, la escribió el otro día mi chico en su diario y es: “Y a pesar de todo, nosotros seguimos como si nada”.

viernes, 10 de agosto de 2012

Surrealismo en Singapur


Hemos vuelto hace una hora de Singapur. Es un país que no parece del sudeste asiático, sino cualquiera de Europa. Allí son realmente estúpidos y tengo que ser así de tajante, sin más rodeos. Esta prohibido hasta comer chicle –con matices-. Y como esa, otro montón de leyes ridículas.

En la entrada al país, se encadenaron una serie de sucesos, que nos pusieron de los nervios. Como tenemos el pasaporte tan usado (y hasta pegado con pegamento), el escáner no lo leyó y por ese simple hecho, nos llevaron a una habitación aparte, donde tardaron un rato en atendernos y a mi chico, le estuvieron interrogando, sobre si teníamos dinero, los días que íbamos a estar en su territorio y si poseíamos boleto de vuelta. Y también algunas cosas más personales. ¡Vamos, casi como si fuéramos terroristas!.
                                                             Todas las fotos de este post, son de Singapur
Al final nos pusieron el puto sello, pero en el control de equipajes, el poli de turno me hace abrir la mochila, porque ha visto por el escáner, que llevamos tres latas de cervezas y media botella de vodka y nos dice, que no se puede meter ni un solo centilitro de alcohol en el país. Le explicamos y es verdad, que las cervezas son para nuestra colección y al final nos deja pasarlo todo, mientras nos perdona con un altanero gesto, la vida.

En ambos procesos, ha transcurrido media hora y el autobús se ha marchado sin nosotros y sin avisar, después de tener pagado el boleto hasta el final del trayecto. Nos han dejado tirados en medio de la nada y lo peor: sin ringgits de Malasia y sin dólares de Singapur. Y para colmo, tampoco hay cajero automático.

Una amable policía -la única en todo el santo día-, trata de que en otras compañías de autobuses nos traten de coger hasta la capital, pero todas nos quieren cobrar. Cruzamos a un centro comercial, donde hay un chiringuito de cambio, pero no cambian ni dólares norteamericanos ni euros. Surrealista, ¿no?. Pues no tanto, porque tras unas horas en Singapur, lo surrealista ya te parece lo más normal..

Encontramos otro y aquí si pudimos obtener la preciada divisa del micro estado. El autobús publico cuesta en total 3,40 dólares de Singapur. Pagamos con cinco y nos dice que allí no dan la vuelta, así que nos da tres boletos. Como le comentamos que uno no lo queremos, lo tira por la ventana y mete el billete en una caja fuerte, de donde ya no puede salir. Le mandamos a la mierda y le insultamos, pero le da igual. El dinero no lo devuelve. Surrealista, ¿no?. Pues lo dicho: No tanto

Llegamos a la ciudad. Los hoteles son carísimos, así que tras mucho buscar, encontramos uno por 25 euros, que es más del doble de lo que pagamos por noche en Malasia. Vemos a gente muy colorista -fundamentalmente hindú-, que se amontona en las escaleras o que baja por ellas. Los que esperan lo hacen con impaciencia, mientras que los que descienden traen cara de felicidad. ¡Que raro!. Cuando llegamos a nuestra planta, oímos a gente follando como locos. Deducimos, claro esta, que parte de las habitaciones son por horas y por eso unos esperan impacientes y otros bajan con cara de suma satisfacción
            Ayer domingo se paso todo el día lloviendo, como no vimos jamás. Tuvimos que mangar un paraguas en un templo hindú y aun así nos empapamos. Pero al final, conseguimos ver la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos, entre gemido y gemido.

Como veis, nuestra vida es realmente divertida y movida.

En Malasia para siempre, por culpa del banco

Llevamos casi cuatro horas, metidos en este ciber de Kuala Lumpur y durante medio minuto, se ha caído la conexión, debido a la tremenda tormenta vespertina, que inunda el exterior, hasta superar el agua, la altura de los bordillos y que repicotea en el techo del edificio, como si en vez de gotas, estuvieran cayendo naranjas.
                                                                                                Cuevas Batu (Malasia)
            Y no es que estemos aquí durante todo este tiempo, por ser adictos a la red o para guarecernos del agua. El problema  nos lo están generando, las malditas tarjetas de crédito, que nos dan error, tanto con Air Asia como con Lion Air, para reservar un vuelo de Singapur a Bali y otro, de Jakarta a Kuala Lumpur. Lo hemos intentado al menos, quince veces con cada compañía y siempre nos da error, que por las pistas que tenemos, no es de la s aerolíneas –porque ya hemos reservado con ellas, con esa misma tarjeta-, ni de visa, porque utilizando otra de esa clase –que no podemos usar tampoco, porque le han metido un nuevo dígito de seguridad, que no tenemos-, si da acceso. La culpa claramente, es del banco, de la maldita Caja de Madrid.
  
            He cogido tal destreza con la web de Air Asia, que creo que nadie en el mundo, sería capaz de hacer una reserva, más rápido que yo. Y también me sé de memora, el número de todas las tarjetas. Pero el  desarreglo es, que tengo la cabeza más embotada, que si estuviera estudiando la teoría de la relatividad. Estoy a punto de gritar: ¡Baaaaastaaa!.
                     Melaka (Malasia)
            Y nosotros, que con el sol en lo alto, nos habíamos ido esta mañana, tan contentos a las cercanas y bonitas cuevas Batu, pensando que a la tarde, íbamos a cerrar nuestro periplo por Indonesia. Pero ahora nos da la sensación, de que nunca saldremos de Malasia. Viviremos aquí de por vida, seremos malayos de pro –aunque no callos-, esperando el fin de nuestros días y animaremos a su equipo olímpico, que mañana disputa una final de taekwondo. “ra, ra, ra, Malasia ganará”. Y si queremos ir a Indonesia algún día, tendremos que hacerlo por tierra, ¡¡cruzando Sumatra enterita!!. ¡¡Oh, Dios!!.
                                                                            Kuala Lumpur (Malasia)
            Hace dos días que partimos de Vietnam y ya lo echamos de menos. Es paradójico, porque cuando andábamos por allí, estábamos hasta las mismísimas narices. Es del único país, del que en un momento dado, nos planteamos irnos antes de tiempo. Afortunadamente, no lo hicimos. Ahora todo son buenos recuerdos y unas fotos espectaculares, de sus mercados y sus gentes. Inigualables. Pero cuando estás allí, el permanente acoso de las motos, la mala educación y las ganas de sacar partido económico de los vietnamitas, te hacen ver las cosas, de forma diferente. No he visto pueblo en todo el planeta, más grosero y descortés, ni por otra parte, país tan extraordinario.
            Kuala Lumpur (Malasia)
            El cambio al llegar a Malasia ha sido brutal, aunque no sé, si para mejor o para peor. A falta de visitar Singapur, este país es lo más parecido a occidente que hemos visto, desde que volamos a Bangkok. Las cosas y acontecimientos, siguen un curso lógico y ordenado, la gente no agobia y hasta el tráfico –aunque no siempre-, es más respetuoso y relajado

            Pero hemos perdido mucha calidad de vida. El alojamiento cuesta más del doble y es seis veces peor que en Vietnam. Y para que hablar de la comida de aquí, tan vulgar, comparada con las exquisiteces vietnamitas, que hemos degustado durante más de dos semanas. Y encima en Malasia, como país musulmán que se precie, la cerveza tiene un elevado impuesto especial, que la convierte de facto, casi en producto prohibido, para los presupuestos ajustados.

            Nuestras intenciones futuras, pasan por subir hasta Georgetown y Lankawi y luego ir a la zona de Perhentian y Kota Bahru, en el lado este del país. Luego bajaremos a Melaka, para terminar en Singapur. Eso claro está y como he dicho antes, si no nos toca quedarnos aquí para siempre, a causa de las puñeteras tarjetas.
                                                                                Butterworth (Malasia)
            Bueno. Os dejamos, que parece que escampa. Así que vamos a dar una dilatada vuelta, por el fantástico mercado nocturno de Chinatown –donde hay  de todo, casi menos chinos-, una de las principales atracciones, de esta fascinante ciudad. Ayer estuvimos en las Petronas y flipamos bastante.

jueves, 9 de agosto de 2012

Cuando la ciudad es más selva, que la selva (parte II de II)


           Hanoi (Vietnam)
            2º.- Cuarto de hora antes de la hora prefijada, a las 7,15, ya estamos muertos de frío en el interior del autobús, que nos debe llevar a Nha Trang. Pero no salimos hasta las ocho y diez, porque al resto del pasaje, lo van trayendo poco a poco y porque el motor no arranca, durante más de diez minutos. Suena fatal y está en unas condiciones pésimas, hasta para quienes no entendemos de mecánica. Nunca debimos permitir –el pasaje está compuesto mayoritariamente por extranjeros-m que ese autobús saliera de la estación. Debimos exigir que nos pusieran otro. Pero no lo hicimos y así nos fue.

            Como el maletero está sucio y con agua, todos los equipajes tienen que ir apilados en asientos vacíos o desparramados por el manchado suelo. El autobús es más sucio y roñoso, que el que nos trajo de Mui Ne, record que parecía difícil de superar.

El paisaje es montañoso y a los lados hay precipicios, pero la carretera no está mal de firme. Tres horas  después de la partida una chica, con la que ya habíamos coincidido en el bus a Dalat y que tiene problemas urinarios, necesita evacuar. El autobús para a un lado de la carretera y ya aprovechamos casi todos. Al intentar marcharnos, no hay manera posible y como era previsible el maldito motor no arranca.
                                                                  Dalat (Vietnam)
El conductor trata de arreglar la avería sin éxito (no da la sensación de que entienda mucho de mecánica). Un pasajero australiano, que parece que algo más avezado en esa materia, también fracasa en su intento, de poner el vehículo en marcha. Así que toca empujar, cosa a la que mi chico y yo nos negamos, porque no hemos pagado, para que nos traigan en un vehículo de estas condiciones. Pero siete u ocho musculines, si se animan inmediatamente. Tras 200 metros de impulsos, el autobús sigue sin arrancar.
Camino de Nha Trang (Vietnam) 
Efectuamos una parada de cinco minutos, en la que el conductor habla por el teléfono móvil. Le han debido decir, que sigamos empujando, porque los musculines –que ahora se han despojado de la parte de arriba de sus ropas-, vuelven a arrastrar al vehículo, al menos otros 300 metros más. Y todos los demás, detrás andando. No pueden más y lo dejan. Su jadeante respiración, denota que están agotados y que mañana tendrán unas cuantas agujetas.

Como casi siempre en estos casos, nosotros somos los que más nos enfadamos, aunque cierto es, que el joven conductor no tiene la culpa. Nos ha contado, que gana un millón de dongs al mes (unos 40 euros) y si trabaja mucho y duro, medio millón más. El calor tropical de la jungla, nos está matando por momentos y como de costumbre, no llevamos agua y comida.  
                                                                                                         Hoi An (Vietnam)
            Una vietnamita, que está casada con un francés, nos va traduciendo al inglés todo lo que ocurre. Es tan políglota como crédula. Al comentarnos, que van a traer un nuevo autobús de reemplazo, que llegará en una hora, mostramos nuestra desconfianza, dado que Dalat está a tres y Nha Trang a más de dos, así que no creo, que tengamos un nuevo vehículo en ese tiempo. Menos ma,l que la vietnamita-francesa lleva agua de sobra y se decide a compartirla con nosotros, cuando le lloramos un poco.
 Nha Trang (Vietnam)
Paseamos a un lado y al otro de la carretera, a ver si encontramos algún sitio civilizado, donde avituallarnos. Pero solo hay una pequeña aldea con cuatro casas, vacas y cerdos. Bueno y con un maleducado conductor de mototaxi, con el que casi nos terminamos pegando. ¡Si es que hasta ni en el centro de la jungla,  te puedes librar de ellos!.

Al contrario que nosotros, la mayoría de la gente, ha reaccionado con paciencia y con buen humor. Se nota que no es la quinta vez, cosa que si nos ocurre a nosotros, que se quedan tirados en las carreteras del sudeste asiático, en sólo 40 días. Entablamos amistad con el australiano. Es agradable y hablador. Otros pasajeros, con los que a lo largo del día, entablaríamos conversación, son –
                                                Dalat (Vietnam)
-Seis israelíes –cinco chicas y un chico-, que nos invitan a galletas y lacasitos, que nos saben a gloria

            -Un matrimonio vietnamita, con un niño. Ella tiene bastante carácter y sabe enfadarse, cuando resulta necesario. Ha llamado a la compañía de autobuses muy indignada y al menos, ha conseguido, que el conductor pague a un mototaxi, para que nos traiga un par de cajas de botellas de agua, de las de litro y medio. Nos ha dado pan para que comamos. Esa será nuestra única comida a lo largo del día, hasta la llegada a Nha Trang, además de unos plátanos que reparte otro pasajero y un paquete de chucherías asiáticas, que habíamos comprado en el mercado de Dalat, la tarde anterior.
Dalat (Vietnam)
-Los fiesteros. Dos británicos (uno de ellos es el que reparte los plátanos), que no viajan juntos, pero en este rato han trabado amistad. Uno toca la guitarra y canta muy bien, versiones de clásicos del pop británico, aunque su voz se va aflautando, a medida que inician su segundo litro de vino. Gente muy sana, con la que más tarde, compartiríamos unas cervezas, unas risas y mucha conversación.

Son las 15,30 horas y por fin llega el autobús de reemplazo. Es mucho más nuevo. Pasamos a la altura de un restaurante de carretera y nos preguntan si queremos comer, pero todos tenemos más ganas de llegar a destino que otra cosa, así que continuamos, hasta que a los 20 minutos, se rompe de nuevo el autobús. La verdad es, que nos ha debido mirar todo un congreso de tuertos, que se debe estar celebrando por aquí cerca estos días.
                                                                                                                                      Nha Trang (Vietnam)
Al lado hay un café muy básico donde venden especialidades locales de jugos, que resultan un poco asquerosos. El inglés de la guitarra, ha decidido mezclarlo con ginebra, para mejorar el sabor. Poco antes de volver a subir al autobús, descubrimos un chiringuito algo más alejado, donde venden cerveza y los británicos y nosotros, nos aprovisionamos.

Pero antes, hemos tenido que pasar 1 hora y 25 minutos, nuevamente parados. A casi las seis de la tarde, cerca de doce horas después de subir al primer autobús, concluimos los aproximadamente 200 kilómetros, que hay entre Dalat y Nha Trang.

Besos a todos desde Hue. Estamos cansados de este país, pero no sé por qué exactamente, la intuición nos dice, que cuando nos vayamos de aquí, lo vamos a echar mucho de menos.

Cuando la ciudad es más selva, que la selva (parte I de II)

                                                                                                                                  Dalat (Vietnam)
Después de llevar nueve días en Vietnam, nunca más volveré a decir, que España es un país diferente. Esta nación y sus pobladores, si que son realmente distintos, a casi todo lo conocido.
                                                            
Por un lado porque aquí, muchas de las cosas se basan en la lógica inversa. Así por ejemplo, es bastante común –como nos ocurrió el otro día al abandonar Ho Chi Minh-, que vaya habiendo cada vez más atasco, según te vas alejando de la ciudad; que por las aceras circulen vehículos de todo tipo y a los peatones nos toque ir por las aceras; que le estampes a un vietnamita, una lata de cerveza en la cara, porque te ha atropellado levemente y no ponga un mal gesto, pero simplemente, si le rozas la motocicleta sin querer, se ponga como un energúmeno. Porque eso de que los asiáticos no se enfadan, vamos a dejarlo a parte. Pero sí, en este país, la moto vale más que la propia vida.                 Hue (Vietnam)

Y por otro, porque en muy pocos lugares, como sucede aquí, te están pasando cosas imprevisibles –unas mejores, otras peores-, cada cinco minutos. Es hartamente baldío, hacer una planificación diaria, porque la realidad, te la tirará por los suelos. Más que un país, es una montaña rusa, donde no sabes muy bien si toca subida o bajada o si la pendiente, es más o menos empinada, que la anterior. Como muestra, os relatamos dos, de los tantos acontecimientos vividos, desde nuestra llegada a Vietnam.

1º.- Acabamos de comer opíparamente en Ho Chi Minh. Nos quedan de ver dos pagodas, que están algo alejadas y decidimos emplear la tarde en esa labor. Después del largísimo paseo que nos damos, no son nada del otro mundo y cuando estamos en el punto más alejado de nuestra zona de alojamiento, el cielo se cubre de negro y sin más preámbulos, comienza a diluviar.
                                                                                                     Hue (Vietnam)
            Nos tenemos que refugiar bajo el toldo de una zapatería, que se convertirá en nuestro hogar, durante las dos horas y media siguientes. Al lado, una señora vende bocadillos que no se come ni ella, porque compra arroz con cosas verdes –también la zapatera-, a una niña que pasa vendiéndolo. 

Ayer, que apenas habíamos abandonado los alrededores de la avenida Le Loi –la principal-, esta ciudad nos había parecido moderna, pero cuando te sales de ese entramado de calles, es tan desamparada, dejada y deprimente, como las que hemos visto en Camboya, aunque con menos basura y polvo por las aceras.

Una tormenta se va enlazando con otra. Hay que salir de aquí, pero no para de llover. En la calle, la lluvia ya no cuela y la capa de agua  sobrepasa los 10 centímetros. ¡¡”Joder. 10 días y a todas horas con el coñazo del tuk tuk Sr y ahora que lo necesitamos no hay ninguno”!!. Solo hay bicitaxis de un pasajero, mototaxis (ni pensarlo) y algunos –muy pocos- taxis, que van todos ocupados. Observamos que en el ático de enfrente, como la terraza se les ha inundado, la vacían a cubos, tirándolos desde lo alto hacia la acera.
 Hue (Vietnam)
La lluvia afloja un poco y nos decidimos a emprender el camino de retorno. Lo peor no es lo que aún sigue cayendo, sino los enormes charcos fangosos, en los que irremisiblemente te acabas metiendo, dado que por aquí, el alumbrado público es escaso y a veces inexistente. Los canalones parecen las Cataratas de Iguazú y las motos, aparcadas bajo los lugares cubiertos y en las aceras, te echan directamente al asfalto, donde te encuentras con más motos, pero ahora en amenazante circulación  Además hay que esquivar postes, cables y árboles cuyas raíces, sobresalen en cinco metros a la redonda.

Un grueso árbol ha caído sobre un coche. Como tapa la carretera, las motos nos pitan con insistencia, para que no les entorpezcamos el paso y desalojemos la acera. Más adelante, vemos una moto aplastada debajo de la rueda de un coche. Sin noticias de su propietario. ¿Estará todavía en este mundo?.
          Na Trang (Vietnam)
Y ya casi llegando a la calle Le Loi, encontramos a unos operarios, que han abierto una alcantarilla, que no tragaba y que ha ocasionado una inundación en un par de manzanas. No me extraña. De ella han sacado ruedas de moto, trozos de la tapicería de coches, ramas y toda clase de basura. Cuando terminan con la limpieza, va más suelta que las alcantarillas de Managua (que son enormes agujeros negros sin rejilla).