En este apartado, se reseñan situaciones características de
África occidental (fundamentalmente, de Senegal). La mayoría, se podrían
revertir, sin apenas desembolsos económicos importantes. Simplemente, bastaría
con un cambio de mentalidad. Aunque, debería ser profundo. Vamos allá.
En nuestra
penúltima tarde en Kaolak (Senegal), acudimos al cíber, para tratar de decidir
nuestro inquietante futuro y sufrimos un desagradable incidente. Tras una hora
de nefasta conexión, vamos a pagar los 300 francos, con un billete de mil. Lo
agarra el encargado, rápidamente y nos indica, que no dispone de cambio. Pasan
cinco minutos y viendo, que no se mueve del sitio, le indicamos que tenemos
prisa y que deseamos recibir la vuelta. Sin siquiera contestarnos, cambia de
ubicación en el local y se sienta en otro sitio, sin inmutarse.
Camino de Kayes (Mali)
Poco a poco, vamos subiendo el
tono y nos indica, que no es su problema, que no podamos pagarle con el dinero
justo. Amenazamos con llevarnos un teclado y una pantalla, pero no sirve.
Tenemos que estallar y encolerizarnos, para que uno de los que le rodean, que
esta recargando su móvil, le preste la moneda de 500, que le falta para darnos
el maldito cambio. Ha pasado casi un cuarto de hora y aún tenemos que aguantar,
que nos diga que nos estamos poniendo muy nerviosos y hablando muy deprisa. En
esta desagradable escena, se dan varias de las enormes rémoras, que arrastra
África occidental, especialmente, en Senegal:
Isla de Goreé (Senegal)
1º.- Falta de cambio: es un mal
endémico. Portes el billete que lleves, salvo en las negocios regentados por
los blancos. No tienen ningún pudor, en negarte la compra y si ya han prestado
el servicio, hacerse los remolones o que tengas que ser tú, el que te busques
la vida, para darles el importe exacto. La –en occidente, Asia, África oriental
y otros lugares del mundo- habitual experiencia de ir al banco y conseguir
monedas para el negocio, es desconocida o simplemente, exótica, en esta zona
del globo.
2º.- Atrapar el dinero y luego ya
veremos, en que condiciones te presto el servicio y por supuesto, sin
devolverlo, aunque no cumplan su compromiso. Ocurre muy a menudo, en el sector
del transporte, aunque se desparrama por todos los demás. El concepto cliente o
servicio, simplemente, no existen, ni tienen pinta de aparecer en el medio
plazo.
3º.- La desidia generalizada, que
se muestra en actitudes, como estar todo el tiempo posible tirados a la bartola
o sentados, contemplando el infinito. Solo se mueven, si van a conseguir
dinero, a cambio y en muchísimas ocasiones, arrastrando los pies y con ademán
cansino. Te sirven la botella de cerveza y te la cobran de inmediato. Luego,
tardan cuatro de hora en traerte el cambio. El casco, que dejas sobre la mesa,
puede estar sobre ella, hasta la hora de cerrar –o la mañana siguiente-. No es,
que no lo recojan porque estén entretenidos, haciendo algo. No conocen más
ocio, que holgazanear o enredar con el móvil. Y es extraño, porque cuando son
pequeños, se entretienen con cualquier cosa.
Al hilo de la cerveza, reseñar
otro increíble incidente, que habíamos padecido por la mañana en el bar, donde
llevábamos tres días haciendo bastante gasto. Las primeras cervezas, nos las
cobran al precio de siempre, pero las segundas, no, porque al patrón, se le ha
ocurrido subir el importe, a media mañana. Y esto nos hace entrar en el siguiente
apartado.
Rosso (Mauritania)
4º.- Desconsideración absoluta
hacia el cliente, incluso por menos de 10 céntimos. Por supuesto, no volvimos a
pisar ese sitio, aún pagando más caras las bebidas en otro local, provocando el
problema número
5º.-. Por no pensar en el futuro,
perdieron mucho más dinero, que el que ganaron con su treta.