Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 11 de agosto de 2024

Momento de tomar decisiones

          Decidimos volver a Darjeeling, a pesar de haber estado hace seis meses, por tres razones: ver si era más barato llegar hasta Sikkim, tener acceso a una oficina física de reservas de tren, por si el primer plan fallaba y huir de la inhóspita Siliguri, donde solo pisas la calle para resolver la rutina logística de cada día.

          A la ocho y cuarto de la mañana ya estábamos en la ventanilla de la estación de autobuses, con veinte personas delante. Una hora en la cola, hasta que nos vendieron los boletos, veinte minutos de espera y tres cuarenta y cinco de recorrido, llegando a la una y media horas, para apenas sesenta kilómetros. Pero eso ya lo sabíamos y por eso madrugamos.
          
       Dormí en el inhabitable bus casi todo el viaje, gracias a tener como almohada una manta de avión doblada. Y tuve un despertar abrupto: un fuerte frenazo y el pasaje entero corriendo en pánico hacia la puerta del vehículo con sus bultos. Pensamos que el bus había perdido el control en un barranco y tenía parte de la ruedas fuera. Pero, no. Dos chicos en una moto, que venían de frente, habían caído por el precipicio.  

          Los de la parte delantera, que lo habían visto, se pusieron a gritar y todos salimos despavoridos. Decenas de vehículos parados y todos sus ocupantes, mirando. Pero nadie se acercó a ellos para ofrecerles ayuda, aunque no parecía que sus vidas peligraran.

          Al llegar a Darjeeling diluviaba y nos empapamos enteros. Pero recabamos información sobre el transporte, como primer objetivo. Desde aquí, solo hay buses, a Siliguri. Lo demás son todoterrenos, que llegan hasta Gangtok -400 rupias - y a ningún sitio más de Sikkim. No nos gustó, ni el precio, ni el destino, ya que queríamos ir a Namchi o Pelling.

          Descartado Sikkim, nos acercamos a la estación de trenes, para reservar para Guwahati -punto de conexión con Megalaya, pero al ser domingo, la oficina estaba cerrada, por lo que había que dejarlo para mañana.

          Nueva contrariedad: el hotel reservado por Booking ha cerrado hace algún tiempo y es la segunda vez, que nos pasa algo similar en esta ciudad. Pero los hijos de puta nos habían mandado un correo automático, en el que nos mandaban un número de cuenta para ingresar la totalidad de la reserva. Encontramos otro, sin problemas.

          Aún nos quedó tiempo para pasear por esta fantástica ciudad. Hemos perdido doce grados, con respecto a ayer, pero buena parte del día hemos sido atrapados por la densa niebla.

          Diecisiete días en India y a las 18 horas, ventidos minutos y once segundos hemos visto nuestro primer guiri occidental, cuando ya anochecía y estábamos casi en la puerta del hotel.

sábado, 10 de agosto de 2024

La machupizacion de Sikkim

           El día 33 de viaje, además de con la habitual lluvia torrencial, iba a comenzar con una muy desagradable sorpresa 

          Cuando fuimos a comprar los billetes del vetusto bus a Gangtok, nos pidieron la friolera de 910 rupias por persona, para un trayecto de 112 kilómetros, cuando hace poco más de 6 meses, habíamos pagado menos de 200 por cada boleto. Para que os hagáis una idea, esos 10 euros fue  lo que pagamos por el tren , que cubre los 1700 kilómetros, que separan Calcuta de Nasik y que el último trayecto en autobús, desde Ghopalgang hasta Siliguri -491 kilómetros - nos costó 800 rupias.

          Nos había extrañado que hubieran quitado los horarios de salida y el cartel con los precios, que antes había y en su lugar han colocado otro indicando, que no se devuelve el importe de los billetes. Habíamos dejado mil rupias sobre el mostrador y se negaban a devolvernos las y nos exigían el resto. Mi pareja, ni corta, ni perezosa, abrió la puerta de la oficina y le arrebató el dinero de las manos, tirándole los boletos a la cara.   

          Cómo los permisos son gratis y no se atreven  a cobrar visado interno, han ideado está forma de estafa "made in Machupichu"y como allí con los trenes, ni siquiera de han molestado en mejorar las condiciones de los paupérrimos vehículos.

          Cambio de planes: otro día en Siliguri, con cambio de hotel, a uno mejor y más barato y mañana intentaremos acceder a Sikkim, desde Darjeeling, aunque no somos optimistas.

          Por lo demás, hemos pasado el día tomando cervezas en la habitación y reorganizando el viaje, sin contar con el estado norteño.

          Iremos a tres destinos de Megalaya y trataremos de llegar hasta Tripura y Manipur, aunque lo vemos difícil por la distancia y la escasez de comunicaciones en transporte público.

          La vuelta, a Delhi la haremos en tres partes: New Japalguri - Varanasi para visitar Sarnath, Varanasi - Agra, para llegar a Vrindavan  y desde ahí, a Delhi

          A medida, que nos hemos ido alejando del Ganges, van desapareciendo esos peregrinos de naranja, que con sus cantimploras y varas atronan, gritando: " Bol Bam" (di Shiva).

viernes, 9 de agosto de 2024

El Kanwar Yatra llega a nuestras vidas

           Dejamos el hotel de Gorakhpur, solo una hora después, de que se escacharrara el aire acondicionado. El wifi no funcionaba en la habitación -solo en la recepción - y la estúpida excusa , que nos dieron fue, que era por culpa del monzón y no de la falta de un repetidor en el tercer piso y en todos los demás.

          Podíamos haber optado por comprar un billete de autobús directo, a Siliguri, pero optamos por hacer el recorrido en tres tramos, por dos razones: salíamos antes y pensamos, que seria más barato. Nos equivocamos.

          Un autobús destartalado nos llevó en dos horas, a, Tamkuhi Raj, todavía en Utar Pradesh y otro algo menos chungo, a Ghopal Ganj, ya en Bihar. Este, nos abandonó en mitad de la nada, debajo de un puente elevado, como otras tantas veces. Toca buscarse la vida para llegar a la terrorífica estación, llena de escombros y de toneladas de fango, mientras el estrés y el calor nos comían las escasas fuerzas.

          Sorprendentemente -nos lo habían asegurado, pero parecía imposible -, hay desde aquí, bus directo a nuestro destino y partía en dos horas. El ahorro, en relación a haberlo tomado en Gorakhpur, cien miserables rupias por persona.

          Bus no muy nuevo, pero correcto, con slepeer y asientos -nosotros preferimos estos- y con potente aire acondicionado.

          Las casi tres primeras horas fueron de cine, hasta llegar a Muzaffarpur, con una media soberbia de 55 kilómetros a la hora 

          A partir de ahí, comenzaron los problemas mecánicos, que nos pararon varias veces , durante ciento cincuenta minutos. No supuso ninguna contrariedad, porque en vez de a las cinco de la madrugada, llegamos a las siete y cuarto.

          Siliguri sigue igual de caótica y desastrosa, que hace seis meses, pero con la situación agravada por las lluvias torrenciales de las últimas horas. A las once, teníamos ya el permiso para Sikkim sacado y un nuevo hotel -algo cutre-, porque el último de la otra vez ya subido un 25%.

          Estamos a pocas jornadas del día de la República -15 de agosto -, en el que todo se paraliza menos el transporte que se colapsa. Esa es una de las razones, que nos ha impedido reservar en los trenes, los últimos días.

          La otra es una peregrinación, que se produce durante el monzón y que se llama Kanwar Yatra. Los devotos van con un cántaro y una vara para coger agua del Ganges y depositarla en diversos templos del país en honor a Shiva. Van vestidos de naranja y la mayoría van andando y duermen en las estaciones, pero el resto sobreocupa los trenes. Dicen las malas lenguas y en India son fiables, que van hasta arriba  de alcohol y marihuana.

miércoles, 7 de agosto de 2024

Al borde del colapso y con la policía de pormedio

          El día comenzó fracasando, en el nuevo intento de comprar billetes para   New Japalguri. Tampoco había slepeer para Gorakhpur, localidad, que nos iría acercando. Entonces solicitamos, que nos vendieran cualquier tipo de boleto para este destino y nuestra sorpresa fue mayúscula: ¡Existe una clase llamada D! que es segunda con asiento reservado, que no habíamos visto nunca en los cinco viajes anteriores, a India.
          
          Con los deberes hechos y las caóticas calles invitando poco al paseo, además del insoportable y húmedo calor, nos decidimos a pasar la mañana completa tomando cervezas en un céntrico bar, sin dar demasiada importancia a, que llegaremos algo tarde al destino.

          Desde luego, está clase -la hay en pocos trenes- es bastante confortable para lo que pagas. Llegamos a Gorakhpur, sobre las diez y cuarto de la noche, tres cuartos de hora tarde.

          Preguntamos en más de veinticinco hoteles y en casi todos, las mismas mentiras de siempre: "no rooms, is full". Tan solo en tres nos aceptaban, pero eran extraordinariamente caros y más, para la hora que era. Llovía y el suelo con sus barros volvía a estar hecho un asco.

          Nos mentalizamos, de que dormiríamos en la estación, como otros tantos lugareños o peregrinos vestidos de naranja, que estos días recorren el país. Y más, al constatar, que las habitaciones de la propia terminal, eran más caras, que los propios hoteles.

Entonces, apareció el "buen samaritano". Luego caímos en la cuenta, que nos había ido siguiendo por los hoteles. Al vernos pasar, se ofreció a un policía para gestionarnos un chollo irrechazable: dormiríamos los dos por 150 rupias (1,15 euros) . Y donde nos llevó -junto al madero - fue a las mismas alcobas de la estación, donde habíamos estado antes.

          Cuando el poli se fue -desconocemos, si estaba compinchado-, las cosas y la amabilidad empezaron a cambiar. De 150 los dos, pasaron a cada uno y poco después a 500 para ambos. La habitación era pequeña, aunque suficiente y con aire acondicionado,por lo que ya con desconfianza, aceptamos las nuevas condiciones. Y entonces llegó la encerrona, ya sin testigos y nos solicitó mil rupias. Evidentemnte y gritándole, le mandamos a la mierda y recogimos los bultos.

          No quedó otra, que tirarnos al suelo y dormir en la zona menos calurosa de los andenes.

          La mañana no empezó de mejor manera. Volvimos a intentar reservar para New Japalguri y lo que nos ofrecieron fue para dentro de dos días, en AC2 -la segunda clase más cara- y con cuota Takal.

          En el desconcierto y en la búsqueda de nuevos planes, perdimos una de las dos mochilas. Desesperados y deshaciendo el camino, alguien se la había entregado a la policía, que nos la devolvió, después de hacernos una foto conjunta.

          En Gorakhpur hay unas cuantas agencias, que trabajan Nepal y que cuentan con bus directo, a Siliguri, pero sale caro.

          Cuando ya no sabíamos que hacer, apareció de la nada un hotel asequible y con aire acondicionado.

          Gorakhpur nos ha decepcionado. Después de caminar largo rato hasta la zona del lago, con incesante calor, ha resultado un fiasco.

La decepcionante Gorakhpur


 

lunes, 5 de agosto de 2024

Desde Ujjain, a Lucknow

           Para no aburriros, no os vamos  a contar cuáles fueron todos nuestros planes para salir de Ujjain, hacia el este. La cuestión es, que al contrario, que otras veces, la mayoría de los trenes en slepeer van llenos para varios días. Finalmente y gracias a la cuota takal -reserva de billetes para el mismo día, aunque más caros-conseguimos literas, desde Bhopal, a Lucknow. Y para llegar al primer punto, subimos a un abarrotado y sufrido tren local, que cuando le faltaban cinco kilómetros para llegar, se detuvo casi una hora y nos puso de los nervios, aunque el enlace nunca llegó a peligrar.

          La estación de Ujjain tiene una peculiaridad, muy al molesto Indian style. Para los billetes con reserva debes meter tu número de teléfono en una máquina, que te envía un SMS con la ventanilla asignada. El problema es, que solo acepta teléfonos indios y ahí tuvimos un pequeño rifi rafe, cuando nos empezaron a poner pegas.

          En Bhopal, ya habíamos estado hace diez años y no hicimos ninguna intención de llegar hasta las bonitas y lejanas mezquitas. Sin embargo, si nos tomamos una fresquísima cerveza -la mejor del viaje -, donde unos borrachos aquella vez, nos amenazaron con darnos una paliza.

          Por primera vez en este undécimo viaje largo, salimos puntuales, aunque llegamos una hora tarde. Tren muy tranquilo, para lo que suele ser otras veces.

          Al abrir las ventanillas, tratamos sin éxito alguno de reservar billetes para el día siguiente, bien para New Japalguri, bien para Varanasi. ¡De ninguna de las maneras!  encuentras para una semana.

          Encontrar hotel barato, cercano y con wifi, resultó mucho más fácil de lo esperado y fue de agradecer, porque de los 24 grados de ayer y lluvioso, hemos pasado a los 33 y más soleado.

          Once días en India y ha sido el primero, en casi morir de calor.

          Buscamos transporte para ir a visitar la zona de interés de la ciudad y los de los tuck tuck nos pedían tres veces, lo que vale este recorrido. Hay buses rojos y una especie de micros compartidos pero no van hacia allí. Cuando estábamos desesperados, encontramos el metro, del que no teníamos noticias. Nos vendieron un billete para la línea roja y la taquillera insistió, que nos bajáramos en la estación del estadio. Cuando llegamos allí y preguntamos a un policía resultó, que estábamos a cinco kilómetros de nuestro objetivo ¡Cabreo monumental! y tránsito por una acera variable y llena de trampas, caminando entre puestos de cocos, primero y después de mangos y maíces.

          Lucknow nos ha gustado más de lo previsto. Tiene una impresionante mezquita, la Bara Imambara y otra más modesta y de pago ubicada en un atractivo barrio de ambiente iraní. Además, una torre del reloj, un estanque, la puerta Ruwi Darwaza, el palacio residencial , un buda gigante presidiendo un parque y otro templo de cúpulas doradas.

Lucknow


 

Bara Imambara, en Lucknow


 

Mezquita de Bara Imambara, en Lucknow


 

sábado, 3 de agosto de 2024

Un día feo, feo y feo, pero necesario

           Preveíamos un día feo, feo y feo y terminó tal cual. Los hay en todos los viajes largos y son necesarios para cuadrar las cosas y hacer las transiciones de unos sitios a otros de forma ordenada.

          Después de haber descartado llegar hasta Onkaresshawar, solo quedaban las opciones de volver, a Indore o a Ujjain. Ambas nos valían para emprender el rumbo al noreste.

          Cinco eran los objetivos de la jornada: llegar al destino elegido, cambiar dinero sin sacar del cajero, reservar billetes para Varanasi -para no ir de un tirón, a New Japalguri-, encontrar un alojamiento barato y una tienda de bebidas alcohólicas y cerveza, pues las reservas estaban agotadas.

          Lo primero era esencial y condicionaba el resto. Lo segundo y lo tercero era difícil en ambos destinos. Y lo cuarto y lo quinto, solo lo teníamos garantizado, en Ujjain, así, que nos decantamos por dicha opción.

          Eran las nueve de la mañana y caía el diluvio universal, así, que aunque nuestro alojamiento estaba cerca de la estación de autobuses de Maheswar, llegamos empapados (nos vinimos al monzón sin paraguas alguno, asi de chulos). Al menos, recibimos dos buenas noticias: vehículo directo a Indore y llegando a la estación oportuna para no tener que hacer cambios, como a la ida.

          Para volver a Ujjain, está vez no optamos por el tren, sino por el autobús, que es más frecuente y cuesta lo mismo. En un próximo post explicaremos  las ventajas y los inconvenientes de ambos medios para trayectos cortos de calidad y otras cuestiones.

          Llegamos al destino a las tres de la tarde, que ya está bien para 150 kilómetros , pero nos esperaba otra sorpresa: no nos dejaron en la estación del centro, sino a 4 kilómetros. Todo se habría solucionado con un tuck tuck  y , 50 rupias, pero no nos  quedaba ni una, por lo que hicimos el camino andando, entre el caos y la amenaza clara de tromba de agua.

           Acabamos en un hotel, donde preguntamos el otro día, pero distinto a los dos, que habíamos estado. Su amable propietario nos indicó una tienda de electrodomésticos, donde cambiar dinero a una tarifa excelente, cercano, pero por un camino angustioso y lleno de recovecos.

          Afortunadamente, la tienda de la cerveza estaba abierta.

          Solo quedaba lo del tren y resultó un desastre, como ya preveíamos: los dos trenes a Varanasi completos, declinamos la lista de espera. Y todo ello, tras largo rato de andar por una terminal ferroviaria a oscuras y durante largo rato, con la gente tirada por el suelo, porque había anochecido y no habían encendido las luces. Sí hay algo peor que una estación de trenes, en India y ya es difícil, es una estación de trenes en India no iluminada.