Nos despedimos de María y Laszlo y tras un intento fallido de alojarnos en un inexistente bungalow de un camping, acabamos en el hotel Heraldo, junto a la estación de autobuses. Sin duda, la mejor habitación, que hayamos disfrutado nunca en todos los viajes a los Balcanes. Veinte metros de tamaño, con buen baño, aire acondicionado demoledor, wifi y televisión de pantalla plana. También, una amplia terraza, que con estas temperaturas no sirve para nada.
Tras dejar los achiperres habituales y bajar de la alcoba, el cielo empezó a nublarse. El resultado final, cuatro truenos y cinco minutos de lluvia fuerte -la primera del viaje -, para de inmediato, volver a los insufribles 38 grados.
En Gjirokaster, a la dificultad del calor extremo, hay que añadirle, la falta de viento, las omnipresentes cuestas y las numerosas calles empedradas, que castigan los pies.
Gjirokaster no es un lugar muy turístico y es de agradecer. Aunque los precios son mucho más altos, que en Vlore. El atractivo principal, son las calles de arquitectura italiana, donde se ubica la mezquita, los negocios del bazar, una buena legión de bares y restaurantes y el túnel de la nostalgia albanesa, relacionado con objetos del antiguo régimen. No es tienda, por lo que se debe pagar un euro por la entrada.
Muy cerca, aunque algo escondido, se encuentra el Cold War Tunnel, un búnker -se construyeron miles a lo largo del país -, erigidos en los sesenta ante temores de ataques nucleares a Albania. Hoy están abandonados, menos este, que se ha convertido en museo (seis visitas guiadas al día, 2 € la entrada) .
Tras un ascendente paseo se llega al castillo -4 euros - y a un barrio de bonitas casas otomanas enclavadas en la montaña. Caminando media hora hacia arriba se transita hacia un acueducto llamado Ali Passa Bridge, pero a los diez minutos nos dimos la vuelta, por el calor y porque no habia nadie.
Las indicaciones de los lugares no son buenas, así, que constantemente, ves a unos guiris preguntando a otros en diferentes idiomas, lo que es muy gracioso.
Cuando esto escribo, queda una hora para el inicio de la final de la Eurocopa, que viviremos aquí, como hicimos, en Bangkok en 2008; en Midelt -Marruecos- en 2010 y en la propia sede del torneo, en Kiew, en 2012. ¡Aúpa España!