domingo, 6 de agosto de 2023
viernes, 4 de agosto de 2023
Ciudadela y caminata hasta Sa Farola
El día amaneció aún más caluroso e insoportable, que los anteriores, con 42 grados de máxima, a mediodía y una demoledora humedad del 90%. Lo que era, en un principio, una jornada muy llevadera y alejada de las terribles exigencias de la fecha anterior, se convirtió en un martirio, en el que a duras penas, pudimos controlar nuestra sed, el sudor y el impío sol cayendo, como un cuchillo afilado y ardiente, sobre la cabeza.
De nada sirve negarlo. Ciudadela es otro de los típicos y casi infinitos Disney world, que se encuentran a lo largo y ncho de las orillas del mar Mediterráneo: Dubrovnik, Korkula, Corfú, Chania... Siempre son lugares muy pequeños, donde las hordas no deben caminar demasiado -no vayan a reventar - y pueden molestar sin inmutarse a lugareños y resto de viajeros y comprar mucho. Pero, al menos, en este lugar, no existe la masificación de los cruceros, que son el cáncer del turismo mundial,, porque contaminan mucho y sus ocupantes gastan poco en el destino.
Sin embargo, Ciudadela, con un recogido y coqueto casco histórico, con sus bastiones y una zona portuaria muy agradable, no decepciona. Aunque, en el futuro, me gustaría volver a visitar esta población en unas condiciones menos extremas.
Nos costó un montón, pero conseguimos, completar el paseo hasta Sa Farola, donde se ubica una increíble cala alargada del mismo nombre, una ermita estilo criolla y un faro. Al menos y de camino, algunos pinares nos pudieron cobijar con un poquito de sombra.
En el fresco autobús de vuelta, a Mahón, conseguimos comprar los billetes aéreos para la mañana siguiente, hacia Madrid, sin tener que pasar por Valencia. Inesperadamente, habían bajado bastante su precio. La noche la pasos en las praderas del aeropuerto, donde habíamos dormido dos jornadas antes, pero está vez, no nos empaparon los aspersores.
En un viaje increíble y que superó de largo nuestras expectativas, tres fueron las grandes molestias, unas más objetivas que otras y dejando al margen el archimencionado calor.
-Las cigarras: en los interminables pinares de las rutas a las calas y con sus chillidos, llegaron a volvernos, casi locos. Nunca habíamos visto tal concentración de ellas.
-Los domingueros -es un decir, porque los hay cualquier día de la semana - de selfie: Menorca no es un lugar muy masificado, pero estos sujetos pululan por todas partes, como las moscas. Son gentes, que son capaces de hacer muchos kilómetros en coche, aparcar mal, degradar el medio ambiente, molestar a los lugareños -que llevan allí toda la vida -, simplemente, por hacerse un foto, que poder subir a las redes asociales.
-El turismo de ensaimadas: ¡Es para echarse a llorar y no parar, hasta que te acojan y te den consuelo en la llorería! En la cola de embarque, destino a Madrid, más o menos, el 60% de los pasajeros cargaban con este típico producto balear. Logramos entender, lo del turismo sexual -aunque, lo censuramos -, el de los hinchas de fútbol o el de las marujas funcionarias con días de asuntos propios sobrantes. ¡Pero, esto!. Es, como si en Barajas se transportaran callos con chorizo o en el Prat, butifarras.
Pero justo es felicitar, a los reposteros de las islas, que han conseguido levantar un pingüe negocio, a base de tantos gilipollas.
jueves, 3 de agosto de 2023
Calas Mitjana, Mitjaneta y Macarella
Antes de continuar con el relato del viaje dejadme, que os cuente, que en Menorca existe un circuito, que rodea la isla, a través de pinares y calas y que se llama, Cami de Cavalls. Tuvo un origen defensivo de la isla y consta de 185 kilómetros, que los aguerridos y atrevidos caminantes suelen dividir en 20 etapas. Es una forma de llegar a un montón de playas, pero solo para población local o expertos en senderismo.
Ligeros barrancos, raíces elevadas, constantes piedras de distinto tamaño, ramas caídas y firme muy desigual, en general, son las mayores dificultades. Peor, si se lleva a cabo en verano, por razones obvias. Hay, que decir en positivo, que el recorrido está muy bien señalizado.
Antes de dormir sobre las hamacas de Cala Galdana, la tarde resulta rabiosamente calurosa, húmeda, trepidante, sufrida y hasta heroica. Decidimos, llegar hasta cala Mitjana por el Cami de Cavalls y después de tres cuartos de hora caminando, nos dimos la vuelta, porque llegas a una escalera irregular, empinada y muy peligrosa. Nuestro sentido común nos dictó, que no debíamos bajarla.
Pero no nos vinimos abajo. Desde el pueblo, seguimos la carretera hasta la siguiente rotonda, donde se halla un parking. Desde ahí, se inicia un camino asfaltado, lleno de curvas y descendente, mucho más sensato y transitado, que en algo de más de media hora te acerca hasta la magnífica cala, abarrotada de gente.
A diez minutos, andando, de encuentra la vacía y maravillosa cala Mitjaneta. La razón de que no haya casi nadie no es otra, que el acceso, aunque corto, es complicado y algo peligroso.
Sin parar más, que para hacer fotos y disfrutar un poco, regresamos al pueblo. Aún nos quedaban casi tres horas y luz solar, por lo que decidimos, tirar para el otro lado de la carretera y tomar el sendero de Camí de Cavalls, hasta la increíble cala Macarella.
En total, la cosa nos llevo una hora de ida y otra de vuelta. El camino es puñetero -desigual, de anodinos paisaje de pinares y con el insoportable sonido de las despendoladas e infinitas cigarras de fondo- y largo, pero accesible para personas en cierta forma física. Tanto, que hasta se lo vimos hacer a una embarazada, a punto de salir de cuentas. El gran premio resultó ser, encontrarnos con una de las mejores playas de nuestros últimos viajes, sin apenas gente..
Al fin, anocheció, porque si no, seguro, habríamos seguido buscando nuevas metas.
La correspondiente aplicación de[ móvil, marcaba más de 70.000 pasos en esta esforzada jornada, cuando decidimos parar, para tomar un gran y helado refresco y comer unos snacks y un bocadillo, única alimentación del día. Ello demuestra, claramente, que las personas sedentarias podrían vivir, con la décima parte, de lo que engullen a diario.
miércoles, 2 de agosto de 2023
Prat de Llobregat, Mahón y Cala Galdana
Los trenes de media distancia, que circulan entre Valladolid y Santander, son mucho menos frecuentes y más viejos, que los que lo hacen, entre Pucela y la capital de España. Además, en Torrelavega, debes bajarte del convoy y tomar un autobús, porque la vía está de reparaciones hasta navidades. No obstante, llegamos a Cantabria puntuales y sin ninguna novedad.
Tampoco hubo contrariedades en nuestro primer vuelo y a las nueve de la mañana, aterrizamos en la Ciudad Condal. No tardamos ni cinco minutos en darnos cuenta, de los que iban a ser los verdaderos quebraderos de cabeza de este viaje: el insorportable calor y la pegajosa humedad.
El Prat de Llobregat no presenta ningún atractivo, pero si sus alrededores, contra lo que cabría pensar. Nuestros planes eran ambiciosos. Queríamos ir, a través de la desembocadura del río Llobregat, hasta la playa de Can Camins, distante unos seis kilómetros, por un camino accesible y transitado. Además, pretendíamos explorar la rica naturaleza del delta e ir al arenal no público. Pero, las malditas circunstancias meteorológicas y nuestro estado al borde de la deshidratación y de la insolación, solo nos permitieron lo primero.
Poco antes de la medianoche, llegamos a Menorca. En el exterior del aeropuerto existen varias zonas verdes de hierba tupida, así, que dormimos, como angelitos, hasta que los agresivos aspersores nos despertaron de forma súbita, a las seis de la mañana.
Cielo cubierto, que fue despejando y temperatura y humedad insoportables, desde primera hora, pero no estábamos dispuestos, a arrugarnos, como ayer, en una jornada de locura. A las nueve de la mañana, ya estábamos pateando, Mahón. La ciudad tiene un casco histórico agradable, aunque poco peatonalizado. Además, la zona de la bahía y del puerto es extensa, aunque no espectacular. El paseo marítimo sería muy mejorable. No tardamos en caer en la cuenta, de que los precios de hoteles y restaurantes -también, los supermercados, incluso, en productos básicos -, juegan aquí en otra liga, en la que no cabe ni siquiera, la clase media española.
Tras tres cuartos de hora de caro autobús interurbano, llegamos a Cala Galdana, la playa más accesible de este área, desde la propia carretera. Y es por eso, que aquí, se encuentra la mayor infraestructura turística de la zona, que acoge, sobre todo, a tranquilos y desahogados jubilados europeos. Pero, ni masificación, ni agobios.
Para abreviar diré, que tanto está cala, como las otras cinco, que visitamos, son todos maravillosas y preciosas, aunque si me tengo, que quedar con dos, serían Macarella y Sa Farola, de las que hablaremos en el próximo artículo.
La noche fue magnífica, disfrutando y durmiendo sobre dos hamacas en la orilla, viendo la luna y meciendonos con el relajante sonido de las rítmicas olas. Aunque a las seis de la mañana, nos levantaron con elegancia y sin reproches, porque los veinte euros, que cuesta cada una por el día, nos habría pegado una buena mordida al presupuesto.
Previamente y durante la tarde, habíamos accedido a otras tres calas: Mitjana, Mitjaneta y Macarella, pero eso os lo contamos otro rato.
martes, 1 de agosto de 2023
Planes a toda prisa y noches sin alojamiento. ¡Superándonos!
Así, que con la presión, que ejerce la escasez de tiempo tuvimos, que preparar un viaje de cinco días, que incluyera Santander, Barcelona, Menorca, Valencia y Madrid. ¡Un puzzle irresoluble o una absoluta locura para alguien, que no esté acostumbrado a confeccionar recorridos! No es nuestro caso. Y para rizar el rizo y viendo los precios del alojamiento, debíamos casar los vuelos de tal forma, que pudiéramos dormir en aeropuertos la mayor parte de las noches.
Explicamos, como lo planeamos:
Con nuestro bono recurrente a la.capital de Cantabria, adquirimos billetes gratuitos, desde Valladolid, a Santander, para la tarde del viernes 14 , de julio. Llegaríamos de noche y sin transporte público al aeropuerto, que cierra a las once. No habrá problema, porque aunque el camino es largo, sabemos ir andando y no hay peligros. Ya hemos dormido más veces en el exterior de este aeródromo Severiano Ballesteros, sin problemas.
A primera hora del sábado, vuelo a Barcelona, con toda la jornada por delante para el disfrute. Queríamos huir de lo clásico, que es dar vueltas por los lugares turísticos mil veces visitados e investigamos, si en el Prat de Llobregat -donde está el aeropuerto -, había lugares interesantes para unas horas. Y la verdad, si los hay. A última hora de la tarde, tocaría el vuelo hasta Menorca, donde dormiríamos en el exterior de la terminal aérea (también cierra por la noche).
El domingo, debía ser un plan de locura, aprovechando el tiempo desde bien temprano
El bus del aeropuerto nos llevaría a Mahón -2.80 euros - y tras la visita de la capital, nos trasladaríamos a Cala Galdana. Además de esa playa y por la tarde, accederiamos andando a otros pequeños arenales, como Mitjana, Mitjaneta y Macarella, relativamente cercanos, aunque de acceso no sencillo. La intención, dormir sobre la arena o las hamacas de la primera cala, como hicimos entre otros lugares, en Nomenvasia - Grecia-, hace tres años.
Para el lunes, un plan más relajado: trasladarnos a Ciudadela y descubrir la bella ciudad y sus alrededores, haciendo una caminata por la carretera de Sa Farola, donde destaca el faro y la cala del mismo nombre. Por la tarde, volveríamos, a Mahón y a última hora, nos trasladaríamos al aeropuerto, para pasar la noche.
El martes tocaría el retorno, volando a Valencia sobre las siete de la mañana. Los días anteriores, deberíamos haber resuelto el enigma, de como enlazar este destino, con Madrid, desde donde regresaríamos, a Valladolid gratis, con nuestro bono recurrente.
¿Y, cómo salieron los planes? Pues, os lo contamos en el siguiente artículo, pero ya os adelanto, que aunque con mucho esfuerzo, bastante bien y con un agregado no previsto: una terrible ola de calor, que nos llevó en Cataluña y Baleares por encima de los cuarenta grados y con una humedad cercana al 90%.
No se rompió el cántaro, que tanto va a la fuente, pero alguna vez, se quebrará y entonces, ¡solo Dios sabe!
lunes, 31 de julio de 2023
viernes, 28 de julio de 2023
¡Qué no cunda el aburrimiento, ni el pánico!
Después de casi veinticinco viajes en medio año -tres de ellos, al extranjero -, nos da la sensación -aparte de cierta confusión mental, sobre las circunstancias de unos y otros periplos-, de lo que nos pone, ya no es ver unos sitios y otros; sino superarnos, ir más allá, tener emociones, que sobrepasen a lo habitual. ¡Qué no cunda el aburrimiento, ni el pánico!
Disponíamos de cinco días en julio, que nos hubiera gustado disfrutar en algún lugar de Europa, pero como ya os dijimos en varios artículos, este verano resulta bastante difícil desplazarse por el viejo continente, debido a los elevados precios de los vuelos, incluidas las low cost.
Tras mucho trastear, encontramos billetes aéreos, desde Santander, a Barcelona por unos veinte euros cada uno. No nos lo pensamos más, a pesar de no tener garantizado a buen precio ningún trayecto de vuelta. Si hacía falta, volveríamos en un eterno regional exprés, que aún circula entre Madrid y Cataluña.
No teníamos tampoco planes específicos y estos resultaban complicados, porque conocemos la mayor parte de esta región. En contra, también, jugaba el precio del alojamiento, elevadísimo, casi en todas partes. Pero, si hacía falta, dormiríamos en la playa o donde fuera. Solo contábamos con un punto a favor: los billetes gratuitos de rodalies, que podíamos adquirir con una mínima fianza.
Pero, aún así, no nos preocupamos demasiado y hasta contactamos con nuestro amigo Martín - que reside actualmente en Barcelona -, para disfrutar de una tarde de cervezas y el resto, ya se vería.
A los cuatro días y faltando menos de una semana para la salida, cambiamos de planes. Encontramos un vuelo, de Barcelona, a Menorca, por quince euros. Era un destino, largamente deseado, aunque volver a casa desde allí salía carísimo y el alojamiento, mucho más gravoso, que en Cataluña. No obstante, compramos los boletos, porque además y por horario, nos permitía dormir la primera noche en el aeropuerto de Mahón y ahorrarnos el hotel. ¡Bienvenidos al turismo de ensaimada!
Dos jornadas previas a la partida, hallamos un trayecto, entre Menorca y Valencia, por 10 euros, como en las ocasiones anteriores, con Ryanair. Lo compramos. ¿Cómo volveríamos desde ahí, a Madrid? Ya lo veríamos, llegado el momento: Avlo, BlaBlaCar, Avanzabus, andado ...En cualquier caso, solución incómoda y no barata.
Pero, otra vez más en nuestras afortunadas vidas, tuvimos suerte. El día antes de volver y en un autobús, entre , Ciudadela y Mahón comprobamos, que los precios del vuelo desde aquí y a Madrid, para unas pocas horas después, se habían desplomado, a 35 euros . Teníamos ya las tarjetas de embarque, para Valencia, pero no lo pensamos más y nos hicimos con los nuevos pasajes. Somos expertos en chollos, pero nunca antes, habíamos encontrado una ganga con tan poca antelación.
Sobre el viaje, a Menorca, hablamos en los próximos post, pero adelantamos, que ha sido tan bonito y espectacular, como duro y tórrido.
jueves, 27 de julio de 2023
Haciendo balance
Hemos resuelto, el que creemos será nuestro último trámite importante en Azerbaiyán: la obtención de las tarjetas de embarque de nuestro vuelo de mañana, a Roma, con Wizzair. De ahí, a Olbia, cambiando de aeropuerto y por tierra, a Alghero, para volar, a Madrid.
Llega el momento de hacer balance sobre algunos de los aspectos de este viaje.
Sin lugar a dudas, lo mejor han sido los alojamientos. Todos bastante correctos y baratos. De los seis, cinco nos ofrecieron un buen wifi y los dos, que no contaron con aire acondicionado, es porque no era necesario, al encontrarnos en el Cáucaso.
Lo peor, el transporte y la información turística. El primero es confuso, escaso, -a veces- y con conexiones indirectas más frecuentes de lo deseado, incluso, entre lugares poblados. Donde hay un bus de ida directo, no existe a la vuelta, misteriosamente. Algunas oficinas de turismo hay, pero no cuentan con un solo plano o recurso informativo y solo se dedican a vender caras excursiones.
El país es algo difícil, porque la mayoría de la gente no habla nada más, que el azerí -ni siquiera conocen los números en inglés - y tampoco hacen mucho esfuerzo por entenderte, como en otros países. No son, en general, personas maleducadas, ni hostiles, pero si fríos y esquivos.
La vuelta resultó perfecta y pudimos enlazar y degustar, sin problemas, nuestro pudin de aviones de bajo coste. Nos cabreamos, porque el autobús de Fiumicino, a Roma y en tan sólo unos meses, ha subido un 60% ( de cinco, a ocho euros).
En Olbia, nos morimos de calor y de asco, porque la ciudad es horrible y caótica. En Italia, no nos terminamos de acostumbrar, a que en algunos supermercados, las cosas cuesten casi el doble, que en otros. Desde Alghero, Air Europa nos dejó en la T3, de Barajas, de madrugada.
Aquí terminan los 16 artículos de nuestro viaje, a Azerbaiyán. Esperamos, que os hayan sido útiles y entretenidos.
Regresando a Baku
Al final, el roce hace el cariño y nuestra inicial enemistad con Sekhi, se fue diluyendo, como los azucarillos de colores, que tanto usan en este país para endulzar el té y el café. La bajada de las temperaturas también ha contribuido a la causa.
Entre sorbos de combinados de vodka -omnipresentes aquí - y sueñecitos plácidos, la vuelta a Bakú fue más tranquila y rápida de lo esperado. Aunque aburrida, porque transitamos, constantemente, por el habitual paisaje desértico.
Comprobamos, que al mundo rural azerí llega incluso, una furgoneta con el logo de La Casa de Papel y sus máscaras dalinianos -en la capital están plasmadas en muchas camisetas - y que aún siendo un hábito residual en todas las edades, hay más mujeres de veinte años con el hijab en la cabeza, que de cincuenta. Ya sabemos, que el mundo está viviendo la etapa más destructiva y desastrosa en el último medio siglo, pero no nos gusta reafirmarnos cada día.
Como resulta imposible pasar una jornada en Azerbaiyán sin incidentes, tuvimos un desagradable encontronazo con un estúpido vigilante de seguridad del metro de la estación de autobuses. Esta alberga un desangelado y fallido centro comercial,más fantasma, que la madrileña estación de Chamberí.
El día terminó tranquilo, paseando por el borde del Caspio, porque en nuestro alojamiento de la anterior estancia había sitio y fuimos calurosamente recibidos, incluso, por Fátima, la niña de tres años, hija de los propietarios. También, nos saludaron efusivamente, al pasar por la puerta de la agencia, donde contratamos la excursión a Gobustan. ¡Empezamos a ser famosos aquí, ahora, que nos vamos!
El jueves, nuestra última jornada completa, en Bakú, nos lo tomamos con calma, como ocurre siempre, al final de nuestros viajes. El calor era asfixiante y no corría ni una gota de aire, algo muy raro, en la capital azerí.
Sin embargo, tuvimos tiempo para llevarnos otra decepción. Quisimos visitar por dentro los bajos de las Torres Llama. Pero, todos sus negocios han cerrado y se encuentran valladas, vigiladas e inaccesibles desde fuera. Otra muestra más de los gigantes con pies de barro, que construyen algunos países del tercer mundo con ciertos posibles, normalmente, ligados al petróleo.