Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 20 de octubre de 2019

"Sin wifi no puedo estar..."

                                           Tres de Bishkek y cinco, de Naryn (Kirguistån)
         "Sin wifi no puedo estar, wifi, wifi...Sin wifi no puedo mas, con tu router, con el mío..." Versionando, libremente, está canción de Reincidentes, estamos constatando, dura n     e      primeros días, en Kirguistán, que resulta complicado encontrar una conexión inalámbrica en la mayoría de hoteles económicos o lugares públicos.

          No ha sido el único inconveniente en estos últimos tiempos. Nuestro primer viaje en autobús por el país resultó algo complejo. Los kirguisos, parece que odian las corrientes y el aire acondicionado, por lo que los buses van herméticamente cerrados y nos hemos asfixiado, durante las 6,20 horas, que ha durado el nocturno y trepidante viaje, a Naryn.

          Al bajar, aún nos esperaba algo peor. Sin ninguna explicación, nos dejan tirados en medio de la nada, junto a una inhóspita gasolinera. Medio dormidos y aturdidos, ni siquiera tenemos fuerzas para ponernos nerviosos, porque nos vemos tan vendidos, que no sabemos por dónde empezar a funcionar.

          De momento, quietos, porque son las cuatro y media de la madrugada y sin luz, no queremos terminar en el fondo de uno de los frecuentes fosos o alcantarillas sin tapadera, además de las zonas de asfalto traicionero, tan típicas de este país. Pero, debemos empezar a caminar, al menos en círculos, porque el intenso frío de esta zona -más de 2.000 metros de altitud- nos hiela los huesos y la sangre.

          El empleado de la estación de servicio dormita y solo se compone, cuando llegan los escasos clientes. Un camionero, nos ofrece transporte, a Bishkek, pagando, claro. Un conductor particular, transporte y alojamiento. Taxistas, también hay, aunque nada desaprensivos. Menos mal, que parecen buena gente, porque nos hallamos inermes.

         Tras dos intensas y gélidas horas, amanece y nos ponemos en marcha, sin rumbo, lo cual nos hace acabar en unas preciosas, majestuosas y antiguas tumbas, que se encuentran en una de las laderas de estas montañas, que forman el cañón, dónde se ubica está tranquila ciudad. No vienen ni en la Lonely, lo cual dice mucho de esta editorial, a la baja, cada vez más.

          Naryn no es una joya al uso, pero si resulta una localidad muy acogedora a pesar de sus fosos y zanjas. No sólo, porque desde aquí se pueden realizar excursiones al caravasar Tash Rabat, trekkings o circuitos al lago, sino por su trepidante bazar, el entorno de su río, su vida cotidiana y sus estudiantes, la mezquita de azulejos y sus montañas escarpadas, llenas de nieve a finales del verano.

        Aquí, son tan originales, que han inventado el hotel sin ducha -ya lo conocíamos de Marruecos- y con cagadero sin puerta. Así, para que hagas tus necesidades de forma pública, como en la antigua Roma. O como alternativa, en una bolsa de plástico, dentro de tu habitación. En el super cercano y algo desabastecido, te las dan muy grandes.   

De bruces con Bishkek

                        Los dos primeras son camino, de Bishkek y el resto, de esta ciudad (Kirguistån)
          El viaje empieza mal, discutiendo amarga y largamente con una empleada de Bankia, que nos debe proveer de dinero y no lo hace, porque la caja cierra a las 11 y es más de la una. No hay problema en extraer pasta del cajero, pero al menos, queremos que nos cambie los billetes, que salgan -máximo, de 50€- a los importes deseados, pero de malas formas, se niega. Cabreo morrocotudo, con el único consuelo del dicho gitano, de " no quiero ver a mis hijos con buenos principios ".

          A menos está vez -y sin que sirva de precedente-, el trato del personal de Barajas resulta muy amable y no nos toca, ni el control de explosivos, ni abrir los equipajes (solo hemos facturado un bulto). La espera en la escala de Estambul se hace muy llevadera, porque nos atiborrados de delicias turcas de los Duty Free, hasta casi acabar vomitando .

          Por  cierto: los platos principales de la Turkish, muy ricos, aunque dejan bastante que desear las ensaladas y los postres .

          Tras el fácil y rápido ingreso, en Kirguistán, llega el típico aturullamiento, que suele invadiendo -solo son cuatro horas de cambio horario-, la primera jornada de todos los viajes, sean cortos o largos.

         Mi pareja -que tiene la cabeza más dura, que las miles de baldosas de Bishkek, ciudad que puede tener a gala estar entre las peores asfaltadas del mundo-, se empeñan en ir a buscar alojamiento a la zona más nueva -de perfil soviético, aunque con muchos parques-, mientras que yo soy partidario de buscar en la zona del bazar asiático y la estación de autobuses.

          Me hubiera alegrado haberme equivocado, porque el resultado no nos habría hecho perder cinco infructuosas horas, paseando por avenidas insulsas y escarpadas. No entiendo, como puede venir alguien a este país a hacer senderismo en las montañas, con los fantásticos trekkings aventureros y urbanis, que se pueden llevar a cabo. Y con los bultos a cuestas, a 30 grados y con el sol cayendo de plano sobre nuestras cabezas.

          Sin embargo, cuando decaen las discusiones, los reproches y los nervios y dormimos unas pocas horas, caemos en la cuenta de que está urbe no es tan asquerosa, aburrida y desbocada, como nos pareció durante las primeras horas.

          El caso resulta controlado y controlable -para ser tercer mundo- y la gente es relativamente amable y amistosa -aunque vayan al choque por la calle-, el bazar de Osh resulta estar limpio y equilibrado -a pesar de los posibles sobornos policiales, que nosotros no hemos padecido-, los precios de casi todo son bajos y las acogedoras zonas verdes te esperan a casi cada paso.

          Son muchos años viajando y no se nos quita el vicio de juzgar por las primeras impresiones.