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jueves, 5 de octubre de 2023

Un día aciago (parte II)

           Tuvimos, que caminar largo rato por la ribera de un río, esquivando la densa y molesta vegetación, hasta llegar a la puerta del establecimiento, que no cuenta con cartel o indicación alguna. Cuando ya nos íbamos a ir, después de haber llamado varias veces al timbre, apareció una señora -más tirando a vieja, que de mediana edad - y comenzó un intento de encerrona de manual. Como ella solo hablaba polaco y a gran velocidad tuvimos, que activar la aplicación Sayhi. ¡Lo del roaming gratis es una maravilla!

          En Booking pedían 105 zlotis, pero la buena mujer se desató, pidiéndonos 180. Le explicamos la situación y comenzó a darnos excusas, de que era una alcoba de mayor categoría y con el baño dentro, que la ofertada en internet. Y nosotros, volviendo a preguntar por la otra, pero no soltaba prenda sobre el precio. Y así, en bucle, estuvimos sin avanzar, durante algunos minutos.

          A esas alturas de la conversación ya teníamos claro, que la mujer era una sinvergüenza de categoría, pero aún así, tratamos de jugar la última baza, para evitar dormir en el aeropuerto. Le preguntábamos, si nos daba la habitación al primer precio, si hacíamos la reserva con la aplicación, allí mismo y nos contestó, que habría, que discutirlo, porque tendría, que hablar con su jefe, a ver que le decía . Y sin dejarnos siquiera responder indicó, que no tenía más tiempo para nosotros. ¡Vamos, que nos llevamos un buen plantón a la polaca!

          Evidentemente y cabreados tuvimos, que deshacer el sórdido camino para volver al centro. Decidimos visitar el precioso casco histórico de esta ciudad, en la que ya habíamos estado, en 1998 y de la que no recordábamos mucho, a la vez, que buscábamos alojamiento. Pero, las esperanzas de encontrarlo eran escasas, porque hoy en día, lo que no viene en Booking, sencillamente, no existe. Para estropear más la tarde, volvió a llover con fuerza y tuvimos, que parar un rato.

          Al menos y para la jornada venidera, nos aseguramos la reserva a buen precio, de una habitación en un hotel localizado y con mucha mejor pinta, que el de la pesadilla.

          Sobre las nueve y media de la noche y después de haber adquirido viandas y bebidas en un céntrico Aldi, nos dirigimos a la parada del autobús, pero la máquina expendedora se negaba a aceptar nuestras tarjetas de crédito. Así, que ni cortos ni perezosos, nos montamos al vehículo con los billetes erróneos del mediodía y no tuvimos más problemas, que ya habían sido bastantes.

          En el aeropuerto, buen wifi, taburetes para cargar el móvil y bastante permisividad con el tema de la cerveza y el alcohol. Aunque por la mañana, sobre las ocho y media, los maderos polacos nos despertaron y pidieron la tarjeta del embarque, que no teníamos para ese día, sino para el siguiente. Así, que nos echaron fuera.

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