Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 20 de abril de 2022

Hay cosas, que joden, pero que me alegran, enormemente


       Me fastidia mucho haber tenido, que cambiar de planes cincuenta veces, para organizar nuestro viaje de esta Semana Santa, por la alta demanda en los destinos planteados. Me molesta enormemente, haber pagado casi un 50% más por una habitación de hotel, que en las mismas fechas del año pasado. Me irrita hasta la saciedad, que nuestra única opción in extremis para poder viajar, fuera la de pasar cada una de las cuatro noches en un alojamiento diferente, por la alta ocupación, debiendo movernos a nosotros mismos y a nuestro equipaje cada mañana. Me raya, virulenta mente, haber pasado mas tiempo en lo que va de mes, trasteando con Booking, que practicando mis actividades de ocio favoritas.

          Desde que acabó el secuestro --llamado eufemísticamente, confinamiento-, hemos llevado a cabo veintisiete periplos de diferente duración, a través de más de 200 días en total y creedme, si os digo, que este inocente víaje de cinco jornadas por el sur de Cantabria, es el que más quebraderos de cabeza nos ha creado de todos ellos.

          Pero, tras tanta frustración, estamos contentos y encantados, de que al fin, todo haya vuelto a la normalidad en esta Semana Santa de locura, aglomeraciones e interminables atascos en las carreteras, que ya ni recordábamos en nuestras frágiles memorias.

        Durante los últimos veintidós meses de nuestras vidas -primero, sin vacunar y después, ya vacunados-, hemos disfrutado de una de las épocas más esplendorosas: billetes de autobús regalados, para fidelizar o descuentos importantes; aeropuertos silenciosos, casi para nosotros solos, con controles de seguridad, absolutamente relajados y amables; aviones casi vacíos; hoteles entre 20 y 35 euros la noche -incluida temporada alta-, en los que lo normal no era tener vecinos de habitación molestos, sino ni siquiera vecinos: atracciones o rutas senderistas desiertas...

        Llegó esta Semana Santa y todo esto explotó por los aires, generando nos incomodidad y resignación, pero a la vez, inmensa felicidad y empatía. Bienvenidos a todos al viejo mundo: a los ultrayihadistas radicales de las mascarillas; a los de las pruebas de antígenos después de cada comida; a los pesados y obsesionados, que no sabían, ni saben hablar de otra cosa; Alós fanáticos de los geles hidroalcoholicos; las alfombras para los pies y los guantes de plástico; a los apocalípticos, a los que no se han enterado de nada sobre el modus operando del virus, a pesar del largo paso del tiempo y de la inmensidad de la información; a los de las pantallas de metacrilato delanteras y laterales, que no se enteran, de que como el corona virus es un aerosol, puede acecharles por arriba o por detrás, a los iluminados ..

        Y con mi consternación, como bandera, os anticipo vuestro epitafio: "por vuestro miedo irracional y absurdo, habéis perdido dos años de vuestras vidas, que nunca recuperaremos, por muy largas, que sean" Y algunos, toda su existencia futura. El mayor drama de esta pandemia no han sido los muertos, sino los millones y millones de personas con trastornos mentales permanentes, que ni siquiera lo saben.

No hay comentarios: