Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 14 de octubre de 2023

Cabo Espartel y gruta de Hércules, en el noveno viaje a Marruecos

           Lo que más nos ha gustado de los dos últimos vuelos, a Tánger ha sido, que salieron antes de las seis de la mañana, lo que nos permitía disfrutar del día entero en el país alauita, que además, maneja un horario igual, que el de Canarias. Esto es valioso, cuando se cuenta con un tiemaréis  viaje ajustado, como era nuestro caso.

          El pasado mes de mayo y como recordaréis, nos marchamos cuatro días, a Marruecos. Visitamos viejos destinos, como Chaouen, Tetuán y Tánger, que ya conocíamos, sobradamente, pero a los que no íbamos desde hace unos cuantos años. En esta ocasión, desde el mismo punto de partida y con idéntico número de jornadas, tiramos para la parte occidental del país. Hay, que decir, que las cosas no salieron exactamente, como preveíamos, aunque por lo menos esta vez, contemplamos algún lugar nuevo.

          Descendimos del avión, cuando aún no había amanecido, abordando un fortísimo viento de levante, del que ya nos había advertido la tripulación. Pasanen mos sin problemas los controles de pasaportes y nos alejamos un poco del aeropuerto, buscando un taxi, donde se pudiera regatear el precio, para llegar hasta el cabo Espartel ( los de la terminal tienen tarifa fija). Lo conseguimos, sin mucho esfuerzo.  

          El faro del cabo está cerrado al público y el bonito paisaje de mar azul profundo debe ser contemplado desde arriba, sin posibilidad de descender. Desde allí y caminando, tomamos la carretera, que lleva hasta la gruta de Hércules, ubicada a unos seis kilómetros. En esta ruta nos topamos con un par de magníficas playas.

          Existen dos accesos a la cueva, aunque no lo tenemos seguro, porque a unos de ellos no entramos, dado que cuesta dice veces más, que el otro (60, por 5 dirhams). Se supone, que en este, está la famosa formación, que dibuja a un mapa de África, al revés. La parte que visitamos, es bastante chula y tiene cascadas abundantes, caprichosos recovecos en la roca y partes a cielo abierto. Unos pocos lugareños aprovechan para vender productos en su interior o tocar música, para ganarse unos dirhams.

          Optamos por regresar, a Tánger, caminando y desde luego, no fue una buena decisión. Y no, porque sean quince kilómetros de caminata o porque la carretera tenga mal arcén, que no lo tiene. Tuvimos, que luchar, contra un poderoso aire de frente y con una subida constante, de unos cinco mil exigentes metros, que nos dejaron exhaustos.

         Sabíamos de antemano y fue una de las razones para ir andando, que en este camino se encuentra nuestro conocido Carrefour, uno de los pocos puntos donde se vende cerveza, vino y bebidas alcohólicas, en Tánger. Aunque posteriormente y transitando al azar, descubriríamos una tienda de idénticos precios, muy cerca del paseo marítimo.

          Tomamos un hotel distinto al de la última vez, el Miami y nos equivocamos de plano. Detrás de un potente wifi y una limpieza impecable, el ruido exterior e interior nos hicieron muy difícil el descanso.

viernes, 13 de octubre de 2023

El regreso y el futuro inmediato

           Una vez visitada Bergen y nunca mejor dicho, estaba ya todo el pescado vendido. Había, que afrontar, una dura y larga vuelta, que no estaba contratada desde el principio del viaje, aunque si bastante estudiada.

       Si para algo nos sirvió el confortable y abuhardillado hotel de Gdansk fue, para gestionar ese regreso, a través de dos vuelos con la compañía Wizzair y otro, con Ryanair. Debemos decir y como ya estaba calculado, que nos gastamos más en estas dos compras, que en los otros seis trayectos del viaje, juntos.

          Desde Bergen, nos dirigimos, a Katowice, ciudad polaca muy cercana a la bella Cracovia, que hemos visitado muchas veces. Como ya hemos dicho en algún otro artículo, su aeropuerto resultó ser el peor del periplo, aunque el bus al centro de esta urbe es muy rápido y barato. Está ciudad no cuenta con nada más, que algunas discretas iglesias y una agradable y paseable zona comercial peatonal.

          Despedimos Katowice, rumbo a Ibiza, lugar, en el que ya estuvimos hace veinte años. Pero, no bajamos a la ciudad, porque eran tan solo unas ocho horas de escala, todas de noche. El aeropuerto es, un auténtico caos, aunque no tuvimos mayores problemas para embarcar en nuestro vuelo, a Valencia.

          Desde este punto y por 25 euros, A LO nos traslado a la capital de España y nuestro bono recurrente, desde Madrid, a casa.

          Dos proyectos viajeros se avecinaban de forma inminente. Cuando esto escribimos, ya hemos estado cuatro días en el norte de Marruecos, en nuestro noveno viaje por este país. Escribiremos algún artículo sobre esta sosegada experiencia.

          La otra aventura, aún por empezar, dará comienzo con un trayecto en autobús, el 21 de octubre, desde Valladolid, a Santander. Desde ahí, un vuelo a Viena, con Ryanair y otro, a Kuwait, con Wizzair (en total, 65 euros cada uno, por ambos trayectos). Esos boletos aéreos ya están comprados. La idea siguiente es, trasladarnos, a Mascate, en Omán y de ahí, a India o a Bangkok, dependiendo de cómo bse presenten las cosas. Se trata del noveno viaje largo, que por motivos logísticos y personales, pretendemos extender hasta principios del año, que viene. ¡Casi tres meses de duración!

       La fecha previa al día de la Hispanidad, la aprovechamos para asistir a un concierto de Tequila, en la plaza mayor, de Madrid. ¡Sencillamente, BRUTAL!    

Bergen (parte II)

           Bergen es mucho más, que su extraordinario mercado de pescado y un lugar, donde guarecerse de los agresivos calores del verano y de principios del otoño. Bergen, sobre todo, está marcada por su magnífica e inigualable situación geográfica, con una costa repleta de ensenadas y salientes de formas muy caprichosas y bellas.

          Si alguna vez, habéis visto, aunque sea, unas pocas fotos de esta ciudad, no se os escapará, que la imagen más destacada es la de las casitas estilo nórdico, alineadas junto al mar y que son muy vistosas, desde el frente de la serena bahía. Debemos decir, que nos desencantaron un poco, porque unas cuantas de ellas se encuentran en obras, como tantos otros atractivos turísticos a lo largo de este viaje.

           Bergen tiene un pequeño casco histórico de agradables calles y con unas pocas iglesias y la catedral y edificios de interés, que hacen agradable el paseo. Es muy visitada la cercana zona de Bryggen, compuesta por muchas edificaciones de madera en diferente estado de conservación, donde han recalado unos cuantos negocios orientados a los viajeros y turistas.

          También, en la plácida Bergen, hay lugar para el senderismo urbano, que llevan a cabo, sobre todo, los lugareños. Se trata del ascenso a la cima del monte Floyen, desde donde contemplar las increíbles vistas de la bahía y una panorámica global de la ciudad. Hay, que estar un poco en forma para completar este camino ascendente, mayormente asfaltado y curvilíneo, en el que, aproximadamente, se invierte una hora en llegar y otra, en descender, si te lo tomas con calma y vas haciendo paradas contemplativas y para fotos. Aunque también puedes subir en el funicular.

          También y para escalas o esperas largas -como fue nuestro caso -, resultan entretenidos los alrededores del aeropuerto, porque cuentan con numerosas y largas aceras, además de bastantes carriles de bicicleta.

          Una de ellas y a lo largo de seis kilómetros, lleva hasta la localidad de Lagunen. Su mayor atractivo es un enorme centro comercial dotado de todos los servicios imaginables, incluido un competitivo y bien abastecido supermercado. Hay otro super de menores dimensiones, más cercano -a poco más de un kilómetro de las terminales -, en dirección contraria. Por otras zonas asfaltadas, se puede llegar a diversos pequeños pueblos, sin demasiado interés, pero en una actividad, que permite pasar el rato sin peligro aparente.

          Lo que más nos ha llenado de Bergen es la sensación de paz, de tolerancia y de convivencia sencilla, que trasmite. Si excluimos los prohibitivos precios de las bebidas alcohólicas, del vino y de la cerveza, es posible comer o beber por cantidades razonables y más, teniendo en cuenta, el nivel salarial de sus nativos y acogidos. Entre estos últimos, destacan fundamentalmente, los europeos (muchos españoles). Nos extrañó, que no haya casi inmigración del otro lado del charco o del norte de África, como ocurre en otros países del continente.

Bergen (parte I)

          Bergen nos recibió sobre las cinco de la tarde del viernes. A mediados de septiembre, los días aún son largos y anochece cerca de las nueve de la noche. Pero un cielo inquietantemente plomizo y la persistentemente y desmotivadora lluvia, nos hizo refugiarnos en la terminal, casi todo el rato y fue una pena, porque en los alrededores de este aeropuerto hay muchas formas de pasear, entretenerse y conseguir algunos servicios. A la mañana siguiente, amaneció también muy nublado, pero el agua nos respetó.

       La forma más económica de conectar con el centro es un tranvía -asi lo llaman ellos-, aunque es más bien, un tren de cercanías, que tarda unos tres cuartos de hora y cuesta treinta coronas. Nos dimos en el desconcierto, al comprar los billetes, porque en la máquina no hay ranura alguna. Solo pagas con tarjeta y no recibes un ticket en papel o físico. Si quieres, te mandan un SMS, al móvil. No hay barreras para el acceso al convoy, porque allí se fian, de que todo el mundo cumple. Tampoco viajan revisores.

          Pero, como pícaros latinos, nosotros decidimos, que no pagaríamos el viaje de vuelta. El sencillo razonamiento es el siguiente: teniendo un cargo demostrable de la empresa de transporte en la tarjeta de crédito, nadie podría asegurar, si el tramo completado es el de ida o el de vuelta, siendo el mismo día. No hay excusa: cuando se trata de ajustar el presupuesto,no somos de fiar.

          Después de sufrir un repentino incidente gastrointestinal, solventado a tiempo, llegamos a Bergen, el día, en que se celebraba su marathon. La estación de halla muy cerca del magnífico mercado de pescado, donde también se comercializan otros productos. En él, nos sorprendió, que trabajan bastantes españoles, bien, como empleados, bien, como emprendedores. Entre estos últimos, los vendedores de paellas muy completas, que tienen clientes locales para aburrir. Nada de escatimar en mariscos, como en muchos bares de España, porque si no, allí no vendes. Ni engañan, ni se dejan engañar.

          Nosotros y guiados por nuestra curiosidad y por la constante economía de guerra, decidimos decantarnos por el género local, porque además, son numerosas las degustaciones gratuitas, donde puedes probar varias cosas, a la vez y en el mismo puesto, sin enrojecer. No nos conformamos con degustar el colosal salmón noruego, sino que ingerimos carne de ballena, de alce y de reno, en forma parecida al embutido. ¿Nos gustó? A ver: no nos entusiasmó y menos, al desorbitado precio de caviar iraní, que piden. Pero reconocemos, que educando nuestro paladar a esos sabores ahora extraños, podríamos sacarles mucho partido.

          No nos resistimos, antes de comenzar la visita del resto de atractivos del lugar y de los alrededores, a inspeccionar a fondo un supermercado cercano, con unas cuantas marcas blancas. Teniendo en cuenta, que un noruego medio gana unos 5.500 euros mensuales, encontramos unos cuantos productos, que mantienen un precio similar al de España o incluso, inferior: hablamos de galletas y otros dulces, algunas ensaladas o ensaladillas, los refrescos -en pack de dos por uno-, determinados snacks... Lo de la cerveza es otra cosa, costando la lata más barata de medio litro, unos tres euros (los super no venden vino ni alcohol de mayor graduación).

          El carácter práctico y calculador de los noruegos les ha llevado, a comercializar con mucho éxito local -menos entusiasmo causa en los turistas-, tubos equivalentes a los de pasta de dientes, rellenos de crema de salmón, caviar del susodicho, queso, salchichas...y hasta de chorizo. Se quita el tapón, se presiona abajo y ¡ a untar el pan!. Ñam, ñam.

lunes, 9 de octubre de 2023

Chicas y chicos...

 Esta es la última entrada de este blog, hasta que Google lo autodestruya, cosa,, que hizo con nuestra web. Ha sido un placer contar nuestras experiencias 


Seguiremos viajando, por supuesto. Pero de forma privada.


Adiós y hasta siempre.