Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 3 de octubre de 2014

Los otros habitantes de India

Estas dos primeras, son del templo de las Ratas, en Bikaner (India)
          Escribo este post, desde el calor anímico de mi hogar, frente a la pantalla del ordenador y el teclado, ajena a todo el estrés, que en diferentes grados y fases, sufres en India. La dulzura, que el haber vuelto sanos y salvos, otorga a cualquier recuerdo del viaje, no hace, sin embargo, que se queden atrás, las dos obsesiones mayores -o al menos, más persistentes-, que vives en un periplo por este país: los innumerables y diversos cacharros, que te asedian y amenazan, a cualquier hora del día y la presencia constante de animales, que cuando los termómetros superan los 40 ó 45 grados, se hacen más perceptibles y molestos. Existe una tercera sensación: la imposibilidad de sentirte en soledad o tranquilidad en alguna parte -salvo en la habitación del hotel-, aunque esa, ya la hemos superado, incluso antes, de llegar a casa.

          Sobre el primer aspecto, ya hemos hablado bastante, a lo largo de este blog, en nuestros dos viajes largos al país. Así, que me centro sobre el segundo: los malditos animales. Fácil, verdadero e hilarante sería decir, que en India, los animales salvajes tienen dos patas, hablan hindi y moran en las ciudades, mientras los seres normales y apacibles, disfrutan de los parques nacionales. Pero, hoy no me referiré a este asunto, sino a lo que conocemos tradicionalmente, como animales. Vamos con ellos:

          -Vacas: A cualquiera, que le hablen de India, automáticamente, la relaciona con las vacas, campando a sus anchas por las calles. Y cierto es, aunque de forma desigual. En las grandes ciudades, apenas las hay. De Nueva Delhi, fueron sacadas a la fuerza, cuando llegó el asfaltado y en Calcuta o Bombay, tampoco las encuentras, fácilmente. Son más frecuentes, en el norte, que en el sur y sus enormes plastas, pueblan lugares, como la parte vieja de Varanasi, hasta casi acorralarte. No es infrecuente -sobre todo, si se camina de noche-, pisar seis o siete, con bastante impotencia. Los lugareños las amasan sin pudor, supongo, para obtener combustible.
                                                              Rishikesh (India)
          Por cierto: no las tratan tan bien, como se dice -les tiran de la cola, para apartarlas, además de otras perrerías-, no paralizan el tráfico y pasan más hambre, que Carpanta. ¡Definitivamente, ser sagrado en India, no es ningún chollo!.

          -Los perros: De verdad, que antes de volver al país, no recordaba su presencia masiva, dando igual la localidad o la zona del país. La mayoría son callejeros, vagan a sus anchas sin correa, pero sorprendentemente y dadas las condiciones generales, están bastante limpios. ¿La razón?. Ni idea. Los indios los suelen apedrear sin motivo y por cualquier cosa. Por eso, ellos se aferran a los escasos extranjeros y pueden llegar a seguirte por toda la ciudad, durante horas, como nos ocurrió, en Puducheerry. Llama también la atención, lo mansos, que son y lo poco, que ladran.

          -Las moscas: A veces, del tamaño de avellanas, son extraordinariamente molestas, en todo el país, pero especialmente, en los estados de Uttarakhand y Rajasthan. Crecen y se multiplican, al calor de las vacas y son extraordinariamente desquiciantes. Es posible, que mientras haces una foto, tengas nueve o diez, sobre tu cuerpo.
Haridwar (India)
          -Los monos: En el anterior viaje, ni los vimos, no sé, si por los sitios visitados o por la época del año. Esta vez y aunque no en todas partes -más en el norte-, los padecimos bastante, hasta tal nivel, de estar a punto de ser mordidos por uno. Pueden llegar a ser peligrosos, sobre todo, si se lleva comida encima.

          -Cabras: Quizás, las menos molestas de todos los especímenes callejeros, se disputan con las vacas, la interminable basura de las calles, en una gran labor de recuperación del medio ambiente.

          -Cerdos: La mayoría de color negro, perfuman, en menor medida, unas cuantas ciudades de la India.

          -Gallinas y algunas otras aves de corral, muestran menos presencia y generalmente, en pequeñas localidades.

          -Las ratas: Del tamaño de conejos, suelen operar con impuni9dad por las noches, aunque no le hacen ascos al día. La sensación es tan extraña, como asquerosa, cuando caminas descalzo por su famoso templo, cercano a Bikaner y te pasan por encima de los pies, mientras guris estúpidos o lugareños devotos, las ceban.
                                                     Puducherry (India)
          -Los bichos interiores y exteriores (inside & outside). Los primeros, se hallan debajo de algunos colchones y pueden provocar severas alteraciones en la piel de los humanos. Afortunadamente, solo los encontramos en un par de alojamientos, de casi 50. Los segundos, son más frecuentes y se manifiestan, por lo general, en forma de mosquitos. No nos picaron demasiado, en ninguno de los dos viajes al país.

          -Nos extrañó, sobremanera, no ver ni gatos, ni palomas. Especialmente, lo primeros. Dado, que las segundas, suelen encontrarse en plazas y parques y de eso en India, no hay. Y sobre los gatos, no seáis mal pensados: ¡los hinduistas no comen carne!.


          El paraíso animal por excelencia, en India, es Rishikesh, donde se encuentran ejemplares de todo lo mencionado, anteriormente y algunos más.

Segundas partes: unas fueron buenas y otras, no

                                                                                         Amritsar (India)
          Reza el dicho, que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, a mi entender y en esta cuestión, puede haber de todo. Ceñiremos este post y como ya avancé en su día, a ciudades, que hemos visitado en este viaje, por segunda o sucesivas veces (que no han sido pocas). Puede ser, que donde dije digo, diga Diego, de aquí a un tiempo. Bastan ejemplos anteriores. La primera vez, hace ya mil años, que fuimos a Florencia, me encantó, pero esta ciudad, no aguantó una segunda visita. Roma, por el contrario, me decepcionó, enormemente y ahora, después de más de diez reencuentros, es mi urbe europea favorita, con diferencia.
Bophal (India)
          Aunque, en un arranque de sensatez y en 2.004, decidimos no volver a los lugares ya conocidos anteriormente, por diversas circunstancias y en este periplo, nos ha tocado hacerlo. Y las sensaciones son, de diferente calado. Veamos:

          -Jerusalén: En esta ocasión, nos ha decepcionado, ligeramente. Sigue siendo preciosa, pero no encontramos ese alma, que nos cautivó, en 2.007. Tal vez, la razón sea, que entonces, había miles de personas, celebrando la Semana Santa y La Pascua Judía.

          -El Cairo: Nos ha emocionado y llenado de gozo. Desde luego, está mucho más apañada, que hace ocho años, a pesar de la supuesta conflictividad social (nosotros no la vimos). En esta amable argumentación, también puede influir, que veníamos de India y cualquier lugar, desde esa procedencia, resulta un paraiso.
Ellora (India)
          -Delhi: Nos aburre, vista tras visita, aunque si te curras el plano y coges el metro, tiene decenas de sitios interesantes. Su constante bruma/contaminación, no es algo que motive para volver a sus calles. Y su colapsada estación de trenes -que hay que cruzar, eternamente, si se quiere coger el metro, donde te registran, como si fueras un terrorista-, aún menos.

          -Jaipur: Un feliz reencuentro. Aunque, nos engañaran con el precio de la comida, disfrutamos más de esta ciudad, que hace tres años.
                                                         
                                                                                           Bombay (India)
           -Udaipur: Lo mejor de volver a ese lugar, el fantástico wi-fi del hotel.
Kanyakumari (India)
          -Calcuta: A pesar de los bichos de nuestro alojamiento, es nuestra segunda casa (la primera es, Bangkok). Cuanto más tiempo pasas allí y más investigas, más la disfrutas. Es la ciudad, donde mejor se come, en India.

          -Varanasi: ¡Ay Diós!. No aguantó una segunda visita y me siento culpable por ello, porque es maravillosa.

          -Bombay: Por fin, tuvimos oportunidad de explorarlo a fondo y descubrimos, que resultó lo mismo, que cuando en la anterior incursión, lo vivimos, de forma más superficial.
          Esta y la siguiente son, de Bangkok (India)
           -Margao y Goa, en general: En un lugar, donde la cerveza es tan frecuente y barata, es imposible sentirse mal, vengas una vez o cinco.

          -Madurai: Tan horrible, calurosa y caótica, como la primera vez.

          -Puducherry: Esta, sería nuestra tercera casa. Cerveza barata, paseo marítimo peatonal y un buen alojamiento de un francés, tienen la “culpa”. Acudir a ella varias veces es, como una tarifa plana.

          -Chennai: La primera vez, un horror. La segunda, el doble. Pero, no desesperéis: ¡¡están haciendo el metro!! y aún lo tienen todo, más manga por hombreo (y parecía imposible).

          -Bangkok: Es nuestro hogar, nuestra primera casa y casi, el paraiso terrenal. Después de más de diez visitas, cada vez, disfrutamos más de esta maravillosa ciudad.

          Paranoias al margen, para cualquier viajero que pase por estos destino del planeta, en su primera vez, le resultarán magníficos (salvo Chennai). Lo que he pretendido hacer aquí, básicamente, es una composición en forma de texto, que muestra, cuando alguien es tan privilegiado, que puede visitar los sitios muchas veces. Lo peor de esto -y eso, que no lo contamos mucho- es la envidia, que generas. ¡Ya es triste, que por haber disfrutado y sin deberle a nadie nada, haya gente, que te odie!. Allá ellos.


Tras casi cinco meses, ¡este viaje se acaba!

                                                             Todas las fotos de este post son, de Jerusalén (Israel)
          Desde la nada transitada -que no, intransitable- frontera de Israel, hasta Eilat, hay unos 10 kilómetros, de acceso peatonal fácil, sino fuera porque hace 47 grados y no tenemos ningún tipo de líquidos, para variar (este último inconveniente, lo resolvemos, pidiendo llenar una botella de litro y medio en una fuente de agua fresca de un club de buceo). Y es, que el camino debemos hacerlo andando, dado que no tenemos shekels y no hay un solo cajero, hasta abordar el centro.

          Eilat es una ciudad tranquila, agradable -si no fuera por el desértico calor-, algo dispersa eso sí, pero cuenta con un transitable paseo marítimo, lleno de tiendas de todo tipo y de paseantes (esa figura tan extraña, durante nuestros últimos meses). Aunque, han sido solo unos pocos kilómetros, se nota que hemos cambiado de país: los pantalones minimalistas de las chicas; los coches de gama media-alta; los centros comerciales; los cochecitos y demás inservibles e infinitos trastos de niño, que acompañan cada tarde a cualquier peque occidental; las innumerables tienda 24 horas (qué no sé de que vivirán, dado que son caras y no tienen clientes)...

          Aunque en lo que más se advierte el cambio, es en la diferencia de precio, sobre todo en los productos de alimentación y consumo diario. No es, que cuesten bastante más, que en Egipto, sino que muchos, se venden al doble o al triple, que en Europa. Qué te pidan por un shawarma 10 ó 12 euros, no es infrecuente o por una Coca Cola de dos litros, casi 3. Y esto, no es particularidad de Eilat, sino de todo Israel (durante nuestra anterior estancia en el país, no lo detectamos, dado que entre la Semana Santa, la Pascua Judía, que traíamos alcohol y que nuestro hotel ofrecía un copioso y variado desayuno, apenas consumimos nada en la calle).

          Lo que es más económico -aunque, en todos los casos, muy incómodo- es el transporte público. Y además, en este sentido, tenemos suerte: tal como habíamos leído en internet -al igual, que en Egipto, no tenemos guía del país-, hay un bus nocturno a Tel Aviv, que circula a gran velocidad y por mucho mejores carreteras, de las que estamos acostumbrados en los últimos meses. Al menos, nos ahorramos una noche de hotel. Aunque, más bien y en las próximas jornadas, lo que tenemos previsto es pernoctar en dormitorios compartidos de hostels, porque la cosa pecuniaria, no da para más.




          Y, para nuestra sorpresa, la experiencia en este sentido, no ha sido mala. En Tel Aviv, nuestra habitación compartida de ocho camas estaba completa y el escaso desayuno nos sentó fatal a los dos (ya es difícil agarrar diarrea con té y/o café, mermelada, nocilla y tostas de pan integral, pero así ocurrió). Pero, el lugar está muy acondicionado y pensado para una estancia muy satisfactoria: wi-fi, agua caliente, cocina de uso común, parrilladas nocturnas de pago -no caras-, agradable terraza con bar y tranquilo jardín en la planta baja, con minúscula piscina portátil y sugerentes sofás.

          Por cierto y hablando de desayunos, tengo una inquietud existencial. ¿Por qué unos tipos tan canijos y flacuchos, como son los japoneses, desayunan en los hostel/hoteles, dos o tres veces más, que cualquier fornido europeo?. Lo llevamos constatando, durante 25 años y esta vez, no fue menos: siete tostadas del ala, se metió para dentro un discreto nipón. Y además, ¡siempre suelen tener tendencia a quemarlas!.

          El hostel de Jerusalén resultó algo más básico, aunque como contrapartida, estuvimos solos en un dormitorio de 12 camas y disfrutamos de baño interior. El dueño resultó, muy agradable y de cierto espíritu libre: no hace falta registro de entrada, wi-fi sin contraseña, puedes irte y dejar el equipaje, hasta la hora que te de la gana del día siguiente... ¡Se agradece, enormemente!.

          Sobre Tel Aviv, ninguna queja: una sugerente y accesible ciudad, con su interminable corniche y una casco antiguo espectacular (llamada Jaffa, aunque a los efectos de pronunciación sea, “Yafo”).

          En cuanto a nuestro retorno a Jerusalén, ya ampliamos un poco más en el próximo post, más genérico, dedicado a los retornos a sitios anteriormente, ya visitados.

          Estaba previsto, acercarnos a la no muy alejada Haifa, pero el tiempo se nos vino encima y el transporte -como al aeropuerto- es muy caro. Además y una vez investigado el asunto, los atractivos no son tantos, como algunos indican.


Entrando en Israel por tierra, desde Egipto

                                                        Todas las fotos de este post son, de Tel Aviv (Israel)
          “¿Venís de Egipto?”, dice entre extrañada y aterrada, la chica del hostel, de Tel Aviv, que formaliza nuestro ingreso en uno de los abarrotados dormitorios compartidos del establecimiento. “¿Y, habéis llegado volando o por tierra”, indaga, con mayor curiosidad. “Por tierra, cruzando la frontera entre Taba y Eilat”, respondemos, mientras engullimos vasos y vasos de agua fresca de la fuente/garrafa, que por su adecuada gentileza, proporcionan a los huéspedes.

          “¿Y no habéis tenido ningún problema, ha sido fácil?”, investiga la amable mujer. “Muy sencillo, tan solo tardamos en cruzar la desierta frontera cincuenta minutos, con las habituales molestias y comprobaciones. Pero, en 2007, la cosa se demoró por 3 horas y con peor pinta”, aseguramos. “Really, only fifty minutes in the border?”, espeta toda sorprendida.

          Y es que Israel, es un país complejo. Las experiencias, que uno tiene, pueden ser diversas y no valen como norma general. Donde menos te lo esperas, puede surgir un decepcionante y frustrante contratiempo y cuando vaticinas dificultades, todo se resuelve sin demasiado esfuerzo.

          Solo debes guiarte por un principio: los israelíes son desagradables por naturaleza o por necesidad, que también puede ser. Tal vez, las personas más hostiles del planeta, pero si no te tomas las cosas en plan personal y te muestras tranquilo, tienes mucho ganado (o menos perdido).

          Y, sobre todo, cuando entiendes, que están cagados de miedo, ante no se sabe muy bien qué amenaza, dado que podrían aplastar a sus vecinos en poco tiempo, en caso de conflicto y como ya ocurrió, durante la nefasta guerra de los seis días. Pero, les encanta sentirse importantes y hacerte de menos.

          Lo de entrar a Israel, puede impresionar y agredir a los más novatos. Preguntas indecentes y excesivamente personales, diseñadas por maquiavélicos protocolos de mentes insanas, sacan de sus casillas a casi cualquiera. Valgan como ejemplo estas dos: “¿así, que dices, que eres español y no te gusta el fútbol? O El agua, que llevas en esa botella, ¿la has cogido de forma integra en Israel?. Pero, con el tiempo, aprendes que nada tienen contra ti y menos, si no llevas un visado de los países malignos (los árabes de oriente medio, con la excepción de Egipto y Jordania).

          Son, simplemente, estúpidos y aprovechan a reclutar a niñas, niños e inmigrantes -muchos de ellos latinos -, para colocarles una metralleta al hombro, hacerles creerse Rambo y llevar a cabo -supuestamente-, todas estas tareas de “limpieza fronteriza”. Pero luego, cualquier israelí vaga por la Unión Europea, sin que ni siquiera le hagan una sola pregunta. ¡No es justo!.

          Esta vez y con una estancia bastante tranquila, el problema surgió en la explanada de las mezquitas, de Jerusalé. A un obeso y malhumorado funcionario de policía y sin dar razones -solo gritos en hebreo-, se le ocurrió, que éramos inadecuados o peligrosos para visitar ese lugar y así nos dejó sin poder hacerlo, después de persistentes intentos (menos mal, que ya accedimos al recinto en 2.007).

          Lo de la explanada de las mezquitas merece mención aparte. A los guiris, solo nos dejan acceder por la puerta de ingreso, que hay desde el Muro de las >Lamentaciones, donde a las mujeres, les endosan un pañuelo para que cubran sus hombros. Luego, los controladores palestinos, como el pañuelito tiene letras en hebreo, te lo obligan a quitar y a ir como una descocada, cuando nunca lo permitirían en cualquier otra mezquita. Y finalmente,, el funcionario israelí, que cuan portero de discoteca, desequilibrado mentalmente, decide o no tu acceso.

          Pero, tres cosas nos encantaron de nuestra segunda estancia en Israel: 1) lo educados, que son los conductores, que paran en todos los pasos de cebra. 2) Fuentes de agua fría por todas partes. 3) Wi-fi gratuito en la mayoría de los lugares de concentración pública. Sorprende todo esto, en uno de los países más caros del mundo (sobre todo, en materia de alimentación, donde las cosas cuestan el triple, que en España).

          Y una cuarta y una quinta, también. Estuvimos toda nuestra estancia, sin padecer sus molestos y encadenados días festivos (al contrario, que en nuestra semanasantera estancia anterior). 

          Y la más importante: ya no hace falta pedirles, que te pongan el sello de entrada en una hoja aparte, como antaño. Ahora, te sacan una especie de pegatina/visa, que debes conservar hasta la salida, donde te entregan un papelujo con tu foto, que a modo de ticket de metro, debes validar en las máquinas del aeropuerto. ¡Todo un fructifero regate a sus vecinos árabes!, que se afanan en buscar sellos israelíes en los pasaportes, compulsivamente, para no dejarte entrar.


Días de buceo, calor y relax

                                                             Todas las fotos de este postt son, de Dahab (Egipto)
          A Dahab, ya le teníamos ganas, desde el viaje a Egipto de 2006, pero en aquella ocasión, las cosas se torcieron.

          Tras arribar de madrugada, la primera mala noticia es, que la estación de autobuses -privada- está lejos del centro. La segunda, que hace un calor espantoso y el sol cae como un cuchillo sobre la cabeza. La tercera, que los restaurantes son inaccesibles -3,5€ por un caldo de pollo o 7,5€ por un shawarma, son claros ejemplos. Y, la cuarta, que todo lo que hay que hacer aquí -buceo, snorkel y el Monte Sinaí- se encuentran a una distancia variable, que te supone invertir más dinero, bien por libre o a través de las voraces agencias.

          Pero, a partir de aquí, comienza lo bueno, que no es poco. El alojamiento es barato y casi todas las habitaciones disponen de aire acondicionado. Existe un sublime paseo marítimo -de más de cinco kilómetros-, que da soporte a un pequeño pueblo, tranquilo, accesible y formado de edificios -la mayoría, hoteles y restaurantes- de estructura diversa, pero casi siempre, muy agradable y con culto al buen gusto. Lástima, las decenas de negocios, que están a medio hacer y nunca más se supo o los abandonados, aunque mayormente, se encuentran en las afueras.

          Y, el mar aquí tiene un color tan bello, que pocas veces he visto, aderezado por la rosácea tonalidad de las anárquícas, escarpadas y juguetonas montañas del desierto. El problema de Dahab no es otro, que el de la mayoría de las playas del tercer mundo: un sólo pollo, para varios kilos de arroz. O lo que es lo mismo y para que se entienda mejor,: cada guiri tocamos aquí, a dos hoteles y cuatro restaurantes por cabeza. Da pena, contemplar toda esta infraestructura y a la gente, que ha arriesgado su dinero, siendo los protagonistas de una ciudad fantasmal, donde pareciera, hubieran lanzado una bomba neutrónica (sólo destruye a las personas y no, las edificaciones).

          Tras muchas vueltas y después, por fin, de comprar los billetes de retorno a España -desde Tel Aviv-, descartamos hacer la excursión del Sinaí y el monasterio de Santa Catalina, por varias y poderosas razones, a saber:

          1ª.- . Incomodidad de la hora de salida y noche al raso: de 23:30 horas, a 12:00 de la mañana.

          2ª.- Calzado deficiente y escasa ropa de abrigo, para tal ascensión.

          3ª.- Tener que subir, por la noche, cosa que no nos agrada (otra cosa hubiera sido ascender por la tarde, hacer noche y después, madrugar).

          4ª.- Espera nocturna de varias horas, sin hacer nada, en el Sinaí, hasta ver amanecer.

          5ª.- Incipientes y amenazadoras almorranas.

          6ª.- Estar sin hotel durante doce horas, padeciendo el insoportable calor.

          Total: demasiado esfuerzo, a caro precio, y ya nada necesario, a estas alturas delo viaje.


          En cuanto al buceo o smorkel, tres son los sitios más típicos de los alrededores de Dahab: el blue hole -interesante, bonito y agradable, aunque con tubo no se ve ni un sólo pez- el canyon y las tres piscinas, de estas últimas ya os hablaré, porque todavía no hemos ido. Y, tampoco a Sharm el Seik. La poca frecuencia del servicio de autobuses y su precio, nos desanimó (East Delta Travel, mafiosos donde los haya),

Las posturas del "Callesutra"

Mcleod Ganj (India)
          Los indios inventaron tantas cosas, que sin su aportación, no sería comprensible nuestra vida diaria, dado que de ellos proviene nuestra escritura y los números. También, las posturas del kamasutra, que nosotros, ya tan poco practicamos. Con cierto sentido del humor -y espero, que sin apelar al mal gusto-, el objetivo es resumir otras posturas en India, las del “Callesutra” o en la vía pública. Aunque, en verdad, ya el post no nos hace la misma gracia, escrito desde Egipto, una semana después de abandonar India.

          De todas formas, vamos “pa'lante”, que es gratis escribirlo y no hay obligación de leerlo.
Haridwar (India)
          1ª.- Postura esencial del Kallesustra: abierto de piernas y con los codos extendidos, en el sitio donde más se moleste o donde más difícil es el acceso en la vía pública (es un decir, estas dos últimas palabras)

          2ª.- Estar tirados en el suelo -más frecuentemente en el sur-, al lado de la basura y de charcos infectos

          3ª.- Reposando en cualquier transporte privado; en el tuck-tuck, lo habitual es, tumbado, con la pierna para arriba y en la moto, en posición de espera, de que pase algo -que nunca pasa- y con la mirada pérdida (esta postura incluye una peligrosa y frecuente variante: ojos al infinito, hablando por el móvil y arrancando hacia adelante, hacia atrás o hacia...).
                                                       Manali (India)
          4ª.- Empotramiento de cacharro contra el puesto de las samosas apestosas, que van a degustar, sin reparar lo que hay por en medio (sean peatones u otros vehículos).

          5ª.- Hurgarse en los pies -especialmente en los trenes-, en postura de piernas cruzadas -meditativa o no- y sentada.

          6ª.- Fila india horizontal. Qquién os contó el cuento indio de la fila india vertical? Pues no. Aquí es horizontal. En una sola ventanilla, una persona solicita su pedido y otras dos por cada lado, la escoltan a la espera.
Tanjavour (India)
          7ª.- Postura fetal en la India: madre tumbada en camilla hospitalaria y mecánico haciéndole la ecografía, para conocer el estado de la moto, que lleva dentro.

          8ª.- Sacando el pito para orinar, en cualquier parte y situación.

          9ª.- Ir arrollando a todo lo que esté por el medio, salvo que sean objetos o animales, a                               los que sí, se respeta.
                                                  Varkala (India)
          10ª.- Enormes y amenazantes bultos sobre la cabeza.

          11ª.- Nudillosis: irte clavando los nudillos en la espalda, para que avances a su ritmo, en la atestada vía pública.

          12ª.- Lucir el amuleto festivo correspondiente cada día, de las cincuenta mil festividades religiosas, que hay cada año.

          13ª.- Moviéndose a culazos, en cualquier situación de congestión (ellas).
Kanyakumari (India)
          14ª.- La oostura del pedigüeño -suelen ser mujeres-, ante el guiri: siempre altanera, como de me debes algo, es tu obligación, tengo niños... Mientras, hacen el gesto, de que es para comer. Y, van mejor vestidas, que tú, más limpias y con mejor dentadura (es un misterio, lo de los dientes, en India). 

Mantener, como una joya reluciente, tu miserable equipaje de dessperdicios

                                                     Camino de Bagkok (Tailandia), en Zurich (Suiza)
          A punto de poner ya casi los pies en España, antes de afrontar los últimos días de nuestro sexto viaje largo, te das cuenta perfectamente, de que todos los periplos de este tipo, siguen los mismos patrones. Da igual, duren cien días o doscientos cincuenta, siempre, que al menos, superen los treinta.
Bangkok (Tailandia)
           Las primeras dos o tres semanas se pasan de manera muy lenta. Cada día parece dar de si, hasta el infinito y el tiempo, que llevas, se insinúa como mucho mayor, al real. En este periodo, aún sigues pendiente, de todos los asuntos y personas, que has dejado en España (sobre todo, cuando te aburres en el transporte público).

          Pero, a partir del mes, todo se transforma. Empiezas a perder cierta consciencia, por el propio espíritu de supervivencia. Te olvidas de todo lo que te atormentaba o te hacía disfrutar en tu país. En realidad, pones en marcha el mecanismo defensivo, basado en el desconocimiento. Si hay noticias de España, a esas alturas, probablemente, no sean buenas, así, que mejor huir hacia adelante e ignorar todo, lo que no sea el día a día. Ya no sabes -ni siquiera te importa- si es miércoles o domingo, o la jornada 43, 57 ó 78 de andadura.
                                                                                                       Sangkhlaburi (Tailandia)
        Vives para el momento. Lo que hoy resulta absolutamente prioritario, mañana, una vez resuelto, cae en el pozo del olvido. ¡Qué se te rompe la cámara! -como nos ha ocurrido-,, alarma total. Una jornada después, es absolutamente intrascendente, después de haber hecho cualquier apaño, para poder seguir haciendo fotos.

          No es nuestro caso, aunque hay personas, que a partir de esta fase, relajan sus costumbres higiénicas. Aunque lo que si es una obsesión general, es tratar de aguantar con lo que se tiene, hasta el final del viaje y luego, tirarlo todo. Así, puedes portar un calzado con tantos remiendos y arreglos, que no verás ni por asomo, a ninguno de los mendigos del país del tercer mundo, que estás visitando. Coses y recoses la mochila, sus asas, las cremalleras, la ropa interior... Todo, para mantener como una joya reluciente, tu miserable equipaje de desperdicios.

           Petchaburi (Tailandia), arriba y Phimai (Tailandia), debajo
          Otra cuestión a tratar, es la de los dolores en este tipo de aventuras. De repente, sientes alguna molestia física, sea en un pie, en el estómago o en un oído. Se encienden todas las luces rojas, que encaminan a lo más siniestro y fatal. Dos días más tarde, ni siquiera recuerdas, tan inquietante malestar.

          Los viajes largos son como el fast food, en todos los sentidos: pides con prisa y sin pensar demasiado, comes rápido y al poco, lo olvidas. ¡Que sabía es la mente humana!
Bundi (India)
          Y llegamos al desenlace, que generalmente ocurre, cuando en el ciber de turno, clickas sobre el vuelo de vuelta. Entonces, vuelven las preocupaciones e inquietudes de tu vida normal y el temor al regreso, que a su vez, ya es ansia.

          Cuentas a cada instante los días, que faltan para el retorno e incluso, puedes llegar a darte cuenta de la mierda de vida, que has llevado durante meses (temperaturas de 50º, ciudades inhóspitas, mala alimentación, transportes lamentables e insufribles...).

                                                          Margao (India), arriba y Bombay (India), debajo
          Otra característica, imposible de evitar y que aparece durante los últimos días, es la alta e incontrolable iiritabilidad.

          Pero, sobre todo, lo que más anhelas en ese periodo, es el momento de deshacerte de todos tus bienes “materiales”, tan largamente custodiados. He visto casos -excepcionales-, de alguien que después de llevar durante semanas la misma ropa, guardaba una muda limpia y una camiseta para el vuelo de vuelta.


                          Bhubaneswar (India), arriba y Rishikesh (India), debajo
          Lo que siempre sobrevive a la destrucción masiva, es la vetusta guía Lonely Planet, de hace diez años, que has usado en varios viajes y que desencuadernada, yace mugrienta, con olor a especias y a otras cosas menos mencionables, en el fondo del atijo de vuelta (que ya no, mochila).¡Y es que da una penita tirarla!