Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 4 de junio de 2012

Beirut: la ciudad, que quiere ser lo que no es

              Beirut no es una ciudad fea, pero falla, queriendo ser lo que no es –una urbe europea- ni lo que probablemente, demanden sus habitantes. Para el visitante, tampoco es fácil, porque el agradable centro, resulta algo inhóspito. Lleno de mezquitas, calles de aceras anchas y tiendas de lujo o marca, carece de ambiente y de peatones, salvo por la noche, en la calle de los caros bares. Apenas, hay oportunidades para las necesidades básicas del viajero: hoteles caros y escasos, para lo que ofrecen, ausencia de cibers, de agencias de viajes, de lugares de comida rápida baratos, de garitos de cambio, de supermercados normales…    Beirut

En el que existe, puedes adquirir una botella de güisqui, a 2500 €, para guardarlo en un bolso, de 300 €, adquirido previamente en el zoco. La escena de tiendas de lujo –o marca-, vacías, ubicadas en calles tan bien acondicionadas, como intransitadas, es frecuente en todas las ciudades de Líbano, que hemos visitado hasta ahora.

            Luego, para hacer 120 kilómetros, entre Trípoli y Sidón, se necesita coger tres cacharros, que te emplean más de media mañana. Eso, por no hablar del estado de la inexistente estación de Cola, que es más bien, un conjunto de vehículos varios, ubicados donde pueden, en una especie de rotonda. En realidad, nuestra intención no era retornar a Beirut, tan pronto.   Sidon 

            Pensábamos tomar Sidón, como campo base, para recorrer el sur, pero el alojamiento, que manejábamos, ha elevado su precio al triple, en seis años. Casi todo lo demás –naranjas, dulces, agua…- dobla el precio de Trípoli. Deben creerse, que por tener la ciudad –casi museo-, bien acondicionada, tienen derecho a forrarse, a costa de los cuatro incautos turistas, que pateamos la ciudad, despreocupadamente.

            Volvimos a Beirut, cansadísimos y después de estar todo el día con la mochila a cuestas, tuvimos la suficiente firmeza, para librarnos del audaz dueño del hotel anterior –que por cinco dólares, vendería a su madre-, que nos pretendió cobrar casi lo mismo, por una tienda de campaña en la terraza –con mucho aire, y sin clavar-, que por la habitación del otro día. Viendo, que no aceptamos, nos ofrece el suelo de la cocina.
Beirut


Aunque ya es de noche –menos mal que controlamos la ciudad-, logramos una muy buena oferta –para lo que hay-, negociando en un próximo hotel, con un agradable venezolano.  

Entre el primer y el tercer mundo


             Líbano es un país, que recorre cada día varias veces, el camino entre el primer y el tercer mundo. Los pisos de alubión, conviven con las mansiones de las afueras. Las anchas aceras, con el incontrolable e irrespetuoso tráfico. Las tiendas de lujo –vacías- y los supermercados, con los puestos de fruta de armazón de desgastada madera, que saca a la luz sus miserias, cuando cierran. Pero, a pesar de lo que algunos podrían suponer, es una nación bien tranquila, en materia de seguridad (si se evitan unos lugares muy concretos).
                                                          Escaparate, en Beirut
Y todo, a pesar de que el país está lleno de militares, no se sabe muy bien, en misión de que. Aunque el contexto geopolítico de Líbano, no sea una broma, cualquier humorista atinado, podría hacer una parodia desternillante, sobre el ejercito: trajes estampados –tipo lagarterana, más de fiesta, que de guerra-, que parecen adquiridos en el mercadillo; tanques del año de la tana, que pueden estar aparcados en una céntrica rotonda –encerrados entre alambres- o al lado de un monumento histórico, mientras son limpiados –a manguera-, por un militar. Además, soldados vagando de un sitio a otro, como de simple paseo, con el petate al hombro. Ellos sabrán lo que hacen. Para el turista, no son un problema, aunque tampoco una ayuda.

Otro aspecto con el que se deberían aclarar, es con los festivos. El viernes es el día religioso por excelencia: unas cosas abren y otras, no. Pero sobre el mediodía, todo se paraliza –incluido el tráfico- y se abarrotan las mezquitas, al ritmo de estresantes rezos, emitidos por los altavoces. Por la tarde, apenas retorna la actividad.
Tripoli


El domingo, nada abre, y el sábado, por aquello de estar entre medias, es una jornada a medio gas. ¡Qué no se enteren, que Rajoy quiere pasar las fiestas a los lunes! Porque aquí hacen la idea suya, en un plis plas. Y eso, que la musulmanidad es relajada: las guapas mujeres muestran su pelo e incluso visten ropa ajustada, hay alcohol por todas partes –y muy barato- y nadie te llamara la atención si entras, en plena hora de rezos, a visitar y fotografiar la mezquita.

Si algo nos desquicia de este país, es el tema de la divisa y las monedas. En el primer caso, conviven el dólar y la libra, cuando no parece necesario. En el segundo, la pieza más pequeña -250 libras- equivale a más de 12 céntimos. Todo se redondea a esa unidad, sin saber muy bien, quien tiene que ceder –comerciante o comprador- cuando una compra termina, por ejemplo, en 125 libras. ¿Cómo se las arreglaran, para adquirir cosas como un chicle o hacer una fotocopia, de valor inferior a 12 céntimos?.

El cargado café, que comercializan los vendedores callejeros –mientras chocan dos tazas metálicas, entre sí- cuesta 250. El día que decidan subir el precio, lo deberán hacer en un 100%, hasta las 500 libras..

                                                                Biblos 
Por lo demás, nuestra estancia en Trípoli y Biblos, ha sido muy placentera. Son sitios antagónicos, pero de esmerada belleza. El primero es algo caótico y decadente, pero presenta un extraordinario patrimonio monumental y unos esplendidos zocos. El segundo es pequeño, coqueto y cuenta con ruinas, destacadas iglesias y un envidiado entorno, que da cobijo al puerto. Todo esto se nota mucho en la cuenta de los hoteles y restaurantes, más de comida internacional, que libanesa.

De paso, vivimos y sufrimos “El Clásico” –así conocido en todo el mundo-, con resultados positivos para nuestros intereses. ¡¡El Madrid ganará la Liga!.

Algunos se hacen pajas mentales, diciendo que Líbano es un país especial. ¡Gilipolleces!. Merece la pena, pero nada más. 

sábado, 2 de junio de 2012

No cambiamos de país, sino de planeta


            Sin casi creérnoslo, abandonamos Senegal, sin más molestias, que una exhaustiva ficha policial, antes del check-in, en el aeropuerto de Dakar, donde preguntan hasta por lo que no les importa, como cuantos días vamos a estar en Líbano y donde vamos luego…

                                                                  Baalbek
En Bananaria, es muy distinto entrar por tierra, que por aire. En el primer caso, son iguales de bananeros, que siempre. En el segundo, tratan de disimularlo, aunque sólo en las molestias –y amplificadas-, que se producen en cualquier aeropuerto occidental.

            Emirates, muy bien: sobre todo en comodidad, trato, comida –abundante y rica- y sin cortapisas a las bebidas alcohólicas. En su contra, no nos proporcionan hotel, donde al menos, poder asearnos, en una escala de diez horas. Nos permitió también, reencontramos con Dubai, con mucho menos calor, que hace nueve meses y con una sensación, que mezclo lo agradable del retorno, con la extrañeza de lo inesperado.

            Líbano empezó con mucha lucha y esfuerzo –además de cansados, por no haber dormido en los vuelos- y hasta ahora, con menos recompensas de las esperadas, para nuestras altas expectativas. Que los taxistas nos trataran de engañar, nada tiene de nuevo, pero sí que el del microbús, nos intentara cobrar cinco veces, lo que vale, sin pestañear, aunque sin éxito.
Beiteddine
            
Como mal menor y para pagar en moneda local, cambiamos 10 $ -más ventajosos que los euros-, con un siete por ciento de comisión añadida.

 Siendo ya más allá de las diez de la noche y después de caminar largo rato, entre el infernal tráfico, aceras perfectas y bien iluminadas, caemos en las garras del negocio hostelero. De los cuatro sitios barajados –y únicos, para el turismo de bajo presupuesto-, en el primero nos rechazan, no sabemos muy bien por qué y nos mandan al segundo, donde una guapísima hija de puta, al tratar de negociar la tarifa, nos dice, que para dormir gratis nos vayamos a la calle. El cuarto alojamiento no lo encontramos, habiéndolo tenido al lado (lo haríamos al día siguiente, y es caro). Pero, como hasta ahora ha sido nuestro destino tuvimos –aunque la buscamos- suerte. Veamos.

                                                               Deir el Qamar
            Cuando pasamos los trámites de inmigración –fáciles, gratuitos y con estancia máxima de dos meses-, encontramos la oficina turística abierta, a pesar de ser las 20:30 horas. El plano que nos dieron, está patrocinado por los chiringuitos de la zona de copas y se centra en ese área. Además, obtuvimos información muy valiosa, para que no nos engañaran en el transporte.

            En el tercer hotel, encontramos a un chico hispanohablante –ha vivido varios años en Colombia-, que tuvo la amabilidad de soportar nuestra agresiva negociación, que nos llevó a dejar la tarifa en 25 $, de los 40 que nos pedía.

            En lo único, que Líbano se parece a Senegal, es en el estampado y cutre uniforme de los militares, omnipresentes. En lo demás, más que haber cambiado de país, hemos llegado a otro planeta: de anchas aceras, papeleras, gente educada…

Líbano se volvió a reconstruir y hoy en día es muy seguro. Al menos, eso nos indican en la oficina de turismo y en los hoteles. Pero, como contrapunto a esas opiniones, Beirut está lleno de vigilantes de seguridad por todas partes, policías y militares.
                                                               Tripoli
            En este primer contacto, estamos encantados con los sistemas y precios del transporte, la musulmanidad, escasamente musulmana, la comida y el actual clima.


            Hace meses que no nos poníamos el chambergo o veíamos llover. Nos agrada menos, que en cinco años y conforme a las indicaciones que teníamos, la vida aquí, haya subido hasta un setenta por ciento y eso, que toman el dólar, como referencia y moneda alternativa y complementaria, a la libra libanesa.

            Pero, en un extremo y en el otro, las emociones de los primeros días, siempre de terminan dulcificando. 

Las playas del tercer mundo


            El cómodo, aunque rutinario puesto de trabajo de un ciudadano occidental y más, motivado por las sesgadas fotos de los catálogos de las agencias, hacen que determinadas playas del tercer mundo, pudieran parecer idílicas. Algunas de hecho, lo son. Pero alejarse hasta ellas, puede acarrear algunos inconvenientes, consistentes fundamentalmente, en los servicios, que se reciben a cambio del costosísimo paquete turístico.
                                            Playa de Unawatuna (Sri Lanka)
            Hoy en día, un viaje a Fuerteventura –de maravillosas playas y a solo dos horas y media de ación-, puede salirte por 10 € el vuelo, 20 el hotel –con tres piscinas- y después, dispones de una amplia gama de ocio y gastronomía. En este último caso, puedes comer desde 1 ó 2 €, en un supermercado, a 100 €, a la carta, pasando por múltiples ofertas intermedias.

En el tercer mundo –en África más-, puedes acabar pagando, por una experiencia playera, el doble o el triple, que en Europa, con infinitas menores prestaciones. Eso sí, para el posible deleite personal, es frecuente que la disfrutes tú sólo, porque no haya más viajeros. Aunque, la primera línea de playa esté llena de resorts, restaurantes o incluso night clubs o que tuvieron mejores tiempos –lo dudo- o esperan mayores expectativas, demasiado optimistas.

Demasiadas playas idílicas en el mundo –con el mismo mar y olas parecidas-, para que pretendan vivir todos los negocios del ramo, de los escasos y adinerados turistas, que deciden alejarse de Europa, para sólo darse un chapuzón o realizar actividades acuáticas o de pesca. Eso sí. Al menos, en muchos de estos lugares, se podrá disfrutar de marisco o pescado fresquísimo, a precios de risa. ¡Al final, siempre hay algo, que compensa!.  Playa del Tofo (Mozambique)

            Con el fin de contribuir a la causa, dejo una relación de playas, supuestamente, idílicas, en la que hemos estado.

1ª.- Unawatuna (Sri Lanka). Nos bañamos solos, mientras amenazaba lluvia y
rodeados de resorts y restaurantes vacíos. Dicen, que es una de las diez mejores playas del mundo, pero sobre este tema, no tengo opinión.              Playa del Tofo (Mozambique)

2ª.- Malika. Espectacular y brava playa, a 20 kilómetros al norte de Dakar, al lado de un pueblo, sin infraestructura turística.

3ª.- Playa del Tunco, en El Salvador. Aún más brava, que la anterior, con el agua de un color azul muy oscuro y muy revuelta, como es habitual en el Pacifico.

4ª.- Playas de Ipanema y Copacabana. Tan urbanas como irresistibles. Y, al menos, cubre la entrar.                                                                                        Playa de Ko Samui (Tailandia)

5ª.- Playa de Mui Ne, en Vietnam. Agradable, tranquila y con mucha oferta gastronómica.

6ª.- Shouneville, en Camboya. Buen pescado y marisco fresco, para un lugar costero, decepcionante y plagado de pelmas.

7ª.- Nilaveli, en Sri Lanka, que es nuestro país playero favorito. Agradable, interminable y vacía.

                                                                        Playa de Malika (Senegal)
8ª,. Playas de Goa, el estado más libertino de India. Son magníficas e infinitas.

9ª.- Playa del Tofo, en Mozambique. Tan salvaje, como escasamente profunda y llena de sustancias picantes –para el cuerpo, claro-. No esta mal, aunque sí, algo sobrevalorada

10ª La decepcionante playa de Ko Samui, en Tailandia. Al menos, durante la época de lluvias. Cada veraneante, toca a cuatro hoteles y ocho restaurantes.

Comparado con todas estas, seguir veraneando en Benidorm, ¿resulta rentable?. Económicamente sí y emocionalmente, también, para la mayoría de la gente. Para los más exigentes y que no se conformen con esto, hay excelentes playas patrias, a pocas horas de vuelo, en Formentera, Fuerteventura, Ibiza, la costa Brava… Y Llanes, La Coruña, Santander, la concha… Aunque en estas últimas, está el agua un poco fría. 

viernes, 1 de junio de 2012

Malika es la mejor playa del viaje


                                                                       Malika
            Los alrededores de Dakar no merecen demasiado la pena, salvo que se esté en disposición, de perder el tiempo, como fue nuestro caso. A la espera de decisiones, que tuvimos que acabar tomando, a pesar de contar con las peores cartas de la baraja. Al fin, a Líbano y Chipre, en un caro vuelo de Emirates.

            Si en algo acertamos, fue en trasladar nuestro alojamiento a Malika, a unos 25 kilómetros al norte de Dakar, porque pasamos de pagar 11.200 francos por noche, a 5.000, en un sitio básico –con agua de pozo en barreños-, aunque nuevo –en construcción- y regentado de forma muy adecuada y amable, por los jóvenes del pueblo. Lástima que les falten clientes, para repasar o disfrutar, en la que es –muy brava y salvaje, de arena deliciosa-, la mejor playa del viaje, sin desmerecer a la Yoff, que también visitamos.
            
          En este último pueblo –coqueto, aunque de alojamientos caros-, viven de la pesca, mientras en Malika, no sabemos de donde les viene el sustento, aunque no, de ser pelmas. Aquí, perdiendo el tiempo, degustamos generoso thieboudienne y las cervezas más baratas del viaje, en un tranquilo bareto.   
                                                                               Malika                                                                                                                                                                                                               
Tras acercarnos a la punta de los Almadies, con sus fuertes olas, recalamos en N’Gor, un sitio extraño –de fea playa-, donde en escasa armonía, conviven las calles con asfalto y bolardos, con las de tierra, los humildes pescadores, con los guiris con cámara en ristre y la basura y los edificios abandonados o a medio hacer, con las supuestas mansiones de los blanquitos, a 1.500 €, el alquiler mensual. También, los cochazos –con el negrito frota que frota- y las mulas con rústicos carros, a tan sólo 10 km del centro de Dakar. Hay cerca, el hipermercado más grande de la capital. Lo que en occidente, supone el lugar de compra de la clase humilde, en gran parte de África, abastece a adinerados blancos, que paguen por productos muy básicos –desde un bote de ketchup, a una lata de bonito o un bote de alubias, con salchichas-, cuatro o cinco veces, lo que en Europa.
            Nuestra última excursión, fue al Lago Rosa, famoso, por ser el emotivo punto final, del originario Paris-Dakar. Es acogedor y de color de vino rosado, aunque la visita resulta algo anodina. Resorts y hoteles, que vivieron tiempos más gloriosos, unos pocos guiris, circulando en buses o coches potentes y algún despistado ofreciéndote piraguas. Estas no se ve , en centenares de metros a la redonda, aunque si les dices que sí, probablemente, te la fabriquen.               Malika

            La última tarde en Malika, nos sirve, para organizar la logística y pasear por su playa maravillosa.
                                                                                                      Malika

10 razones para viajar a África occidental


            También las hay y son poderosas. Así, que vamos con ellas:

            1. Usando Marruecos y Senegal, como centros de operaciones –donde te permiten entrar y salir, durante 90 días, sin solicitar visado-, puedes gestionar casi todas las visas de la zona, sin muchos inconvenientes, dado que lo único que les interesa es, que pagues.
           
2. Los golpes de estado –o al menos, el que hemos visto-, no son una amenaza real para el turista (aunque, los daños colaterales, son difíciles de evitar). Las autoridades y sus delegados, te tratan con naturalidad y te facilitan las cosas, incluso para salir, cuando la frontera está cerrada para otros usos

3. No hemos padecido ningún caso de soborno y este aspecto, nos ha sorprendido muy gratamente
Djeneé (Mali)
4. Al margen de los pelmas desagradables –más en las zonas turísticas de Senegal y casi nunca en Mali y Mauritania-, la mayoría de la población es muy amable, hospitalaria y te ayudan en todo momento.

5. A pesar de ser países musulmanes, son muy tolerantes (con la excepción de Mauritania). Aunque no sabemos lo que durará, ya que los tuaregs del norte de Mali, están tratando de imponer por la fuerza la sharia y para todo el país. Y si les dejan, para todo el continente. Hay bares suficientes –y baratos-, no hay problemas con el alcohol, ni con beber en público y también es posible, comer cerdo, en algunos establecimientos. Las normas de vestimenta femenina, son igualmente, relajadas.

6. El thieboudienne es el plato nacional de Mauritania y Senegal. A pesar de ser una cocina repetitiva, se tolera muy bien, dado que el guiso está rico –sabor mediterráneo, con sus majados de mortero- y es nutritivo con arroz, numerosas verduras y pescado. En Mali, la cocina es más variada, al haber más puestos callejeros y la carne resulta más barata
                                  Fadiouth (Senegal)
7. Aunque en materia laboral y empresarial, la cosa es un desastre en la zona, siendo las profesiones más abundantes, conductor de cacharro, taxista, lavacoches, aparcacoches, vendedor de cosas inservibles…Hay proyectos –generalmente, llevados a cabo por jóvenes-, muy ambiciosos, de ofrecer buen servicio, a un precio muy razonable. Como ejemplo, el campement de Malika. Lo van construyendo poco a poco, con lo que van ingresando de los clientes. El trato es excepcional y da gusto, dejar aquí el dinero.

8. En Mali y en Senegal, han dado buenas respuestas, a dos temas prioritarios: la luz y el agua potable. La mayoría de los lugares, se hayan iluminados y con escasos cortes. En las ciudades se comercializan bolsas de agua potable, a precios muy asequibles y casi siempre, frescas.

         
                                                                                      Rosso (Mauritania)
9. Seguridad personal muy alta. Aunque muchas veces, hay que operar con mucha agresividad –más que con firmeza- ante personas que te faltan al respeto, sin escrúpulos, no ocasionan muchos inconvenientes. Aunque, mejor tomar precauciones por la noche.

10. Escuela para aprender a tener mucha paciencia. No siempre se consigue y se alternan los momentos buenos, con los malos. Generalmente, hay que estar dispuesto a esperar poco y a que te atrapen el dinero, constantemente. Pero, las experiencias vividas –normalmente- merecen la pena, una vez se ha pasado el calentón. 

10 razones para no viajar a África occidental


                                                              Desierto del Sahara
           Como cada uno tendrá las suyas –como nosotros las poseemos-, para emprender un viaje por esta zona, me limito a dar y tras la experiencia, los motivos por los que no visitar esta área del planeta, que dicho sea de paso, da mucho para escribir, como estáis comprobando.

1.      Inestabilidad política: que te toque un golpe de estado o conflictos civiles o militares, más que una lotería, es una certeza.

2.      Los precios de los visados, ya muy caros –y con la excepción de Senegal-, los suben cuando se les antoja, en cantidades pingües y sin previo aviso.

3.      Sin ser países caros, pagas muchísimo, por lo que recibes a cambio. Nunca en otro viaje, tuvimos la sensación de estar destruyendo nuestro dinero, por prestaciones, por las que en realidad, deberíamos ser recompensados, económicamente
                              Desierto del Sahara (Sahara Occidental)
4.      El lamentable sistema anárquico de transporte público, tantas veces comentado en este blog.

5.      El número de pelmas –sobre todo en Senegal-, superaron la media mundial, por mucho.

6.      Como eres blanco y supuestamente rico, tanto niños como mayores, se creen con el derecho de molestarte, con el fin de obtener un beneficio económico. El sistema es tan ilógico, como vicioso: pagar, por que te incordien y que te incordien, para pagar.

7.      Los controles en todas las carreteras, repantingados en las sillas, debajo de un árbol o en sus casetujos, vigilando los dos bidones y un palo, que hacen de barrera. Da igual, sean militares o policías.

8.      El lamentable estado de las carreteras. Entre túmulos y socavones… En fin, la rima es bastante fácil.

9.      Los vuelos a cualquier parte del mundo, son carísimos. ¡Pero, carísimos.!
Tierra de nadie, en la linea divisoria, que separa Sahara Occidental, de Mauritania
10.  Soportar los comentarios personales y muy personales, de la autora de la guía de Lonely Planet, de Gambia y Senegal. A mi en concreto, me ha sacado muchas veces de mis casillas.

jueves, 31 de mayo de 2012

Atrapados en Bananaria


             Dakar nos recibió durante el día de Pascua. Aquí, en Senegal son tan listos, que celebran tanto fiestas islámicas, como cristianos y ¡viva la Pepa!. En la soledad de las calles –ni siquiera, vendedoras de cacahuetes-, contemplamos un flamante y enorme coche nuevo. Su conductor, se aloja en un hotel de 43.000 francos la noche, mientras nosotros, pagamos sólo 11.000. Nada habría que comentar, sino fuera, porque en la puerta del vehículo, se lee “Agencia española de cooperación con el Desarrollo”.
                                                                                Dakar
            Nuestro retorno a Dakar, a pesar de ser territorio conocido, está lleno de sorpresas. Así ocurre, en Bananaria, termino con el que hemos designado, a Senegal, Gambia, y en menor medida, Mali y Mauritania. En un mes de ausencia y por arte de magia, la visa de Gambia ha pasado, de los 25.000 a los 45.000 francos. La de Mauritania de 31 a 48 €. Y el precio de la cerveza en el supermercado, se ha disparado en un 20%. Será para pagar a los numerosos vigilantes de los pasillos y a las ineficaces y maleducadas cajeras.

            Tras los nuevos acontecimientos, decidimos no volver por tierra y retomamos la idea –aunque cara- de volar, a Líbano. Pero, hoy la suerte no está con nosotros. Los importes que manejábamos, se han disparado. Volar a Madrid, tampoco es barato. Ni siquiera a Las Palmas, donde hay un breve –dos horas- vuelo directo, a 367 €.
Dakar
            No sabemos como escapar de Senegal, sin dejar la cartera temblando. De momento y si no hay cambios, tocara pasar unos cuantos días más aquí. Los optimizaremos, visitando los alrededores de Dakar, a ver si de paso –tal vez en Malika-, encontramos un alojamiento, de precio más razonable.

            Seguiremos informando, como los sensacionalistas y famélicos periódicos de aquí, que se rasgan las vestiduras, por la posible islamización de Mali o porque, de repente y como siempre, en el traspaso de poderes presidenciales, hayan desaparecido 600 vehículos oficiales. Con razón, había tantos negritos, lavando coches con cubos, esta mañana, en la plaza principal, de Dakar.

            En un viaje largo, lo que hoy es un problema insalvable y acuciante, mañana es la prehistoria. 
                                                                                                     Dakar

De vuelta: De kayes, a Kaolack


                                                                             Kaolack
            Abandonamos Mali, sin más contratiempos, que dos pinchazos en el último trayecto, hasta la frontera, en la misma rueda, que ya estaba para el desguace, antes de emprender el camino. Dudamos, de si el remedio a estos males, estuvo en los chicles, que llevaban en la guantera.

            Bueno, en realidad no dejamos Mali del todo, porque no nos quedo otra, que hacer noche en la frontera, que componen dos pueblos –Kidira, en Senegal y Diboli, en Mali-, separados por un puente, que atraviesa un exiguo río, cuyo caudal apenas da, para lavar la ropa. Aunque se trata de países distintos, te puedes mover sin apenas trámites, entre ambos lugares (la zona Schengen, de África occidental). Y así nos pasamos 12 horas, yendo de Mali a Senegal y de Senegal a Mali.

            En uno de los pueblos está el cíber, en el otro el único bar con cerveza, al igual que lugares a visitar, teniendo que volver al primero, a nuestro básico alojamiento. Finalmente, conseguimos romper el círculo, embarcándonos en un extraño cacharro colectivo, en el que salvo averías, sufrimos casi todas las posibles incidencias y penalidades: peleas, abastecimiento de gasolina de manera clandestina, salidas de la ruta, para cargar cualquier cosa, paradas para asuntos inverosímiles…
Tambacounda
            Por fin, agradecimos llegar con la lengua fuera, a Tambacounda, donde nos esperaba menos calor que la otra vez, nuestro antiguo alojamiento y una cerveza fría (lo único que en Senegal, es más barato, que en Mali).

Al día siguiente, abandonamos definitivamente, esta ciudad, con más dificultades de las previstas. Conseguimos encontrar un bus nocturno, después de evitar las tretas y presiones de la maldita mafia de los cacharros.

            Llegamos a Kaolak, a las cuatro de la mañana. Ayer, después de haber visitado el cíber y ver los precios de los vuelos, hemos decidido volver por tierra. No sabemos si a casa o a Líbano y Chipre. El camino será largo y  muy posiblemente, aburrido.

            Kaolack es nuestra última parada en Senegal, antes de retornar a Dakar, a hacer la visa de Mauritania. La localidad –donde por primera vez, sentimos fresco y no hay que mojar la cama, después de tres semanas-, cuenta con el segundo mercado cubierto más grande de África, después de Marrakech, una catedral fea y varias mezquitas, alguna en construcción. A pesar de ser más grande, es aún más polvorienta y rural, que Tamba.
                                                                           kayes
            Anoche, antes de tomar el bus a este destino, conversamos, largamente, con un hombre de Mali, que nos dijo, que habíamos tenido mucha suerte, al poder haber abandonado el país. También nos comentó, que no entiende como en una nación como la nuestra, con 6 millones de parados, no arremetemos contra los equipos de fútbol –léase Madrid y Barça-, que pagan esas millonadas a sus jugadores. 

Ver y convivir con las tribus, desde la ventanilla del tren


              En Mali, una contrariedad o inconveniente, sea del tipo, e índole que sea, siempre es un “petit problem”: da igual, se trate de dormir, tirados en la carretera, un golpe de estado o que tarde varias horas, en salir el tren.
                 Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
Partimos de Bamako, hacia Kayes, con más de tres horas de retraso, en un tren bastante decente, nuevo, cuidado y limpio, aunque sin agua en los baños. Es una pena, que siempre lo estropeen todo, por su informalidad. Es para irritarse, observar como todos los días sale tarde el convoy, por mucho margen, cuando es la única línea que opera en el país. El transporte es seguro –me refiero, en cuanto a delincuencia- y va lleno. Aunque, el calor resulta asfixiante y no llega a mitigarse nunca, por las frecuentes paradas y porque el aire que entra, es muy caliente y polvoriento.

            En cada estación y a lo largo de toda la noche, las vendedoras te taladran el cerebro con sus voces agudas, siempre anunciando las mismas cosas (plátanos, mangos, dulces…). En el recuerdo, el inolvidable gesto de un niño de escasos años –no sabemos, si por iniciativa propia, o de su madre- ha intentado obsequiarnos con plátanos y patatas fritas, durante la espera en la estación y a cambio de nada. A veces te desquician, a ratos te desarman.

                                              Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
           Una vez ha amanecido, comprobamos que el paisaje es como siempre, pero animado por genuinas y pintorescas aldeas, como cualquiera ha imaginado en África, con sus casitas circulares y sus tejados cónicos, de paja. Es la forma más autentica y sobre todo barata, de ver tribus, en sus habitat natural y no maleadas.

En este sentido, lo que venden y caro –tipo país Dogón- son montajes para turistas, donde tal vez, los niños lleven taparrabos, en vez de jeens –como aquí- o deportivos y camisetas de equipos de fútbol europeo, hagan pociones mágicas, en vez de simples productos cotidianos o donde a la entrada del poblado, en vez de niños correteando y cabras alteradas, haya un hombre disfrazado –cobrando la tasa turística correspondiente-, junto a un caldero humeante, donde cocer a los blanquitos, que servirán de cena.

            La realidad aquí es mucho más vulgar y –a la vez apasionante- apasionante, que la que nos venden los folletos. La vida fluye sin prisa y absolutamente anodina, hasta que cada dos días y a la hora, que le de la gana, llega el tren. Entonces, todo se alborota, todo el mundo espera algo, en forma de noticias, mercancía, o –con suerte- en forma de venta de comida y bebida a los cansados pasajeros. A los más pequeños, tan magno acontecimiento, les saca de su abúlica y monótona infancia.     Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes

            Al menos en Mali, han sabido conservar el tren, que sirve de nexo, a muchos núcleos poblacionales, que de otra forma, estarían incomunicados. Porque no nos engañemos: de los pasajes –baratos y sólo en segunda-, que venden a los guiris, no viven.