Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 8 de enero de 2012

¡Adiós a India!

            Entre las diferentes variables, que teníamos para llegar a la frontera de India con Nepal –se encuentra en Sunauli- optamos por la peor: el insoportable e inolvidable autobús, que enlaza Varanasi con aquella y que con nocturnidad, incomodidad y sin ningún amortiguador, circula por una carretera insufrible.
Varanasi
Podríamos haber tomado el nocturno a Goradpur, en primera –dado que, en sleeper, estaba todo completo. Otra más confortable opción, habría pasado por hacer noche en Varanasi y tomar el tren de la mañana. Pero no. Optamos, por la vía más rápida, como si nos quisiéramos escapar, corriendo, de India.  

Con el cuerpo destrozado y sin haber pegado ojo, a lo largo de toda la sufrida noche, este horrible transporte, nos depositó en la casilla de salida de India, después de un periplo de casi dos meses (en concreto, 58 días). Empezamos yendo, desde Bangalore, a Chennai en un bus nocturno estupendo y a partir de ahí y paulatinamente, la calidad ha ido descendiendo, hasta haber llegado a estos lamentables niveles
                                                                                                      Sunauli
Aún hubo, que esperar un día más, para decir adiós a India, porque decidimos descansar en esta ciudad de frontera, hasta la mañana siguiente, que acometeríamos el último trámite burocrático, en este país, donde hasta para respirar, hay que rellenar un formulario.

            Todavía es demasiado pronto, para conocer todos los motivos y así decidir porque este país, nos ha enganchado y espeluznado al mismo tiempo. Aunque, poco a poco, vamos dando con las respuestas. ¡Ya os las iremos contando!.

            Sin lugar a dudas, dejamos atrás, el país más fantástico del mundo. Y no me duele, en absoluto, haber tenido que dar mi brazo a torcer. 
                                                                            Bodhgaya

La vibrante Calcuta

                                                                                                       Calcuta
           Calcuta es una inmensa urbe, situada a medio camino, entre la modernidad de Mumbai y el lento –pero continuo- desperezamiento de Delhi. No presenta grandes atractivos monumentales pero se muestra vibrante y acogedora, convirtiéndose en un lugar muy adecuado para reponer fuerzas, durante unos días o dedicarse al paseo. Porque, además, hay aceras por casi toda la zona del centro.

En cuanto a lo primero, es de los sitios donde más variedad culinaria se puede encontrar en el norte, incluyendo la carne, diversas variedades de comida tibetana, como el chow mein, los momos o los pollos especiados y con vegetales, que envueltos en un caliente Chapati, calmaron nuestra ansiedad, después de lo mal, que habíamos comido en Khajuraho y Varanasi.
                                                                                               Calcuta
Otro aliciente es, el barato precio de la cerveza –a niveles de Goa- o de cualquier otra bebida alcohólica. Y para rematar, la amena Calcuta –junto a Amhedabad- es la ciudad con más mercados-mercadillos, de toda la India visitada, algo, que hemos echado de menos en la mayoría del país, que no esperábamos y que nos decepcionó bastante. ¡Lo que son los prejuicios!

            Como estaba previsto, después de pasar el fin de semana, el lunes nos dirigimos  a la embajada de Bangladesh. Las ventanillas exteriores de información, donde informan sobre visados, estaban cerradas, a cal y canto y la sede diplomática funcionaba a medio gas. La despistada persona, que nos atendió, no hablaba apenas inglés y por ello, no logramos entender lo que estaba ocurriendo.

Resultó –lo descubrimos al ver gran parte del comercio cerrado- que era un día medio festivo o algo así. Entre fiestas religiosas y civiles –sean medio día o entero-, en India no pegan palo al agua, a lo largo del año. No quisimos esperar un día más y abandonamos la idea de viajar, a Bangladesh, optando por dirigirnos a Nepal, directamente.

                                                                                                       Calcuta
            Nuestro tren a Varanasi –volvemos para dirigirnos a la frontera con Nepal-, acumuló 7 horas de retraso, lo que nos obligó a bajarnos en Gaya, una caótica e insufrible ciudad. Al menos, la escala nos sirvió, para contemplar el magnifico templo y monasterios de Bodhgaya.

De retorno, a Benarés y compartiendo el caos de las calles, que van desde las estaciones a los gaths, nos encontramos con Iván, un agradable y extraño personaje, que ha venido al país por tan sólo una semana, sacando el billete 3 días antes de partir y la visa, con tan sólo 24 horas de antelación (no sabemos lo que le habría costado), porque algo en su interior, le decía que tenía que estar aquí, el once del once del dos mil once. ¡Dios la cría y ellos en India, se juntan!.    

Varanasi: aromas a incienso, chamusquina y sándalo

                                                                                                      Varanasi
             Definitivamente, estamos dando nuestro brazo a torcer, con la misma naturalidad, sosiego y contundencia, con los que se retuercen las escasas carnes, que se queman en las hogueras, que no piras, de Varanasi. Por un lado y como ya se comentó en algún post anterior, hemos abandonado nuestros esquemas iniciales, que trataban de concluir, que India es una nación más, con los mismos avatares y contratiempos, que el resto del tercer mundo. Partimos de que este, no era un país duro para el viajero y tras 50 días de viaje a través de él, estamos convencidos de que no es duro, sino durísimo.
                                                                                               Varanasi
            Por otro lado, nada mágico o místico hemos encontrado en India. Quizás nuestro temperamento terrenal y muy práctico, nos amarre demasiado a lo que vemos, sin explorar más allá. Nuestra riqueza espiritual -sea mucha o sea poca-, escapa bastante de las religiones y de toda la parafernalia, que los rodea. Aunque, realmente, si debemos reconocer, que si alguien viene buscando magia o misticismo, este es el lugar del mundo -que conocemos-, donde más fácilmente lo acabará encontrando.

Varanasi, es un lugar extraño. El caos reinante y las destartaladas calles principales, no dejan imaginar, las emociones que te esperan en los maravillosos gaths o en las zonas colindantes. También es raro, en el sentido de que es más fácil acceder al hachis, opio o marihuana, que a una simple y pecaminosa cerveza.
                                                                                   Varanasi
Desconcertante es también, porque aunque, lo que aquí ocurre, te lo han contado  o lo has leído mil veces, no eres dueño de tus emociones, cuando aterrizas en este lugar de callejuelas estrechas, escalonadas y de inolvidable olor, mezcla de incienso, chamusquina, sándalo… y yo que sé.
Varanasi
Nuestro primer impacto ante los ritos funerarios, fue un horror contenido, que sin embargo, no nos impedía seguir mirando, cada vez más enganchados y más de cerca. Caímos en la consideración, de que eran acordes con el bestialismo y la falta de consideración, hacia el sufrimiento, que ya de por sí, caracteriza a los ciudadanos de este país. No pudimos entender, ni de lejos, como una ceremonia que debería ser intima y privada -en el momento más dramático de la vida-, transcurriera a la vista de todo el mundo, extranjeros morbosos incluidos. Pero nuestro pensamiento fue cambiando. Empezamos a verlo, como algo cotidiano, pero maquillado por una sensación constante, de estar contemplando un teatro y no hechos reales. Y de que los participes de la función serían meros actores.

El momento más increíble de todos los viajes, lo vivimos ayer. Cuando el crepúsculo casi dejaba paso a la noche y a metro y medio de una hoguera funeraria, contemplamos a varios muertos ardiendo, frente a los majestuosos templos, en un ambiente distendido, donde las vacas y los perros, a parte de formar una bella composición, también participaban del festín. A la par, otros tres muertos son remojados en el río Ganjes, mientras esperan su turno para la incineración. En las tiendas de la muerte cercanas, se pesa la leña para el próximo quemado o se negocia el precio del aceite de sándalo.
                                                                                                               Varanasi
            En las misteriosas escaleras, camino de nuestro hotel, junto al gath de Mani Karnica, una vaca agoniza durante más de 24 horas, sin que nadie tengamos a bien, evitarle el sufrimiento. La vida y la muerte en los gaths, son tan increíbles para nosotros, como cotidianas para ellos. 
                                                                                               Varanasi


                                                                                             Varanasi


                                                                                     Varanasi

Sagradas, pero muertas de hambre

                                                                                                   Orchha
             La zona monumental de Orchha, está plagada de vacas, que embisten sin pensárselo, como las de Pushkar y de otros lugares más. Un animal habitualmente pacífico, se convierte en muchas zonas de India –en cada vez menos, porque estos (supuestamente) herbívoros, están siendo sacados de las grandes ciudades-, en un peligroso enemigo, como hemos comprobado hoy, tras un despiste, cuando hemos tenido que pelear a fondo con uno de estos rumiantes, para recuperar nuestra papaya y unos plátanos, antes de que cayeran en su estómago. Cada pieza, se la zampan de un solo bocado, como hemos comprobado, con una cáscara de banana.

De poco sirve ser sagrado, como ellas, si estas muerto de hambre y juegas todos los días al gato y al ratón, con los propietarios de los puestos de dulces, para chuparlos o zampártelos, cuando tienen un despiste. En esta ocasión, sólo ocurrió lo primero. Pero lo peor, es que el comerciante, tras el profundo salivazo, golpeó al animal, pero no retiró el género de la venta.

            Por lo demás, nosotros estamos agotados, a pesar de dormir bien –y en cualquier parte- y de no hallarnos enfermos. Nos está pasando factura, la trepidante primera mitad del viaje.
Khajuraho
            Aunque, Orchha nos ha reconfortado, con su acogedora zona peatonal –con maravillosos templos-, el magnífico fuerte, la ribera del río y los gaths, además de los inquietantes y espectaculares chatris, monumentos funerarios de bastante magnitud. Hemos tenido ganas de bañarnos, incluso, pero por nuestro bien resistimos la tentación, en un día muy caluroso. ¿Tiene guasa, que a esta época la llamen, la estación fresca y aquí estemos, a casi 35 grados!.

            En Orchha, hay unos cuantos guiris. Bastantes, son de edad madura y que se conforman, en algunos casos, con tocar la guitarra en el alojamiento, caminar descalzos por las calles o ponerse collares de flores de las ofrendas, al cuello. Al contrario, de otros lugares sagrados del norte, no es costumbre generalizada, fumarse unos chirs, buscarse a umo mismos, ni encontrarse a Sidarta, esperando su llegada, en posición de flor de loto.

            Nuestro anterior destino fue Agra, donde vimos el Taj Mahal –desde las terrazas-, pero no lo visitamos, porque nos negamos en redondo, a pagar la abusiva cifra de 750 rupias, por contemplar una mezquita, algo sobrevalorada, Es el equivalente, a dos noches de hotel o casi seis comidas fuertes, del mediodía.

            La zona, que comunica el Taj Mahal con el fuerte, es agradable para el paseo y la fortificación, presenta edificios interesantes.

                                                                                                     Agra
            Los alrededores de una de las siete maravillas del mundo, sin embargo, se presentan destartalados y caóticos, casi como el Kosovo de otros tiempos o incluso, peor. Menos mal, que aquí se encuentran varios restaurantes, que ofrecen ricos thalis, a 25 rupias –dentro de lo apetitoso, que puede ser ese plato, que es poco- y completísimos desayunos, al mismo precio.

            Entre el delirio del Diwali –fiesta de miles de luces, petardos y fuegos artificiales, que dura cinco días-, desde nuestra calle y por la ventana del hotel, vimos pasar a un muerto, amortajado con una sábana y llevado a hombros, tal vez, camino del río. Los cánticos mortuorios, nos impresionaron. 

viernes, 6 de enero de 2012

Cosas, que nunca nos habían ocurrido antes y que vivimos, por primera vez, en India

Inexplicablemente, un día me vi escribiendo todas las cosas, que no nos habían ocurrido nunca antes y que vivimos, por primera vez –después de más de cuarenta años de existencia-, en India (sobre todo en el sur). La mayoría son –o yo las considero- negativas, pero desde luego, convierten al país en distinto, a la casi totalidad de los anteriormente conocidos. Vamos allá:
                                                             Jaipur
-Recibir una paliza en toda regla, como padecimos. No quiero ser injusta. Este hecho podría haber ocurrido en cualquier otra parte del mundo. Pero, lo cierto y verdad, es que sucedió aquí, después de haber transitado por el mundo, más de cuarenta años de vida y de conocer, 108 países. Los sucesos tuvieron lugar, en el bus nocturno, que conecta Jalgaon, con Surat

-Sufrir racismo, no disimulado y desconsideración evidente. Sobretodo, en los establecimientos hoteleros del sur y en algunos bares de la misma zona, donde se prohíbe entrar a los extranjeros, mientras los lugareños se maman a un precio más bajo, que el de los otros bares normales.

-Ser objeto de decidida embestida, por varias vacas. Unas, por puro placer y otras, para tratar de arrebatarnos la comida (sobretodo, si es vegetal, pero no necesariamente). Mayormente, lo padecimos en algunos lugares del norte.
Khajuraho
-Esperar más de media hora, para hacer el check-in (registro e ingreso) en un hotel, para que su propietario pudiera completar la liturgia religiosa y sus rezos, con genuflexiones y arrastramiento por el suelo, incluidos. Y contentos estuvimos, porque al principio, no nos quería alojar, como los otros más de 10 alojamientos de Amhedabad, donde habíamos pedido habitación, previamente. Prometo, que no la queríamos  obtener gratis y que pagamos religiosamente, la tarifa que nos solicitan en estos establecimientos.

-Al hilo de lo anterior, tenerte que largar de una ciudad a la siguiente, porque ninguno de los establecimientos hoteleros, te quiere alojar. Este increíble suceso, nos ocurrió en Vadodara. Menos mal, que fue uno de los lugares, donde mejor comimos, a lo largo del viaje

-Poner la huella dactilar en tinta –a modo, de lo que se hacía antiguamente, para obtener el D.N.I.-, en el libro de registro de entrada de un establecimiento hotelero. También, sucedió en Amhedabad

-Tener que colocar un candado en los bultos, a la hora de querer introducirlos en la consigna, aunque no cierres nada -porque hay varias cremalleras- y tener que hacerte el tonto con la policía, para que no se quede con una botella de güisqui, como chantaje para no poder dejarlos. ¡Patético, pero tan real, como que ocurrió en la estación de Numbai!. Según dicen, no se puede introducir alcohol en los trenes –de ninguna de las manera, ni tampoco, facturándolo-, ni siquiera en las consignas
-Rellenar formularios para casi todo –aún se puede orinar en los baños públicos, aunque cuesta, por el vomitivo olor-, ya sea tomar el tren o una hora de navegación por internet, en un cíber Este hecho es más frecuente en el sur, pero puede ocurrir a lo largo de todo el país. ¡Sencillamente, absurdo!. Aunque, te terminas acostumbrando.
                                                           Orchha
-No poder tomarme una triste cerveza, por la aplicación de una ley seca o de días secos. La ley de abstinencia obligada, es un hecho, en el estado de Gajurat. Los días secos, se aplican en casi todos los restantes –excepto en Goa-, sin previo aviso –al menos para el guiri- y supongo, que por motivos religiosos. En Colombo –precisamente, el 11 de septiembre-, nos topamos con un día festivo, en el que nos fue imposible encontrar una simple –y maléfica- cerveza. Todo estaba cerrado. Incluidos las tiendas de alcohol, los bares, los pubs y hasta las  discotecas.

-Beber güisqui –o algo parecido- en tetra brik. Aunque, sea un asunto menor, nos chocó bastante. Sucedió, en Bangalore

            -Adquirir, bajo la denominación de gominolas, fortísimas pastillas –aunque de sabor agradable-, compuestas por una mezcla bastante numerosa de especias. Me asentaron el estómago, aunque no parecen los quioscos con productos infantiles, los más adecuados para venderlas. Ocurrió, en Amhedabad.

            ¡Para que seguir….!. 0, ¿por qué no?. Ya iremos recordando más cosas.

Analía y Andrés: un soplo de aire fresco, en Delhi

             En Delhi y por casualidad –mientras jugábamos al juego de las sillas, en la oficina de reservas de los billetes del tren-, conocimos a Analía y Andrés, uruguaya y argentinos animosos, con los que compartimos este día y el siguiente (luego, ellos iban a Jaipur y nosotros a Agra).
                                                                              Delhi
            Ha supuesto un soplo de aire fresco –insuflado con fuerza, en nuestros castigados pulmones-, que nos ha servico para charlar, durante horas y visitar los atractivos de la ciudad, que no son muchos. Aunque, al menos, ya han asfaltado la calle de los guiris y han sacado a las vacas, por lo que habrá mucha menos gente, que se deprima, cuando el taxista le deje en la calle de los hoteles. Hace tres años, la primera vez, que vino Andrés, aún no habían hecho nada

            No tuvimos tiempo de aburrirnos, contando y sobre todo, escuchando historias, de la vida de Andrés en España, cuatro años de ilegal y con el consentimiento de los policías, que después de pedirle la documentación, varias veces, le deseaban buena suerte.

            Compartimos muchas risas, situaciones y personajes peculiares, que pululan por este país: desde los que con las piernas en flor de loto –después de haberse fumado 30 chirus y comer un único plato de arroz- se buscan a sí mismos o a Buda, hasta los josteleros-hippies, que te miran por encima del hombro y que, dan colorido al paisaje.
Delhi
            Sin embargo, y tras contrastar muchas cosas, acabamos con muchas sospechas, de que Andrés esté metido en un lío de drogas, que su novia, bastante más joven, que él, no conoce: tanto oírle decir; “a mi lo que me superaría, es cometer un delito en India”.O tras comprobar, que vagan por India, sin ton ni son, haciendo recorridos rarísimos. Y que después de un mes en el país, la uruguaya Analía, asegure no haber visto todavía, un solo templo hindú o una mequita  O que no hagan fotos a ningún monumento, llevando una impresionante cámara reflex

Y, que decir, de que hayan pasado más de una semana en Manali, lugar famoso por el tráfico de marihuana. Es posible, que estén tratando –aprovechando, que el padre de ella, tiene una empresa de cargueros- de recolocarla en containers, en un envío, entre otras compras, que piensan hacer en Delhi y Jaipur. Sino, no se entiende, como pretenden llevarse a Argentina, un cargamento de té, con masala.
                                                                                                        Delhi
            Esperamos, que anden en lo que anden, tengan suerte, porque para nosotros han sido dos fantásticos compañeros de viaje. Atrás queda Delhi, con sus estratosféricos precios y su virulenta polución. ¡Eso sí: casi, sin vacas!

Días de bajón

            En India, hasta los viajeros más bregados, terminamos pasándolo mal. Unos antes, otros después, llega un momento a lo largo del dilatado periplo, en que te sientes sin fuerzas, por muchas horas que duermas o por muy bien que comas (cosa, en Rajasthan, bastante improbable).
Hampi
Te levantas y debes esquivar, repeler o tratar de alejar a  los centenares de pelmas, que al maldito grito de “aló” –tengo el cerebro perforado por la machacona palabra-, y por ganar 5 o 10 rupias, no dudan en molestarte hasta la saciedad o faltarte al respeto.

            Después de cinco semanas callejeando por el país, cada día es mayor mi torpeza, para esquivar los tuk-tuk, motos, coches, carros tirados por personas y ahora y como novedad –en algunas ciudades de este estado-, los desagradables y pesadísimos rickshaws ciclísticos, que al no haberlos visto por el resto del país, dábamos por desaparecidos.
                                                                              Bangalore
En India, puedes contemplar autenticas maravillas, pero resulta casi imposible vivir a gusto, con el entorno y las personas, que te rodean. Ya sé, que cosas similares, ocurren en casi todos los países del tercer mundo. Pero, en ninguno, con tanta fuerza como aquí. Sirva de ejemplo –y nos ha pasado muchas veces-, los conductores que cuando hay atasco y cruzas, se acercan hasta casi chocar con el de delante, para cerrarte el paso, dejándote en mitad de la calzada a expensas del tráfico inferna. Y además, se ríen. ¡Eso no lo hace un ser humano, con otro!. Ni siquiera, aunque no seas hindú.

            Si, no hay contratiempos, completaremos el viaje, en unos 50 o 55 días, sino sucumbimos antes… Pero, queremos que el tiempo que resta, pase deprisa, cosa que no nos había ocurrido antes, en ningún país. Veníamos con la idea, de que en nuestra vida sólo haríamos un viaje de larga duración a India. Ese pensamiento no sólo no ha cambiado, sino que se ha reforzado. En condiciones normales y entre 15 y 20 días, diremos adiós a India, para siempre.

Desde donde esto escribo, es una de las ciudades más decepcionantes del viaje, Jaipur. Esperemos, que los dos otros vértices  del triángulo de oro, nos ofrezcan más emociones. La rosada zona antigua, dispone de monumentos deslavazados, aunque bellos. Pero, el hecho de que esté cortado por cuatro carriles circulatorios, plagados de cacharros, que no dejan de pitar, le hacen perder todo encanto.
Jaipur
El resto de la ciudad es fea e insufrible. Sin lugar a dudas, es la urbe que menos nos ha aportado –de momento-, en Rajasthan. Y nuestros argumentos quedan corroborados, por la escasez de turismo independiente.  

            Nuestra actual salud, aún con ligeras fiebres vespertinas y cansancio cíclico, no ayuda tampoco, a dibujar un panorama más optimista. 

miércoles, 4 de enero de 2012

Repartiendo estopa

Cuando escribí este post, no debía estar pasando por uno de los mejores momentos del viaje. Hoy en día, sigo estando de acuerdo con todo su contenido, aunque no con las formas, algo agresivas. Decir gilipollas, imbéciles y estúpidos, en poco más de un folio, no suele ser mi estilo. Pido disculpas, a tod@ el que se pueda sentir ofendido.
                                                                                          Pushkar
Ser librepensador sobre India, no resulta nada fácil, porque tienes que apartarte de los sabelotodos –“para conocer India, hacen falta al menos 8 viajes”-, de los machacones tópicos de los que confunden el país , con Rajastan, Delhi, Agra y Varanasi y de las deprimentes conclusiones, de quién visita el país, sin haber viajado fuera de Europa.

Capítulo aparte, merecen los entregados a la causa, sin reservas y antes de llegar, incluso al país. Y los místicos, que se van buscando a ellos mismos o a lo que sea, persiguiendo los olores del incienso, los sonidos del tambor y de las flautas y corriendo detrás de los cantos de sirena de los gurús. Algunos de ellos, dicen haber conseguido hasta  flotar y no nos deben caber dudas, teniendo en cuenta, que parecen lograrlo -especialmente, en Manali-, después de fumarse cuatro porros de “ganja” (marihuana) y concentrarse, mientras  colocan sus piernas en forma de flor de loto, para contactar con Shiddharta.

Los entregados a la causa, de forma incondicional, deberían reparar también, en las apestosas vacas –devoradoras de basura y a las que unos cuantos guiris acarician, como si fueran sus hijos-, las ciénagas constantes, la basura, el insoportable olor a orín y el crepitar de las boñigas del ganado, mientras caen al suelo.
                                                     Pushkar
Y no acabamos ahí: los constantes escupitajos con carrerilla y en estéreo, que te taladran el cerebro, el constante pitar o las inevitables monsergas de los conductores de tuk-tuk, la absoluta falta de higiene…

Sobre los que se buscan a si mismos, sólo caben dos preguntas: ¿Ya eran gilipollas al venir a la India o se hicieron aquí? Gana por bastantes enteros, la primera opción. ¿Porqué no buscarse a si mismo, en un pueblo de Murcia y así no gastarse el dinero volando hasta India? Lástima de que el estado español, se gaste tanta pasta en tratar de educar a imbéciles.

Como, comentaba en el anterior post, si vais a Jodhpur, parad en el puesto de Vicky, que es muy amable y hace unas tortillas de queso y masala deliciosas. También las hay de patatas. Son baratísimas (40 rupias, de cuatro huevos y cuatro papas) y tienen cebolla, pero no las sabe montar bien y más parecen tortillas francesas, de papas.

¿Al hilo de qué viene esto?. La cuestión es, que el esmerado cocinero tiene unos cuantos cuadernos con opiniones de viajeros. Vale la pena hojearlo un rato largo, porque con tanta documentación, se podría escribir un tratado sobre los tipos de viajeros independientes, que visitan este país. Resumiendo en una frase: el panorama es lamentable. No digo nada más, porque creo, que en los párrafos anteriores, ya he dicho bastante.
Jodhpur
Al hilo de todas estas controversias, relatar la anécdota de un estúpido guiri, que vimos en Pushkar. En India, a pesar de comer con las manos –sobre todo en el sur- y caminar descalzos por el fango, para luego toquetearse los pies, como si nada, no pegan los labios a los recipientes de los que beben. Norma de etiqueta local, al menos cuestionable.  Nos pareció patético, ver a un occidental haciendo lo mismo, con una botella de agua de la que sólo bebía él, porque iba sin compañía.

En fin. Vamos a ir edulcorando, pero no del todo. Hace algunas jornadas debatíamos, sobre si en un congreso religioso -perdonadme, si no atino, que de hinduismo no entiendo nada-, no podrían ponerse de acuerdo, para llevarse a los animales sagrados al campo. Pero ahora, ya hemos cambiado de opinión. Deberían dejarlos –al fin y al cabo, son las mayores fagocitadores de basura-, traer al resto de animales salvajes y llevarse a vivir, a la naturaleza y las selvas, a los más de mil millones de bestias, que te agreden, sin ningún pudor, por las ciudades.

También, nos hallamos en la nación, donde la gente es más guarra de todo nuestro planeta conocido, que no es poco (107 países, a estas alturas). Lo de la población más desagradable y maleducada del globo terráqueo, queda sólo para el sur, donde el racismo imperante, hace que un occidental tenga muy difícil, encontrar alojamiento, si no eres hindú. 
                                        Cuevas de Ajanta
Echamos otra aliviadora cucharada de azúcar, a este tan -posiblemente- conflictivo post: Este país –a falta de visitar Delhi, Agra, Khajuraho y Calcuta-, tal vez sea –sólo, tal vez- el más maravilloso del mundo (sin que nos hayan hecho falta  magias, levitaciones o patrañas similares).

Hemos disfrutado de sitios espectaculares como Hampi, las cuevas de Ajanta o Pushkar. De otros muy notables, como Madurai –sólo tiene un templo-, Fort Cochin, Mamallapuram, Kanchipuram, Udaipur, Jodhpur… Y de Sodoma –Puducherry- y Gomorra –todo Goa- dentro de un país, donde por verte beber una cerveza en público, casi te consideran un delincuente.

Comiendo tortilla de patatas, en India

Jodhpur
Hoy hemos comido tortilla de patatas –o algo parecido, dado que no la saben montar bien y se asimila más, a una tortilla francesa con papas- en el famoso tenderete de Vicky. Nostalgias y morriñas aparte –después de un mes comiendo biryanis, talis, samosas, bondas y en definitiva, muchos vegetales y poca carne y pescado-, al amabilísimo propietario del próspero negocio, le sale mucho mejor, la tortilla de masala y queso, que nuestro emblema nacional. Y eso, que el chico le pone empeño y le añade, hasta cebolla

Nuestros últimos días han sido más relajados, contra todo pronóstico. En el norte estamos encontrando más facilidades, que en el sur y sobre todo, un trato mucho más amable y humano, hasta por parte de los omnipresentes pelmas. Lo que días atrás, era mandar diariamente, a más de 30 personas a la mierda o lugares similares, ahora se ha transformado en concordia y diálogo. Supongo –aún estamos en Jodhpur-,.que en Agra, Varanasi o Khajuraho, volveremos a sufrir acoso, casi constante. Pero eso, ya lo dábamos por descontado, cuando decidimos visitar el país.
                                                      Jodhpur
Agradable nos resulta, que se haya dulcificado notablemente, nuestra visión humana de India. A ello ha contribuido también, el hecho de dejar de sufrir racismo en los alojamientos. Ya hace días, que hemos perdido de vista los sharones –horribles faldas masculinas, omnipresentes en todo el sur- y la vestimenta de las mujeres, también ha cambiado. Son menos frecuentes, los coloridos faldamentos –sobre todo, entre las adolescentes-, que sustituyen al sureño sari y llevan el pelo más corto. De Mumbai hacia abajo, parece que no se lo hubieran cortado nunca, llegándoles por debajo del culo, bien liso o anudado en una trenza.

Tras, más de 6.000 kilómetros recorridos, mañana cumpliremos nuestro primer mes en India. Según las previsiones, aún nos debería quedar cuerda, para tres semanas más. De momento, mañana partimos hacia Jaisalmer, con los recuerdos de de la bella Jodhpur, esta ciudad azul, con su fuerte y casco antiguo extraordinarios, todavía en nuestra retina.
                                                                    Jaisalmer

Llegamos a Rajasthan y nuestro estómago, se cierra

                                                              Udaipur
Nuestro estreno en Rajasthan, se produjo en Udaipur, ciudad de bello palacio y magníficos templos y edificios –en distinto estado de conservación- y gobernada por el caos .Ya a las pocas horas, fue el momento de empezar a constatar, dos hechos bien evidentes: lo caro y mal, que se come en este estado –a lo que hay que añadir, un mal cambio en un restaurante, donde nos limpiaron 400 rupias, no dándonos cuenta hasta varias horas después- y los magníficos  alojamientos, fáciles de encontrar en toda la región. Según la Biblia –es decir, la Lonely Planet-, los mejores de toda India y nosotros, no vamos a discutirlo.

En esta ocasión, nuestra agradable, aunque algo pelma casera, nos obsequió con una de las mejores habitaciones del viaje, con todas las comodidades y una bonita decoración personal. Las vistas desde la terraza, sencillamente espectaculares. Otra buena noticia, relacionada con los hoteles, en esta zona más turística de la India: no hay racismo y casi ningún establecimiento, se niega a alojar extranjeros.
                                                                                             Udaipur
Nuestro endémico cansancio, con ratos, incluso de fiebre, por constipados mal curados, nos hace plantearnos una drástica reducción de la velocidad del  periplo, de ritmo infernal por el sur del país. A nuestro agotamiento, también ha contribuido el desagradable trato, recibido en la mayor parte del primer tramo del viaje. Pero, desde que llegamos a Amhedabad –y ahora aquí se confirma-, la gente es mucho más amable y educada, siendo el trato más fácil y fluido. Aunque marranos, siguen siéndolo en la misma escala, que sus conciudadanos de la zona meridional del país.
Udaipur
Nuestro siguiente destino fue Jodhpur –que cuenta con una entrada propia en este blog- y de ahí a Jaisalmer, cotidiano y caluroso lugar, de bella y armoniosa fortaleza. Aunque, si no se desea hacer circuitos en camello, por el cercano desierto del Great Thar –cual es nuestro caso-, es muy posible, que no compense llegar hasta allí, para luego desandar lo ya andado. Porque, para seguir avanzando por Rajasthan., hay que retornar a Jodhpur.  

Nuestro estómago empieza a cerrarse y a maldecir todo lo que ingerimos. No volverá a abrirse, hasta el pollo al Tandori, de Delhi. La alimentación está siendo una de las grandes pesadillas del viaje, desde que dejamos el sur del país. Si algo nos ha decepcionado de India, es su pobre y descuidada gastronomía.

Eso sí. Por el mismo plato o guiso –que casi siempre contendrá patata-, puedes llegar a pagar, hasta 3 o 4 veces más, dependiendo del sitio, la ciudad o la región. También pasa con el alcohol. El güisqui que en Delhi cuesta 75 rupias, llega a las 225 en Varanasi. El litro sale bastante más caro, que una noche de confortable alojamiento. ¡¡ Las cosas de la India¡¡ .
                                                                                       Udaipur
Pero, de verdad, que estamos realmente hartos, de que en este país, todos los bichos tengan alma y por ello, no los  introduzcan en la dieta habitual. La mayoría de la gente es vegetariana. Aunque, yo más bien diría, “salsuveriana”, porque los platos, habitualmente, tienen mucha salsa y escasos vegetales o dhal.