sábado, 21 de septiembre de 2024
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Las últimas sensaciones del undécimo viaje largo
Y poco a poco, fueron aflorando en mi mente, los recuerdos de los últimos días de viaje: el encontronazo con unos maderos en el aeropuerto de Delhi; las mil quinientas rupias o dieciséis euros -pasó de verdad, no fue un sueño -, que nos pidieron en el cutre y minúsculo duty free de Ahmedabad por una lata de 🍺 cerveza de medio litro; los helados de leche de camella o azafrán iraní del zoco del oro de Dubái; los bombones del aeropuerto de Abu Dhabi; el aperol y el limoncello, encontrados en Fiumicino, que consumimos gratamente, mientras escribo esto...
Haya hueco en esta entrada para narrar las últimas sensaciones del viaje.
-DOLOR: unos intensos y persistentes pinchazos en el abdomen me llegaron a asustar, en nuestro primer día en Chipre. Después de un par de horas y tal, como vinieron, fueron desapareciendo, el lo que fue el único dolor físico de este undécimo periplo largo.
-BALSAMO: después de un par de noches de aeropuerto, en Abu Dhabi y Lárnaca y antes de otras dos, en Roma, el hotel chipriota -el más caro de todo el viaje-, resultó ser un fantastico y anhelado elixir, que nos sacó durante casi un día del estresante -aunque, emocionante- dilatado retorno (cinco vuelos, por los siete de la ida)
-OLOR A PESCADO Y MARISCOS FRESCOS: la intensa y persistente fragancia que nos habia acompañado en India, casi por dos meses y consistente, básicamente, en tufo a patatas, garbanzos y chapatis quemados, fue sustituida en Chipre por el incomparable olor a mariscos y pescados frescos de los restaurantes junto al mar, en Lárnaca. Lastima que el presupuesto solo diera para el omnipresente desayuno inglés, que por seis euros te llena a base de huevos, bacon, salchichas y alubias.
-CAOS DEL AEROPUERTO DE LÁRNACA: el embarque más insufrible, estresante y agónico, que hayamos padecido en casi trescientos vuelos. Hora y media después de dar la vuelta a seis largas filas para mostrar el billete y otras tantas para el pasaporte - no entendemos el motivo, porque Chipre e Italia son Unión Europea- y para el control de equipajes. Y para colmo, delante nos tocó una familia estúpida y mal educada.
-EL FRESCO: porque al llegar a Roma y después de mucho tiempo, disfrutamos de esa agradable sensación proporcionada por la transpirable brisa.
-FRIO: el fresco se transformó en tal, durante la última noche en Fiumicino y lo pasamos mal, rechinando los dientes, sin jersey y en pantalones cortos.
-LAS PANTALLAS: criticamos a jóvenes y adolescentes, por estar todo el día mirándolas, pero los adultos y en los aeropuertos, tampoco tienen otra forma de entretenerse. Acabar encontrando sitio para cargar el móvil termina siendo más valioso, que una medalla olímpica o hallar un trabajo digno.
martes, 17 de septiembre de 2024
sábado, 14 de septiembre de 2024
Comiendo gratis, durmiendo caro
Pasamos la mañana tomando cervezas strong en el aeropuerto de Abu Dhabi. Naturalmente, hay, que camuflarla, vaciando en el baño las latas en una botella de agua de dos litros y bebiendola dentro de una bolsa opaca de tela. Después, comimos las últimas riquísimas bondas del viaje, compradas ayer en el Lulu de al lado de la estación de autobuses. Siempre he dicho, que la mejor comida india se vende en Emiratos.
El vuelo de Wizzair, a Larnaca, debía partir a las cuatro de la tarde pero lo hizo con una hora de retraso. Llegamos al destino a más de las nueve, por lo que ya no tenía sentido bajar a la ciudad a tratar de comprar algo. Sin embargo, recibimos una estupenda sorpresa: al lado de una papelera y en la calle, nos topamos con dos cervezas, una lata de medio litro y otra de tercio. ¡Menudo recibimiento y pudiéndolas beber sin ocultarnos!
Dormimos extraordinariamente y por la mañana llegaron nuevos regalos, procedentes de los desayunos de los hoteles, alguno incluso, de cinco estrellas: bocadillo de jamón York y queso, otro de mortadela, dos sandwiches de bacon y queso, tomates, pepinos, fruta diversa, croissant, un plumcake, yogures, cuatro latas de refresco, zumos, agua...¡Nos ponemos a comer, como el tío Tenazas, durante todo el día!
Después, bajamos a Larnaca, caminando. Son seis kilómetros por una cómoda acera. De camino contemplamos con pena, como el lago salado, que vimos hace doce años se ha secado.
Tratamos de buscar cobijo en uno de los apartamentos, donde estuvimos entonces, pero están muy deteriorados y okupados por trabajadores precarios e inmigrantes. A punto de caerse y llenitos de basura.
No cuesta mucho encontrar un hotel y finalmente, nos toca pagar el más caro del viaje (36 € y con baño compartido).
Salvo el paseo de la playa, la ciudad está hecha un cacharro, mucho peor de lo que recordábamos y el calor no da tregua, a pesar de encontrarnos a mediados de septiembre. Sin embargo, hemos visto más guiris aquí, que en los restantes sesenta y siete días de viaje
Mañana por la noche, si no hay novedad, volaremos, a Roma.
Desde Dubái, hasta el aeropuerto de Abu Dhabi
Sobre las diez de la mañana, cuando comenzaban a abrir las tiendas del zoco del oro, dejamos atrás nuestro confortable y fresco hotel de Deira, para tomar la barca -no existen puentes -,que en escasos minutos cruza la ría y te deja en Burj Dubái, zona en la que se encuentran también, la estación de autobuses, la tienda de la cerveza y el alcohol -para comprar, hay que presentar un pasaporte extranjero, a diferencia de Abu Dhabi- y el Carrefour.
Burj Dubái es un núcleo urbano más desordenado y con menos encanto, donde contemplar algunas mezquitas,un fuerte y el barrio histórico, bonito en nuestras anteriores visitas y desastroso en la actualidad, debido a las numerosas y entorpecedoras obras.
Cambiar dinero en Dubái, resulta mucho más ventajoso, que hacerlo en Abu Dhabi, donde se imponen las costosas comisiones, que llegan casi, a la usura. Conseguimos incluso, canjear las rupias sobrantes a una buena tasa cuando pensábamos, que nos las íbamos a comer con patatas (alu, en hindi)
Pero para cambio, el de la temperatura. El cuerpo sufre lo suyo, cuando pasas de los soleados cincuenta grados de la calle, a los dieciséis, al entrar en un zoco o en un centro comercial.
A las dos de la tarde y después de tomar comida preparada del Carrefour, nos subimos al bus, hacia Abu Dhabi ( dos horas y veinte). Y lo hicimos enfadados. No por la casi ausencia de aire acondicionado, que también, sino porque el sistema de transporte público, es claramente perjudicial para el turista. Te obligan a comprar una tarjeta, aunque sea para un solo viaje, en vez de darte un billete individual. Y además, una para cada uno. A eso, hay que añadir, otra para el metro -tampoco venden billete sencillo y en Abu Dhabi, una temporal -para un mes-, con una recarga mínima de unos ocho viajes, aunque, como era nuestro caso, solo hicieramos uno.
En este caso, nos tomamos cumplida venganza: no la validamos en la máquina del vehículo, con lo que el plazo no ha empezado a correr y nos servirá entera para un futuro viaje a la ciudad (llevamos tres este año)
En Abu Dhabi hacia mucho calor, pero a diferencia de julio, donde no aguantábamos ni un cuarto de hora, paseamos durante casi doscientos minutos. Llegamos hasta la Corniche, cosa imposible hace dos meses
La tarde y tras las últimas compras de alcohol y comida, nos trajo un último susto. Por segunda vez en este viaje, mi pareja perdió la mochila y tuvimos, que bajarnos en marcha del bus del aeropuerto. Afortunadamente, aquí la gente es bastante honrada y no se llevan lo ajeno.
En la terminal comenzó la recolección de lo que se va dejando la gente, antes de tirarnos, a dormir : bombones de dos clases, chocolatinas, bolsas de té con leche y cardamomo, champús, almendras y nueces, ropa, salsa fuerte de queso, mayonesa, cr.ema para la cara y toallitas limpiadoras.