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viernes, 6 de septiembre de 2024

jueves, 5 de septiembre de 2024

Monos robagafas, en la ciudad de las viudas

           Nos despertamos a las cinco de la madrugada y media hora después y sin haber amanecido, ya estábamos a la captura del primer cacharro, que nos llevará a la estación de tren. Se regatea bien a esas horas, a pesar de la escasa oferta.

          Perdimos un convoy, a Matura, por segundos, pero no tardo mucho en pasar el siguiente. Nos tocó ir de pie, durante la hora de trayecto.

          En la puerta de la estación de Matura, cogimos un segundo cacharro -esta vez compartido -, que sale mas barato. En media hora estamos en Vrindavan.

          El camino hasta el centro son dos kilómetros, con no demasiado tráfico, pero con multitud de monos descontrolados y canallas. Con el madrugón, mi pareja no se había puesto las lentillas y llevaba las gafas. En un instante y sin ni siquiera rozarla, uno de ellos se las quitó y se fue al galope. Desconcierto y shock. Entonces aparecen un grupo de unas diez mujeres de diferentes edades . Pensamos, que vienen a ayudarnos, pero no. Quieren dinero: concretamente, cien rupias, no sabemos si para todas o de forma individual . Mientras un señor, ha recuperado los anteojos y también quiere cobrar por ello. Una de las patillas está  severamente mordida. ¡Huimos de allí!

          Desconcierto sí, pero sorpresa ninguna, porque habíamos leído a unos chicos, que les quitaron las de sol. Yo le dije a mi pareja en el tren, que las guardara, pero es muy tozuda y no hizo ni caso.

          Hay, que decir, que hemos salido de la ciudad de las viudas, impresionados y algo temerosos y eso, que tenemos más de cuarenta mil kilómetros por este país.

          El 33% de la población de este lugar son mujeres, que han perdido al marido y que han acabado aquí. El resto: peregrinos devotos, sadus vividores, mendigos de todas las edades y secos, maestros de rituales... Tienen todos algo en común: piden dinero.

          Además, vacas malolientes, cabras, perros vagabundos, serpientes para tocarlas y hacerse fotos, millones de moscas, los monos... Y también basura y fluidos, para aburrir y mucha policía, viendo la vida pasar, sin hacer nada.

          En ningún lugar del mundo, hemos padecido tanta agresividad global, como aquí .

          Pero el sitio está bien y es muy auténtico -demasiado quizás - con su serpenteante casco histórico de calles estrechas y abarrotadas, sus templos mal mantenidos y sus deteriorados ghats, donde se puede tomar una embarcacion para el paseo. ¡Ni de coña! 

          Y una actividad comercial trepidante, que gira en torno a las ofrendas de los templos -se pegan por ser los primeros en entregarlas-, consistentes en flores, comidas, velas y unos carísimos dulces de aspecto asqueroso (forma de albondiguillas oscuras).

          Un nuevo cacharro compartido nos devolvió a Mhatura. Por el camino vimos una tienda de alcohol. Será, que está fuera del radio prohibido de diez kilómetros de los templos.

          Tuvimos suerte y al llegar a la estación, cogimos un tren inmediato para Delhi, donde estamos ahora, esperando los vuelos de regreso. Está vez pudimos sentarnos y el convoy llegó puntual.

          Los vídeos no hacen justicia con Vrindavan. Primero, porque es muy difícil grabar en sus calles atestadas y segundo, porque obramos con mucha cautela para que nuestro móvil no cayera en las garras de los rápidos e implacables monos.

          Vrindavan ha sido la guinda premium a este sexto viaje por India y undécimo largo.

Por las caóticas calles de Vrindavan


 

Templo antiguo en Vrindavan


 

Otro de los ghats de Vrindavan


 

Ghats de Vrindavan


 

Interior de un templo de Vrindavan


 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Desayuno aparatoso, después de haber completado el puzzle de los vuelos de regreso.

           Aquí seguimos, en Agra, tan ricamente, gobernados por la tiranía de la vagancia, después de que la tarde anterior hubiéramos pasado once horas, buscando y reservando vuelos.

          Esta mañana después de desayunar, nos sentimos agobiados por un par de personas, que se mostraron de muy mala manera. Más de lo habitual aquí, que ya es mucho. Se acercó un hombre y nos pidió dinero y luego otro, que muy borde, nos solicitó cien rupias. Tuvimos, que mostrarnos muy agresivos para repeler la agresión y que nos dejaran en paz. De todas formas, nos extrañó, porque salvo las viudas o repudiadas, en India los adultos no suelen pedir pasta.

          Seguimos caminando y al rato, mi pareja me dice:

          - Ya sé por qué nos persiguen esos hombres árabes 

          - ¿Por qué?- le contesto yo, absolutamente intrigado-

          - Se me ha olvidado pagar los biryanis de pollo del desayuno.

          Retrocedimos aprisa y saldamos la deuda con cierta vergüenza.

          Anécdotas incómodas al margen, os detallamos como queda nuestro regreso con todos los vuelos confirmados:

          - 10 S. Delhi - Ahmedabad, con Índigo y con diecinueve horas de escala

          - 11 S. Ahmedabad - Dubai, con la misma compañía y reserva. Hemos pagado por ambos vuelos 130€, lo que es muchísimo, teniendo en cuenta, que a la ida, por algo similar, abonamos 69.

          - 13 S. Abu Dhabi - Lárnaca, con Wizzair, por 50€.

          - 15 S. Con la misma compañía y por 38 pavos, vuelo a Roma, desde Chipre.

          - 17 S. Y por 15€, Roma -Santander, con Ryanair.

          Mañana, si no nos lo ponen muy difícil, arribaremos a Vrindavan, vía Matura. Carne y alcohol no veremos, por "la santidad de los templos", pero seguro, nos atiborraremos de basura, meados, vacas malolientes y molestos monos.

Adiós 🫂 al Taj Mahal y a Agra


 

martes, 3 de septiembre de 2024

Pisando el freno: Vrindavan debe esperar

           Nos levantamos tan convencidos de irnos a Matura y a Vrindavan, que sobre las nueve, cogimos un cacharro hasta la estación de tren. El chaval, que nos llevó, era joven, honrado y prudente en la conducción.

          Ya por el camino, le fuimos dando vueltas a varias cosas. Por un lado, quizás no era buena idea pasar dos noches en Vrindavan, donde no debe de haber demasiados alojamientos, que acepten extranjeros. Por otro, ayer leímos, que en ambas poblaciones han prohibido la carne y el alcohol, desde 2021 y deben ser bastante expeditivos -los propios vecinos- con quien sospechan , que las posea y no nos apetece pasar mucho tiempo allí.

          Y por último y más importante, anoche y ya de madrugada, vimos tarifas interesantes de avión, que podríamos perder, si dedicamos el día a viajar y ver templo y ghats. Por tanto, decidimos aplazar la visita para mañana, madrugando, para llegar hasta Delhi y así, no hacer noche en Vrindavan.

          ¿Qué hacer entonces con el día de hoy? Primero, decidimos tomar un hotel en la estación, para estar cerca de ella mañana. Pero son caros y ponen demasiadas trabas. Así, que a lo tonto, nos pusimos a caminar y sin distracción -el camino es semisalvajes y cómodo -, regresamos hasta la zona del Taj Mahal, distante siete kilómetros. 

          Por no dar explicaciones, nos alojamos en otro hotel de las mismas características y de idéntico precio. Un viejo ocioso, que observó nuestro check in, nos enseñó su colección de billetes, entre los que tiene uno de cien pesetas de Falla.

          Tomamos aire, dando un paseo y contemplando en los ghats, a niños sacudiéndose de lo lindo, a chanclazos. Otros se dedican a espantar a los pájaros con muy malas artes. ¡ Así son luego de adultos! Y acto seguido, asistimos a una boda muy festivalera, en la que el anfitrión lanza billetes de diez rupias y casi se matan por ellos. Hasta el de la trompeta deja el instrumento para recoger su parte.

          A estas horas, llevamos ya nueve buscando vuelos y ya hemos comprado un par de ellos. Nuestro recorrido de vuelta será: Delhi - Abu Dhabi -Larnaca -Roma -Santander.