jueves, 5 de septiembre de 2024
miércoles, 4 de septiembre de 2024
Desayuno aparatoso, después de haber completado el puzzle de los vuelos de regreso.
Aquí seguimos, en Agra, tan ricamente, gobernados por la tiranía de la vagancia, después de que la tarde anterior hubiéramos pasado once horas, buscando y reservando vuelos.
Esta mañana después de desayunar, nos sentimos agobiados por un par de personas, que se mostraron de muy mala manera. Más de lo habitual aquí, que ya es mucho. Se acercó un hombre y nos pidió dinero y luego otro, que muy borde, nos solicitó cien rupias. Tuvimos, que mostrarnos muy agresivos para repeler la agresión y que nos dejaran en paz. De todas formas, nos extrañó, porque salvo las viudas o repudiadas, en India los adultos no suelen pedir pasta.
Seguimos caminando y al rato, mi pareja me dice:
- Ya sé por qué nos persiguen esos hombres árabes
- ¿Por qué?- le contesto yo, absolutamente intrigado-
- Se me ha olvidado pagar los biryanis de pollo del desayuno.
Retrocedimos aprisa y saldamos la deuda con cierta vergüenza.
Anécdotas incómodas al margen, os detallamos como queda nuestro regreso con todos los vuelos confirmados:
- 10 S. Delhi - Ahmedabad, con Índigo y con diecinueve horas de escala
- 11 S. Ahmedabad - Dubai, con la misma compañía y reserva. Hemos pagado por ambos vuelos 130€, lo que es muchísimo, teniendo en cuenta, que a la ida, por algo similar, abonamos 69.
- 13 S. Abu Dhabi - Lárnaca, con Wizzair, por 50€.
- 15 S. Con la misma compañía y por 38 pavos, vuelo a Roma, desde Chipre.
- 17 S. Y por 15€, Roma -Santander, con Ryanair.
Mañana, si no nos lo ponen muy difícil, arribaremos a Vrindavan, vía Matura. Carne y alcohol no veremos, por "la santidad de los templos", pero seguro, nos atiborraremos de basura, meados, vacas malolientes y molestos monos.
martes, 3 de septiembre de 2024
Pisando el freno: Vrindavan debe esperar
Nos levantamos tan convencidos de irnos a Matura y a Vrindavan, que sobre las nueve, cogimos un cacharro hasta la estación de tren. El chaval, que nos llevó, era joven, honrado y prudente en la conducción.
Ya por el camino, le fuimos dando vueltas a varias cosas. Por un lado, quizás no era buena idea pasar dos noches en Vrindavan, donde no debe de haber demasiados alojamientos, que acepten extranjeros. Por otro, ayer leímos, que en ambas poblaciones han prohibido la carne y el alcohol, desde 2021 y deben ser bastante expeditivos -los propios vecinos- con quien sospechan , que las posea y no nos apetece pasar mucho tiempo allí.
Y por último y más importante, anoche y ya de madrugada, vimos tarifas interesantes de avión, que podríamos perder, si dedicamos el día a viajar y ver templo y ghats. Por tanto, decidimos aplazar la visita para mañana, madrugando, para llegar hasta Delhi y así, no hacer noche en Vrindavan.
¿Qué hacer entonces con el día de hoy? Primero, decidimos tomar un hotel en la estación, para estar cerca de ella mañana. Pero son caros y ponen demasiadas trabas. Así, que a lo tonto, nos pusimos a caminar y sin distracción -el camino es semisalvajes y cómodo -, regresamos hasta la zona del Taj Mahal, distante siete kilómetros.
Por no dar explicaciones, nos alojamos en otro hotel de las mismas características y de idéntico precio. Un viejo ocioso, que observó nuestro check in, nos enseñó su colección de billetes, entre los que tiene uno de cien pesetas de Falla.
Tomamos aire, dando un paseo y contemplando en los ghats, a niños sacudiéndose de lo lindo, a chanclazos. Otros se dedican a espantar a los pájaros con muy malas artes. ¡ Así son luego de adultos! Y acto seguido, asistimos a una boda muy festivalera, en la que el anfitrión lanza billetes de diez rupias y casi se matan por ellos. Hasta el de la trompeta deja el instrumento para recoger su parte.
A estas horas, llevamos ya nueve buscando vuelos y ya hemos comprado un par de ellos. Nuestro recorrido de vuelta será: Delhi - Abu Dhabi -Larnaca -Roma -Santander.
lunes, 2 de septiembre de 2024
Un conductor salvaje, nos devuelve a Agra diez años después
Al final y como no habíamos conseguido reserva en slepeer, optamos por el autobús nocturno, para cubrir las seis horas y media de trayecto, entre Lucknow y Agra. Cuesta cuatro veces más, que la caótica segunda del tren, pero te garantizas un asiento, seguridad y cierta comodidad ( las empresas privadas por el mismo precio ofrecen más confort).
La llegada a Agra resultó traumática y aún pudo ser mucho peor. Bajaba el último del autobús y el hijo de puta del conductor -condujo medio loco toda la noche-, arrancó, cuando todavía estaba en la escalera. Caí, precipitadamente, de espaldas y tuve habilidad y suerte para no golpearme en la cabeza. Los dolores en el hombro y brazo derecho son leves, aunque molestos.
La estación de autobuses está en el quinto pino, así, que regateando ferozmente, conseguimos un cacharro, que nos llevase hasta la de trenes de Fort, donde constatamos algo, que ya sabíamos por la app: solo hay un tren directo a Matura, por lo que mañana deberemos ir a la de las afueras. Desde ahí, fuimos andando al Fuerte y al Taj Mahal, por el mismo camino que decenas de veces en el pasado.
Poco ha cambiado en Agra en una década, salvo los precios del mítico monumento y un menor número de visitantes. Son 1.300 rupias para los guiris -50 para indios- o lo que es lo mismo, el importe de la entrada a la Alhambra de Granada, el equivalente a tres noches - si sumas los dos - de nuestro hotel actual, a 4,500 kilómetros de tren en slepeer, a 50 biryanis de pollo, a 260 samosas o bondas, a 150 botellas de agua de litro... Hemos venido cuatro veces a esta ciudad y seguimos sin entrar al Taj Mahal, sin remordimiento alguno.
El ochenta por ciento de Agra huele a ciénaga y alcantarilla y el otro veinte a basura. Sin embargo, tiene varias zonas semi peatonales -imposible quitar las motos y las bicis - por donde el paseo resulta agradable, a pesar de la presencia importante de monos - no lo recordábamos - y de los impíos pelmas, que te agobian cada diez segundos, enlazándose unos con otros.
Los hay de todo tipo, pero los peores son los del transporte, en lo que es un sinsentido, porque todo lo de ver, dormir y comer está al lado y el fuerte desde el pasado marzo, está conectado por el nuevo y flamante metro, que de momento, solo dispone de seis estaciones.
Resulta imposible discernir, si aquí son más maleducados y pelmas, que en Varanasi, aunque creemos, que junto con Cuzco, en Perú, forman el desagradable podio.
El restaurante, donde desayunábamos por 25 rupias, ha cambiado de dueño y ahora cobra 150. Estaba lleno, entonces y hoy, no hay nadie. También hemos pagado la cerveza mas cara de todo el país.
Ayer, en Lucknow cayó la mundial y refrescó y aquí, ni una sola gota.
Eso sí, hemos obtenido el mejor cambio, por los euros, de todo el viaje