jueves, 29 de agosto de 2024
miércoles, 28 de agosto de 2024
Nuestras aguas vuelven a su cauce, aunque no las del Ganges
Jarreó a lo bestia, durante toda la noche, sin ningún impedimento y hasta, que el cielo se quedó a gusto.
Nosotros, ya habíamos tomado una decisión antes: no seguiríamos en el mismo hotel, porque con los ghats inundados, en Varanasi se puede hacer poca cosa. O bien, trataríamos de abordar un cacharro, a Sarnath o volveríamos a la estación central para el día siguiente, abordar ese mismo destino por tren.
Dejamos el hotel y nos fuimos a Manikarnika, con todavía más agua por todas partes, que ayer. En Varanasi, las cremaciones se llevan a cabo en el borde del río y se observan desde un mirador.
Como no había orilla, habían subido a los muertos a ese punto elevado y al ascensor la escalinata fue un sorpresón impresionante. Mi pareja quedó a centímetros de una señora a punto de arder y a mí, me pasaron unas parihuelas sobre el hombro con otro cadáver. Entre eso y el firme resbaladizo y escaleras peligrosas, no aguantamos más allí. ¡Ha sido el momento del viaje! Ellos, si no pueden hacerlo a su manera, lo hacen de otra .
Conmocionados, volvimos a la zona semi peatonal y al ghat central -anegado más, que ayer -, donde ya se había montado el insoportable circo diario: pedigüeños de todas las edades, sadus, buscavidas, tutuckeros plastas, gentes malintencionadas, portadores de ofrendas, niñas de tres años vestidas de Shiva... Una molestia y un intento de estafa de por medio cada minuto, a pesar de la omnipresencia de la policía turística.
Cambiamos dinero a una buena tasa y tomamos aliento al tardar en traernos las rupias, mientras esperábamos en una sala espatarringados con un potente aire acondicionado.
Tratamos de coger un tuck tuck, para Sarnath y fue tal la tomadura de pelo, que en diez minutos desistimos. Nos pidieron 800 rupias, para 6,5 kilómetros, cuando ofrecíamos 150. Tras tiras y aflojas y varios conductores, no aceptamos 300, que fue el mínimo, al que bajaron. En este mundo 🌍 sólo hay sinvergüenzas, p.orque los incautos los superan por uno a diez
Por el mismo importe de ayer, un conductor ciclista educado y amable, nos devolvió sin aspavientos a la estación, donde buscamos hotel. Preguntamos en recepción, cuanto cuesta un tuck tuck a Sarnath, lo miraron en una aplicación y son, entre 160 y 170 rupias. ¡No habíamos calculado mal!
Está zona de la ciudad es caótica, pero animada y dispone de una amplia oferta de thalis, pilav, fritanga y lasis recién hechos.
Pesadilla en Varanasi, diez años después de nuestra última visita
martes, 27 de agosto de 2024
El tren 13413 y el inicio de la pesadilla en Varanasi
Apuramos el check out en New Japalguri hasta las doce, pero aún así, el día se hizo muy largo, hasta las ocho y cuarto, hora de la salida del tren, que partió puntual.
Al principio no iba demasiado lleno, pero a las dos horas en una parada, se completó con un montón de jóvenes algo gamberros e inquietos, provistos de mochilas militares. Nos llamó la atención, que una mujer en estado de gestación avanzada, viajará sola y con gran equipaje. Empezó tumbada en un asiento y acabó en el suelo, porque no tenía billete, pero el revisor ni se lo pidió.
Me dormí enseguida, pero desperté, abruptamente, debido al calor y ya solo cogí el sueño a ratos. Sobre las cinco comenzó a llover -solo un cuarto de hora en los últimos tres días - y agradecí, tumbado en la litera, las frescas gotas sobre mi cara.
Íbamos con media hora de adelanto, pero a falta de cuatro kilómetros, el tren se detuvo, dejó pasar a otros cinco y llegamos puntuales, no a Varanasi, sino a DD Upadhyaya, situada a 18 kilómetros.
Caía la mundial y eso provoca el caos en todas las estaciones de India, porque en ellas se refugian -muchos niños mendigos incluidos -, todos los que no tienen otro sitio donde ir.
Todo había ido perfecto, así, que compramos los billetes para Varanasi y comenzó nuestro día pesadilla, en el que terminé, incluso, herido pero leve, pero al menos, no muerto.
El tren 13413 era el asignado. Empezó circulando lentamente, para continuar deteniéndose a cada rato. En un momento dado, se paró durante una hora, dejando pasar a más de diez convoyes -incluidos mercancías -, llevándonos a la histeria. Al final, 160 minutos de trayecto para una distancia ridícula. Y el resto de los pasajeros sin ni siquiera inmutarse, mientras caía el diluvio universal.
Al menos, dos anécdotas nos sacaron por instantes del mal humor y del abatimiento. Una chica iba sentada con su hijo de unos seis años y otro de uno. Se guardó el dinero en su sujetador. Poco después, el crío lo levantó y cuando parecía, que iba a chupar de teta, agarro la pasta y se la llevo en un puño.
Al llegar a la estación de Varanasi nos abordó un tukctukero muy pesado, tanto, que le amenazamos con la policía turística, qué en ella se encuentra. No entendió eso, sino que le estábamos pidiendo información sobre donde estaban los agentes y amablemente, nos lo indicó.
Tercera visita a Varanasi. La primera nos maravilló, impresionó y emocionó. La segunda nos dejó indiferentes y está, nos está asqueando. Pero, como pillaba de camino,queremos llegar a Sarnath, a 8 kilómetros de aquí.
Lo de asqueando, os lo contamos en el próximo artículo.