miércoles, 5 de junio de 2024
lunes, 3 de junio de 2024
De Roma a Gijón. Y fin del noveno viaje largo
Fiumicino y en la rebusca de año nuevo, nos entregó, como recompensa, unas hamburguesas de pescado del MacDonalds, unos bizcochos y unos palitos de pan, como única y agradecida cena. La verdad es, que dormimos genial, sin la música de Atenas y tirados en el suelo, alegremente. Lastima, que el vuelo a Asturias era muy tempranero y nos quitó las legañas de los ojos, abruptamente.
Los controles fueron condescendientes y la puntualidad del vuelo, también. Es una sinvergonzonería, que ALSA cobre, nueve euros, por 45 kilómetros, entre el aeropuerto y Gijón. Pero nosotros, lo esquivamos y pagamos solo hasta Avilés, on line, la mitad de tarifa. ¡Quién roba a un ladrón...! ¡Y subidón!.
Día agradable -medianamente lluvioso, en Gijón -, con mar baja y muchos surfistas y con la compra de las primeras cervezas baratas en meses.
Todavía nos quedaban algunos cabreos y el principal fue, en la estación de trenes. Tras solicitar el abono gratuito de media distancia, no nos permitieron pagarlo con tarjeta, solo efectivo, por no sabemos, que causa. Y, mientras tanto a pobres jubilados indefensos y persistentes con su amabilidad, no les permiten pagar en efectivo -solo tarjeta -, alegando que la máquina de los trenes de cercanías no lo permite. Gente indefensa y ellos, sin ninguna empatía, pasando de todo.
Con este artículo finalizan los 67 que han compuesto nuestro noveno viaje largo.
Desangelados Nochevieja y Año Nuevo
Tocó entretener mucho tiempo y darnos a la cerveza y al vino en las largas horas de estancia en el aeropuerto griego, pero el vuelo para Bolonia, desde Atenas y en la tarde de Nochevieja, partió, tan puntual, como aterrizó. El aeropuerto italiano, que abre las 24 horas -de sillas rojas, como la propia ciudad -, resultó mucho más acogedor. Puedes dormir en el suelo, cosa, que hicimos, tras nuestra temprana cena de Nochevieja, consistente en patatas fritas de chili y lima -de un Carrefour abierto a deshora -, galletas, arad y vino, que acabó esparcido por el suelo por una mala maniobra. Frío moderado y Nochevieja sin petardos, aunque con algún pasajero, ligeramente, emocionado.
Y llegó el Año Nuevo, sin víveres, aunque con alcohol, todavía. Todo cerrado. Nuestro objetivo - y no barato - es llegar con Flix Bus, desde Bolonia, a Roma Fiumicino. Viaje sin sobresaltos, pero lleno de incertidumbre. Primero, porque lo que nos vendieron, no era lo real: ni wifi, ni carga en el asiento, ni Flix Bus. Se trató de una subcontrata cutre de bus de estrechos asientos, donde no puedes ir a mear, más que en una parada, cercana a Bolonia, en un emporio de comidas y bebidas, reino de la usura. Además, al cándido conductor, le costó Dios y ayuda leer nuestros billetes.
Viaje pesado, no más, que los jóvenes y maleducados pasajeros de atrás. Y, llegada con mucha incertidumbre, con numerosas paradas en las afueras de Roma, con averías incluidas y con un lento transcurrir, a Fiumicino, sin explicación alguna.
Al llegar, nos sentimos aliviados, aunque hambrientos, porque no habíamos comido nada en todo el día. Menos mal, que hay mucha gente, que se desprende con alegría de sus víveres y bebidas, entre ellas una botella entera de 200 centilitros de ginebra Bombay Shapire.
domingo, 2 de junio de 2024
Los cuatro alojamientos de Atenas
En Atenas tuvimos cuatro alojamientos y no nos sentimos decepcionados -salvo el último -, porque estábamos en Navidad y los precios tiraban al alza.
El primero, fue el Sparta, lugar decadente -como el barrio en general -, donde ya estuvimos en 2020. Al menos, la calefacción funcionó mejor, que el aire acondicionado de entonces. Los baños, seguían igual de asquerosos y además, necesitas tarjeta para dar la luz. El dinero, que se ahorran en electricidad no lo invierten en mantenimiento.
El segundo fue una joya increíble y más, reservando el mismo día. Un apartamento en una zona residencial, con dos habitaciones, salón, cocina, wifi y calefacción, donde nos hicimos nuestra cenita y todo.
El tercero estuvo muy bien, aunque pagamos 25€ y no 21 como en el anterior. Calorcito, baño propio y buen desayuno.
El cuarto y por ser sábado -los precios se disparan como un cohete-, fue el propio aeropuerto de Atenas. El de Bali ha sido, el peor del viaje, indiscutiblemente. Obtiene la medalla de oro. El de Kuwait, consigue la de plata. Y Atenas, muy desagradable merece la medalla de bronce. Todos ellos en la categoría de hostilidad con el viajero.
Ya habíamos dormido dos noches en 2020, de forma grata, porque fue en verano y en los bancos del exterior. Está vez y en el interior, dos carteles amenazantes rezan: "No se puede dormir tumbado en el suelo,ni tampoco, en las sillas" (es un decir, porque todos tienen reposabrazos). Para conciliar el sueño, no queda otra, que esforzados ejercicios de contorsionismo, además, de escuchar la insoportable música ambiental por la megafonía, que directamente, suben de volumen para molestarte y hacerte la estancia hostil.
En Atenas, tres años después
Y, sin más novedad, llegamos a Atenas dejando atrás el sofocante calor de los dos últimos meses y medio, aunque tampoco ingresando, directamente, en el duro invierno. En la primera hora de estancia en Grecia, tuvimos, que enfrentarnos, a dos super gilipollas: el del control de pasaportes y el conductor del autobús al centro. Sus madres y parejas deben estar encantadas con ellos. Afortunadamente, la inercia no siguió y empezamos a disfrutar de la estancia.
Pocas cosas han cambiado desde nuestra última visita a la ciudad, hace tres años y medio. Encontramos más turistas y viajeros, pero es que en aquella época y tras nuestra entrada, obligaron a presentar PCR negativo a todo el mundo y sus costes, frenaron el ingreso de muchos extranjeros. Tanto, que desde la mayoría de los restaurantes, nos suplicaban, que nos sentáramos a comer o beber algo.
El alojamiento en esta ciudad, sigue sin ser demasiado caro, pero en estas fechas el problema es, que es casi imposible juntar dos fechas consecutivas en el mismo hotel, por lo que cada día hay que llevar a cabo un check in y un checkout, con las molestias, que conlleva.
Nos ha sorprendido, la poca Navidad, que hay en Grecia y los escasos -y cutres- motivos, que vagamente, adornan sus plazas principales. En las calles, nada y en las tiendas, poca cosa. Cierto es, que los ortodoxos celebran la Navidad, el 7 de enero, pero teníamos entendido, que la iglesia griega si lo hace el 25 de diciembre. Seguiremos investigando.
Grecia es, más o menos, el eslabón perdido entre el tercer y el primer mundo,por lo que no nos ha costado casi nada adaptarnos, salvo por los precios. En cierta cosas -y no son pocas-, Malasia en concreto -no Tailandia, Vietnam o Indonesia -, es más evolucionada y menos salvaje, que la Hélade.
Ha resultado más chocante, en apenas doce horas, haber pasado del aire acondicionado a tope, a la imprescindible calefacción. No nos quedaban apenas sitios nuevos, que visitar en la ciudad, aunque sí, el acceso a su colina, más elevada, la Licabeto, desde donde contemplas bonitas vistas, un campanario y una iglesia. No fuimos en el verano del 2020, debido al tremendo calor e hicimos bien, porque la sudada a finales de diciembre ha sido bestial.
En Nochevieja, volaremos, a Bolonia. En Año Nuevo, Flix Bus a Roma. El día 2, Fiumicino- Asturias y Oviedo - Valladolid. La extrema movilidad durante las fiestas y el disparatado precio de los vuelos europeos nos ha deparado una vuelta diabólica y rocambolesca.