lunes, 15 de mayo de 2023
lunes, 8 de mayo de 2023
Un Madrid poco sostenible y nada preparado para el cambio climático
Al fin -que casualidad, poco más de un mes antes de la celebración de las elecciones municipales y autonómicas -, han terminado las eternas obras de la Puerta del Sol, de Madrid, que tanto nos ha molestado a todos y la decepción, la frustración y la indignación se reparten por partes iguales.
El espacio se ha convertido en un lugar inhóspito, sin un solo árbol,ni una sola sombra, sin entornos acuáticos, que trasmitan frescor y sosiego, sin una mínima zona verde... Solo, una interminable y desaliñada exposición de adoquines de diferentes formatos y colocados con escaso criterio, para el sufrimiento de los miles de pies, que estresados, transitan por allí cada día. Escuché el otro día decir a alguien sobre el tema: "Esto parece una fábrica de baldosas, con muestras de elementos diferentes de todo tipo, tamaño y color".
A ello, hay que añadir, que Madrid es actualmente, la capital internacional de la basura. No sé, como estaría la ciudad, cuando gobernaba Carmena, porque no íbamos mucho por allí en aquella época, perola situación en la actualidad, se torna en absolutamente lamentable, con suciedad -veces, rancia- por todas partes.
No sé, como han podido permitir, que céntricos lugares, como la plaza de Jacinto Benavente o las inmediaciones de la estación de Príncipe Pío, se hayan convertido en pestilentes urinarios sobre la acera -formándose hasta enormes charcos-, donde miccionar sin rubor a cualquier hora del día o de la noche es lo habitual. Ya doy consciente, de que los mendigos tienen, que vivir en alguna parte, pero corresponde a las abúlicas autoridades municipales -entretenidas atacando a Pedro Sánchez -, dar una solución, que sea buena para los comerciantes de esas zonas, los vecinos, los turistas y los propios indigentes.
Otro asunto es el terraceo. Hay centenares -tal vez, miles- de calles, que se encuentran absolutamente invadidas por las terrazas, sin el más mínimo remordimiento de los propietarios de los bares. En la mayoría de ellas, han montado una especie de estrechos corredores humanitarios atestados y apestados por enfermos del tabaco -hora va siendo, de que prohíban fumar en la vía pública -, para que malamente, puedan transitar los peatones, como quien huye de una guerra. Y, como en el tránsito cotidiano, se te ocurra rozar a un camarero -casi siempre son ellos, los que te golpean a ti, porque van deprisa y sin mirar -, prepárate para una mala cara o un comentario diez y salido de tono.
Es una vergüenza sin igual e intolerable, que el Sky line de la Plaza Mayor sea una enorme sucesión de extensos toldos, que impide ver el lugar con perspectiva, Alós numerosos viajeros, que llegan a ella, para visitarla. Y todo, para que los hosteleros de la zona se hagan ricos con sus alucinantes precios. Existen lugares, que deberían estar protegidos. Esto no ocurre en las plazas mayores de Valladolid y Salamanca, do de las terrazas están esquinas o son laterales y dejan el resto del espacio para las visitas o eventos puntuales.
Para que hablar de los Kamikazes de los patinetes, los agresivos ciclistas -estén trabajando o de ciclopaseo -, las motos aparcadas en la acera ...
En otras ciudades, se han tomado medidas contra las incesantes olas de calor, como son sistemas estratégicos de arbolado y cinturones verdes, suelos drenantes o estanques artificiales para ahorrar agua, entre otras muchas. En Madrid, ni se han tenido en cuenta esas necesidades, ni se las espera. Al menos, mientras sigan en sus sillones los incompetentes, qi en la actualidad, gestionan el ayuntamiento
domingo, 7 de mayo de 2023
Los improvisados superamigos en los viajes: tan imprescindibles, como absolutamente decepcionantes
Hace ya mucho tiempo, que quería escribir un artículo sobre este asunto, pero por una u otra razón, siempre me terminaba dando pereza. Tal vez, la más fundamental sea, que no es lo más apetecible hablar sobre decepciones.
El título de este post es bastante descriptivo, pero no tengo ningún problema en ampliarlo. Se trata de personas -generalmente, de tu misma nacionalidad o al menos, del mismo idioma -, que conoces durante los viajes y que de repente, los llegas a considerar, como si fueran amigos íntimos de toda la vida.
La razón fundamental de esta casi inmediata sinergia es la afinidad. En nuestra rutina cotidiana, tenemos personas de confianza o compañeros de trabajo, pero es difícil llegar a sintonizar a un nivel tan alto, porque no tienen esa necesidad enfermiza por viajar, lo que si sueles encontrar, cuando te largas por ahí y te topas con estos trotamundos, con los que compartes la forma de pensar, de actuar, el estilo de vida, las aflicciones y los intereses.
Los inesperados e irrompibles lazos se pueden estrechar todavía más, si concurren otros tres factores: estar bastante lejos de tu país -generalmente, en lugares exóticos o poco turísticos -, tener un recorrido común y por encima de ellos, incluso, afrontar un problema o una necesidad común (por ejemplo y recientemente nos ocurrió, que te cancelen el mismo vuelo).
Entonces y llegado el caso, lo que suele suceder después, admite muy pocas variantes: euforia desmesurada, no parar de hablar -si la ocasión lo permite, en torno a litros y litros de cerveza -, contar hasta los más insignificantes o íntimos detalles de tu vida, hacer planes juntos para el presente -el viaje en curso- y para el futuro, fotos y más fotos, invitaciones a la vuelta al domicilio personal... Y por supuesto, intercambiar teléfonos y correos electrónicos.
Nosotros llevamos treinta y cinco años viajando, así, que podéis imaginar, la cantidad de amigos de este tipo, que hemos tenido en los cinco continentes. Aunque, durante el desarrollo de los viajes, hemos tenido alguna mala experiencia aislada, debemos decir, que la mayoría de esas relaciones han funcionado a la perfección y hemos desarrollado experiencias humanas intensas e increíbles, como nunca hemos tenido con la gente de nuestro entorno habitual.
Otra cosa muy diferente es, a la vuelta. Normalmente, esa amistad inquebrantable, se va esfumando en diferentes grados. Solamente con un par de personas, volvimos a compartir otro viaje y nos visitamos en nuestras respectivas ciudades. La mayoría de las relaciones quedaron en un par de correos o WhatsApps posteriores o sencillamente, en si te he visto, ni me acuerdo.
Es una pena, pero a pesar de las repetidas y esperadas decepciones, no rehuiremos en nuestros viajes futuros a amigos de este tipo, porque el momento vale mucho la pena.
La última experiencia de este calado sucedió el pasado noviembre, en Abu Dhabi, con un donostiarra, que viajaban solo. El día de Nochevieja -creo yo, que algo subido de alcohol-, esta persona nos felicitó el año y nos ofreció su casa para cualquier fin de semana, que quisiéramos. Tratamos de arreglar los flecos a lo largo de enero y las primeras semanas de febrero. Su último mensaje es del 20 de ese mes -lo tengo guardado- y en él, nos decía: "no os preocupéis, mañana sin falta os doy una respuesta". Cuando esto escribo y siendo cinco de mayo, aún estamos esperando, que conteste.
Del museo de motores, al cementerio de la Florida
La intensidad del primer día del puente de mayo había sido tal, que debimos bajar el ritmo las dos jornadas siguientes, porque además, la noche del sábado no dormimos nada bien.
Habíamos reservado para el domingo a media mañana, entradas para el Museo de Motores, situado en el barrio de Pacífico. De camino y sin haberlo planificado, nos encontramos con el Panteón de España y con la Real Fabrica de Tapices. Quisimos visitarla, pero no ábrelos fines de semana. Solo de lunes a viernes por la mañana y cuesta seis euros en visita guiada obligatoria
El Museo de Motores supuso nuestra cuarta visita a las exposiciones permanentes del Metro de Madrid. Ya solo nos quedará para otro finde, el vestíbulo de la estación de Pacífico, donde cuesta encontrar plazas libres. Elegimos el recorrido no guiado, porque hay muchos paneles informativos. Es el recinto, que menos nos ha gustado de todos, pero está bien. La extensa sala contiene los tres impresionantes motores, que generaban la electricidad del suburbano en los primeros tiempos de vida y otros más pequeños, además de accesorios diversos.
La tarde nos la tomamos con más calma y nos fuimos a Guadalajara, sobre la una y media, donde cambiamos el hotel de otras veces, por otro más barato, aunque de características similares. Más o menos, utilizamos el mismo tiempo en descansar y sestear, que en dar paseos por la ciudad manchega, entre un calor axfisiante.
El lunes, 1 de mayo y de regreso, a Madrid, tuvimos inesperados problemas logísticos. En la capital, casi todo abre los domingos y festivos, pero casi nada, el día del Trabajo, Navidad, Año Nuevo y Reyes. Finalmente, el único de los grandes abierto, el Lidl, nos sirvió para avituallarnos de comida y bebida.
Previamente, habíamos parado a dar un paseo, en San Fernando de Henares -de camino, volviendo desde Guadalajara-, localidad de vestigios reales, aunque no quedan más, que una plaza principal y la mayoría de los edificios de esta tienen las puertas tapiadas. Buen ambiente festivo, aunque sin demasiados atractivos.
Para regresar a casa, tomamos el último tren del día, por lo que tuvimos tiempo para disfrutar del cementerio de la Florida, situado cerca de la iglesia del mismo nombre -donde están los frescos de Goya, que ya vimos en otra ocasión - y dela estación de Príncipe Pío.
Vimos la parte de fuera y alrededores y nos sorprendimos, porque había muchos extranjeros pululando por allí. Estaba cerrado, porque solo abre de once a dos, determinados días, por lo que habrá que volver otra vez. En él están enterradas las víctimas mostradas en el cuadro del pintor aragonés, fusiladas por los franceses el 3 de mayo, de 1808.
¡Tantos años viviendo y yendo, a Madrid y no teníamos ni idea de su existencia!
Durante el puente de mayo se celebraron también las participativas fiestas de Malasaña. Lamentablemente, no lo supimos hasta el domingo, por lo que nos perdimos la actuación de los rockeros Mendoza, la jornada anterior. ¡El año, que viene, estaremos más atentos!
Este próximo fin de semana descansaremos, para retornar con fuerza a la capital, durante las fiestas de San Isidro.
viernes, 5 de mayo de 2023
Mercadillo y mamuts, en el puente de mayo
Se está convirtiendo en un hecho muy recurrente, al que a pesar de las molestias, ya nos hemos acostumbrado, el no poder pernoctar en Madrid capital, ni en las poblaciones más cercanas, del alfoz, durante los fines de semana o vísperas de festivos. Como no estamos dispuestos a abonar los s 80 o cien euros, que piden por una habitación doble -de ahí para arriba, lo que quieras-, son demasiadas ya las veces, que nos hemos ido a Cercedilla o Guadalajara, distantes del centro, más de sesenta kilómetros. Y eso, porque los trenes de cercanías son gratis, porque si no, no saldría tampoco a cuenta.
Nos frotamos los ojos al ver en los buscadores, como hostales, que el primer verano de la pandemia nos alojaban por poco más de veinte euros -incluso, por menos - en las proximidades de Sol o de Gran Vía, ahora y un sábado cualquiera, piden más de 300. Tal vez, ¡ni lo uno, ni lo otro!. Pero, ellos sabrán.
El sábado del puente de mayo madrugamos y tomamos el primer tren de la jornada, a las seis y veinticinco de la mañana. El objetivo era, llegar a tiempo al famoso mercadillo de Majadahonda, que se celebra en un aparcamiento público, ese día y los martes
El camino desde la estación de cercanías es largo -media hora-, tedioso y cuesta arriba, pero el lugar merece bastante la pena, porque la ropa y los complementos, que se venden, tienen -en términos generales- bastante estilo, aunque no son baratos. Está concurridisimo, especialmente, de chicas jóvenes con vestidos de punto, que al salir se ponen a un lado en las aceras para hacerse pomposas fotos con sus compras y después, subirlas a las redes (asociales). Durante la vuelta, disfrutamos de las únicas cuatro gotas del viaje, entre intenso y apestoso calor
Desde ya hace algún tiempo y para más comodidad, hemos establecido un sistema alimentario, que consiste en desayunar fuerte y cenar con contundencia, dejando algo frugal para el mediodía. Así, podemos tirar de corrido toda la jornada, sin tener, que andar buscando restaurantes o supermercados para comer.
Por tanto, al volver desde Majadahonda, nos bajamos en Atocha y nos fuimos a la cercana Fundación Caixa Forum -gratis para clientes -, a contemplar dos novedosas exposiciones. La primera, de Genios, Sabios y Magos nos encantó, pero la segunda, sobre la historia de los Mamuts, resultó ser delirante. Además de numerosas maquetas pequeñas y paneles informativos muy explícitos, cuenta con una espectacular reproducción, a tamaño real.
En Samplia, de Gran Vía, tocaba recoger de forma gratuita, bebidas de litro de avena y almendras y caramelos.
Fue de locos, porque la jornada terminó con más de 68000 pasos sobre nuestras castigadas piernas.
martes, 2 de mayo de 2023
Seguimos con los museos del metro de Madrid y con Samplia
Cuando iniciamos el ciclo de viajes recurrentes a la Comunidad de Madrid, allá por mediados de septiembre y después de venir de un periplo por los Balcanes y Corfu, intuíamos, que se podía hacer algo pesado acercarnos a la capital de España todos -o casi- los fines de semana. También pensamos, que se nos terminarían agotando las actividades, eventos o los lugares de interés, a visitar. Afortunadamente, ninguna de esas dos cosas ha ocurrido. Es más: casi lo echamos de menos, si un finde en concreto, no podemos -o queremos- ir.
Puede parecer entre curioso y ridículo, que dos personas, que han vivido casi dos décadas en Madrid y que han tomado el suburbano miles de veces, se asombre y disfruten de su reencuentro con el metro. Fácilmente, hacía más de quince años, que no tomábamos este medio de transporte, porque solemos ir a todos los sitios andando o en cercanías. Como mucho y en los últimos cuatro lustros, hemos llevado a cabo algunos recorridos al aeropuerto, cuando no conocíamos la más barata opción del autobús 200, desde Avenida de América. Pero, la línea, que lleva hasta la terminal 4 es moderna, amplia y funcional.
Nuestro shock y tremenda nostalgia ha tenido lugar con el retorno a las líneas viejas, sus estaciones en curva y en forma de tubo y sus estrechisimos y abarrotados andenes. Donde en su día veía normalidad, ahora y quizás debido a los años, detecto peligro y la sensación, de que fácilmente, podemos caer a las vías (en inconscientes noches de borrachera universitaria, las hemos cruzado por el medio más de una vez).
Emociones y recuerdos al margen, pasamos a contaros, brevemente, lo acontecido el fin de semana del 22y 23 de abril.
El sábado fue un día caluroso y algo fallido. Recogimos una lata de Sheweppes de tónica al limón en la máquina de Samplia, ubicada en Príncipe Pío y tomamos unos güisquis Ballantines, también gratuitos, en su sede de Gran Vía. Después, nos dimos una vuelta por las degustaciones de las tiendas de los turrones. Hay alguna nueva, pero en estas últimas no dan nada.
Posteriormente, nos fuimos hasta Getafe, donde había un evento de cervezas Mahou con una feria varias casetas, aunque ran pocas, caras y casi sin ambiente. De vuelta, en Madrid, quisimos volver al Museo Reina Sofía, pero la cola era tan larga, que desistimos.
Para el domingo, habíamos reservado entradas gratuitas en el museo de trenes de la estación de metro de Chamartín. Como en Ópera y en Pacífico, se debe ingresar con un título de transporte (por ejemplo, abono de diez viajes). Elegimos la visita no guiada. Entre el ensordecedor ruido de los metros en circulación, se contemplan algunos vagones antiguos y materiales diversos de la historia del metro -cartelería, fotos de época, utensilios, videos...-, haciendo bastante hincapié en el centenar de la institución, celebrado hace cuatro años. Está bien, pero nos gustaron más, la estación fantasma de Chamberí y los Caños del Peral, en Ópera.
Desde la propia estación, de Chamartín, llegamos en metro hasta el centro comercial de Hortaleza, donde Samplia regalaba botes de diversas salsas de la marca Rana. El lugar se ha quedado algo obsoleto, para lo que hay, hoy en día. Después y en una larga marcha, regresamos al centro, caminando.