Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 12 de marzo de 2017

Cuando el diablo no sabe, que hacer o donde viajar, le da a la ironía

                                    Todas las fotos de este post son, de Valladolid (España)
          ¡Sí!. Vosotros podéis pensar, que somos la pareja perfecta -que lo somos-, que tenemos pasta para aburrir -no es para tanto, aunque pretendemos seguir sin trabajar, hasta nuestra muerte-, que conocemos unos 125 países -todos por libre-, que no tememos, ni a Donaldl Trump, ni siquiera y eso es de más valentía, a los hijos de puta de nuestros vecinos del adosado de nuestra derecha. Y mira, que son dañinos, trogloditas, seres primarios y asociales.


          Más fuertes, que Sansón, hemos salido liberados de la parte de nuestra familia tóxica y chantajista, manteniendo relaciones bastante fluidas y cordiales con el resto. Parece mentira, como se pueden mantener más conflictos -sin ni siquiera, herencias de por medio- con tus hermanos, padres, tíos y sobre todo, cuñados/as, que con cualquier ser malintencionado y malévolo, con el que te encuentras a lo ancho y largo de nuestro querido mundo. ¡Así de triste y de real!.


          La verdad es y abordando miserablemente la cincuentena, que ya sólo tememos a Hacienda -sin motivo, porque no le debemos nada- y a las enfermedades, al ir yendo para viejos. Y un poco, a dar menos la talla en los venideros viajes, que esperemos y en breve, nos aguarden.

          Pero, a pesar de tanta seguridad y quietud, no podemos ocultarlo: ¡nuestra vida actual es una MIERDA!, durante la última semana. Lo único, que progresa adecuadamente, como se decía antes, son los estados, de Whatsapp. Esa cosa, que pretende emular a Instagram o Snapchat y que no utiliza, casi nadie, porque -en lo que supone la mayor lacra de la humanidad-, no tienen costumbre de hacerlo y a ello se aferran. ¡Ya la tendrán, dentro de unos meses y si no, al tiempo!.


         El caso es y gracias a esta herramienta, que yo he conseguido enganchar a mis casi octogenarios padres, poniendo fotos espectaculares de nuestros viajes a India y creo, que más tarde o temprano, picarán el anzuelo y visitarán el país. Francamente, soy de la opinión, de que nadie debería morirse sin ir, a India.

          Pero, lo demás, ¡va fatal!, especialmente, desde el miércoles. La polémica remontada del Barcelona, me ha provocado una urticaria mental, de al menos 72 horas, que me ha mantenido en colapso transitorio y desconexión de todo medio de comunicación deportivo (cosa, por cierto, que tampoco viene mal, a decir verdad, para higienizar la cabeza).

          Y, ahí no acaba todo. Ayer y con confianza, acudimos al supermercado DIA, para beneficiarnos del descuento del 30% en congelados, gestionado previamente en la app de la compañía y, ¡oh sorpresa!, nos los cobraron a precio de tarifa normal.

          Sin fuerzas para reclamar por vía telemática -dado, que el ordenador ayer por mañana, se estuvo actualizando, indefinidamente, hasta que se lo impedí a las bravas-, por tarde en el Mercadona, hemos esperado veinticinco números en el pescado, para que un turno y dos antes, se liquidaran todas las sardinas y los bacaladitos, que iban a ser nuestra compra. ¡Dios!, ¿por qué nos merecemos nosotros esto y tan seguido?... ¡Encima, ambos eran marroquíes!. ¿No les basta con quitarnos el trabajo o los subsidios, que ahora también, nos arrebatan las sardinas en nuestra propia cara?. ¡Porca miseria!.


         Aún y sin sospecharlo, me esperaba algo peor, ¡realmente traumático!, en los tiempos, que corren. Al llegar a casa -y como no otras pocas veces-, el móvil se rebeló y se puso en modo avión, sin dejar desactivar este estado, manualmente. En una confabulación planetaria, el wi-fi se alió con él y todo se convirtió en el caos mundial y enajenación de nuestras mentes y eclosión de ansiedades. Un círculo con una barra cruzada nos hace ver, que el dispositivo nos lo tiene todo prohibido. ¡No le basta con geolocalizarnos, a cada instante, que ahora, nos quiere poseer y dominar!.

          ¡Los treinta minutos, sin whatsapp, mientras a duras penas, solucionábamos el problema, han resultado ser los más escalofriantes y angustiosos momentos de nuestras vidas!.

          A todo esto, no todo había sido tan malo, últimamente. Llevamos, en Valladolid, cuatro días en manga corta y varias semanas, dilucidando, cuando emprendemos el séptimo viaje largo -cada vez, queda menos- o si antes, llevamos a cabo un periplo por la comunidad de Madrid, la provincia de Huelva o la de Vizcaya.

          De momento y a la espera de la futura e inminente decisión, os dejamos unas cuantas fotos de nuestra ciudad. Hemos caído en la cuenta, que tenemos fotos de más de cien países y casi ninguna, de nuestro lugar de nacimiento

          ¡Ah, y lo del Barça, ya casi se me va pasando, a pesar del robo arbitral!. 11 Champions, a 5, es lo mismo, que el 6 a 0 de toda la vida, de cuando éramos pequeños. Y eso, a pesar de Messi, que para mi, es de largo, el mejor jugador de la historia, que yo conozco.

          En los comentarios del blog, se admiten condolencias por nuestro delicado estado, apechusques varios y sobre todo, eclosiones opinativas osadas y sin la capacidad de la ironía -el 99% de los seres humanos carece de ella- y también, los que nos puedan dar consejos, que son muy bien admitidos (aunque no solemos tenerlos en cuenta, dado, que vamos por libre).

domingo, 5 de marzo de 2017

Un mal día

                                                        Cuatro de Roma (Italia) y una, de El Vaticano (1.990)
          A lo largo de casi treinta años de viajes, ya hace tiempo, que hemos constatado, que un -o unos- mal día, te puede arruinar el destino más apetecido o largamente soñado. Aún, recuerdo el caluroso verano, de 1.990, cuando realizábamos nuestro primer interrail. Habíamos visitado, Francia, Holanda, Alemania y el norte de Italia de manera muy complaciente y relajada y descartamos Roma, para poder acercarnos a la por entonces, costa yugoslava.

          Llegamos hasta la frontera de Trieste y subimos a un destartalado tren abarrotado -muchos catalanes a bordo, por cierto-, donde no cabíamos casi ni de pie y en el que deberíamos pasar más de 20 horas seguidas, camino de la enigmática, Split. Éramos demasiado jóvenes e inexpertos para aguantar aquello, así que nos bajamos del convoy y pusimos rumbo nocturno, hacia la ciudad eterna.


          A decir verdad y a pesar de que el tiempo todo lo edulcora, resultó una visita decepcionante, a más de cuarenta grados, con la capital italiana vacía y con todo cerrado, como así debe ser en agosto. “Si es, que aquí está todo roto y medio abandonado”, nos decíamos, totalmente convencidos. Juramos y perjuramos, que nunca más volveríamos y que en la comparativa con Florencia, no había color, a favor de esta última y renacentista ciudad.

          Desde entonces, a Florencia sólo volvimos dos veces y a Roma, más de quince, siendo en la actualidad, junto a Bangkok y Calcuta, las ciudades del mundo, a las que nunca nos cansamos de retornar -quizás también, podríamos incluir, a Venecia y a Fez, en Marruecos- y que son, por orden aleatorio y dependiendo del momento, nuestra segunda, tercera y cuarta casa en el planeta..

           Joyas europeas, como por ejemplo, París, Praga, Budapest, Cracovia o Dubrovnik, nos parecieron vulgares a partir de la tercera visita. ¡Así de triste, pero tan real!.

          El ejemplo de frustración de repetición de destino, resultó ser Varanasi, en 2.014. Después, de que nos hubiera maravillado, fascinado y emocionado enormemente, tres años antes, nos quedamos como vacíos y autoculpabilizados, durante la segunda visita. Tanto, que mirar a los muertos ardiendo en la tradicional liturgia crematoria, nos pareció tan vulgar, como sentarnos a comer pipas en un parque cualquiera de nuestra localidad.
Una, de Sibenik y dos, de Zadar (Croacia, 1.999)
          Igual -aunque con menos intensidad-, nos ocurrió en la propia India, con lugares, como Madurai, Amber, Margao, Agra o Udaipur. En este último destino es seguro, que influyó mucho, estar casi a jornada completa, durante cuatro días consecutivos, buscando billetes para escapar del país, a punto de vencer nuestro visado de seis meses.

          Pero, en muchos casos, también nos ha ocurrido al revés: ciudades o lugares, que no nos despertaron demasiadas emociones en el primer intento, nos llenaron de pleno en el segundo. Por no salir, de India, cito las muestras de Bombay, Jaipur y Delhi. Y para equilibrar todo este complejo proceso, Puducherry, que nos provocó las mismas emociones una vez, que la otra.

          Es estado de ánimo, el cansancio, las propias relaciones interpersonales del momento, la meteorología, el comer bien o mal, el encontrar un alojamiento adecuado... y otras mil circunstancias más, condicionan a cada rato, como vamos a valorar el destino, que estamos abarcando. Se dice, que segundas partes nunca fueron buenas, pero en el caso de los viajes, esto no siempre se cumple, afortunadamente.

          Otro de nuestros hogares imprescindibles en el mundo, es Santiago de3 Compostela, donde llevamos a cabo nuestro segundo viaje juntos, allá por 1.989. Allí prometimos con entusiasmo, volver en 2.039, cincuenta años después. 


          Razones etílicas y gastronómicas hicieron, que retornáramos decenas de veces, aunque ya hace más de un lustro, que no pisamos por allí, porque se han subido a la parra con los precios y no hay quien los baje del burro. ¡Ellos verán!. Por nuestra parte y si la vida nos brinda la ansiada oportunidad, trataremos de cumplir, gustosamente, la promesa pendiente.
Debajo, nuestra Olympus, de 1.987, adquirida entonces, por unas 130.000 pesetas (unos 800 euros).

martes, 28 de febrero de 2017

Cuando las selfis no tenían palo y no daba palo, no hacerse diez selfis al día

Selfie, de 1986
          No voy a comparar juventudes, dado que nosotros salimos perdiendo, de todas todas, porque la nuestra pasó hace ya unos cuantos años y estamos ya más cerca de ser abuelos cebolleta -sin nietos-, que de la difusa adolescencia.

          Por otra parte, no vamos a ser nosotros, quienes critiquemos a la juventud actual, que probablemente, sea la más preparada de la historia de España y por contra, vaya a ser la que lo pase peor en el futuro -tiene toda la pinta-, desde la generación posterior a la guerra civil.

          Siendo abiertamente, máximos defensores de la juventud de esta época, si nos gustaría explicar un par de cosas.
                                                                                          Foto antigua, de 1.971
          1º.- Tenéis, que reivindicaros, por algo más, que ser la generación, que inventó la selfie -autofoto-. Como muestra la foto de arriba y de forma muy analógica y rudimentaria -aunque a nosotros nos pareciera el último grito-, ya se hacían hace más de 30 años. Además, hasta hace bien poco, la humanidad trascurrió su devenir cotidiano sin palos de selfie y sin que no llevar a cabo diez selfis diarias, no diera palo.    

          Y, acaso, ¿no eran selfis los autorretratos, que los pintores se hacían hace bastantes siglos?.

          De forma más digital, ya con los teléfonos móviles con cámara, hace más de diez años, que teníamos por costumbre, hacernos fotos a nosotros mismos en todos los aeropuertos, que pisábamos (y eran muchos).

          También podríamos hablar, de cuando las fotos se hacían con máquinas muy grandes y el fotógrafo -que daba miedo-, se envolvía en una tela negra, como muestra esta otra instantánea. Pero, no viene al caso, viejunear más.
Selfie, en Vigo, en 1.989
          2º.- No hace falta estrujarse y estropearse el cerebro, intentando mezclar palabras ocurrentes, para inventar conceptos distintos, con el inicio de una y el final de la otra. Por ejemplo, “juernes”, mezcla de jueves y viernes o “smombie”, conjunción de smartphone y zombie. Dejadle el trabajo a los publicistas, que son los que viven de esto.

          En los ochenta, sus marketinianos antepasados utilizaban la estrategia de la rima: “Alucina, vecina”; “que risa, tía Felisa”; “que no te enteras, Contreras”; “toma geroma, pastillas de goma”; “de que vas: de Bitter Kas”; “guay del Paraguay”; “la cagaste, Burt Lancaster”; “me piro, vampiro”; “te sales, minerales”...


          Este blog, cada vez está resultando más vintage. ¡Pronto volverán los artículos de viajes!.  

domingo, 26 de febrero de 2017

Rondando los cincuenta. ¡Ya nos vale!

                                                Madrás (Inida) y debajo, cataratas del Nilo Azul (Etiopía)
          A decir verdad, el rodaballo con patatas asadas estaba espectacular, en la última cena de Nochevieja. Había sido cosa de mi padre, desde la compra en el mercado, hasta el delicado asado. Mi modesto y ponderado cuñado, se convirtió, sin discusión y sin pretenderlo, en el rey de la noche. Cazador inpertérrito e impasible, nos consiguió demostrar sin altisonancias, que un salvaje jabalí bien despiezado y preparado, no sabe a brusco bravío y que partido delicadamente, como finas y apetitosas lonchas de embutido, tira hasta a poco sabroso y aún necesita ser aderezado con finas salsas, de abundante cebolla macerada o de agrias manzanas reineta (al gusto, claro).

          Mi tramposa -siempre, quiere ganar a todo y modifica las reglas, cuando le viene a cuenta- y adorada sobrina de siete años, aún no había asimilado y colocado gran parte de las piezas del esqueleto del cuerpo humano, que le habían regalado una semana antes sus abuelos, en Nochebuena. Aún así, tenía la suficiente lucidez para reconocer, sin tapujos, que la muñeca voladora y luminosa, que ella misma había pedido las Navidades pasadas, le había resultado ñoña y frustrante . Tanto, como cuando trató, en aquel entonces y sin éxito, comerse las uvas del año nuevo y se llevó un atrangantón y una mala leche de vértigo, de quien no sabe perder.
Johanesburgo (Sudáfrica)
          Pero, esta vez, mi pareja estuvo hábil, se las peló, se las partió por mitades y la niña gozosa, cumplió su objetivo. El año anterior y con la misma diligencia, mi media naranja y en un natural, aunque intrépido intento, también había tratado de que todos nos abrazáramos tras las campnadas de la suerte, en ejemplar y familiar propósito. Nadie la secundó, cosa razonable, en una familia de estirados, resabiados y de vuelta de todo, pero sorprendéntemente, la semilla germinó y esta vez, estábamos todos besándonos y achuchándonos, como si estuviéramos locos y no fuera posible un mañana o una Nochevieja venidera.
                                                                                                                             Gran Zimbabwe (Zimbabwe)
          Pasados unos minutos de tan noticioso e inesperado evento, mi comedido, cauteloso y correcto cuñado, se atrevió a solicitar una ronda de los ansiados deseos para el inminente curso. Y ahí llegué yo con mi autosuficiencia, en plan Donald Trump y la cagué (con el desatino adicional, dado que ni siquiera, yo lo había prometido en campaña electoral al resto de comensales):

          -“¿Deseos? -dije-: esos son paparruchas navideñas. ¿¡Qué puedo yo desear, si conseguí a la pareja más guapa y simpática de mi pandilla -que además, no se sonroja ante mis crecidas aseveraciones, ni siquiera, ante el envenenado piropo-, si tengo una casa pagada, si atesoro una pasta en el banco, llevo diez años sin trabajar y he visitado unos 125 países, cuando no soñaba alcanzar más de cuarenta, durante mi más tierna y soñadora infancia y adolescencia!?”.
Cuchamano (Mozambique)
          Quizás -entre borbotones de champán y atropellados y odiosos polvorones-, no era la fecha más correcta para poner sobre la mesa tales irrefutables evidencias. 

Afortunadamente y para no fastidiar más, evité dar rienda suelta a mis miserias, ahora, que inapeláblemente, me hallo a escasos meses de franquear la irretornable barrera de los cincuenta.
Delta del Okawango (Botswana)
          Hace 25 años, cuando casi mis hermanas no habían entrado en celo juvenil, yo merendaba, alegremente, en casa de mis padres, mis suegros o los octogenarios abuelos de mi actual cónyuge, que con su cómplice aprobación, fueron los que mejor nos entendieron siempre. Fabulosas anchoas en vinagre, tortillas caseras, patés variados y deliciosos y hasta apestosos filetes de Sajonia 

          Nuestros ambos progenitores, que ya pasaban con cierta holgura el medio siglo, andaban preocupados de cosas tan peregrinas, como, que si salían a la calle e iban discretamente vestidos o en chándal, debian transitar por caminos recónditos, para que no los viera nadie. O, que si una dependienta -supuestamente- les hacía de menos, aunque fuera inconscientemente o de forma figurada, tenían que mostrarse indignados y ofendidos y desenfundar de inmediato, la faltriquera de billetes de diez mil pelas, al más puro estilo del lejano oeste, para consolarse a si mismos, de que no eran unos don nadie de tres al cuarto. Hoy, afortunadamente para ellos, ambas cosas les importan un pimiento.
Bagan (Myanmar)
          El tiempo nos ha atropellado a todos, sin darnos cuenta y sin remisión. A esa similar edad y sin ser víctimas de cuestiones de vestuario inadecuado o fortaleza dineraria en efectivo y sin tener más que un blog, para desasosegar nuestros miedos, dado que no tenemos descendencia a la que dar la barrila, si comenzamos a cimentar en nuestras mentes determinadas certezas, que de forma ligera os resumo, para no dar más el coñazo:

          -La vida no empieza a los cincuenta, como claman algunos frustrados e irrealistas optimistas, basándose en burdos eslóganes de camisetas de cinco euros. Más bien: arrea, tira hasta los cuarenta, haz lo que puedas y luego conserva el botín.
                                                                                                        Anuradhapura (SriLanka)
          -La nostalgia me invadirá hasta, que me muera. No, porque cualquier tiempo pasado fuera mejor, sino porque fueron tan buenos, que son irrepetibles, aunque disfrutáramos de cien vidas.

          -El tiempo, ahora mismo y para nosotros, avanza exponencialmente. Ansiedades, paranoias, dolores varios, depres siniestras... O relanzamos en un breve periodo de tiempos nuestras ansias viajeras -fundamentalmente consistentes, en el séptimo viaje largo- o dormirán en nuestros sueños para siempre.
Colombo (Sri Lanka)
          -¡Nadie debería morirse sin ir, a India, al menos, una vez en la vida!. Si no existiera, habría, que inventarla.

          -Ya no estamos para repetir países, salvo algunos, en concreto. De los 125, que conocemos, no volvería a más de una decena. ¡La inexorable cuenta atrás ha comenzado y nos intimida!.

          -En treinta años de viajes, nos sedujeron y fascinaron los lugareños de cualquier parte, a la vez, que enórmemente, nos decepcionaron la mayor parte de los viajeros (no lo voy a hacer, porque me da pereza, pero este último argumento, daría para diez posts bien largos y argumentados, al menos).

          -Hemos llegado sanos -aunque con muchos miedos-, al cenit deseado de la existencia de un ser humano: la libertad, de hacer casi lo que nos de la gana. Existen muchos infelices, que se pasan la vida merodeando y babeando detrás del poder, como si fuera una infantil piruleta de feria, para dar cuatro lametazos. ¡Allá ellos!.
                                                                                   Kanchipuram (India)
          -Me gusta, a partes iguales, tanto hablar, como escuchar. Ello, incluye y como es marca de la casa, no morderse la lengua, ni hacer cosas, que no queramos.


          -Como en mi más tierna infancia, sigo prefiriendo, escribir, a leer y no es por nada en especial

          -En mi próxima reencarnación, se hace necesario, que modere el consumo de bebidas alcohólicas.

lunes, 16 de enero de 2017

Paranoias, que solo se remedian, viajando lejos y a menudo

                                                Fotos de Valladolid, en un gélido y luminoso día de enero
          Me siento a escribir. Como otras tantas veces, tengo necesidad de hacerlo. Pero, hoy no dispongo de un mensaje claro a transmitir, lo cual me atormenta. De todas formas, no sé por qué me preocupo tanto. Al fin y al cabo, la mayoría de las vidas de las personas transcurren así, erráticas, alborotadas, sin guión, sin objetivos, sin alma... y tiran para adelante, como si tal cosa.


        Hace algún tiempo, que desde mis felices y convulsos nubarrones mentales, me siento como el protagonista de una de esas películas de culto, que todo el mundo -supuestamente- admira e idolatra en público, pero que a nadie le importa un pimiento, en la realidad.

          Nunca tuve mitos, ni héroes, pero desde mi apasionado, sensible y arraigado corazón de izquierdas y espíritu altamente rockero, debo reconocer, que en mi más tierna infancia y en la adolescencia, cantaba las canciones de José Luis Perales o tenía mi biblia de cabecera nocturna en las ondas de Supergarcía en la Hora Cero. Total, para que el uno y el otro, hoy en día, no ocupen casi ni media página en la wikipdia.

          También, recuerdo mi ciudad, Valladolid, de la que quería huir a toda costa desde los albores de la juventud. Amé el Madrid de los ochenta y de los noventa, del que fui más beneficiario exultante, que partícipe activo y comprometido. Al fin y al cabo, había sido líder en el instituto y tenía mi ego colmado, porque a los que vamos a nuestra bola, nos acaba llenando y vaciando todo o, a veces, nada.

          Los momentos infernales de mi vida -para, que os hagáis una idea-, se resumieron en dos nublados años de cargo directivo de perfil bajo, en una emisora de radio, de Palencia, donde aprendí, como nadie, a sufrir sin tener motivos. Con lo mal, que se me da mentir, tuve que aprender a decir: “a esta ciudad, todos venimos llorando, porque creemos haber caído en desgracia, pero también, nos vamos con lágrimas en los ojos, tras varios años, por la agradable experiencia vivida y por la cordialidad de sus gentes. ¡Paparruchas provincianas de segunda división preferente, como poco!.

          Como quería irme de allí y lo imaginaba, gustosamente, a todas horas, pues me terminaron echando, por aquello, de ten cuidado con lo que deseas. Pero, como la suerte siempre fue mi aliada, encontré mejores ingresos y responsabilidades apetitosas. Es curioso, que en esta apacible etapa de mi vida, sea en la que más vacío he sentido, mentalmente, emocionalmente y espiritualmente, llegando a ser, casi un abúlico zombi (entonces, no existían los numerosos smombies, que hoy pueblan y castigan nuestras ciudades) .

          De allí y tras unos cuantos años, también me largaron, convirtiéndome en uno de los pocos trabajadores, a los que han despedido en dos siglos diferentes (2.000 y 2.009). ¡De algo absurdo e irrelevante, tengo que presumir!.

           De vez en cuando, me encuentro a algunos amig@s del instituto. Siempre son cordiales y escasamente esquivos, aunque no pueden -ni quieren- esconder sus mierdas de vidas. Ya no es como antes: Imposible sacarles una llamada telefónica, un simple whatsapp de quedar bien o un compromiso para tomar unas cañas y vivir viejos tiempos. ¡Porca miseria!. Y eso, que yo sé, que me perdonan haber conquistado a la pareja más molona de la pandilla y que hayamos recorrido mucho más de medio mundo en estas últimas décadas.

          A estas alturas de mi vida, sólo una persona -ahora serán más, al leer esto- sabe, que tengo pasta, todos mis sueños cumplidos -que no, los objetivos- y, que por el contrario, me siento con más temor y vulnerabilidad, que nunca.

          Como, me temía, este es el post más extraño, que he escrito nunca, después de casi cuatrocientos, que tiene este blog. Y lo peor: no sé, como terminarlo. ¡Cuántas veces habré perdido el tiempo leyendo, viendo o escuchando historias tan paranoicas y pueriles, cómo esta!.


          Al menos y como compensación, os dejo unas pocas fotos, de Valladolid -en un luminosos y helador día de enero-, esa ciudad, que tanto odié en mis tiempos imberbes. Tanto, como las camisas de cuadros, que me compraba mi madre, porque decía, que estaban de moda y no había otras en las tiendas.