Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 10 de enero de 2021

Semana de Reyes, en Soria y Almazán (parte I)

 
          Un  madrugón helador de lunes, caro microbús -nosotros y una señora, que se sube en Aranda de Duero, como únicos pasajeros-, a Soria, laderas heladas de la carretera al llegar a esta provincia, sueño, mal humor... Y a las once de la mañana, al fin llegamos a destino.

        Aceras nevadas o heladas. Resulta difícil discernir, si el temporal ha tenido lugar hace un par de horas o hace varios días. Y lo digo, porque cinco jornadas después, cuando regresamos a casa, todo el paisaje seguía exactamente igual, inalterable, sin haber caído una sola gota más. Ni quitanieves, ni operarios del ayuntamiento o de la Junta, ni siquiera los dueños de los negocios, quitan la nieve de ninguna parte.

        Caminar lento y cansino, teniendo mucho cuidado de no resbalar y jugar a la lotería de los golpes diversos: o te das una simple culada o te rompes la crisma, es el azar de la dejadez de las autoridades (pero, que te vean sin mascarilla y entonces...) Da igual, que des mil pasos con atino. Como en el siguiente falles, todo se va al traste. Eso sí: el paisaje urbano y de las laderas y ringuirunguis del Duero, espectaculares.

          Nos resultó extraño, cuando regresamos a casa. Valladolid estaba completamente seco, pero la vista nos jugaba malas pasadas y todo lo que aparecía sobre las aceras y tenía color blanco, se nos asemejaba a hielo y destapaba las alarmas. Entrados en razón: volábamos sobre el asfalto, sin cortapisas ninguna, después de llevar casi una semana, caminando sobre huevos, como las muñecas de Famosa. Y a la mañana siguiente, al levantar la persiana, volvió la cruda realidad, en forma de contundente cellisca, llamada Filomena. 

        Castilla es la gran olvidada, desde que la ensalzó Machado o Delibes. Por los de fuera, pero también por los de dentro. Y en Soria, esta actitud se lleva al extremo, al ostracismo. Tan solo, dos autobuses diarios, a Madrid y uno más, a Valladolid. Sobre las comunicaciones ferroviarias, da depresión hablar. Desde que Gabinete Caligari pusiera la ciudad de moda, poca gente va ya de camino, de Soria. ¡Pero, no saben lo que se pierden! Tuvo, que venir el coronavirus, para que nos encerraran perimetral mente y cayeramos en la cuenta de este destino. De otra forma, nunca hubiéramos recalado allí.

          En cuanto al tema de los autobuses -y no solo a Soria, sino a cualquier destino-, la pandemia -mas bien, como excusa, que como realidad- ha traído una situación vergonzosa. Casi todas las ventanillas de venta de billetes están cerradas. Supongo, que tienen al personal metiditos en ERTES y luego, ya veremos. ¿ Por que deben ir a trabajar presencialmente las cajeras, los empleados de banca, los de bibliotecas o centros culturales, los de la RENFE...y no los que venden boletos de autobús y más, cuando en la mayoría de las ocasiones, están parapetados tras cristales o metacrilato? Si, hay máquinas o internet, pero a mucha gente le cuesta. En los últimos periplos hemos tenido, que ayudar a bastantes personas y no todas eran mayores.

          También se ha puesto de moda, que te prohíban comer o beber en los autobuses interurbanos, da igual, que el viaje dure una hora o cuatro. No hay excepciones. Al menos, que las mencionen. Da igual, estés atravesando una enfermedad, requieras de necesidades alimentarias especiales, tengas un bajón de glucosa o simplemente, algo tan natural, como que te entre hambre y sed.

          A los histéricos agoreros, que bramaban la semana de  Nochevieja por la destrucción de 2020 -a nosotros nos fue divinamente-, ya les ha llegado su ansiado y querido, 2021. De momento y en una semana, con más contagios, un intento de golpe de estado, en Estados Unidos y la borrasca más letal de los últimos cincuenta años. ¡Lo han bordado, estos gilipollas!

        Nosotros y en nuestra línea, hemos arrancado el año viajando y hemos regresado bastante contentos: por no haber dado con nuestros huesos en el suelo y por el destino tan magnífico, que hemos visitado. Soria es una gran desconocida, que da para unos cinco días de viaje -mas de una semana, incluso, si se cuenta con destinos de la provincia- y os lo voy a demostrar en el siguiente post.

¡Y volvimos a casa!


jueves, 7 de enero de 2021

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Navidades segovianas (parte II)

                                     Todas son de Segovia

      Ahora sí, vamos con el recorrido. La primera mañana, en Cuéllar, precioso pueblo de tinte mudéjar, que no conocíamos. Destacan el castillo, sus bellas iglesias, el barrio judío y algunas casas de postín. Por la tarde, al llegar a la capital, tomamos hotel, organizamos la logística de los días venideros y paseamos por el centro histórico. El Alcázar está en obras.

        En la mañana del día de Navidad, llevamos a cabo un largo circuito en forma de elipse, que nos llevó al monasterio de Santa Cruz la Real y su cueva penitencial de Santo Domingo de Guzmán. Después, a la puerta de San Cebrían y su iglesia. Por ese mismo lado de la carretera, la puerta de Santiago. Más adelante, la iglesia de San Marcos y llegamos, posteriormente, a la puerta de la Fuencisla, junto al río. Cruzamos el puente y subiendo unas esforzadas escaleras, llegamos al mirador del Alcázar y los altos de la Piedad.   

        Volvimos sobre nuestra pasos hasta el puente y contemplamos el santuariode la Virgen de la Fuencisla, el convento de las Carmelitas Descalzas y por la carretera, que va a Zamarramala, la iglesia de la Veracruz. Tras ello, el romeral de San Marcos, la casa de la Moneda y el monasterio de Santa Maria del parral. Regresamos por la Alameda del Parral, con bonitas vistas del río, visitamos el monasterio de San Vicente el Real y finalizamos la ruta en la plaza extraordinaria de San Lorenzo.

          El tercer día hicimos la Senda de los Molinos, empezando en la vieja fábrica de loza. Es espectacular,tiene muchísimos rápidos -alimentados por las últimas y persistentes lluvias-, algunos restos de molinos y los azud, terminando en la antigua fábrica de borra. Después, realizamos la Senda de los Suspiros, que va bordeando parte de la muralla por fuera -algunos tramos son peligrosos- y que lleva hasta la puerta de San Andrés o por otros senderos, que se entrelazan. Entre ellos está el del cementerio judío, que llevamos a cabo por la tarde.

        La última mañana recorrimos la Senda del Asombro, desde donde se ve toda Segovia, en perspectiva. Y como nos sobraba tiempo, seguimos, durante largo rato el camino natural del Eresma, hasta la zona de descanso de la Pilarcita.

Navidades segovianas (parte I)

                         Tres primeras, de Cuéllar y otras tres, de Segovia

      Era la segunda Nochebuena y Navidad en nuestras vidas, que íbamos a pasar fuera de nuestra ciudad y  de nuestro entorno. La primera vez fue en el 2010, época en la que nos encontrábamos, en Botswana, realizando un largo viaje por África del Sur y del  Este. En esta ocasión, los motivos han sido bien distintos: debido al coronavirus, mis padres dijeron, que no querían tener contacto con nadie, durante estas fechas. A ello se unió, un largo puente de cuatro días, al caer las fiestas en jueves y viernes. 

        Y, como somos, como las cucarachas o las ratas, en el sentido de que nos adaptamos a todo, si solo nos dejaban viajar por nuestra comunidad autónoma, también lo haríamos, aunque fuera a cuatro grados bajo cero. Y el día  -a este paso llegará-, que solo nos dejen movernos por una baldosa, pues seguiremos viajando, porque lo llevamos en los genes.

          Por supuesto, ya conocíamos Segovia, desde hace mucho tiempo. Pero los anteriores viajes, en épocas más jóvenes y gastadores, estaban basados en la visita del casco histórico más cercano, como complemento de una buena tarde-noche de bares y tapas, que en esta ciudad resultan generosas y excelentes.

          Gracias a la pandemia y a la necesidad de prescindir de la maldita mascarilla, este año hemos centrado nuestros proyectos en rutas bordeando el mar o por las montañas, pero también, en los alrededores de las ciudades, descubriendo apasionantes experiencias. En el caso de Segovia, no solo está rodeada de senderos naturales, sino de un excelente patrimonio arquitectónico, extramuros.

          Antes de comenzar a comentaros el desarrollo de este periplo, hacer referencia a algunas de las cosas, que nos extrañaron:

        -En Nochebuena, en nuestro buen hotel, había bastantes habitaciones ocupadas, por lo que no todo esa noche es familiar.

          -¡Hasta donde pueden llegar los animales de bar! Hace tan solo diez años -no hablo de mi juventud- era absolutamente impensable, que la gente, en pleno diciembre, estuviera consumiendo en las terrazas con abrigo en ristre y gorro en la cabeza. Nos sorprendió aún más, que no solo  tomaran un rápido café o una cerveza, sino que muchos y con una sensación térmica de dos grados bajo cero al mediodía, se acoplan durante más de una hora para degustar sus dos platos y el postre. No me extraña, que en muchos países, se estén poniendo de moda los bares del hielo.

        -Hace no demasiado tiempo, esos locales no habrían abierto la mañana del día de Navidad y esta vez, no había casi ninguno cerrado. Debieron tener bastante intuición, porque los senderos circundantes estaban abarrotados de gente, más que en ningún otro día del puente. ¿Navidades distintas? No lo sé, porque no tengo con que compararlas.