Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 24 de febrero de 2019

Los senderos de las Cameron Highlands

                        Todas las fotos de este post son, de las Cameron Highlands (Malasia)

          No es mala idea -nosotros ya habíamos leido algo sobre esto- iniciar los paseos por el camino número 4, que parte junto al río, pasando la estación de autobuses. Es corto y estrecho, aunque la jungla te rodea, durante muchos ratos. Al final, se llega a unas cascadas -depende del día, tienen más flujo de agua o menos- y a una zona, donde están construyendo un mirador, algo raro y de dudosas vistas.

          Después de enfilar el camino, que va hacia el hospital y tras ver un delicioso jardín, nos topamos, de forma inesperada, con el sendero número 9, famoso por sus perros rabiosos -un cartel muy viejo advierte: "cuidado con el perro"- y con sus famosos asaltantes malignos. ¿Leyenda o realidad? Ya explique, que a mí me parece un cuento chino, pero la aterradora historia da cierto respeto. La senda termina en las cascadas de Robinson, aunque se divide en A y B. Lo hace bastante gente y no hemos sabido de ninguna desgracia, ni en directo, ni en diferido, ni en los blogs.

          El 10 -que, supuestamente, enlaza con el 11 y el 12, resulta ascendente y abrupto, dado que ha habido corrimientos de tierra, que han dejado grietas severas en el terreno. Pan comido para los más intrépidos, pero no para nosotros.

          El camino 5 no resulta fácil de encontrar y arranca desde el Mardi Agro Technology y asciende de forma inestable entre huertos de coliflores e invernaderos. De una zona colindante, aunque no bien indicada, se erige el sendero número 7, entre plantas de té -o similares- y mucho fango.

          Tratamos de alcanzar la senda 3, siguiendo la carretera, hacia Brinchang y torciendo a la derecha, siguiendo el camino fácil de salir a las cascadas del 4 y tras cruzar un puente colgante, un campo de golf y el acceso al hotel Arcadia, pero para nuestra desesperación, no lo encontramos. ¡Otra vez será!

          El 1 y el 2, tienen su origen en la localidad, de Brinchang, aunque se acaban entrelazando de diversas maneras y al parecer, sin pisar la alborotada carretera principal, con algunos de los de Tanah Rata.

          Sobre el camino 6 y el número 8 no tenemos noticia alguna, aunque tampoco los hemos buscado con ahínco.

          Tres días en las Cameron Highlands han dado mucho de sí: hasta para que nos atacaran - medio en broma, medio en serio- dos perros no salvajes -pero muy agresivos- con el consentimiento de su dueño o hasta para comer fritanga hasta aburrirnos. O hasta para teñir nos el pelo de un bonito color uva morada.

Como organizarse la vida en las Cameron Hihglands

                       Todas las fotos de este post son, de las Cameron Highlands (Malasia)

          Cuando el bus llega a la estación de Tanah Rata, los que te están esperando no son los de los alojamientos -como en otros sitios-, que los hay a cientos, sino emisarios de las agencias, para entregarte los folletos de los tours por las zonas colindantes. Todo correcto, porque no son nada agresivos.
       
Hay dos formas de transitar por las Cameron y no son incompatibles, necesariamente, pudiendo llegar a ser complementarias. Por un lado, esta citada oferta, que básicamente, admite tres posibilidades. Un tour por las granjas de los alrededores: fresas, abejas, té, mariposas...a 25 ringgits. Por el doble, te quitan algo de morralla y te incluyen el treking al Gunung. Y la tercera opción, ya resulta más cara y está relacionada con ver la raflexia (supongo, que está flor es estacional y luego sino la hay, te cuentan cualquier milonga, cuando ya te han atrapado el dinero y el interés).

           Valoramos la primera opción y la descartamos rápido, por motivos contundentes. Por un lado, existe en la ciudad el parque Mardi Agro Technology -cuesta 5 ringgits, pero te puedes colar por detrás, sin problemas-, donde se encuentran la mayoría de las cosas, que ofrece este primer paquete. Y por el otro -como tantas veces ocurre en el tercer mundo-, porque la oferta incluye muchas trampas. La excursión no incluye las entradas, ni lo que consumas. Os imagináis que en un supermercado os cobrarán por entrar. Pues eso ocurre aquí: pagas la tasa de ingreso y después diez fresas -las recolectas tu, claro- que te cuestan dos euros. Cada vez, ¡nos agotan más los sinvergüenzas organizados!

          La otra posibilidad -ademas de una tercera, que es quedarse tomando cerveza en los bares del pueblo, como hacen algunos guiris- es, realizar caminatas a través de los famosos senderos, que parten, mayormente, de esta localidad.

          En su estado puro, pocos sobrepasan los 2,5 kilómetros, pero para los treckineros más audaces, existe la solución de quedarse mucho tiempo aquí, porque unos se entrelazan con otros, dando opciones variadas y hasta inverosímiles.

En el próximo post, os damos los datos, sobre lo que hemos hecho estos días. En este, nos limitamos a dar unos consejos básicos, que ni siquiera nosotros hemos seguido en todas las ocasiones.

          Es tremendamente fácil, que llueva aquí, en cualquier época del año. Aunque cortos, los senderos pueden llegar a ser complicados por múltiples razones: fango, estrechez, tramos muy oscuros debido a la selva, grietas en el suelo, atravesar invernaderos...Traer equipo de montaña, con bastones y todo lo demás, no es mala idea. Y, sobre todo, no obstinarse en llegar hasta el final de los senderos, si las condiciones no resultan favorables.

          En la época, que nosotros hemos llevado a cabo esta experiencia, no te cruzas con muchos viajeros, por lo que en caso de necesitar ayuda, la cosa se complica. Al margen, corren ciertas leyendas, sobre salteadores de caminos o manadas de perros rabiosos, que circulan de blog en blog y de las que no tenemos ninguna constancia fehaciente -no nadie que sepamos, lo ha sufrido en sus propias carnes-, pero la cosa no deja de acojonar.




De la reconciliación con Kuala Lumpur, a las Highlands

                     Las seis primeras son, de Kuala Lumpur y el resto, de las Cameron Highlands (Malasia)

          Y por fin y de forma absolutamente inesperada, llegó la reconciliación, con Kuala Lumpur. Nuestra relación de mal rollo con esta ciudad, duraba desde nuestra primera visita, en 2008, cuando acabamos en el alojamiento más cutre de todos los viajes de nuestra vida y creedme, que no me falla la memoria.

           El año pasado, nos sentimos bastante enfadados por las omnipresentes e interminables obras, que bloquean el centro, ya caótico de por sí. La desesperanza, en el retorno tan próximo en el tiempo, nos invadió a la llegada al ver, que Chinatown, estaba tan desmantelada, como la última vez y que en su contorno, aún había más reparaciones urbanísticas (la gran lacra de este viaje, junto al clima).

          Pero, a partir de ahí, todo mejoro. El alojamiento elegido -nada del otro mundo y sin ventana, pero muy barato porque la competencia es grande-, cubrió las necesidades básicas, que no habíamos tenido nunca en esta ciudad.

          Unos pescaditos al peri peri y unos cuantos platos de noodles con marisco, nos revitalizaron, además de un mercado de puestos de comida, situados en el caótico cruce de Little India,  con el acceso a Chinatown, todavía sin arreglar, porque está zona no es importante para el imperante musulmanismo.

          Sí que han avanzado y de qué manera -como cabría esperar-, en lo que se refiere a la zona de la mezquita y el palacio, totalmente terminada y de forma espectacular. Han creado un canal artificial lleno de peces que brujulea a sus anchas. Han acondicionado un paseo al lado del río, donde han montado un mercadillo de fin de semana muy animado y acogedor, de deliciosas comidas y como premio gordo y por otras obras menores, tienen cortado parte del centro al tráfico, por lo que se obtienen unas fotos maravillosas y unos paseos idílicos.

          Abandonamos, Kuala Lumpur, después de adquirir vuelos de ida y vuelta, para Bali. Estaremos en diferentes islas, de Indonesia, durante un par de semanas.

          Ahora, nuestro objetivo es el fresco y el sosiego de las Cameron Highlands. Se tarda unas cuatro horas, por una carretera, en sus inicios, muy aburrida. Luego y sin necesidad de pasar por Ipoh, se aborda una senda montañosa no demasiado sinuosa, pero con muchas curvas y vegetación, que conduce a la localidad, de Iscander Rata. Esta, cuenta con una simpática cascada y un mercadillo de domingo muy concurrido.

          Simplificando, el entramado de pueblos de las Cameron discurre entre tres localidades. Al principio y viniendo desde la capital, se encuentra Ringlet. A 12 kilómetros, el centro neurálgico llamado Tanah Rata, donde se encuentran la mayoría de infraestructuras: alojamiento, restaurantes, pequeños supermercados y bares para todos los gustos. Y, al final a unos 18 kilómetros, a localidad de Brinchang, cerca del monte Gunung.

          De las incertidumbres no previstas, al llegar a Tanah Rata, la mayoría se resolvieron en tan sólo diez minutos. Alojamiento bueno y barato; comida rica, variada y económica; alcohol y cerveza a precios accesibles y facilidad para encontrar los senderos turísticos de esta zona, a pesar de que no están muy bien señalizados -carteles viejos y escondidos- y de qué no existe una oficina de turismo.

          Nos ha gustado mucho este área silvestre y campera, a pesar de que el tráfico por la arteria principal -que debemos cruzar mil veces- invade, hasta nuestros sueños más sosegados. Pero, en próximos post tendré muchas cosas, que explicar sobre estas tierras altas, sin pretender dar demasiada información técnica de las rutas, porque para eso hay algunos -pocos- buenos blogs y muchas guías, más o menos, atinadas.

sábado, 23 de febrero de 2019

Tratando de adaptarnos a la velocidad del viaje

                                Todas las fotos de este post son, de Kuala Lumpur (Malasia)

          Ya no dudamos tinta china. Los grandes logros del viaje, que eran Australia y Nueva Zelanda, con un preámbulo- masaje de Tailandia, ya se han conseguido. Pero, aún así, el día a día nos sigue devorando, como ocurre en todos los viajes largos, donde ayer es la Prehistoria y mañana -por día flojo, que parezca- es el apocalipsis.

          Después del susto, de Singapur, sus desalmados y "graciosos" funcionarios y no sin problemas logísticos, conseguimos un hotel en Jhoror Baru, donde descansar nuestros doloridos huesos. Es la primera vez, que venimos en noviembre, a Malasia y toda esa retahíla del monzón, de la estación fresca o de la calurosa, es puro formalismo y topiquismo.

          Por mi experiencia, aquí llueve -y a cántaros- casi todo el año y la humedad te tumba, aunque, eso sí, en las épocas más benignas, alguna brisa momentánea alivia tu cara y cuentas con el super lujo, de poder dormir alguna noche con el ventilador apagado, a pesar, de que te sigan ofreciendo, como un mantra, habitaciones con aire acondicionado (en época alta, te las venden menos, porque las tienen llenas).

          Solo hace un año, que abandonamos Malasia y a primera vista, algunas cosas prácticas han cambiado y son muy irritantes. Por ejemplo, se les ha ocurrido -septiembre de 2017-, que debían aplicar a los extranjeros -y no a los nacionales, como siempre ocurre-, una tasa de alojamiento por habitación, de 10 ringgits. El matiz es, que solo es obligatorio para los hoteles más caros, pero casi todos los baratos, también lo aplican, embolsandosela ellos (afortunadamente, no, el digno hotel, de Kuala Lumpur, donde estamos ahora).

          Otro aspecto, que destacar es, que han subido el precio del transporte público, en Kuala Lumpur, el 100%. Así, recaudan lo que les da la gana, sin oposición alguna. Aunque bueno, yo seremos igual de bananeros, que ellos, porque ya  la Comunidad de Madrid, subió el metro a Barajas, de 2 a 5 euros.

          Lo curioso y trágico es, que si a alguien, que vende hamburguesas en un puesto de la calle se le ocurriera hacer lo mismo, se quedaría sin clientes y sin fuerzas, siquiera, para refunfuñar. Pero, para quitarnos el mal carácter y las incesantes lluvias -29 de 56 días- y las obras eternas -asiaticas y oceánicas- que llevamos padeciendo en este viaje, decir, que hoy hemos comido unos ricos noodles con marisco para chuparse los dedos, además de disfrutar de una siesta con pesadillas constantes, que seguro, he conseguido expulsar del interior de mi cuerpo.

          El año pasado dije: "cada vez, que vengo a Kuala Lumpur, está peor" y lo afirmó nuevamente. Han arreglado el 10% de lo levantado, pero han estropeado, otro 20%. Viva el constante contraste entre las alcantarillas nuevas y los eternos fosos de las calles, donde las ratas gordas - y las delgadas, también- campan a sus anchas.

          Ir a Maldivas, va a resultar muy complicado. Taiwán, parece, igualmente, difícil. Explorar lo que no vimos de Bali, Lombok y Flores, se adivina posible. Pero, me da la sensación, de que el viaje empieza a languidecer, si no somos capaces de ponerle remedio y obrar con contundencia y determinación.

Corolario de los post anteriores

              Dos, de Sydney (Australia), cuatro, de Singapur y dos, de Kuala Lumpur (Malasia)

          1°.-La salida de Australia, que cuando fuimos, a Nueva Zelanda, fue relajada y la reentrada también -no nos hicieron ni pasar por la aduana, todo un privilegio-, culminó con una persecución en toda regla, al tratar de abandonar, definitivamente, el país.

2°.-La entrada en Singapur, por aire, no nos generó ningún problema.

          3°.- Por el contrario, la terrestre, siempre nos ocasionó dificultades y está vez, también.

          4°.-Cuando alguien, en Singapur, Malasia o resto del sudeste asiático, os hable de una senda peatonal, contrastad, antes de emprender camino, la información. O, casi mejor, ¡salir corriendo!, inmediatamente.

          5°.-No hagáis excentricidades en lugares peligrosos. En Oceanía, las aceras llegan a todas partes, no así en el sudeste asiático. Y lo peor es, que nosotros somos expertos, para haber caido en este error.

          6°.-Empieza la información de servicio: en las terminales malasias de la frontera, existen oficinas de cambio con amplio horario y buena tasa. No esperéis hasta llegar a la ciudad, de Jhoror Baru.

          7°.-La estación de buses de Larkin, en Jhorur Baru, no es lo mismo, que el centro. Así, que aclararos bien, adónde queréis ir. En Larkin hay un mercadillo, numerosos hoteles a buen precio y bastantes restaurantes, pero muy pocas posibilidades de comprar alcohol -salvo cara cerveza-, de encontrar lugares interesantes o de toparse con un supermercado.


          8°.-Los check-out de los alojamientos de esta ciudad son a las tres de la tarde.¡Y en Australia y Nueva Zelanda, a las diez de la mañana, sin pasarse ni un minuto, te largan a la calle! En Jhoror Baru los hoteles parecen buenos en la recepción, son regulares en los pasillos, malos en las habitaciones y muy malos en los baños.

          9°.-En Jhoror y en toda Malasia, suelen ser más baratas las cervezas europeas -tipo Heineken o Carlsberg-, que las de la zona.

          10°.- No os sorprendáis, porque un malasio diga llamarse, Ramón. Nosotros hemos conocido uno está misma tarde.

Frontera de Singapur: otro día de zozobra

                                              Todas las fotos de este post son, de Singapur

          Cambio de cinco husos horarios en dos días, 12,5 horas de vuelo en aviones de bajo coste -sin comida y bebida-, 8.000 kilómetros realizados, cuatro noches - por diversos motivos- sin pisar un alojamiento, controles sanguinarios en los aeropuertos, lluvias torrenciales...

          Nuestros cuerpos, hasta con cincuenta años, aguantan muy bien estas cosas aún, pero la mente ha acabado en servicios mínimos de respuesta y máximos de estrés. Pongo todos estos atenuantes, no como justificación, sino para daros argumentos de lo que nos ha pasado a la salida, de Singapur, país -donde además de hacer mucha humedad y llover todo el año y no solo, durante el monzón, siempre pasa algo y no bueno. Especialmente, en su frontera terrestre.

          Como ya lo conocíamos, desde 2008, el viaje en esta ocasión, a Singapur, ha sido exprés. Una seis horas, sino contamos las del aeropuerto y transporte. Nada inusual ni mencionable, hasta que decidimos -en vez del autobús, como la vez anterior- usar el metro, hasta Woodlands, opción que hemos leído a algunos blogueros.

          Al llegar a esta nos ocurre una extraña aventura, que nos pone el día dificil y absurdo. Preguntamos a varios autobuseros, de Woodlands, como podemos ir andando hasta la frontera. Uno nos dice, que el check point está lejos -2 kilómetros, aunque luego constatariamos, que son 4- y otro miente de forma descarada, indicando, que el camino está cerrado. Nos recomiendan el bus 911 y decidimos seguirlo, caminando, pero lo perdemos de vista pronto.

          Entonces, preguntamos a un chico, que camina por la acera y que no habla inglés -y lo siente, pretendiendo justificarse, porque debe ser el único en Singapur-, pero nos hace un croquis, que nos aclara el camino, a seguir.

          Reencontramos la ruta del 911 y tras varios titubeos, damos con el puesto fronterizo. Mientras estamos en la cola, una pareja de polis me pide el pasaporte y me hace poner el pulgar en una especie de TPV. A mí pareja no, pero no me supone ninguna ventaja dado, que debemos hacer los mismos trámites los dos.

          Otro policía nos pregunta, si vamos por la senda peatonal o hacia los autobuses, para llegar a la frontera, de Malasia. Y, nosotros pensamos:"¿Hay una senda peatonal? ¡Que bien y sobre todo viniendo de la tranquila Porque ceania!" Empezamos, tras pasar una puerta giratoria, que solo tiene una dirección y por donde no cabrían la mayoría de los equipajes de los viajeros.

          Todo bien, hasta que salimos a una carretera infernal, aunque con estrecha acera. Debe ser ya Malasia, porque está llena de alocados motoristas. Nos ponemos a andar y cruzamos un ancho río, como casi siempre en las fronteras y tras unos veinte minutos, se termina la acera, quedando solo el transitado asfalto. Tras varias precipitadas y nerviosas valoraciones, decidimos volver sobre nuestros pasos.

          Pero la puerta giratoria, nos impide regresar. Y el policía, que la vigila, también,  decepcionado porque no hemos sido capaces de coronar un "sencillo" -segun el- camino de 45 minutos. Al final, concluye que tenemos, que volver a entrar en Singapur y volver a salir, para poder ir a la zona de autobuses, que conectan, con Malasia. ¡Nosotros alucinando!


          Todavía, nos cuesta un rato explicarle a sus superiores, nuestro simple desconocimiento y que no pretendemos nada raro -error, si es necesario-, para que nos abran unas puertas mágicas con contraseña, que nos dejan en la parada de los buses, que circulan hacia Malasia.

La única e imperceptible ventaja es, que le echamos jeta y no hemos pagado un duro de una frontera a la otra, dado que el conductor nos considera cuerdos y piensa, que ya veníamos anteriormente en su bus.

          A todo esto, caemos en la cuenta, de que se nos ha pasado algo por alto, al volver tan distraídamente, del primer al tercer mundo: por mucho, que te muevas bien en este último -cual es nuestro caso-, siempre debes estar muy alerta, cuándo regresas a el, desde la placidez de los países desarrollados. O te pones las pilas o en el mejor de los casos, te las ponen.

          ¡Vaya dos días consecutivos de zozobra!