Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 24 de julio de 2012

Inesperado cambio de rumbo: volvemos a casa


                                                                                             Bucarest
            Nuestros huesos, irremisiblemente, acabaron en la incandescente, cara y decrépita Bucarest (sobre todo en el barrio de la estación principal, que es la del norte). Pasamos casi más tiempo en el único cíber, que vimos, que por las calles, ya visitadas en dos ocasiones anteriores. Nuestra intención, de tirar hacia Constanza y bajar por la costa del Mar Negro, quedó frustrada por los precios del transporte.
                               Timisoara
            Lo de ir a Estambul –en caro bus- o a Trabzon –en caro avión-, para conectar con Georgia y Armenia, se fulminó en un instante, al ver lo que nos costaría volver a España, desde esos destinos, en pleno mes de agosto. Para colmo, nos soliviantó, que haya subido un 50% el visado de Turquía (de 10 a 15 euros).

            Brusco cambio de planes: volvemos a casa. Pero encontrar la manera de hacerlo, sin arruinarnos, nos lleva largo rato cibernético, hasta que conseguimos un asequible –que no chollo- Budapest-Madrid, por unos 50 euros, para dentro de tres días. Esto nos permite, visitar de camino, las agradables ciudades de Timisoara y Arad. Y volver por quinta vez, a la capital de Hungría.
                                                                          Timisoara
            Dos asuntos enrarecen nuestra mente, en los últimos momentos del viaje. No logramos entender, como en Rumanía hay buses, que te conectan con España (69 euros y 48 horas, a Barcelona y desde Bucarest), Italia, Inglaterra, Grecia u Holanda y no existe uno solo, entre Timisoara o Arad y Budapest. La única opción es el ferrocarril y de ello, se aprovechan.
                                                                                     Timisoara
Tampoco hay trenes regionales, que permitan hacer el viaje a tramos y cruzar la frontera, andando. La única opción es, un convoy internacional. Para poco más de 250 kilómetros, tenemos que pagar más, que cuando hicimos cerca de 500, el otro día, entre Bucarest y Timisoara.

El otro asunto no nos afecta directamente, a nosotros, pero nos indigna. Al bajar del tren en la estación de Budapest, observamos unas tremendas colas de guiris en las dos oficinas de cambio. Nos asustamos, al ver que la tasa que ofrecen por cada euro, es de 222 forintos. Pero, ¿si hemos visto en internet, una conversión de 289?. Saliendo a la calle y trescientos metros más allá, encontramos otro garito de cambio, donde canjeamos 10 euros, a 287 forintos cada uno. Si se hacen cuentas, al que haya canjeado 100 euros en la terminal ferroviaria, le han tangado más de veintidós y medio.
                                                                               Timisoara
            Por lo demás, Georgia. Armenia y tal vez, Azerbaiyán, lo retomaremos en un par de meses, una vez los precios veraniegos de los aviones, hayan retornado a la razón.
 Arad
Vivir un a Euro victoriosa en directo, descubrir la idiosincrasia de Ucrania y la identidad de Transnitria, han sido motivos suficientes para colocar este viaje de 18 días, en lo más alto.

Y Ucrania, para los chicos, presenta otros muchos atractivos, que ya podéis, suponer.
                                                          Budapest

lunes, 23 de julio de 2012

Transnistria: gente hospitalaria y buen vodka

                                                     Todas las fotos de este post son de Tiraspol, en Transnistria
            Transnistria es uno de esos territorios autoproclamados independientes, pero no reconocidos por nadie. Como Abjasia, Nagorno Karabaj, Osetia del Sur o la república Turca del Norte de Chipre. Aunque, cada caso, presenta circunstancias y avatares diferentes.

Existe muy poca información en torno a este desconocido lugar y además o es antigua o errada. Algunas fuentes indican, que se pueden sufrir sobornos, por parte de las autoridades ,que controlan los trámites de acceso o partida. En nuestro caso, todo fue amabilidad y facilidades, con la única pregunta, del motivo de la visita al país: “tránsito, desde Ucrania a Moldavia”, respondimos, para evitarnos problemas.

            Hay quién se emociona demasiado, definiendo a este lugar, como un museo al aire libre del comunismo, pero en realidad es, bastante más fácil encontrar restos del régimen soviético, en cualquier mercadillo de Lviv o Kiev (Ucrania), que en Tiraspol (capital de Transnistria).

En su agradable mercado, abundan la ropa y calzado –cutres y esparcidos por el suelo-, las verduras y frutas, la carne y el pescado –en edificios separados y bien acondicionados- y baratas especialidades locales, bien culinarias -como deliciosas y calóricas masas rellenas de salchichas, queso o vegetales-, bien para saciar la sed -como el omnipresente Kbac o Kvas –según nuestro paladar, una especie de suave cerveza de barril, con toques de sidra, cereales y café-. Nada de gorras con los escudos de hoces y martillos, ni petacas con el símbolo ruso, ni recuerdos de Lenin o Stalin…

            Esperábamos una ciudad con presencia policial, militar y con tanques por todas las calles, tal y como muestran las sensacionalistas narraciones de algún bloguero. De lo primero y de lo segundo, casi nada y tanque, sólo uno, anclado junto a una iglesia, en el parque conmemorativo, que recuerda los sucesos de la independencia de este territorio y a los muertos por causa de la guerra de 1.992. En el tranquilo Beirut de hoy en día, se ven decenas de ellos –a veces, en cada rotonda, rodeados de alambradas-, que francamente, tampoco impresionan a nadie.

            Tiraspol es una ciudad tremendamente tranquila, de población animosa –especialmente por la tarde, cuando salen las familias-, de anchas avenidas y edificios bien conservados y con presencia de marcas internacionales, como Adidas. La gente convive sin aparentes tensiones, a pesar de que la población se divide, casi a tercios, entre rusos, moldavos y ucranianos..

            Quien quiera ver otra cosa, es que tiene mucha imaginación o que aún no tenía edad o ganas, para visitar los países del este, durante y después de la caída del muro de Berlín. Aquello, sí que era un museo soviético y de inquietud permanente, para los escasísimos viajeros, que nos enrolamos, apasionadamente, para vivir unos momentos históricos.

Desgraciadamente, para algunos –que no para nosotros-, a Tiraspol le queda un trecho muy largo, para ser un parque temático del comunismo (o una reserva espiritual soviética). 


Pero, sí destacaríamos de este estupendo país, el maravilloso y hospitalario trato de sus gentes –que te agradecen la visita y te ayudan en lo que sea- y la genuina fábrica de vodka, llamada Kvint, donde por menos de un euro –hasta por tan solo medio-, se pueden comprar botellas de esta bebida, aderezadas con cerezas, guindillas o avellanas, entre otras muchas variedades (destacamos, tras traducirlas del cirílico en casa, Bukyet Moldavii y Myetallurg) . Eso si, todo se debe pagar en rublos de Transnistria (13.70 por euro), porque ellos, acuñan su propia moneda.

Además, de tener su propio gobierno, Parlamento, policía, ejército y servicio postal. Vamos, un país en toda regla, cuyo único exotismo es, que por los vaivenes políticos internacionales, los grandes estados, no lo quieran reconocer dentro de la comunidad mundial. A Israel, le pasa lo mismo, aunque en menor medida y desde luego, si que es más exótico (e indignante)

            En nuestro móvil, la cobertura nos la da una operadora moldava. Después de hacer noche, en el único hotel, que nos indicaron y que vimos -algo decadente-, partimos de aquí, sin más problemas y guardando un grato recuerdo de sus gentes.

            Nos hubiera gustado ver y contar, cosas más emocionantes o haber podido filmar un video, sobre la guerra fría, más de veinte años después. Pero, es lo que hay y por ahora, no dan más (como cantaba Revolver en uno de sus legendarios temas)

Nos extrañó, que no nos pusieran sello de entrada, al acceder a Moldavia y estábamos en lo cierto. A la salida y después de visitar la insulsa Chisinau –de charrísimos hoteles y escaso ambiente-, un funcionario investigó todas las marcas de agua y los sellos de nuestro pasaporte, con lupa de gran aumento. Finalmente y tras momentos de angustia, debió entender -acertadaemnte-, que el problema no era por nuestra culpa y nos selló la salida de su país.   

viernes, 20 de julio de 2012

Sobre vodka y extorsiones

Todas las fotografías de este post, menos la primera, que es de Chernihiv, son de Odessa
             ¿Debe organizar una Euro, un país, que no dispone de agua potable, (caso de Ucrania, según nos indicaron en las oficinas de turismo de Lviv y Kiev)?. ¿Puede, hacerse cargo de tan importante evento una nación, donde algunos policías y como en los viejos tiempos, se dedican a tratar de extorsionar al viajero o futbolero?. Vayamos por partes.

            Lo primero, parecería incomprensible, en un estado, donde además de cara, no es fácil encontrar agua, que no contenga gas. Pero, cuando llevas unos días y observas, comprendes la idiosincrasia del país, en esta materia y que el líquido elemento, tampoco es tan necesario. En Ucrania, la cerveza es, lo que a nosotros, el agua. Hasta las amas de casa, que vuelven de la compra, van con su botellita abierta, por la calle. Las papeleras se hallan llenas de envases, tanto de vidrio, como de plástico, además de latas.

            El vodka –de diversos y ricos sabores-, es lo que a nosotros, la cerveza. Se bebe a todas horas y en todas partes, bien solo, acompañado de un aperitivo o por qué no, hasta de una comida más contundente. Es fácil, que invitado a una reunión o cualquier tipo de evento, aunque sean las ocho de la mañana, ya te lo ofrezcan. Hay quien asegura, sea el momento del día, que sea, que si negocias un asunto y no aceptas tomarlo, no hay trato posible.

Tampoco, importa demasiado, la edad o el sexo. En el tren a Odessa, nuestras compañeras de viaje en el compartimento de literas, dos chavalas –bien jóvenes-, se cepillaron una botella grande entera, alternándola con sorbitos de agua y picoteando pepino, pan negro y un par de salchichas. Una vez terminaron, se fueron a la cama, con toda normalidad y hasta otra

Casi, cabría decir y para ilustrar este asunto, que el alcohol de 98 grados, es para ellos, lo que a nosotros, el cubata del sábado por la noche. Podemos afirmar, sin equivocarnos: ¡beben como cosacos!. Sin embargo, el saber estar y la tolerancia de esta gente es, digno de alabanzas.
            En Ucrania, cada uno bebe, cuando y donde le da la gana. No está mal visto, hacerlo en cualquier parte y hasta tambalearse, por los efectos del alcohol y hacer eses por la calle. Solamente, cuando el orden público es alterado, por este motivo, interviene la policía u otros ciudadanos. Pero, el bebedor ucraniano –sea incluso compulsivo-, suele ser lo suficientemente responsable para digerir su exceso, sin causar daños colaterales. Con el alcohol o sin él, lo que en este país están muy mal vistos, es levantar la voz más de la cuenta o los gritos y aspavientos, en público. ¡Cada cultura es, como es y no hay que darle más vueltas!

            En cuanto al segundo asunto, nos ocurrió en Chernihiv, lugar poco frecuentado por los turistas (y hacen bien). Un policía nos llevó a su cuartucho, primero sin acusarnos de nada, en concreto. Luego, de cuestiones difusas y variadas. Ante nuestra tranquilidad, complicidad y –por qué no decirlo- hacernos bastante los tontos, contemplando una y otra vez todos los sellos de nuestro pasaporte y muy contrariado, nos dejó marchar. Para más deleite, nosotros nos despedimos, dándole la mano, aunque a esas alturas, ya lo único, que esperábamos, es que nos pusiera la cifra en un papel, dado que ni él hablaba ni una sola palabra de inglés, ni nosotros, obviamente, ucraniano. Aunque, si entendimos la mayoría de sus gestos, nos hicimos los locos.

            Aunque, conseguir los baratos billetes a Odessa, fue muy complicado y hasta nos llevó a perder un día, en Chernihiv, el esfuerzo mereció la pena, porque sus bulevares arbolados, sus iglesias, sus calles estilo centroeuropeas y su puerto –con las famosas escaleras, que descienden hasta él-, bien valen un par de días. Decenas de mujeres despistadas, te esperan a la llegada del tren, para ofrecerte alojamiento en su casa. Ha sido en el único sitio en toda Ucrania, en el que nos han ofrecido esta ventajosa opción.

jueves, 19 de julio de 2012

Ganando una Euro (el después, parte III de III)


                                   Todas las fotos de este post, corresponden, a  Kiev
Si algún pensamiento negativo nos invadió, al llegar hace ya mil años, a Kiev, era la posibilidad de perder la Final. Deberíamos pasear toda la noche por la ciudad, lamiéndonos las heridas y el cansancio. Y es, que ya partíamos de antemano, de que no íbamos a encontrar alojamiento, para nuestro presupuesto,. Así, nos lo había asegurado la chica de la oficina de turismo, por la mañana: “con esto del fútbol, lo único que vais a encontrar, por debajo de cien euros, es un camarote en un barco, anclado en el río, a unos 70 €”.

Así, que decidimos, ni siquiera buscarlo. Aunque, tampoco nos tropezamos con muchas posibilidades, en forma de hoteles o hostels, como si ocurre, en Lviv. Y menos, con habitaciones en casas particulares, cuyo fenómeno es específico, de Odessa.

            Nuestro entretenimiento nocturno, lo preveíamos, en participar en las supuestas celebraciones. ¿Entre todos, quemaríamos Kiev?. Pues, la realidad es, que no. Será, porque –como dice, Del Bosque- hemos pasado de pobres a ricos. Será, porque todos acabamos muy cansados –mucho más, que cuando se vive desde casa-. Será, porque los más animosos, se habrán ido en los primeros charters, de retorno a España…

No lo sé. Pero celebración, ninguna. O sí. La de los ucranianos, que sin haber ganado nada, entretienen la noche, a ritmo moderado –y eslavo- de fiesta. Nosotros, ya haciendo alguna S y tras llevar más de diez litros de cerveza, a lo largo del día, emprendemos el camino de la estación de trenes, donde llegamos sobre las cuatro de la mañana. No somos los únicos, con el mismo plan. A las seis, un policía nos levanta del suelo, con muy malas formas. ¡La fiesta ha terminado!.

            Debemos seguir viaje. Tal vez, nos espere, Brasil 2014 o cualquier otro plan futbolero. Pero eso, ahora, queda lejos, Nuestro destino, a estas horas de resaca cervecera –mucho más inocua y barata, porque tendrá menos química, que la de España-, sigue siendo desconocido.

            No sería justo, dedicar tres post a una Euro y solo unas pocas referencias, a la ciudad, que albergó el evento. Junto a Lviv, Kiev es la ciudad, que más nos gusta de Ucrania, pero nunca, la podremos desligar de este acontecimiento deportivo.
 
Lo más destacable son sus maravillosas iglesias, pero lo que más nos ha llegado al corazón, es el ambiente de mercados y mercadillos, donde se vende de todo: cuadros, libros antiguos y modernos, objetos de la época del comunismo y de la antigua URSS… No sé, si el ambiente es tan vibrante todos los días, dado que nuestra visita a la ciudad, coincidió con un domingo.

También hay una buena muestra de edificios civiles, esparcidos por las calles del centro y sus enormes plazas, que invitan al paseo y al relax.. Lástima, haber estado solo un día aquí, porque esta ciudad, se merece, al menos, un par de ellos. ¡Tiempo habrá en el futuro, de reencontrarse con ella! Y de vivirla de otra forma, mucho más serena. Spasiva, Kiev; Spasiva, tabarish (Gracias, Kiev; gracias, compañeros).

martes, 17 de julio de 2012

Ganando una Euro (el durante, parte II de III)


                                                             Fan zone, de Kiev
            Paseos y más paseos, mientras las horas avanzan y con los nervios a flor de piel. Nos extraña, que en toda la ciudad, no hay un solo puesto de venta, de parafernalia deportiva de los finalistas o de los anfitriones. Parece, que todos hemos venido con la equipación, desde casa.
                Fan zone, de Kiev
            En la calle principal, un supermercado –llamado Billa y casualmente, de capital italiano- hace las veces de centro de abastecimiento de hinchas y lugareños, donde aplacamos la sed. Las cámaras se vacían y se vuelven a llenar –con botellas de litro, de dos y de dos litros y medio de cerveza- y de nuevo, se vacían, cumpliendo de esta manera, varios ciclos continuos. No hay problema alguno –ni hoy ni otro día cualquiera,- por beber en la calle.

En el centro de Kiev, la oferta de restaurantes y bares o terrazas, resulta mucho menor de lo esperado. Y tampoco, detectamos más tiendas de alimentación o bebidas. Tan solo, algunas barras de precios moderados, en la avenida, que comunica la “fan xone”, con el estadio
                                               Fan zone, de Kiev
            Para la alegría de nuestros pies, este se halla bastante céntrico, continuando el bulevar Khreschatyk, a unos veinte minutos de la zona de los hinchas. Es coqueto y está construido en profundidad, por lo que la edificación no resulta agresiva y se integra, perfectamente, en el agradable entorno. Está rodeado de policía –han formado un cordón- y no permiten el acceso a su perímetro, sin mostrar la preciada entrada. La única forma de conseguir una, a estas horas, es la reventa, que sin esconderse, las ofrece a elevadísimos precios

Los hinchas españoles, somos los más numerosos. Los que saben de que va esto, hacen de punta de lanza y dirigen los cánticos: “somos campeones del mundo –sin mencionar, como si diera mala suerte, que todavía lo somos de Europa, aunque fuere tan solo, por un par de horas más-“, “a por ellos, oé”, “hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual” o “jugar al catenaccio es muy fácil, uuu, hacerlo al tiqui-taca nos parece mejor” (a ritmo de “buscando en el baúl de los recuerdos”, de Karina)  También, hay alusiones a la realidad patria, con “somos los rescatados”.
                                             Fan zone, de Kiev
Sorprendentemente, la segunda hinchada más numerosa y divertida, es la polaca que anima, fervorosamente, a sus ausentes e intercambia cánticos con la española. La tercera es la de Ucrania y luego, un escaso peregrinar, de camisetas de otros participantes del torneo, ya eliminados. Ni con los servicios de un detective, se llega a saber, donde están los italianos. ¿Se temerán lo peor?
 Ambiente en la calle, que va al estadio, minutos antes del inicio del partido, en Kiev
            Han pasado tantas horas, desde que llegamos, a Kiev, que ya hemos atravesado por todos los estados psicológicos posibles: desde la euforia, al desánimo más absoluto y todas sus fases intermedias. Es tal el desgaste, que lo único que queremos ya, es que esto empiece y acabe y así buscar, la tranquilidad espiritual. ¡Estamos casi vacíos!.

            Nos aprovisionamos de cerveza suficiente –muchos litros, para que negarlo- y nos colocamos en la plaza principal –fuera de las vallas de la “fan zone”-, junto a otra mucha gente, ante una pantalla gigante de alta definición. La más grande, que hayamos visto jamás.
            Aficcionados españoles, vestidos de toreros, en Kiev
            La mayoría de los ucranianos y ucranianas presentes, van con Italia –desconocemos el motivo, aunque supongo, que nuestros triunfos ya cansan un poco, al resto del mundo-, pero no tendrán mucho chance de demostrarlo, porque en el minuto trece, Silva ya marca el primero y antes del descanso cae el segundo, que hace que los transalpinos, casi entreguen la cuchara.

            A pesar de todo, los nervios siguen durante la larga segunda parte y no retroceden, hasta que en los últimos cinco minutos, llegan el tercero y el cuarto. Mientras, la economía patria se hunde y el paro hace suyo todo lo que toca, España hace historia, al ganar, consecutivamente, Euro, Mundial y Euro. ¡Enhorabuena, Campeones!.
                                                  El estadio de Kiev, tras la finalización del partido

Ganando una Euro (el antes, parte I de III)


                                         Escenario principal de la "Fan zone", en Kiev
           Arribamos a Kiev, el día en el que a todo el mundo –especialmente, a españoles e italianos-, le hubiera gustado llegar. La primera sorpresa, es que la estación de autobuses, no es otra cosa, que el parking de un gran supermercado. La segunda, que la terminal de trenes –donde jovencitas voluntarias vestidas de verde, ofrecen información y planos de la ciudad-, se halla muy cerca y ambas, no demasiado distantes del centro. Es la primera vez, que esto nos ocurre, en las dispersas ciudades de Ucrania.
                    Fan zone, en Kiev
            Tras algo más de media hora de camino, llegamos a la “fan zone”. A diferencia de Lviv , no nos ponen demasiadas trabas para entrar con todos los bultos y algo de comida y bebida. Debe ser, que como son sólo las nueve de la mañana, no alteramos demasiado el negocio, al no haber abierto todavía, las casetas de Carlsberg, Coca Cola y demás marcas promotoras del evento.

            Lo de siempre: vallas cercando parte de la calle principal y de la plaza, donde aparecen los patrocinadores y el interior, con la carpa VIP, numerosas pantallas gigantes y un escenario por donde pasa todo lo que sea vendible, a través de los bailes de unas perfectas y desenvueltas señoritas, vestidas de rojo. Ahora, concreto, toca el “Ukraine Trophy”.

            No somos expertos en espectáculos deportivos, pero nos sentimos algo decepcionados, por múltiples razones. No sé por cual empezar. Cuando oyes en la tele, que hay diez mil de un bando y quince mil del otro, te imaginas algo grande. Aquí y a pesar de que faltan casi sólo doce horas para el gran momento, sí dividimos las cifras por diez, aun seguiríamos exagerando.
                                            Fan zone, en Kiev
Tratamos de convencernos, de que no todo es pura propaganda o patrañas, pensando, que Kiev no es un destino accesible para todo el mundo, debido a la ausencia de vuelos de bajo coste. Lo cierto y verdad es, que aunque acaparen muchas menos cámaras, son muchos más los grupos organizados, que visitan las magníficas iglesias y los coquetos mercadillos de Kiev –mayoritariamente, hablan en inglés-, que los que defienden o postulan las banderas de los finalistas. Nosotros, afortunadamente, pertenecemos a los dos bandos: al cultural y a la hinchada deportiva.

 Luego, nos extraña la falta de espontaneidad, en el desarrollo de los acontecimientos. Los aficionados se dividen en grupos muy concretos. Por un lado, los que deben tener sus propios códigos, y que siguen estos torneos, regularmente y no aceptan a extraños, por muy compatriotas que uno sea  Nada que ver, con la emoción de vivir la otra Euro en Bangkok, con españoles, que por allí pululaban, por otras razones.
                        Acceso al estadio, donde se jugó la final de la Euro 2.012, en Kiev
 Además, están los frikis: normalmente, son gentes de edad, con una buena pensión o apoyados por patrocinadores. Suelen ser, los que siempre enfocan durante la celebración de los goles, tanto de los propios, como de los del contrario. Los hay, desde muy rancios, pero esmerados toreros, a los que portan la maleta, de “Pepe, vente p’Alemania”. Ambos, son la atracción de los japoneses, que no dejan descansar sus cámaras fotográficas digitales, de última generación.
Hinchas españoles, junto al estadio 
Los menos implicados y más observadores, somos –escasos- gente anónima, que hemos llegado hasta aquí, por diferentes y/o similares causas (unos con entrada y otros sin ella). Se trata de parejas de novios, matrimonios o de amigos, que hemos viajado de forma independiente. Debe ser, por ello, que nadie contaba con nosotros.

Pero, ¿dónde están los italianos?. Ni rastro. ¿No deberían estar crecidos, después de doblegar a Alemania, en la semifinal?. Dos gritos callejeros –al ritmo de Guantanamera-, ya cerca de la hora del partido, constatan este hecho: “sois cuatro gatos, Italia, sois cuatro gatos” y “he visto un italiano” (que huye, mientras se lo espetan a la cara). Desapasionadamente, nos inclinamos a pensar, que ellos tuvieron un día menos, para llegar a Kiev y que además, la semi la jugaron en Polonia. 
Hincha ucraniana, de bonito pelo, contemplando el ambiente previo al partido, en presencia de polacos y españoles

Educados, amables, pero con escasa curiosidad hacia el extranjero


Lviv
            La mayoría se las ex-repúblicas soviéticas, incluida la propia Rusia  y Ucrania –el caso que nos ocupa-, tienen muy mala fama por las dificultades idiomáticas, la escasa atención al turista y la frialdad de la gente. Algo de verdad hay en todo ello, pero también de mito o injusticia. Cierto es, que es más improbable encontrar un cartel en nuestro alfabeto, que un agua mineral que no tenga gas. También, que casi nadie domine otra lengua, que no sea el ucraniano o el ruso y que dan por hecho, que tú lo hablas con soltura. Pero, es verdad igualmente, que los viajeros nos amparamos en ello, para no intentar otras formas de comunicación.

            Como en otros sitios, debemos de partir, de que nadie tiene obligación de saber inglés. Después, tratar de hacerse con un diccionario o guía de conversación –por diversos motivos, no ha sido nuestro caso-, que facilita mucho las cosas. Y, por último, asumir el hecho cierto, de que los que realmente necesitamos de su ayuda, somos nosotros.

A partir de ahí, la imaginación puede volar por donde se quiera. Resulta muy útil, escribir los precios en una libreta o entregar la cantidad exacta de dinero, para comprar el montante total en gramos. Pero, lo más ventajoso, es recurrir a los dibujos para expresarse, bien sea en forma de tren, autobús, luna -para indicar si es por la noche-, sol –por el día-… A la gente le suele resultar muy divertido y colaboran casi siempre, para sacarnos de nuestras dudas. Eso sí: el uso reiterado de esta técnica, puede llegar a ser agotador.                              Lviv

            Los ucranianos son gentes muy educadas y amables, aunque no sientan demasiada curiosidad por los extranjeros (en ambos casos, nos recuerdan a los chinos). Otra cosa es, determinados funcionarios de los servicios públicos –en el transporte y generalmente, personas mayores-, que se muestran maleducados y escasamente colaboradores, tal vez, debido a viejas costumbres de tiempos pretéritos.

Por lo demás, Ucrania ha hecho los esfuerzos justos y con motivo de esta Euro, para atraerse al resto del continente o del planeta. Y todos ellos, circunscritos a las ciudades que han sido sedes (Kiev, Lviv, Donetsk y Kharkiv ): espectacular despliegue policial –no siempre eficaz-, voluntarias con tan buen dominio del inglés, como estilizada y bella figura, correctas oficinas de turismo –de amplio horario- y numerosos planos callejeros, con el fin de facilitar las cosas, a los curiosos y escasos turistas o a los futboleros.
                        Pochayiv
            Después de Lviv y tras pasarnos de largo de nuestro destino, por problemas de comunicación verbal, retrocedimos hasta él, tras pernoctar en un magnifico hotel –en Kremenets-, con aire acondicionado y televisión de pantalla plana, con más de 80 canales (todos en ruso y ucraniano).

Pochahiv es un lugar pequeño, coqueto y bien urbanizado, que destaca por su espectacular santuario, abarrotado de entregados peregrinos. Dos militares vigilan cada uno de los accesos, para impedir que se cuelen mujeres “mal vestidas”. Lo curioso es, que vale entrar con falda por las rodillas, pero no, con pantalones hasta los tobillos o más bajos.

            Aunque, casi siempre ridículas, cada religión pone sus normas y es lo que hay. Por el faldamento que te prestan, para que vayas, supuestamente, decoroso, te cobran un depósito, que luego, te devuelven. Empezamos a encontrar ciertas similitudes, entre esta rama del cristianismo y el budismo. Las dos más significativas, son las velas prendidas sobre la arena y las machacantes y reiteradas campanadas, durante largos periodos de tiempo.

            Mañana es el gran día. Siempre, se ha criticado como los locutores españoles, pronuncian los nombres de los futbolistas alemanes, checos o polacos. No les falta razón. Nosotros, no nos sorprenderemos en tan solo unas pocas horas, cuando oigamos: Ramosa, Cesca (Fábregas), Buffona o Pirloa. Ya nos hemos acostumbrado, al ver las semifinales. Pochayiv

lunes, 16 de julio de 2012

Lviv: aromas del viejo este

Todas las fotos de este post, son de Lviv
             Los organizadores de la Eurocopa quieren, convencernos mediante pomposos folletos publicitarios, de que el tránsito entre Polonia y Ucrania va a ser rápido, durante la competición. Esto es una verdad a medias. Aunque, si resulta ser así para los pasaportes, no lo es para la aduana y si no, que se lo pregunten a los centenares de vehículos, que en dirección a Polonia, llevan esperando, pacientemente, a lo largo de varias horas.

            Tras los pertinentes trámites y un viaje no demasiado tedioso, llegamos a Lviv. Nos cuesta dar con alguien, que nos quiera hacer caso, cuando les preguntamos como llegar al centro de la ciudad, desde la terminal. Un señor muy amable, para indicarnos, que estamos lejos, nos dice, “a little” y así nos pretende poner, sobre aviso. La estación de autobuses de este lugar –que nos ha recibido con fresco y amenaza de lluvia-, me recuerda al aeropuerto de Trípoli (Libia), pero más pequeña, oscura y siniestra.

Las afueras de Lviv, nos traen recuerdos de cualquier ciudad del este de Europa, de principios de los 90, con aceras descuidadas y levantadas, edificios de alubión, inmuebles abandonados, coches viejos, vetustos tranvías y trolebuses y hasta un museo militar al aire libre, con exuberantes tanques y misiles de tiempos más gloriosos. Eso sí, todo muy rodeado de parques interminables y zonas verdes. En realidad, Lviv es un bosque eterno, salpicado de casas y barrios.

            Como no tenemos grivnas –moneda ucraniana-, ni encontramos lugar para canjearlas por euros, hacemos el camino andando, comiendo un menú de emergencia, en un parque. Tenemos problemas con unos perros callejeros hambrientos, que pretenden que compartamos los alimentos. Nos cuesta encontrar un garito de cambio y aún más, un alojamiento. No hay poco, como cabía esperar, pero si de extremos: o hostels infectos -nada baratos- o hoteles muy caros. No existe termino medio. Sólo uno, moderadamente moderado, donde nos alojamos, después de haber pateado con la mochila, la magnifica ciudad vieja, llena de calles peatonales –las más principales, bastante animadas-, iglesias y bellos edificios civiles. Francamente, este lugar es tan tranquilo, como recomendable

            Nuestra alcoba es de lo más básico, a 22 € la noche. El hotel, que tiene pinta de decadente por fuera, a lo soviético, por dentro se halla, muy bien acondicionado, sobre todo, donde se encuentran las habitaciones más nobles.

            Ya, sin las pesadas cargas del equipaje, salimos de nuevo a las calles, donde nos sorprende la masiva presencia policial. No sabemos si es por la Euro –aunque esta sede, ya está liberada de su función, al haber concluido los partidos-, por costumbre o por alguna circunstancia puntual. La “fan zone” futbolística es enorme y dispone de pantallas de video gigantes. Gendarmes, que no hablan ni siquiera el inglés más básico, controlan los accesos. No dejan introducir pistolas, cuchillos o explosivos. Bastante lógico, desde luego.

Lo que no lo es tanto, es que impidan el paso de cualquier comida o bebida. Incluso, de una botella de agua o unas pipas, como es nuestro caso. La explicación se obtiene, rápidamente, al contemplar las enormes barras de Carlsberg y Coca Cola, que se ubican en el interior del recinto. En la vibrante plaza principal, varias estatuas han sido vestidas con la indumentaria de Ucrania –pantalón o falda, dependiendo del sexo-, que portan banderas amarillas y azules, de la ya eliminada, nación organizadora.  
            
           En nuestra habitación no hay tele, por lo que decidimos, ir a esa gran zona de fans, a ver el Alemania-Italia, buscando un rival para la final. Y así, además, experimentamos con los botes de líquidos de los aviones -100 centilitros-, a ver si podremos meter bebidas alcohólicas, en Kiev, el domingo, durante la gran cita futbolística del año. ¡Operación exitosa!.    

sábado, 14 de julio de 2012

Agradable reencuentro con Polonia


                                                                                     Cracovia
            Lo reconozco. Ya no recuerdo, como se resuelve una ecuación de primer grado y mucho menos, de segundo, como para tratar de acometer las de tercero, redescubiertas en Polonia, en relación al tratamiento del asunto de las bebidas alcohólicas. La X es, que este país pueda ser, el que dispone de más tiendas de bebidas de este tipo, en el mundo. Incluso, en el Carrefour de Cracovia, hay cuatro pasillos contiguos, dedicados a este género y frecuentemente, repuestos. La Y, que sea la friolera nación –incluso en verano-, donde las temperaturas no te impulsan a tomar cosas frescas, que dispone de más neveras de cerveza, por metro cuadrado. Hasta ocho, llegamos a contar en un pequeño supermercado, con más de veinte marcas distintas, entre importadas y nacionales. Y la Z, el extraordinario celo, que muestra la policía, para poder beber –aunque, sea discretamente-, en la calle.

            ¿Tiene sentido, vender tanta cerveza helada, para tener que consumirla en mi casa, donde ya tengo frigorífico?
                            Rzeszow
            De todas formas, el tocahuevismo policial polaco, se extiende a todos los campos y acontecimientos de la vida cotidiana, como siempre en el pasado, ya constatamos. Esta vez y en el famoso castillo de Cracovia, nos trataron de poner colorados y algo más, simplemente, por pisar una hierba desgastada, para sacar una rutinaria foto.

            El reencuentro con Cracovia fue maravilloso. No sólo la zona monumental sigue excepcionalmente cuidada, sino que han acondicionado el desolador entorno, que la circundaba, hace catorce años, fecha de nuestra última visita. Eso sí, hay menos turismo del esperado. Para ellos será algo negativo, pero para el viajero, resulta muy reconfortante

            Exponemos una situación preocupante y otra, curiosa e hilarante. La primera consiste, en que apenas en un centenar de metros y en el casco viejo de la ciudad, te pueden pagar el euro, desde 3.60 zlotys, a 4.25. La segunda consiste en la facilidad, que tienen los polacos para pensar, que todo el mundo mundial habla su idioma y largarte interminables peroratas, cuando preguntas algo, te cruzas en plena calle con alguien o te mendigan unas monedas y se ofenden sino les entiendes (esto también ocurre en Ucrania).                                                                          
                                                                                    Przemysl
            Camino de esta ex–república soviética, visitamos Rzeszow y Przemysl. Ambas, de vibrantes mercadillos y riqueza monumental suficiente, pero la segunda, con bastante más encanto. Además, en ella sufrimos y disfrutamos la semifinal de la Euro, contra Portugal, en una arcaica televisión en blanco y negro, en la habitación de nuestro acogedor hotel. Somos gente de contrastes: apenas, ha pasado sólo una semana, que visionábamos el partido contra Croacia, en una pantalla plana de 28 metros, en alta definición.

            Ucrania nos espera. ¡Y la final de la Euro, en Kiev, también!.

domingo, 24 de junio de 2012

Siguiendo la estela de una Euro (no hay dos, sin tres)


Mañana, día 25 de junio, partimos hacia Cracovia –ciudad, en la que ya hemos estados dos veces, hace unos cuantos años-, vía Bruselas y desde Valladolid (dos vuelos de Ryanair, a 10 y doce euros). Una jornada después y ya por vía férrea, nos encaminaremos hacia, Rzeszow, en el sudeste de Polonia y posteriormente, a Przemysl, a diez kilómetros de loa frontera con Ucrania, donde el próximo miércoles, esperamos ver la semifinal de la Euro, frente a Portugal.

            Aunque, no es un viaje específicamente futbolero, después de haber vivido la final de la Euro-2.008, en Bangkok (Tailandia) y la de la Copa del Mundo, en Midelt (Marruecos), nos hace cierta ilusión, disfrutarla en Kiev –lugar de la final-, en esta edición, el día 1 de julio (si llegamos a ella, claro). Lo haremos en la “fun zone” y no en el campo, al no disponer de entrada, ni tener ganas de comprarla.
                                                     Logo de la Euro 2.012
            Antes de este evento, visitaremos Lviv y Pochayib. Y después, Chernihiv, Yalta, Sebastopol y Odessa, también en territorio ucranio. De ahí, enlazaremos con Moldavia, para acometer, Chisinau, Orheiul Vechi y la especial república –no reconocida y muy soviética-, de Transnistria (Tiraspol, es su capital).
                                                  
            Desde aquí, los planes son mucho más difusos y se atisban tres posibles soluciones, por orden de prioridad:

            1º.- Enlazar con algún vuelo a Turquía, para visitar lo poco que nos queda del este, Georgia, Armenia y –posiblemente, aunque es improbable-, Azerbaiyán. Lo más normal sería, comprar un Cracovia- Pafos, con Ryanair y cruzar en ferry, desde del norte de Chipre (Kirenia) a Turquía.

            2º.- Hacer ese mismo itinerario, pero por tierra, atravesando Rumania y Bulgaria.

3º.- Volver a casa, sobre todo, si nos saliera alguna oferta de trabajo.

La horquilla de precios de hoteles, que estamos manejando, para la primera parte del viaje, oscila entre los 13-18 euros. Para el resto, esperamos, que sea más reducida. Solo llevamos una guía de Turquía, dado que para los demás destinos, no hemos encontrado nada, ni en las librerías, ni en la biblioteca.