Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 1 de junio de 2012

Malika es la mejor playa del viaje


                                                                       Malika
            Los alrededores de Dakar no merecen demasiado la pena, salvo que se esté en disposición, de perder el tiempo, como fue nuestro caso. A la espera de decisiones, que tuvimos que acabar tomando, a pesar de contar con las peores cartas de la baraja. Al fin, a Líbano y Chipre, en un caro vuelo de Emirates.

            Si en algo acertamos, fue en trasladar nuestro alojamiento a Malika, a unos 25 kilómetros al norte de Dakar, porque pasamos de pagar 11.200 francos por noche, a 5.000, en un sitio básico –con agua de pozo en barreños-, aunque nuevo –en construcción- y regentado de forma muy adecuada y amable, por los jóvenes del pueblo. Lástima que les falten clientes, para repasar o disfrutar, en la que es –muy brava y salvaje, de arena deliciosa-, la mejor playa del viaje, sin desmerecer a la Yoff, que también visitamos.
            
          En este último pueblo –coqueto, aunque de alojamientos caros-, viven de la pesca, mientras en Malika, no sabemos de donde les viene el sustento, aunque no, de ser pelmas. Aquí, perdiendo el tiempo, degustamos generoso thieboudienne y las cervezas más baratas del viaje, en un tranquilo bareto.   
                                                                               Malika                                                                                                                                                                                                               
Tras acercarnos a la punta de los Almadies, con sus fuertes olas, recalamos en N’Gor, un sitio extraño –de fea playa-, donde en escasa armonía, conviven las calles con asfalto y bolardos, con las de tierra, los humildes pescadores, con los guiris con cámara en ristre y la basura y los edificios abandonados o a medio hacer, con las supuestas mansiones de los blanquitos, a 1.500 €, el alquiler mensual. También, los cochazos –con el negrito frota que frota- y las mulas con rústicos carros, a tan sólo 10 km del centro de Dakar. Hay cerca, el hipermercado más grande de la capital. Lo que en occidente, supone el lugar de compra de la clase humilde, en gran parte de África, abastece a adinerados blancos, que paguen por productos muy básicos –desde un bote de ketchup, a una lata de bonito o un bote de alubias, con salchichas-, cuatro o cinco veces, lo que en Europa.
            Nuestra última excursión, fue al Lago Rosa, famoso, por ser el emotivo punto final, del originario Paris-Dakar. Es acogedor y de color de vino rosado, aunque la visita resulta algo anodina. Resorts y hoteles, que vivieron tiempos más gloriosos, unos pocos guiris, circulando en buses o coches potentes y algún despistado ofreciéndote piraguas. Estas no se ve , en centenares de metros a la redonda, aunque si les dices que sí, probablemente, te la fabriquen.               Malika

            La última tarde en Malika, nos sirve, para organizar la logística y pasear por su playa maravillosa.
                                                                                                      Malika

10 razones para viajar a África occidental


            También las hay y son poderosas. Así, que vamos con ellas:

            1. Usando Marruecos y Senegal, como centros de operaciones –donde te permiten entrar y salir, durante 90 días, sin solicitar visado-, puedes gestionar casi todas las visas de la zona, sin muchos inconvenientes, dado que lo único que les interesa es, que pagues.
           
2. Los golpes de estado –o al menos, el que hemos visto-, no son una amenaza real para el turista (aunque, los daños colaterales, son difíciles de evitar). Las autoridades y sus delegados, te tratan con naturalidad y te facilitan las cosas, incluso para salir, cuando la frontera está cerrada para otros usos

3. No hemos padecido ningún caso de soborno y este aspecto, nos ha sorprendido muy gratamente
Djeneé (Mali)
4. Al margen de los pelmas desagradables –más en las zonas turísticas de Senegal y casi nunca en Mali y Mauritania-, la mayoría de la población es muy amable, hospitalaria y te ayudan en todo momento.

5. A pesar de ser países musulmanes, son muy tolerantes (con la excepción de Mauritania). Aunque no sabemos lo que durará, ya que los tuaregs del norte de Mali, están tratando de imponer por la fuerza la sharia y para todo el país. Y si les dejan, para todo el continente. Hay bares suficientes –y baratos-, no hay problemas con el alcohol, ni con beber en público y también es posible, comer cerdo, en algunos establecimientos. Las normas de vestimenta femenina, son igualmente, relajadas.

6. El thieboudienne es el plato nacional de Mauritania y Senegal. A pesar de ser una cocina repetitiva, se tolera muy bien, dado que el guiso está rico –sabor mediterráneo, con sus majados de mortero- y es nutritivo con arroz, numerosas verduras y pescado. En Mali, la cocina es más variada, al haber más puestos callejeros y la carne resulta más barata
                                  Fadiouth (Senegal)
7. Aunque en materia laboral y empresarial, la cosa es un desastre en la zona, siendo las profesiones más abundantes, conductor de cacharro, taxista, lavacoches, aparcacoches, vendedor de cosas inservibles…Hay proyectos –generalmente, llevados a cabo por jóvenes-, muy ambiciosos, de ofrecer buen servicio, a un precio muy razonable. Como ejemplo, el campement de Malika. Lo van construyendo poco a poco, con lo que van ingresando de los clientes. El trato es excepcional y da gusto, dejar aquí el dinero.

8. En Mali y en Senegal, han dado buenas respuestas, a dos temas prioritarios: la luz y el agua potable. La mayoría de los lugares, se hayan iluminados y con escasos cortes. En las ciudades se comercializan bolsas de agua potable, a precios muy asequibles y casi siempre, frescas.

         
                                                                                      Rosso (Mauritania)
9. Seguridad personal muy alta. Aunque muchas veces, hay que operar con mucha agresividad –más que con firmeza- ante personas que te faltan al respeto, sin escrúpulos, no ocasionan muchos inconvenientes. Aunque, mejor tomar precauciones por la noche.

10. Escuela para aprender a tener mucha paciencia. No siempre se consigue y se alternan los momentos buenos, con los malos. Generalmente, hay que estar dispuesto a esperar poco y a que te atrapen el dinero, constantemente. Pero, las experiencias vividas –normalmente- merecen la pena, una vez se ha pasado el calentón. 

10 razones para no viajar a África occidental


                                                              Desierto del Sahara
           Como cada uno tendrá las suyas –como nosotros las poseemos-, para emprender un viaje por esta zona, me limito a dar y tras la experiencia, los motivos por los que no visitar esta área del planeta, que dicho sea de paso, da mucho para escribir, como estáis comprobando.

1.      Inestabilidad política: que te toque un golpe de estado o conflictos civiles o militares, más que una lotería, es una certeza.

2.      Los precios de los visados, ya muy caros –y con la excepción de Senegal-, los suben cuando se les antoja, en cantidades pingües y sin previo aviso.

3.      Sin ser países caros, pagas muchísimo, por lo que recibes a cambio. Nunca en otro viaje, tuvimos la sensación de estar destruyendo nuestro dinero, por prestaciones, por las que en realidad, deberíamos ser recompensados, económicamente
                              Desierto del Sahara (Sahara Occidental)
4.      El lamentable sistema anárquico de transporte público, tantas veces comentado en este blog.

5.      El número de pelmas –sobre todo en Senegal-, superaron la media mundial, por mucho.

6.      Como eres blanco y supuestamente rico, tanto niños como mayores, se creen con el derecho de molestarte, con el fin de obtener un beneficio económico. El sistema es tan ilógico, como vicioso: pagar, por que te incordien y que te incordien, para pagar.

7.      Los controles en todas las carreteras, repantingados en las sillas, debajo de un árbol o en sus casetujos, vigilando los dos bidones y un palo, que hacen de barrera. Da igual, sean militares o policías.

8.      El lamentable estado de las carreteras. Entre túmulos y socavones… En fin, la rima es bastante fácil.

9.      Los vuelos a cualquier parte del mundo, son carísimos. ¡Pero, carísimos.!
Tierra de nadie, en la linea divisoria, que separa Sahara Occidental, de Mauritania
10.  Soportar los comentarios personales y muy personales, de la autora de la guía de Lonely Planet, de Gambia y Senegal. A mi en concreto, me ha sacado muchas veces de mis casillas.

jueves, 31 de mayo de 2012

Atrapados en Bananaria


             Dakar nos recibió durante el día de Pascua. Aquí, en Senegal son tan listos, que celebran tanto fiestas islámicas, como cristianos y ¡viva la Pepa!. En la soledad de las calles –ni siquiera, vendedoras de cacahuetes-, contemplamos un flamante y enorme coche nuevo. Su conductor, se aloja en un hotel de 43.000 francos la noche, mientras nosotros, pagamos sólo 11.000. Nada habría que comentar, sino fuera, porque en la puerta del vehículo, se lee “Agencia española de cooperación con el Desarrollo”.
                                                                                Dakar
            Nuestro retorno a Dakar, a pesar de ser territorio conocido, está lleno de sorpresas. Así ocurre, en Bananaria, termino con el que hemos designado, a Senegal, Gambia, y en menor medida, Mali y Mauritania. En un mes de ausencia y por arte de magia, la visa de Gambia ha pasado, de los 25.000 a los 45.000 francos. La de Mauritania de 31 a 48 €. Y el precio de la cerveza en el supermercado, se ha disparado en un 20%. Será para pagar a los numerosos vigilantes de los pasillos y a las ineficaces y maleducadas cajeras.

            Tras los nuevos acontecimientos, decidimos no volver por tierra y retomamos la idea –aunque cara- de volar, a Líbano. Pero, hoy la suerte no está con nosotros. Los importes que manejábamos, se han disparado. Volar a Madrid, tampoco es barato. Ni siquiera a Las Palmas, donde hay un breve –dos horas- vuelo directo, a 367 €.
Dakar
            No sabemos como escapar de Senegal, sin dejar la cartera temblando. De momento y si no hay cambios, tocara pasar unos cuantos días más aquí. Los optimizaremos, visitando los alrededores de Dakar, a ver si de paso –tal vez en Malika-, encontramos un alojamiento, de precio más razonable.

            Seguiremos informando, como los sensacionalistas y famélicos periódicos de aquí, que se rasgan las vestiduras, por la posible islamización de Mali o porque, de repente y como siempre, en el traspaso de poderes presidenciales, hayan desaparecido 600 vehículos oficiales. Con razón, había tantos negritos, lavando coches con cubos, esta mañana, en la plaza principal, de Dakar.

            En un viaje largo, lo que hoy es un problema insalvable y acuciante, mañana es la prehistoria. 
                                                                                                     Dakar

De vuelta: De kayes, a Kaolack


                                                                             Kaolack
            Abandonamos Mali, sin más contratiempos, que dos pinchazos en el último trayecto, hasta la frontera, en la misma rueda, que ya estaba para el desguace, antes de emprender el camino. Dudamos, de si el remedio a estos males, estuvo en los chicles, que llevaban en la guantera.

            Bueno, en realidad no dejamos Mali del todo, porque no nos quedo otra, que hacer noche en la frontera, que componen dos pueblos –Kidira, en Senegal y Diboli, en Mali-, separados por un puente, que atraviesa un exiguo río, cuyo caudal apenas da, para lavar la ropa. Aunque se trata de países distintos, te puedes mover sin apenas trámites, entre ambos lugares (la zona Schengen, de África occidental). Y así nos pasamos 12 horas, yendo de Mali a Senegal y de Senegal a Mali.

            En uno de los pueblos está el cíber, en el otro el único bar con cerveza, al igual que lugares a visitar, teniendo que volver al primero, a nuestro básico alojamiento. Finalmente, conseguimos romper el círculo, embarcándonos en un extraño cacharro colectivo, en el que salvo averías, sufrimos casi todas las posibles incidencias y penalidades: peleas, abastecimiento de gasolina de manera clandestina, salidas de la ruta, para cargar cualquier cosa, paradas para asuntos inverosímiles…
Tambacounda
            Por fin, agradecimos llegar con la lengua fuera, a Tambacounda, donde nos esperaba menos calor que la otra vez, nuestro antiguo alojamiento y una cerveza fría (lo único que en Senegal, es más barato, que en Mali).

Al día siguiente, abandonamos definitivamente, esta ciudad, con más dificultades de las previstas. Conseguimos encontrar un bus nocturno, después de evitar las tretas y presiones de la maldita mafia de los cacharros.

            Llegamos a Kaolak, a las cuatro de la mañana. Ayer, después de haber visitado el cíber y ver los precios de los vuelos, hemos decidido volver por tierra. No sabemos si a casa o a Líbano y Chipre. El camino será largo y  muy posiblemente, aburrido.

            Kaolack es nuestra última parada en Senegal, antes de retornar a Dakar, a hacer la visa de Mauritania. La localidad –donde por primera vez, sentimos fresco y no hay que mojar la cama, después de tres semanas-, cuenta con el segundo mercado cubierto más grande de África, después de Marrakech, una catedral fea y varias mezquitas, alguna en construcción. A pesar de ser más grande, es aún más polvorienta y rural, que Tamba.
                                                                           kayes
            Anoche, antes de tomar el bus a este destino, conversamos, largamente, con un hombre de Mali, que nos dijo, que habíamos tenido mucha suerte, al poder haber abandonado el país. También nos comentó, que no entiende como en una nación como la nuestra, con 6 millones de parados, no arremetemos contra los equipos de fútbol –léase Madrid y Barça-, que pagan esas millonadas a sus jugadores. 

Ver y convivir con las tribus, desde la ventanilla del tren


              En Mali, una contrariedad o inconveniente, sea del tipo, e índole que sea, siempre es un “petit problem”: da igual, se trate de dormir, tirados en la carretera, un golpe de estado o que tarde varias horas, en salir el tren.
                 Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
Partimos de Bamako, hacia Kayes, con más de tres horas de retraso, en un tren bastante decente, nuevo, cuidado y limpio, aunque sin agua en los baños. Es una pena, que siempre lo estropeen todo, por su informalidad. Es para irritarse, observar como todos los días sale tarde el convoy, por mucho margen, cuando es la única línea que opera en el país. El transporte es seguro –me refiero, en cuanto a delincuencia- y va lleno. Aunque, el calor resulta asfixiante y no llega a mitigarse nunca, por las frecuentes paradas y porque el aire que entra, es muy caliente y polvoriento.

            En cada estación y a lo largo de toda la noche, las vendedoras te taladran el cerebro con sus voces agudas, siempre anunciando las mismas cosas (plátanos, mangos, dulces…). En el recuerdo, el inolvidable gesto de un niño de escasos años –no sabemos, si por iniciativa propia, o de su madre- ha intentado obsequiarnos con plátanos y patatas fritas, durante la espera en la estación y a cambio de nada. A veces te desquician, a ratos te desarman.

                                              Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes
           Una vez ha amanecido, comprobamos que el paisaje es como siempre, pero animado por genuinas y pintorescas aldeas, como cualquiera ha imaginado en África, con sus casitas circulares y sus tejados cónicos, de paja. Es la forma más autentica y sobre todo barata, de ver tribus, en sus habitat natural y no maleadas.

En este sentido, lo que venden y caro –tipo país Dogón- son montajes para turistas, donde tal vez, los niños lleven taparrabos, en vez de jeens –como aquí- o deportivos y camisetas de equipos de fútbol europeo, hagan pociones mágicas, en vez de simples productos cotidianos o donde a la entrada del poblado, en vez de niños correteando y cabras alteradas, haya un hombre disfrazado –cobrando la tasa turística correspondiente-, junto a un caldero humeante, donde cocer a los blanquitos, que servirán de cena.

            La realidad aquí es mucho más vulgar y –a la vez apasionante- apasionante, que la que nos venden los folletos. La vida fluye sin prisa y absolutamente anodina, hasta que cada dos días y a la hora, que le de la gana, llega el tren. Entonces, todo se alborota, todo el mundo espera algo, en forma de noticias, mercancía, o –con suerte- en forma de venta de comida y bebida a los cansados pasajeros. A los más pequeños, tan magno acontecimiento, les saca de su abúlica y monótona infancia.     Poblados, en la ruta del tren, Bamako-Kayes

            Al menos en Mali, han sabido conservar el tren, que sirve de nexo, a muchos núcleos poblacionales, que de otra forma, estarían incomunicados. Porque no nos engañemos: de los pasajes –baratos y sólo en segunda-, que venden a los guiris, no viven. 

miércoles, 30 de mayo de 2012

Un, dos tres, responda otra vez


             ¿Para qué sirve un bote de nocilla? Un, dos, tres, responda otra vez. Esta pregunta tiene una contestación muy fácil y obvia, pero en Senegal –y en menor medida, en Mali-, no es así de sencillo. Las respuestas son múltiples y variadas. Cualquier niño –aún de cota edad-, lo sabe
                                          Diboli (Mali)
            Una vez vacío, después de haber desayunado media barra de pan con una ligera capa de crema de chocolate, sus usos pueden ser:

            -De embudo. Es fácil llenarlo con licor casero desde una garrafa de 10 litros y así trasvasarlo a botellas de un litro, para comercializarlo en los bares.

            -De fiambrera. En él los niños pedigüeños recogen todos los restos de thieboudienne -casi siempre arroz sólo- que los comensales dejan en sus platos, o los trozos de pan o galletas, que muchos tenderos les ofrecen para que les dejen de dar la brasa.

            -De azucarero. Todos los vendedores callejeros de café touba tienen un bote de nocilla, con un simple agujero en la tapadera, por donde sirven el azúcar, antes de llenar el vaso de humeante y rico café. Incluso sus colegas del Nescafé, a pesar de tener mejores instalaciones, también disponen de este azucarero
           
            -De contenedor de monedas. No sólo las señoras, rodeadas de niños de todas las edades, que piden sentadas en el suelo, mientras amamantan al más pequeño, usan estos botes para las monedas que algún musulmán de pro, en cumplimiento de sus preceptos, le echen, sino que los comerciantes, a falta de caja registradora, también lo tienen como cajón para sus monedas.

            -De alcachofa de ducha. Hasta los viajeros tenemos –en alguna ocasión-, que utilizar estos botes para ducharnos. En varios alojamientos donde disponen de agua del pozo, es necesario tener a mano uno de ellos para poder echarte poco a poco, el líquido elemento y no todo de repente, del gran cubo donde se cumulan varios litros.
Djeneé (Mali)
            -Para ensayar. Es más fácil, que cuando eres una niña pequeña, ensayes como llevar mercancía en la cabeza con un bote de nocillam que directamente, con un barreño grande o bidón. Poco a poco, se van introduciendo en el mundo que les espera, en tan solo unos pocos años: recipiente en la cabeza, bolsas en una mano, niño agarrado de la otra y recién nacido, bien sujeto a la espalda.

            ¿A alguien se le ocurre algo más útil, que este socorrido bote? 

martes, 29 de mayo de 2012

Cuatro Bamakos diferentes

             Por el precio del mismo visado, hemos conocido tres Bamakos diferentes (incluso, cabría decir, que cuatro). El más inquietante y adrenalínico, es el del día de nuestra llegada, con controles militares exhaustivos, ráfagas de metralleta, algunos tanques y el traslado de soldados heridos. Y todo ello, vivido con tranquilidad, al ver la forma de actuar de los escasos lugareños, que circulaban por las calles. Aunque el miedo atraviesa el cuerpo y el corazón, al escuchar, a escasos metros de tu espalda, un arma de repetición, cargándose de forma compulsiva.
                              Bamako
            De ese Bamako, diez días después, lo que queda se debe cocer en los despachos. En la calle, la gente se ha reintegrado a la vida cotidiana y las portadas de los periódicos, que cuelgan en algunas vallas y paredes, presentan más especulaciones y opinión, que información.

El Bamako más agradable –aunque soso-, lo vivimos, una vez el golpe fraguó. Las calles se quedaron desiertas y nos permitieron, contemplar el armazón de una ciudad, que se desmonta y monta cada día. Tan sólo cuatro o cinco tenderos –desafiantes o con la venia del nuevo régimen-, unos pocos lugareños y dos estúpidos e insensatos guiris –nosotros-, hacíamos vida normal, ajenos al pánico generalizado y al caos político.

            La Bamako más trepidante, caótica, maleducada, motorizada, vibrante, tolerante casi con todo, menos con las costumbres religiosas, la padecemos y disfrutamos, después de haber finalizado, nuestro circuito por el país y ya de vuelta. Su autenticidad africana, se basa en muy pocas influencias europeas.

El único edificio alto, fue inaugurado el año pasado, por un presidente ya destituido y los mercados son de los mejores y más genuinos, que hemos visto en este continente. Igual da el más grande, de cachivaches varios, como el de frutas, verduras y carne o el de artesanía, con piezas de mucho mérito, que seguirán esperando ser vendidas. Lamentablemente, durante mucho tiempo.
                                             Bamako
            El reducto blanco –más de residentes, que de turistas- se agrupa y relaciona en un supermercado de las afueras, constituyendo el cuarto Bamako. Llevan a cabo esplendorosas compras, pagando por productos europeos, cuatro veces lo que valen, en sus países de origen. Luego, un esforzado negro, les llevara sus bolsas, hasta el maletero de sus cochazos o los aparca. El personal del interior del establecimiento, sin embargo, es blanco –incluidas las cajeras-, para que todos nos sintamos, como en casa.

            Mañana abandonamos Bamako en tren, rumbo a Kayes, con muchas dudas. Esperamos que la seguridad sea buena y que la frontera esté abierta.
                                                                                  Bamako

En África occidental, la bolsa siempre va al alza


            Fabricar bolsas –especialmente negras-, debe ser un rentable negocio, en Mali y Senegal. No porque dejen mucho beneficio, sino por el gran número que se utilizan. Realmente, es lo único con lo que viajeros y lugareños, pueden soñar, que les salga gratis, con cualquier compra, por exigua, que esta sea.

            Las transparentes hacen de botella o vaso –para comercializar agua potable, que se bebe, como si lo hicieras de una bota-, plato –envuelven espaguetis, albóndigas de pescado o patatas fritas- o envase para cacahuetes u otros productos de consumo perecedero y urgente.
                                             Árbol repleto de bolsas, en Rosso
Las negras –finas y de tacto áspero- cumplen las funciones anteriores, cuando no hay otras, aunque por lo general, te las dan para el transporte de cualquier cosa, con la condición de que sea ligera y que cuelgue de la mano, porque las mercancías de más fuste, siempre van colocadas sobre la cabeza, en equilibrio o sujetas por los brazos, en forma de asas de jarra.

            Las bolsas negras, en su versión maxi, también cumplen misiones de toldo o cortavientos, en los numerosos puestos callejeros, que se arremolinan en cualquier calle de ciudades y pueblos .Algunos mercaderes más privilegiados, pueden prescindir de estas bolsas, pues tienen la suerte, de contar con sombrillas o marquesinas de maderas y pajillas.

            Hasta nosotros, animados por el ambiente local, llevamos todo en bolsas bien compartimentadas (cargador del móvil, cargador de las pilas, cuadernos, medicinas, pasaportes, el dinero en efectivo…) Y, en cada bar que encontramos, en Mali, nos proveemos de vino embolsado -250 cl- o licores -5 cl-, que se absorbe con gusto –y como ocurre con el agua-, clavando los incisivos y practicando una pequeña incisión en una de las esquinas.

            En las montoneras de basura o vertederos improvisados, lo que más destaca son las bolsas, que vuelan a su antojo, cuando el aire sopla. Hasta en los escasos Carrefour de África, te regalan la bolsa con tu compra –una o las que necesites-. Entonces, ¿qué milongas medioambientales, nos vendieron en España?

            Occidente sigue en crisis, mientras en África, la bolsa es un valor al alza: colgadas de los árboles, de los cables de la luz, entre las patas de las cabras, a modo de vendajes para cubrir heridas de personas lesionadas…    Ziguinchor (Senegal)

Por fin un viaje tranquilo (aunque, no para las cabras)


                                 Puesto de medicina tradicional, en Segou
            Djenné tiene dos caras. La esplendorosa del día de mercado y la sórdida de los demás días, con la basura escoltando a todo un patrimonio de la humanidad.

Antes de partir, debemos solucionar dos problemas, que nos desquician. La oronda mujer del banco, dice no cambiar moneda y nosotros no tenemos francos suficientes, para largarnos de aquí. Preguntamos en turismo –misteriosamente está abierto y nadie se ha inscrito desde el cinco de marzo, siendo hoy día veintisiete- y se extrañan, recomendándonos una boutique –cerrada- y un hotel, donde nos aclaran que ellos no, pero que el banco, nos lo cambia seguro.

Volvemos y la mujer sigue poniendo excusas. Tenemos casi, que llorarle, para que nos canjee 20 €, a una mala tasa. En la puerta de la entidad financiera, hay cinco hombres, viendo la vida pasar. Dentro, otros cuantos, esperando a ver, si han recibido dinero de parientes en el extranjero, para dilapidarlo, sin cargo de conciencia.
                                                                                       Segou
            Nos vamos a la plaza, para gestionar el transporte hasta el cruce, dado que no hay más bus directo, a Segou, que uno semanal, que ha partido a las cuatro de la mañana de hoy. Cinco tíos, sentados delante de una mesa, para gestionar un par de furgonetas que salen al día. Nos tratan de hacer una jugarreta, queriendo cobrar por nuestro minúsculo equipaje, pero aunque tenemos las de perder, nos salimos con la nuestra, a base de mucho coraje y determinación.

            Al fin salimos. Tarda un buen rato en aparecer el ferry. En el cruce, ya tenemos comisionista asignado, para que nos pare el autobús, a Ségou. El calor nos ha agotado y aceptamos.

Tenemos suerte con el bus. Es bastante nuevo y confortable, circula rápido, se detiene solo lo necesario y no lleva carga en el techo. Sí hay, sin embargo, algo que nos indigna: han metido a muchas cabras en sacos –para que no se muevan y solo sobresaliendo la cabeza- y las llevan en el maletero, cerrado, a cal y canto. No quiero imaginar, como estarán allí, viendo el calor insoportable, que hace en la cabina del vehículo.

            No hay demasiadas más incidencias. Atravesamos núcleos rurales, paisaje anodino y llevamos a cabo una obvia parada para comer. Todo normal, hasta que varios pasajeros obligan al conductor a parar para rezar, en mitad de la nada y a 35 grados. Enérgicos cabezazos contra el suelo, como posesos. Están como una auténtica chota. Todo, lo arreglan o lo redimen orando. Visto lo visto deberían ser ellos los que fueran en el maletero y las sensatas cabras, en los asientos.
Segou
            Ségou cuenta con una imponente mezquita y unos vibrantes y coloridos mercados. La gran novedad del día, es que hemos roto el círculo vicioso: después de cinco averías seguidas, hoy llegamos, sin problemas. Estamos muy hartos del calor, después de dos semanas incandescentes. Todas las noches hay que empapar la cama, con decenas de litros de agua fría. Soñamos con un mundo, donde los objetos tengan su temperatura natural y no emanen calor, por todas partes.