Elinkine
En Casamance no atardece como en otras partes. Al menos en
esta época, no hay puesta de sol, al uso habitual. Poco a poco, el astro rey se
va diluyendo entre una extraña e imperceptible nebulosa, reduciendo
continuamente su entorno hasta desaparecer.
Luego, llega la noche y con un
poco de suerte, el pueblo visitado ese día, tendrá una sola farola
–supuestamente, alimentada por energía solar-. El lugar que toca hoy, es
Elinkine, camino de la isla de Karabane, que finalmente no visitaremos por la
infrecuencia del transporte público. Así es, como llaman a la piragua
escacharrada, que cruza hasta la isla.
Elinkine
merece mucho la pena, sobre todo por su autenticidad y el trato de sus
habitantes que, normalmente, y a no ser que se lo pidas, no buscan nada del turista.
Menos el del alojamiento de la Lonely (campement Le Fromager), que además de
agobiarte con sus excursiones, te ofrece una habitación cuya puerta no encaja y
no puedes cerrar. Y todavía, cuando se lo decimos, se hace el sorprendido.
Elinkine
Por lo
demás, es interesante pasear por sus calles arenosas, contemplar los secaderos
de pescado, ver a los hombres limpiando los peces o partiendo sus cabezas,
charlando por no tener otra ocupación o jugando a las damas, golpeando las
fichas, como si del domino patrio, se tratara. Los niños se entretienen
llamándote “toubab” y estrechándote la mano. Aquí, no están muy maleados y son
cariñosos, a pesar de que pululamos unos cuantos blancos.
En nuestro confortable pasear, tenemos
la suerte de asistir a una ceremonia local, que parece un bautizo, debajo de
unos toldos, con sillas de plástico -como las de las terrazas- y estridentes
amplificadores. Por la mañana, los hombres realizan un acto sobrio, mientras
las mujeres aguardan expectantes. Por la tarde son ellas las protagonistas,
desmelenándose y compartiendo sus trepidantes bailes con la sosa blanca –o sea
yo- que trata de hacer lo que puede, con escasa dignidad. Pero, lo que
parecería un ridículo total, es agradecido efusivamente, por la organizadora
del evento. Tal vez, detrás de todo esto, haya una creencia religiosa.
Otra vez comemos thieboudienne,
aunque de momento, no nos cansa, porque hoy han eliminado las verduras y a
cambio, las han sustituido por tres buenos trozos de fresquísimo pescado.
Elinkine
Los habitantes de este genuino
pueblo, no lo tienen nada fácil. Y eso, que su vida se desarrolla al lado de un
gran río. Disponer de agua corriente es una escasa posibilidad y la luz, una
cuestión, sólo para los hoteles de los blancos, gracias a generadores autónomos
y a potentes linternas de luz azul (frontales).