Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Deseos cumplidos y extorsiones a la búlgara


A lo largo de este viaje, se están desvelando mis poderes de adivinación y no siempre –más bien, casi nunca- con buenos resultados para nosotros. A aquella legendaria maldición, de “que se te cumpla, lo que desees”, le estamos empezando a encontrar el sentido.

            El ilógico horario del bus de Estambul a Plovdiv –opción por descarte y no por preferencia-, nos hacía ponernos en la ciudad búlgara, sobre medianoche, hora bastante mala, para buscar un hotel de los nuestros -no de los de recepción en la planta baja, sino de los que hay que subir empinadas escaleras y no tienen “h”-. Entre risas y desde que hemos subido al vehículo, deseamos una imprevisible avería –sería raro, dado que el bus es nuevo-, de cuatro o cinco horas de duración, que nos retrase. Pero, ahí queda la cosa.

Las autovías turcas son arterias de sangre azul, por donde todo circula con orden, sin presentar demasiados acontecimientos, para alcanzar la frontera de Bulgaria, donde nos espera una de las grandes sorpresas del viaje. Salimos de Turquía sin problemas y empiezan todos –tras una parada en un enorme, desangelado y caro duty free-, al llegar a Bulgaria. 
                Las tres fotos de arriba son de Estambul y las restantes, más abajo, de Plovdiv (Bulgaria)
            Primero, deben pasar el control los búlgaros (bendita igualdad de los estados asociados). Después, presentan la documentación los turcos –a los que les ponen un sello-, un chino y un serbio. Previamente y sin explicaciones, han retenido nuestros pasaportes, con gesto bastante tosco. También, los de dos chicos, con portada de color verde, de la que no logramos identificar el país.

¿Extorsión dentro de la propia Unión Europea?. Tiene toda la pinta. Empiezan los gestos y aspavientos exagerados, las llamadas telefónicas y las preguntas: sí es la primera vez, que venimos a Bulgaria, cuántos días vamos a estar, adónde nos dirigimos…

Aunque parezca increíble, esto nos está pasando en un territorio de libre circulación y permanencia. Pero, los funcionarios búlgaros, aún no han abandonado sus viejas artes, que ya sufrimos en dos ocasiones anteriores. La primera, en 1997, cuando pretendíamos tomar un bus a Estambul y en los alrededores de la estación, dos policías nos retuvieron los pasaportes en una perfecta emboscada y nos dieron muchas gracias cuando para recuperarlos les “regalamos” 20 $. Escribimos una carta a la embajada y nos agradecieron la información, pero nada más. Días antes y al entrar al país, nos trataron de cobrar un visado, que en aquellos tiempos, ya no era necesario para los españoles.

Cada vez vamos poniendo un gesto más serio e impaciente y cuando formulan la siguiente pregunta, les paramos los pies, en seco y les indicamos, que no vamos a seguir, formando parte de este interrogatorio. Somos ciudadanos europeos y sabemos nuestros derechos. Si se nos acusa de algo, que nos lo hagan saber. Si no, ya nos pueden ir, devolviendo el pasaporte, por favor. Y así lo hacen, aunque de muy mala gana y maneras.

Subimos al bus y allí se quedan los dos chicos del pasaporte verde. No sabemos, que les han requerido, pro lo cierto es, que si no avisamos nosotros al conductor, arranca y se va sin ellos. En total y por razones desconocidas, cuatro horas tardamos en abandonar la frontera búlgara. Nos dormimos en este tiempo

 Cuando me despierto, con un sonoro pitido taladrándome los tímpanos, me entero de que llevamos más de cuatro horas –que llegarán a ser siete-, en el arcén de la carretera, con el vehículo averiado. . Como ya había hecho en la frontera, el chofer arranca y para el vehículo, cada dos minutos, mientras mira al infinito. Al estar todo automatizado, tampoco se pueden abrir los maleteros.

Para colmo, ya estoy empezando a estar hasta las narices, de la búlgara, que viaja a nuestro lado. Habla español, porque ha estado en nuestro país y sus dos hermanas, se encuentran casadas con españoles. Tiene cáncer de pulmón y está tratándose en una cara clínica, de Estambul

Al principio, ha comenzado siendo simpática y hasta nos ha recomendado un pueblo de casas tradicionales, río y montañas, cercano a Plovdiv (nos ha escrito el nombre, en cirílico, para que preguntemos). Pero, poro a poco, se ha ido haciendo muy cargante y ahora se atreve, a acusarnos, de que nos estamos poniendo nerviosos y lo dice de mala manera. ¡Cómo para no estarlo, después de la nochecita, que llevamos!.

Las prometidas seis horas, desde Estambul a Plovdiv, se han convertido en más de diecisiete. Y hemos llegado, gracias, que al fin, a que a las 9 y 22, han traído un microbús, que ya sí, nos lleva a nuestro destino, sin más percances.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Agradables Sivas y Kayseri, decepcionante Estambul

                 Las tres primeras  son, de Sivas. Las tres siguientes, de Kayseri y las tres últimas, de Estambul
            Fuimos sorteando todos los obstáculos, en un largo periplo, que nos llevó a lo largo de tres noches sin alojamiento hasta nuestro destino: Estambul. No resultaron duras, porque dormimos bien, sino fuera por la constante necesidad de darnos una ducha y de quitarnos el calzado.

            La primera, en el ya referido tren de la señora y sus churumbeles. La segunda, en los cómodos asientos de la sala de espera, de la estación de Kayseri, compartiendo techo y calor, junto a los mendigos locales, que no protestaron porque hubiéramos ocupado, irrespetuosamente, sus habituales sitios. Y, la tercera, en un confortable bus-chollo, que nos devolvía a Estambul (cuarta vez, que visitamos esta ciudad).

            Por el camino, nos encantó la vitalidad de Sivas y su plaza principal, llena de monumentos antiguos, como una mezquita, una madraza en ruinas y un hospital psiquiátrico. Además, disfrutamos de su amplia zona peatonal y de los mercados. Lástima, que no pudiéramos visitar la cercana, Divrigi.


            Kayseri –puerta oriental de Capadocia- y llegando de noche, nos pareció Las Vegas, de Turquía, por su excelente iluminación de neón y la cantidad de actividad nocturna. Por el día, su fortaleza, mezquitas y –sobre todo- su autentico bazar y el antiquísimo bedestan, nos llenaron de gozo. Evidentemente, no compramos nada, aunque nos insistieron con ingenua perseverancia. Tenemos la sensación, que la mercancía que se acumula en estos sitios, debe de tardar en salir varios años, ante la escasez de turismo y del casi nulo interés de los lugareños.

Más, que las tiendas de zapatos, ropa o complementos, nos sentimos más tentados por las de queso –de fuertes olores- y encurtidos varios. ¡Se te hace la boca agua!.

            El retorno a Estambul, fue más de lo mismo, como en nuestra anterior visita, en 2008. La mágica, exótica, acogedora, trepidante y alocada ciudad, que conocimos en 1994 y 1997, ha perdido las tres primeras características. Lo que hoy queda es un parque temático –al estilo de Dubrovnik o Praga-, que presenta suficientes molestias, para evitar la ciudad, si ya se conoce. Colas interminables para acceder a los principales monumentos – y, eso a finales de octubre-, transporte público carísimo –por la gracia de Alá, como el precio de la cerveza- y tarifas de las compras (té, delicias turcas, kebabs o especias), que pueden multiplicar por dos, siete, treinta y cinco o trescientos, lo que te cobran en el propio extrarradio de Estambul o en otras ciudades del país.

Por no mencionar, los autobuses de los grupos organizados, que aparcan por todos los lados, estropeando los paisajes, los monumentos y destrozando las imperecederas fotos, que todos nos queremos llevar como recuerdo del viaje.

            Ya nadie tendrá la oportunidad de conocer, el Estambul, que visitamos hace casi veinte años, en soledad y autenticidad, que descubrimos después de los famosos atentados del Gran Bazar, de 1994. Aunque, quienes lo visitaron diez o quince años antes de esa fecha, pueden alegar y con razón, que su Estambul es mejor, que el nuestro.

            Pero, todo no es negativo. Desde hace ya mucho tiempo, de las calles han desaparecido los vendedores de “su” (agua), los que ofrecían sus roñosa básculas para que te pesaras, los que vendían maíces asadas –alguno queda-, los que comercializaban calcetines, los que te querían limpiar los playeros con betún y los innumerables buscavidas, que convertían tu visita en una continua lucha, a cambio de sacarse unas cuantas liras. Hoy, van por lo legal, detrás de tantos negocios, que engañan a turistas de edad y pensión acomodada, de medio mundo desarrollado.

            En muchos años, no volveremos a Estambul. Y a Turquía, tampoco, mientras no baje el precio de la cerveza.

jueves, 15 de noviembre de 2012

¡Cuidado con lo que dices!

                                                          Esta y las dos siguientes son, de Kars (Turquía)
           Volveremos a tener cuidado con lo que decimos. Paseábamos. distraidamente. por Kars, hablando de lo fácil, tranquilo y seguro, que es Turquía, de lo amable que es la gente, de lo intuitivos que son, a pesar de que no hablen idiomas, de la seguridad y fiabilidad del transporte…De modo bastante abrupto, estos comentarios se volvieron en nuestra contra.

            Empezamos con un incidente peligroso. Después de media hora de habernos acostado y ya dormidos, aporrean nuestra puerta y empiezan a a gritar. Al menos, son dos personas. Aturdidos y somnolientos, tenemos la suficiente lucidez, para contraatacar y golpear desde dentro la misma, consiguiendo primero, que cesen en su actitud y después, que huyan.

Desde luego, sus intenciones no eran nada buenas. ¿Quienes han sido? Sospechamos de los de la habitación de al lado, que durante las horas previas, estuvieron ejecutando rezos, plegarias y dándose cabezazos contra el suelo en el hall de acceso a las habitaciones. Mientras esto hacían, pudieron vigilar nuestros movimientos: ducharnos, en el baño compartido, lavar la ropa…
                                   Esta y las dos siguientes son, de Sivas (Turquía)
Aunque también, pudo tratarse de alguien, que nos siguiera por la tarde. Al fin y al cabo, somos cuatro turistas en la ciudad. Aunque, es improbable, dado que para conocer nuestra habitación, en la tercera planta tendrían, que haber pasado por delante del recepcionista, que no los habría reconocido, como clientes.

            Al día siguiente y ya camino de Sivas, en el confortable tren, padecemos varios incidentes. Primero, una desesperante parada en una estación, que se alarga, sin ningún motivo, más de dos horas. Después, que se nos sienten detrás dos gañanes de edad, con olor a nada bueno. Y, finalmente, que se acomode delante -estando el tren casi vacío-, una señora con sus seis churumbeles –de distintas edades, entre seis meses y ocho años-, que nos dan la noche. La cena de los críos resulta muy curiosa: pan, pipas, tomate, pepino y uvas, que el más pequeño mezcla con el biberón. Todos huelen a humo, como si acabaran de dejar atrás, el mismísimo infierno.

            Aún hay dos sucesos más, que nos hacen pensar, que hemos entrado en mala racha. El único tren de Sivas, a Kayseri, nuestro siguiente destino, tiene el peor horario posible, para permitirnos encontrar, de manera fácil, un alojamiento. Parte a las 19:36 horas y llega a las 23:13 h. Cualquier otra opción, más temprana o tardía, nos habría ofrecido mejores posibilidades.

                                         Esta y la de más abajo son, de Kayseri (Turquía)
            Ya en el interior del convoy y encontrándome en el baño -turco, por supuesto, porque esto es irrenunciable, aunque pasen 10 siglos más-, empiezan a aporrear la puerta de forma violenta. No cesan, ni aún indicando que está ocupado. Al abrir, no hay nadie ¿Serán los de Kars, que nos vienen siguiendo? ¿Será un embrujo? ¿Seremos víctimas de una cámara oculta o de una película de serie B?

            Nada va a poder contra nuestra estrella, que desde siempre y como viajeros, nos ha acompañado a lo largo de nuestras ya dilatas aventuras por el vasto mundo.

martes, 13 de noviembre de 2012

Ni Vardzia, ni Ani. De Akhalkalaki, a Kars.

                                     Esta y las cuatro siguientes son, de Akhaltsikhe (Georgia)
           Como ya barruntábamos, al final, nos hemos quedado con las ganas de ir a Vardzia. Los taxistas carroñeros de Akhalkalaki, hambrientos de presas fáciles, nos han cerrado la puerta. Y ha sido una pena, porque después de cinco días de lluvias, la jornada, con el sol radiante en lo alto, resultaba ideal.

Abandonamos esta localidad, gracias a unas elevadas dosis de paciencia. Dos horas, hasta que se llena la marshrutka, de nuestro alocado conductor –que luce dientes de oro, al igual que su mujer, a la que vamos a ver, antes de partir-. Durante el viaje, el paisaje es muy entretenido, siempre, siguiendo el cauce de un río, a la izquierda de la carretera.

            Akhaltsikhe, resulta una agradable sorpresa. Un bonito barrio, tipo colonial y una cuidada y espectacular fortaleza, visitada por georgianos de todas las edades, son el plato fuerte de la visita.

Habíamos leído, que de Vale, a Posof, hay transporte público pero de eso nada de nada. Al menos, los sábados. Y, me temo que ningún otro día, dado que por la carretera en cuestión, en una hora, sólo nos cruzamos con catorce coches, en ambas direcciones. ¡No he visto frontera más poco frecuentada!
Vale (Georgia), camino de la frontera turca
El resultado final es, que nos toca caminar con los bultos, durante 9 kms, hasta la línea divisoria entre Georgia y Turquía, subiendo y bajando rotundas cuestas. En idénticas condiciones, avanzamos otros 5, hasta que unos chicos se apiadan de nosotros y nos auxilian en los últimos 9000 metros, hasta Posof, evitando, así, que lleguemos de noche y exhaustos.

                                          Montañas entre Posof y Kars (Turquía)
Hemos retornado a Turquía, con sus cosas positivas y negativas: facilidad para encontrar hoteles y a mejor precio –aunque, son malos-, gentes más simpáticas y nada cuadriculadas y precios de transporte desmesurados. En la pequeña Posof, hay más establecimientos de comida, que en toda Armenia entero. Esta y las cuatro siguientes son de Kars (Turquía)
Llegar a Kars parece caro. ¡Casi 11€, por 136 kms!. Pero, en realidad sale barato, dado que la furgoneta, para trece pasajeros, hace casi de servicio de taxi, llevándonos sólo a tres personas. Es octubre y la nieve se ve en los picos de algunas montañas.

Kars es una ciudad tan fácil, en cuanto a la orientación, como ordenada, cuadriculada y limpia. De anchas aceras y edificaciones bajas y extendidas. Es domingo y la oficina de turismo está cerrada.

Con muchas más facilidades, que en Georgia, conseguimos resolver nuestros problemillas del día a día. Encontrar hotel es fácil y se ajusta a nuestro presupuesto. Localizar los atractivos de la ciudad, sin plano, no comporta mayor esfuerzo, que preguntar, a una gente más intuitiva, que los georgianos. Comemos de cine, a base de ensaladilla, durum zig kofte –carne rabiosamente picante, con pepinillos, tomates y pimiento, envueltos en pan de pita-, ayran –yogur suave y líquido- y dulces. Los de aquí tienen mucha miel. Es uno de los productos locales, expuesto en panales, en las tiendas, junto con los enormes quesos de rico y fuerte olor, de fabricación local (Kasar –amarillo y fuerte-, gruyere y Cecil –en tiras-)..

La frustración nos invade. Ani no será posible. No hay transporte público y los taxistas –casi inflexibles-, nos piden 90 liras por 84 kms de recorrido –ida y vuelta- y dos horas de espera, para iglesia y media y unas cuantas ruinas, según exponen las propias agencias de aquí. No hay ni siquiera demanda, para que una agencia local, pueda hacer tours, como a Sumela, en Trabzon, por unos pocos euros.

Mañana nos marcharemos en el tren a Sivas, que cuesta la mitad que el autobús. En nuestra anterior pasada rápida por Turquía, encontramos las contrariedades referidas en un post anterior. Hoy, hallamos otras y que permanecen inmutables, como es el emperramiento por mantener sus baños a la turca o las duchas inexistentes o bajo llave, en los hoteles económicos.

Algunas cosas han mejorado y más, que descubriremos en los próximos días. De momento, os hablo del aumento de los supermercados, de la variedad de productos, de los precios, de los horarios y sobre todo de que en no todos los hoteles, han sido tan sinvergüenzas, como el que os referimos hace unas cuantas entradas, en Trabzon.
Ani (Turquía)
No es normal –y es una de mis guerras permanentes-, que en Kars se haga de noche a las seis –en diciembre, a menos de las cuatro de la tarde- y que el gobierno de empeñe en seguir este horario, teniendo en cuenta, que la mayoría de las tiendas –aún sin gente por las calles- permanecen abiertas hasta más de las ocho y por la mañana levantan la chapa, cuando ya hace varias horas, que ha amanecido  ¡Lo que ahorrarían en electricidad, anualmente, sólo adelantando una hora. No parece lógico, que Kars, tenga el mismo huso horario, que Estambul o Edurne.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Seguimos jugando con fuego y un día, nos vamos a quemar

            Sólo hay que verlas, a las pobres, moviéndose irracionalmente y a bandazos por la calle, con sus altos y puntiagudos tacones. Solemos, enjuiciar el velo de las musulmanas, pero nunca, este endémico problema, que afecta en muy buena parte, a las mujeres de muchos países del este de Europa.

            Tras hacer escala en la insulsa Vanadzor, llegamos a Gyumry. Una ciudad, a no tener en cuenta, ni siquiera para ir de paso hacia otros lugares. Pero para nosotros, es el camino más corto para tratar de visitar, las cuevas de Vardzia y Akhaltsikhe, en Georgia y retornar, a Turquía.

            Se percibe, que nos vamos acercando a Georgia, por el deteriorado asfalto de calles y calzadas, que se convierte en impracticable, cuando llega la puntual y estruendosa tormenta de la tarde. Desde, que salimos de Yerevan y para nuestra desgracia, no ha parado de llover. Llevamos cinco días, sin que se nos terminen de secar los pies, nunca.

            Los tres hechos más destacados, que nos ocurren durante esta jornada son, que una avispa se enrede entre mis dedos, mientras sujeto un bocadillo y esté, a punto de picarme la lengua -¡¡uf, que mal suena eso!!- o de comérmela cruda; que nos traten de engañar los taxistas y las muchas dificultades –que raro- para encontrar un hotel económico

En el último, al que nos acercamos y ya al anochecer, nos piden 25.000 drams por la habitación. Tras declinar la oferta, nos la dejan, en 15000. Pedimos 12000. Al principio, sí, pero luego, no. Nuestra irresponsabilidad nos hace emplearnos con una dureza, que da sus frutos. Tras abandonar el establecimiento y andar un centenar de metros, el director del hotel sale corriendo detrás de nosotros, como alma que lleva el diablo. Una vez más e in extremis, la suerte vuelve a acompañarnos. Aunque, sí es verdad, que la buscamos con ahínco. Como siempre, estamos jugando con fuego y un día, nos vamos a quemar.

            Como el transporte directo, a Akhaltsikhe, es m muy caro, decidimos llegar solo hasta la frontera –Bavra- y allí nos buscaremos la vida. Pinta mal: hace mucho frío, vamos muy mal abrigados y nos va a tocar, andar unos seis kilómetros, hasta el más pequeño y cercano pueblo georgiano. No llevamos, ni 200 metros andados, cuando –afortunadamente- se detiene un coche, que nos lleva hasta Akhalkalaki, a toda leche, por una carretera infernal.

            La entrada a Georgia, la hacemos, como si estuviéramos en un Mcaauto. Entregamos los pasaportes por la ventanilla, sin salir del vehículo. Lo único, que hay que bajarla, para que te hagan una foto y enseguida te los devuelven -sin kepchup ni mostaza-, ya sellados.

            Nos da pena abandonar la apacible y agradable Armenia. Y, pereza, retornar a la bonita,, Georgia, donde nos esperan personas cuadriculadas –sobre todo, a la hora de preguntar-, el caos del tráfico, los precios más caros y la escasa oferta, con que llenar la cesta de la compra.

No tenemos mucha esperanza -por diversos motivos, mayormente económicos- en poder visitar las cuevas de Vardzia. Pero, eso, ya os lo contaremos en otra entrada.

Por cierto, en el alojamiento de hoy, hemos conseguido que nos rebajen, de 50 a 40 laris. Al principio, el dueño se negó, porque pensó, que éramos franceses. Todo cambió, cuando supo, que somos españoles. ¡Un rescate a pequeña escala, que se agradece mucho!. 
Todas las fotos de esta entrada corresponden, a Gyumry (Armenia), menos esta última, que procede, de Akhalkalaki (Georgia)

domingo, 11 de noviembre de 2012

Dilijan y Alaverdi: naturaleza y monasterios

                                    Las cuatro fotos, que aparecen a continuación, son de Dilijan (Armenia)
            Con tanta tradición religiosa, imaginábamos Armenia, con muchas más iglesias. Pero, ni en Yerevan, ni en la montañosa y dispersa Dilijan –dónde acabamos de llegar-, apenas las hay. Lo que si encontramos, en esta última, húmeda y fría localidad, son decenas de militares, que campan a sus anchas, tanto andando, como en vehículos, unas veces propios y otras en transporte público, que nunca pagan (esto ya lo hemos  visto en otros países). Desconocemos los motivos de su presencia, aquí

            La amable y guapa Evelyn –en la única oficina de turismo, que hasta ahora, hemos visto en el país-, nos orienta sobre las vivstas, que podemos hacer por la zona. A los monasterios de Haghartsin y Goshavank, no circula transporte público. Se debe ir en caros taxis.

Como tenemos algo de sobredosis, en cuanto a edificios monacales se refiere y andamos algo cortos de dinero, decidimos evitarlos. Optaremos por hacer un trekking por las cercanas montañas, visitando de camino unas iglesias y capillas más pequeñas (pero muy bellas).

            De paso, convivimos con alguno pueblos detenidos en el tiempo, en estado de semi abandono, con sus desdentados habitantes –no me extraña, que por tan inaccesibles veredas no bajen al dentista-, y las vacas, caballos y cerdos. También, con la intermitente lluvia, que se vuelve más torrencial, cuando va acompañada de truenos y relámpagos.

A continuación, cinco fotos de Alaverdi (Armenia)
            Nuestro siguiente destino es, Alaverdi. Por un lado, llegamos con las máximas expectativas, que además, se cumplen: pensamos, que va a ser el mejor sitio, de Armenia. Por otro, estamos preocupados, tras la advertencia de Romualdo y Patricio, sobre la existencia de un solo hotel en la ciudad, al margen de la alejada guest house de Irina. Nos explicaron en Yerevan que les cobraron 12000 drams – y mil más, por un desayuno inexistente-, por una sórdida habitación sin luz –problema que les solucionaron con un alargador, un cable y una bombilla- y con una ducha de agua helada. Además, debieron aguantar a sus toscos propietarios.

Nosotros morimos de éxtasis, cuando en un cercano hotel de carretera, que todavía tiene partes en construcción, por 10000 drams y con grandes atenciones, nos ofrecen una impoluta habitación, con baños a estrenar –de agua caliente-, televisión, aire acondicionado, calefacción y productos de tocador. Es de la misma y agradable propiedad, que el restaurante de comida tradicional armenia, donde se almuerza de cine. Antes de saber lo que queremos, su propietario nos recibe al grito de, ¿“¡ñam, ñam!”?. ¡Otra frase, que hemos descubierto, es universal!

            Las únicas “Pegas” -así se llama el establecimiento- son los 25 minutos de caminata, que empleas en llegar hasta el centro y la cercana y ruidosa carretera. Aunque esto último, lo amortigua el climalit

            Además de su bellísimo, fluvial y montañoso entorno, Alaverdi ofrece dos impresionantes monasterios. Al de Haghpatm se llega en quince minutos, en marshuska –microbús-. Al de Sanahim, a través del funicular, que también utilizan para la explotación de la mina metalúrgica, que además de dar trabajo, contamina severamente, el río. Y su humeante chimenea, el aire.


Estamos contentos. El excelente y suave vodka ruso, a 1.70 € la botella, anima bastante nuestras vidas en estos lugares tan apartados. Y no castiga la garganta, como los que se venden en España.