Todas las fotos son, de Bishkek (Kirguistán)
Tres días mkás, en Bishkek, parecían mucho, pero van pasando. Nada más llegar nos arrepentimos de no haber acelerado un poco más el ritmo y haber intentado la conquista, de Astana desde Almaty. Habiendo estado más despiertos, nos habría dado tiempo de conocer esta curiosa ciudad, pero habría sido una paliza importante añadir 1.300 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a los 5.000 ya realizados.
Aunque habíamos reservado en otro sitio, lo anulamos y nos quedamos en un hotel cercano a la estación de buses.
La gerente resultó ser algo grosera y pesada y vigilo todos nuestros movimientos -ducharse, afeitarse y casi nada mas-, mientras en otras habitaciones gestionaba a otras parejas, que querían la habitación para follar por horas.
Entre gemido y gemido femenino, no nos quedó otra que poner un canal de vídeos musicales en la tele, porque wifi no hay. De todas formas, sube la moral, ver el poco rato, que las pichas kirguisas aguantan en el envite ruidoso, sonoro y lubricado mete-saca.
Al final, la noche fue tranquila, pero por la mañana nos vimos encerrados a csl y canto, por enormes candados en las puertas, que nos impedían la salida. A despertar a la dueña, que en plan zombi, ni siquiera puso mala cara.
Cambiamos los tengas sobrantes y -milagrosamente, porque en Kazajistan no los quería nadie- los som uzbekos, a una tasa razonable.
Paseamos y ya se nos va taponando la nariz y cerrando el estómago con el omnipresente olor- a fritanga de toda esta zona. El nuevo hotel _el que habíamos reservado y anulado el día anterior, es menos agresivo, aunque más rural y de desastrado acceso. Eso sí, el desayuno resulta estupendo, aunque haya que madrugar, porque solo lo sirven, de ocho y media a nueve.
Es curioso, que para una semana de estancia, aunque no continuada, en Bishkek hayamos utilizado cuatro alojamientos distintos, casi al mismo nivel de otras ciudades, que hemos visitado muchas veces (Delhi, Kuala Lumpur, Bangkok...) Diría, que casi hemos ido de menos a más y solo volveríamos a este último, dónde hemos aguantado dos noches seguidas.
Parece, que el viaje va languideciendo, entre cervezas, vodka y paseos ya cansinos por una ciudad sin alma. Y si no lo creéis, visitas la plaza de la Victoria y aledaños.
Escribir un nuevo post sobre este periplo -salvo de asuntos generales-, no sería buena noticia, porque se debería a hechos inesperados y no deseados. Aunque, está frase cobarde, siempre me viene a la mente al final de cada viaje. ¡Adiós!
Tres días mkás, en Bishkek, parecían mucho, pero van pasando. Nada más llegar nos arrepentimos de no haber acelerado un poco más el ritmo y haber intentado la conquista, de Astana desde Almaty. Habiendo estado más despiertos, nos habría dado tiempo de conocer esta curiosa ciudad, pero habría sido una paliza importante añadir 1.300 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a los 5.000 ya realizados.
Aunque habíamos reservado en otro sitio, lo anulamos y nos quedamos en un hotel cercano a la estación de buses.
La gerente resultó ser algo grosera y pesada y vigilo todos nuestros movimientos -ducharse, afeitarse y casi nada mas-, mientras en otras habitaciones gestionaba a otras parejas, que querían la habitación para follar por horas.
Entre gemido y gemido femenino, no nos quedó otra que poner un canal de vídeos musicales en la tele, porque wifi no hay. De todas formas, sube la moral, ver el poco rato, que las pichas kirguisas aguantan en el envite ruidoso, sonoro y lubricado mete-saca.
Al final, la noche fue tranquila, pero por la mañana nos vimos encerrados a csl y canto, por enormes candados en las puertas, que nos impedían la salida. A despertar a la dueña, que en plan zombi, ni siquiera puso mala cara.
Cambiamos los tengas sobrantes y -milagrosamente, porque en Kazajistan no los quería nadie- los som uzbekos, a una tasa razonable.
Paseamos y ya se nos va taponando la nariz y cerrando el estómago con el omnipresente olor- a fritanga de toda esta zona. El nuevo hotel _el que habíamos reservado y anulado el día anterior, es menos agresivo, aunque más rural y de desastrado acceso. Eso sí, el desayuno resulta estupendo, aunque haya que madrugar, porque solo lo sirven, de ocho y media a nueve.
Es curioso, que para una semana de estancia, aunque no continuada, en Bishkek hayamos utilizado cuatro alojamientos distintos, casi al mismo nivel de otras ciudades, que hemos visitado muchas veces (Delhi, Kuala Lumpur, Bangkok...) Diría, que casi hemos ido de menos a más y solo volveríamos a este último, dónde hemos aguantado dos noches seguidas.
Parece, que el viaje va languideciendo, entre cervezas, vodka y paseos ya cansinos por una ciudad sin alma. Y si no lo creéis, visitas la plaza de la Victoria y aledaños.
Escribir un nuevo post sobre este periplo -salvo de asuntos generales-, no sería buena noticia, porque se debería a hechos inesperados y no deseados. Aunque, está frase cobarde, siempre me viene a la mente al final de cada viaje. ¡Adiós!