Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

viernes, 30 de septiembre de 2022

Aranjuez y Cotos

           Gracias a la gratuidad de los trenes de media distancia y de cercanías y a dormir tirados en la T4 del aeropuerto de Barajas, hemos conseguido llevar a cabo el primer viaje de nuestra vida, a coste cero. Porque la comida y la bebida, la habríamos comprado igual, estando en casa y no hemos tomado ningún otro tipo de transporte con coste. Aunque no pretendemos, que se convierta en costumbre, iremos a pernoctar a la terminal aérea, cuando los precios de los hoteles estén imposibles, como ha ocurrido el fin de semana del 24 y 25 de septiembre.

          Se ha tratado de nuestro segundo periplo recurrente y ha sido en mucho tiempo, el único viaje en el que no hemos pasado calor axfisiante. ¡Que maravilla!

          El sábado, tomamos un convoy algo más tardío, que en el viaje anterior, así que solo nos dió para dar un paseo de unas tres horas por el animado centro de la capital y desplazarnos por la tarde, a Aranjuez, a través de la C3.

          Ya conocíamos este pueblo sureño de visitas anteriores, aunque la última databa de hace casi tres lustros. Fue mejor, lo que manteníamos en el recuerdo, que lo que nos deparó la visita un situ. El palacio Real, la iglesia de San Antón de Padua, la Mariblanca y la plaza principal son sus mejores atractivos, aunque cuenta con jardines y algunos templos más 

          El domingo, la temperatura bajo algunos grados y más, transitando por la sierra. Como estaba previsto, cogimos el tren de la Naturaleza -en realidad, la C9-, muy concurrido, pero no completo. Tarda unos cuarenta minutos y solo se detiene en, Navacerrada y en Cotos, a 1850 metros de altitud. El paisaje espectacular, a la derecha, hasta la primera de las paradas y por la izquierda hasta la segunda. Está formado por importantes desniveles abarrotados de esbeltos pinos.

          Aunque hay unos cuantos más, los senderos más tradicionales y concurridos son tres: el de la laguna de Peñalara - una hora-, ascender al pico de Peñalara -90 minutos - y uno circular -dos horas- a través del refugio de Zabala. Nosotros hicimos parte de los tres, pero no completamos ninguno, porque llegado un momento se ponen difíciles y no llevábamos, ni bastones, ni calzado adecuado. Desde los miradores de abajo se ve poca cosa.  

          Sobre todo, el de la laguna, estuvo repleto de personas muy acostumbradas al trekking, que podríamos dividir en tres grupos: las familias con hijos pequeños, siempre preguntando cuánto falta; los grupos de hombres, generalmente callados -aunque saludan, como es habitual en la montaña- y que transitan a toda leche y los de mujeres de mediana edad, que circulan algo más despacio y van hablando de sus cosas ( los niños, el trabajo, el colegio...) ¡Las trekkirujas!. Todos ellos y como siempre, están  más pendientes del objetivo, que del paisaje.

          A nosotros nos encanta la montaña y la naturaleza, aunque nos movemos más por el contenido de los paisajes, que por la meta o el esfuerzo. Y el mar, los ríos sinuosos, los lagos e incluso, los embalses, suelen ayudar bastante. ¡Hasta el largo canal de Castilla nos sirve!

          El único contratiempo del viaje fue la vuelta a Valladolid. El tren partió y llegó con más de dos horas de retraso, con lo que llegamos a casa a las tres de la madrugada.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Por la sierra de Madrid

           Comienza una serie de 16 viajes o más ida y vuelta, durante ocho fines de semana no consecutivos -, que llevaremos a cabo hasta el 31 de diciembre por la Comunidad de Madrid, a través de sus trenes de media distancia y de cercanías.

          Y es, que como no podía ser de otra manera, nos hemos acogido a los bonos gratuitos del gobierno, en ambas modalidades.

          Este fin de semana -17 y 18 de septiembre- hemos realizado el primero, a Cercedilla, Collado Mediano y Madrid capital. Para el siguiente, hemos reservado billetes en el tren de la Naturaleza, en Navacerrada o lo que es lo mismo, la línea 9 de cercanías ( reserva obligatoria, no posible en la estación de Cercedilla).

          Cercedilla es un pueblo con muchas cuestas y escasas aceras, cuyos atractivos más interesantes son la temperatura - unos seis grados menos, que en Madrid- y los numerosos recorridos de senderismo,marcados por diferentes colores, que se pueden llevar a cabo. En mi opinión, están algo confusos, aunque quizás, con más tiempo, lograría aclararme más.

          Nosotros recorrimos el azul, de algo más de cinco kilómetros y nos acercamos también a la zona recreativa, donde la gente viene en masa a pasar el día y sobre todo a comer, que llega hasta el puente del descalzo. No os esperéis paisajes como los de la Pedriza o el pantano de San Juan.

          Coincidimos con la 100K -llegamos a ver, hasta el dorsal 3000-, una esforzada prueba de 103 kilómetros, entre Madrid y Segovia.

          Visitamos el cercano pueblo de Collado Mediano, que parecía, que tenía algo y resultó ser, que no.

          Dormimos en Cercedilla, por 32 euros, en un hotel muy correcto.

          Y el domingo, lo pasamos en la capital, visitando el Jardín Vertical de La Caixa, el animado Rastro y los sitios de siempre. Mucho calor, mucha gente por todo el centro y por tanto, excesivo agobio. ¡Menos mal, que en Madrid, casi todo abre en festivo!

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Consternados, pero resignados y optimistas

           Llega el decimosexto y último post de ese itinerario de 13 días por los Balcanes, Corfu y Roma. Quedará uno más sobre las cifras del viaje, pero ese tardará. Como prueba recordar, que aún no he publicado las de nuestra aventura por Cerdeña y México, en octubre y noviembre pasado.

          Aún estamos consternados e incrédulos, debido a las dos grandes contrariedades de este viaje, que han sido, la no visita , a Gyrocaster y sobre todo , la perdida de todas nuestras fotos. Ya no tenemos esperanza de recuperarlas, dado que son cinco días sin noticias de la oficina de objetos perdidos del aeropuerto de Fiumichino. Ni siquiera, un fin de semana en la sierra y en Madrid, han conseguido mitigar los efectos.

          Pero, a la vez, corren por nuestras venas la paz y el sosiego de la resignación, que nos deben acompañar, durante los viajes, que aún quedan este año: varios fines de semana, en Madrid y los pueblos de la red de cercanías, con el bono recurrente y gratuito de RENFE; el puente de diciembre y 26 días por decidir, entre India, Vietnam, Japón o el norte de Argentina.

          Llevamos casi treinta y cinco años viajando juntos y salvo unos pocos incidentes bien resueltos, todo nos ha salido a pedir de boca. Nunca hemos tenido en ese tiempo, un accidente - ni siquiera leve-, no hemos guardado cama o perdido ninguna jornada, por sentirnos mal de salud; no nos hemos intoxicado; hemos tenido muy pocos problemas con la policía o autoridades en el extranjero, no nos han robado, atracado - salvo una vez en Ámsterdam - o pegado -salvo otra, en India-; no hemos perdido de forma definitiva dinero, tarjetas de crédito o documentación esencial...

          Vamos, que para lo malo, que nos podia haber pasado, durante tanto tiempo, nos ha ocurrido muy poquita cosa. Son ya 55 años de edad, pero ni con la cercanía de la vejez -dentro de un lustro, ya me valen la tarjeta dorada y el club se los sesenta,-, aún no consigo quitarme de encima ese perfeccionismo, que tantas alegrías me ha dado y a la vez, tantos disgustos innecesarios. 

          Al fin y al cabo, Gyrocaster va a seguir ahí, sino se lo carga la guerra, un volcán o el Estado Islámico. Y, sobre las fotos ¿Cuántas veces volvemos a mirarlas, una vez tratadas, archivadas en una tarjeta y transcurrida la candente emoción del viaje? La lástima mayor es, no poderlas agregar a esta serie de posts.

martes, 27 de septiembre de 2022

Cotos (III)



Noche a la romana

           Es sábado por la noche y nos va a tocar pasarla en las calles de la ciudad, debido al elevado precio de los hoteles. No estamos dispuestos a pagar -a pesar de haber dormido ayer en el aeropuerto y también, hacerlo mañana -, a pagar los casi 90 euros, que nos piden por el alojamiento más barato, que encima, esta a más de diez kilómetros del centro.

          Se había levantado cierta expectación desde los días previos, al recordar, que el año pasado en julio nos ocurrió lo mismo en Milán, también un sábado y la noche fue tremenda, con el ambiente muy crispado y aterrador, en Navigli -donde casi nos agredieron y la dura escena de consumo de cocaína en el exterior de Porta Génova, ya amaneciendo.

          Afortunadamente, en esta ocasión, todo fue mucho más tranquilo y previsible.

          Aún no había anochecido, cuando llegamos al Trastevere. Hacemos las compras para la noche en un supermercado Conad - en el centro de Roma son escasos y muy caros, a diferencia del norte de Italia - y nos disponemos a pasear por las abarrotadas calles.

          El gentío, que circula por las estrechas arterias es impresionante. El ambiente es totalmente festivo, pero a la vez, tenso. Y es, que tan reducido espacio es utilizado a la vez, por las extendidas terrazas, los coches, motos y patinetes y todas las personas, que transitamos en las dos direcciones. Un accidente o un hurto no serían descartables.

          La policía está por la zona, pero no interviene, como si fuera lo más normal del mundo. Pero, si aparece para molestar, a quienes nos queremos sentar en los escalones de la fuente de la plaza.principal a ver pasar el rato y a nuestros semejantes, prohibiendonoslo de malas maneras y sin dar ningún tipo de explicación.

          Tras acabar hartos, buscamos calles más apartadas y sobre la medianoche, deshacemos el camino, siguiendo el curso del río Tiber y cruzando varios puentes primero y por una calle larguísima y solitaria -aunque con mucho tráfico,-, después, hasta la plaza Navona.

          El ambiente es aquí mucho más relajado y te puedes sentar donde te de la gana y sin riesgos, a ver la vida pasar. Transitan todo tipo de personas: guiris despistados de manual, subgrupos de viajeros organizados, impenitentes ligones patrios, despedidas de soltera, jóvenes raperos, inofensivos ciudadan@s pasados de copas...

          Son las dos de la madrugada y la cosa no decae, pero decidimos cambiar de escenario y acercarnos a una plaza con una columnata iluminada, casi colindante con la vía del Corso. El ambiente es aquí más juvenil y juerguista, con algunas vomitonas por el suelo.

          A las tres, llegamos a la Fontana de Trevi. La policía la está abriendo y contempla espectante, como unas cuantas adolescentes toman la fuente para bailar y grabar videos, que se supone, luego, colgarán en Tic Toc. La zona está muy bien iluminada y el sonido del agua se dispersa con armonía y calma entre el controlado griterío de las chicas. Nada, que ver, con el sol cayendo de plano y ni un solo sitio donde sentarse, de hace doce horas, aquí.

          Nos da por discutir y el tiempo se pasa todavía más rápido. Aún sin haber amanecido y siguiendo las indicaciones del GPS - que se equivoca un par de veces y nos obliga a preguntar -, llegamos a la estación de Termini, donde tomar un tren, para Tívoli y dormir un rato, a la ida y a la vuelta.

Roma, once años después

           Pues sí. Hacía más de una década, que no íbamos a Roma y como esperábamos,nada ha cambiado. En realidad, la ciudad sigue igual de caótica y de decadente, que cuando la conocimos por primera vez hace más de treinta años. Nada tiene, que ver, con la elegante Italia del norte. Es la ciudad eterna (mente) igual.

          Bueno. En realidad, algo sí ha cambiado y es para mal. Obras, hordas y gordas. Las primeras tienen levantada media urbe -especialmente, en la zona del Coliseo y del Foro, que casi están inaccesibles, debido a la construcción de la línea 3 del metro - y las segundas -fundamentalmente españolas-, lo han tomado todo. Y cuando digo todo, es todo. Y eso, que era mediados de septiembre, ¡Que no me quiero ni imaginar en agosto! Me río yo, de la masificación de Dubrovnik o Praga. De las terceras que os voy a contar, que no sepáis.

          Para recibir los primeros dos impactos letales no tuvimos, que salir de la estación de trenes de Termini, adónde habíamos llegado en autobús, desde el aeropuerto, de Fiumichino. El baño de la terminal -seas pasajero, o no- cuesta un euro y el plano de la ciudad en la oficina de turismo, 1,50. Por supuesto, no lo compramos y nos manejamos con nuestros recuerdos y con el móvil.

          Calor, calor y calor extremo, lo que no era ninguna novedad en este viaje. Perdimos la humedad de Montenegro, Albania y Corfu, pero ganamos el impacto demoledor del sol del cielo despejado. 

          Cuando vamos a Roma solo uno o dos días, solemos llevar a cabo siempre el mismo itinerario y esta vez, no iba a ser menos, a pesar de haber dormido en el aeropuerto,al haber llegado a las dos de la madrugada, de Corfu.

          Empezamos el recorrido por la calle Cavour, para llegar, a San Pietro Invincole, iglesia fea, que alberga el Moisés de Miguel Ángel. Seguimos hasta el Coliseo y el Foro, que como se ha dicho y en la actualidad, están hechos un desastre. Toca acercarse a la plaza Venecia y al Campidoglio.

          Por las estrechas y abarrotadas aceras de vía del Corso, se llega al Panteón y la plaza Navona, a la izquierda y a la Fontana de Trevi y la plaza de España, a la derecha.

          Toca volver a la plaza de la máquina de escribir, para enfilar una calle, que conduce al Castillo de San Angelo, el Vaticano y media hora después y siguiendo el río, al maravilloso, aunque agobiante, Trastevere.

          Allí, se hizo de noche y comenzaba nuestra andadura nocturna sin hotel. ¿Sería tan enrevesada y peligrosa, como la de un año atrás, en Milán? ¡Lo veremos en el siguiente post!

          Al día siguiente y durmiendo en los fugaces trenes de ida y vuelta, visitamos Tívoli. Una pena, no haberlo hecho antes en el pasado, porque es una localidad monumental bellísima, aunque algo decadente. Además, estaban en fiestas medievales y el ambiente era mágico.

          Lo que pasó después, ya lo sabéis. Nos refugiamos toda la tarde en el aeropuerto y mi pareja perdió la cámara con todas las fotos del viaje.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Cotos (II)


 

Cotos (I)


 

Corfu

           Nuestro objetivo inicial siempre, fue retornar por esta isla y no deshacer el camino por Albania y/o Montenegro. Pero, como no llevábamos billete de vuelta, la intriga duró hasta casi el final. Corfu resulta bastante interesante, aunque no cumplió plenamente nuestras expectativas, que eran elevadísimas. Vinimos más contentos hace dos años,  tras visitar Chania, en Creta. También, porque en aquella época en plena pandemia, no había casi visitantes.

          En el aspecto logístico indicar, que existen dos líneas de ferries, que conectan Sarande, con Corfu:. Finikas Lines y Ionian Seaways . Ambas, disponen de barcos rápidos y lentos -una hora y cuarto y media respectivamente - y los precios oscilan entre los 20 y 25 euros, dependiendo la agencia, donde los compréis.

          Desde el puerto, hasta el centro hay una media hora, caminando. Los hoteles en la ciudad son escasos y muy caros. En concreto, nosotros preguntamos en cuatro y todos estaban llenos. No habíamos preparado nada y al consultar en Booking -por fin, después de unos cuantos días, teníamos roaming - nos dimos cuenta, de que la mayoría de la oferta está entre 10 kilómetros y treinta.

          Nos pusimos las pilas y constatamos, que las zonas más recurrentes para pasar la noche eran Gouvia y Kavos. A la primera, más cercana, llevan los autobuses azules, que parten del centro y a la segunda - a unos 35 kilómetros -, los verdes, que tienen su estación propia, camino del aeropuerto. Por cierto, que a este se puede ir andando en unos tres cuartos de hora.

          En Kavos hay alojamientos más baratos, pero el precio casi se compensa, porque, a Gouvia, cuesta menos el autobús -4,40 euros, por 1,50- e incluso, se puede ir andando en unas dos horas. Nos quedamos con la segunda opción y por 53 euros conseguimos una extraordinaria y enorme habitación con baño, aire acondicionado, terraza, excelente piscina -el único baño del viaje- y copioso y variado desayuno buffet.

          La playa de Gouvia es pedregosa y algo fea. Para mi, que son mucho mejores los arenales de Kavos, pero lo digo sólo por las fotos.

          El centro de Corfu tiene agradables callejuelas, llenas de tiendas y restaurantes, aunque algunos edificios en las calles más aisladas están en ruinas o casi para caerse. Las hordas turísticas toman la ciudad, especialmente por la mañana, cuando desembarcan los cruceros. No son un buen negocio, porque los barcos contaminan donde atracan y los turistas gastan poco, porque tienen todo incluido a bordo.

          Corfu tiene dos impresionantes fortalezas -una de pago y otra gratuita y de horario muy reducido- y decenas de iglesias, que decepcionan un poco, porque no tienen nada de especial y muchas de ellas, están incrustadas en los edificios colindantes, por lo que resaltan poco. También existen bellos edificios civiles.

          Los precios de todo en Corfu -también de la comida y todas las bebidas alcohólicas sean de los grados que sean - son estratosféricos. El agua, mejor embotellada, porque sabe mal. La oficina de turismo funciona bien, aunque la chica, que nos tocó, eran tan guapa, como borde y desagradable.

          ¿Es Corfu una isla del tercer mundo? Si hubiéramos llegado desde España, diríamos que si. Pero, procediendo de Albania, la vamos a dejar en el segundo y medio.

Gyrocaster

           Pues no. No visitamos Gyrocaster y todo fue, por una desastrosa acumulación de malentendidos. Y el caso es, que llegamos a estar físicamente en esta ciudad, para más desesperación.

          Al llegar a la estación de Berat, solo vimos horarios por escrito, para Sarande: dos al día. No había casi nadie en la aceptable terminal y preguntamos, a quien pudimos, asegurándonos, que desde allí no había autobús directo, a Gyrocaster. Nos fuimos a visitar la ciudad, tan decepcionados como resignados (la resignación siempre está presente en Albania).

          A la mañana siguiente, tomamos el bus de las ocho de la mañana, porque el otro, nos venía mal, al salir a las dos de la tarde. El vehículo era viejo, mugriento y llegamos a tener una avería, en la que hubo, que desmontar el motor. Unos cuantos guiris a bordo. Habíamos decidido la noche anterior viajar, a Sarande y al día siguiente, retroceder, a Gyrocaster. Según la guía, los servicios eran frecuentes.

          Dormimos hasta las once y un cuarto de hora después, sorprendidos, llegamos, a Gyrocaster. Bajaron todos los extranjeros y nosotros dudamos si hacerlo, pero finalmente, mantuvimos la decisión, porque vimos un cartel con horarios frecuentes, a Sarande. La carretera entre estas dos localidades es la más bonita, que hemos visto en Albania. Pero, antes de llegar al destino, casi tenemos un grueso accidente. Si no llega a ser por la pericia y reflejos de nuestro conductor, se nos empotra por mi lateral del vehículo un loco, que había salido a toda velocidad sin respetar un stop.

          Llegamos a la estación de Sarande -es un decir-, donde solo está anunciado el bus, a Tirana, de horarios intempestivos. Nadie informa, así, que preguntamos en la cafetería de al lado, donde nos confirmaron, que desde las ocho de la mañana había servicios cada hora. Nos despreocupamos del tema.

          Tras visitar la ciudad y tomar alojamiento, compramos los billetes del ferry, a Corfu, para dos días después. A última hora, fuimos a reconfirmar los horarios de los autobuses, a Gyrocaster y la sorpresa fue mayúscula. Resulta, que solo hay dos al día y salen por la mañana, por lo que suponemos -nadie lo sabe alli-, que los de vuelta parten en esta misma franja. Y estos datos, los confirmamos hasta en tres agencias de viaje de la zona.

          Con rabia, pena y nuevamente, resignación, decidimos no jugarnosla. Entre unos y otros, en dos días, habíamos recibido cuatro versiones diferentes sobre los autobuses, que conectan, con Gyrocaster. No podíamos arriesgarnos a no poder volver al día siguiente, perder la noche de hotel reservada, la cita con Martín y el ferry de la mañana siguiente, a Corfu. ¡Con lo que nos había costado en dinero y esfuerzo reservar el vuelo entre esta ciudad y Roma!

          A la desesperada, tratamos de contratar una excursión organizada, que incluyera, además,  el Ojo Azul. Nos pedían 30 euros a cada uno, que dábamos por bien empleados, pero era ya tan tarde, que no había plazas para la jornada venidera.

          Si vais por Albania, os digan, lo que os digan, tenedlo claro: EXISTEN AUTOBUSES DIRECTOS ENTRE BERAT Y GYROCASTER.