Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Mejor asadas, que fritas

                                                               En ambos casos, Batumi (Georgia)
             Cuando a la gastronomía de Georgia nos referimos, sólo hay dos palabras: deliciosa y asquerosa. No existe término medio. Los primeros días de estancia en el país, el viajero de exiguo presupuesto se verá desorientado. Todo a lo que él puede acceder, son masas que en su interior, tienen diversas sorpresas, no siempre agradables: desde apetitoso y especiado queso, tipo feta o más curado –khachapuri- hasta patata, salchicha, puré de alubias, paté de “yo que sé”… o cremas dulces. Para amortiguar altamente los riesgos, recomiendo decantarse, siempre, por las masas horneadas, mejor que por las fritas.

                                             En ambos casos, Kutaisi (Georgia)
            Estas últimas, además de fuertes y grasientas, dan muchas angustias al estómago, durante más horas de las deseables, a lo largo de la tarde. Con el tiempo, vas descubriendo que de vez en cuando, te puedes permitir excelentes pizzas vegetales, algún que otro kebab al estilo de la tierra y los típicos raviolis con ccane de la cocina georgiana (khinkali). Igualmente, deben ser genuinas las berenjenas rellenas de carne picada y avellanas (badrijani). Pero después de cuatro días en Georgia, aún no las hemos visto en ningún sitio.
              Borjomi (Georgia)
            En este país, peor se presenta el tema del alojamiento. Pocos hoteles y, casi siempre, caros (aunque, normalmente, bastante adecuados. No es la primera noche, que hemos tenido la sensación, de que íbamos a pasarla en la calle. Por el momento y después de mucho esfuerzo, hemos conseguido habitaciones interesantes, después de habernos permitido regatear. Tres hoteles distintos y el mismo precio final: 50 laris (23.75 €) la doble, en Batumi, Kutaísi y Borjomi.

            Nuestras primeras horas de desconcierto georgiano, transcurrieron en la fronteriza y ya mencionada, Batumi. En unas zonas, la ciudad es decadente, mientras que en otras, absolutamente, emergente. La primera, segunda y tercera impresión, que nos llevamos, es que los georgianos son buena gente, aunque fríos, como témpanos. No hablan una sola palabra de inglés y se transforman cuando se ponen al volante. Entonces, se convierten en seres arrogantes, maleducados y agresivos.
                                                                                       Borjomi
            Kutaísi, es, hasta el momento, lo mejor del viaje: un encantador y cuidado casco histórico y bonitos monasterios limítrofes, como Gelati –accesible en transporte públcio- y Motsameta.

En Kutaisi, compartimos unas horas con Romualdo y Patricio, al encontrarlos en lo alto de la escalera de una iglesia. Son gente afable y de mundo, que nos han metido el gusanillo en el cuerpo, de visitar Asia Central (las repúblicas que terminan en “tan”), a cambio de haberles inducido, a conocer destinos como Senegal, Sri Lanka, África en general o India. Con este último país, tuvo Patricio una mala experiencia, que aún recuerda y, probablemente, no ha superado. Iba para un mes. Pero tras visitar Delhi y Jaipur, cayó gravemente enfermo y decidió volver, antes de consentir, ser ingresado en un hospital de India.

                                                      En ambos casos, Gori (Georgia)
            Romualdo es un apasionado del pueblo judío, reconociendo todas sus virtudes, así como todos sus errores. Ello lo convierte, en una persona cabal, sobre el tema del largo conflicto de Israel, con el pueblo árabe. Nos hubiera gustado viajar con ellos, pero nuestros intereses resultan, ser distintos (más que en destinos, que son casi los mismos, en el orden de llevarlos a cabo).

            Al día siguiente, partimos para Borjomi, a disfrutar de sus paisajes, su fresquito y su tranquilidad. Y, ua jornada después, para Gori, lugar donde nació Stalin. Nos encanta su fortaleza en ruinas, su moderno Hall Public y la calle donde se ubican sus edificios civiles, de tipo soviético, pero remozados y agradables.  

jueves, 1 de noviembre de 2012

Delicias turcas

                                                             Ani, a 42 kilómetros de Kars (Turquía)
            Nos dicen desde pequeños, que cuesta mucho tener una credibilidad y ganarse un prestigio. ¡Cuanta verdad es también, lo poco que cuesta perderlo!.
                                                                                              Sivas (Turquía)
            Aún Turquía, sigue siendo uno de nuestros países favoritos, pero en este cuarto viaje al país, hay muchas cosas, que han cambiado y que nos han puesto de muy mal humor:

            -Han subido el visado un 50%, de 10 a 15 €. No hay, que rellenar ningún formulario para acceder al país, ni mayores trámites. Van simple y descaradamente, a por el dinero

            -El precio del metro, que va desde el aeropuerto de Estambul o desde la estación de autobuses (otogar), ha pasado de 1.40 liras, en 2008, a 3. ¡Más del doble!, en tan solo cuatro años!.
       Kayseri (Turquía)
            -Comprar una lata de cerveza de medio litro en una tienda, cuesta alrededor de dos euros, debido al abuso estatal vía impuestos, que grava a las bebidas alcohólicas, que han triplicado, como mínimo, su precio en el último cuatrienio. Cualquier botella de un güisqui medio, se va a los 25 ó 30 euros. Suponemos, que es la forma de facto para impedir, que los turcos descarriados del islamismo, beban alcohol. Lo que Mahoma no consigue, lo logran los tributos.

            -Se ha doblado el precio de algunas visitas turísticas y es grave, porque en nuestra anterior estancia, ya había ocurrido lo mismo. Si el estado no es tonto, los particulares tampoco. Las 30 liras, que pagamos en 2008, en le hotel de Trabzon, hoy por arte de magia, se han transformado en 60.

            -También, han sufrido un significativo ascenso, los precios de bares y restaurantes. Ya, nada es gratis en Turquía. Los baños públicos cuestan una lira (medio euro). Si uno orina cinco veces al día y permanece en este país veinte jornadas, se habrá gastado en labores de micción, la nada desdeñable cantidad, de 50 €.

                                               Arriba, Estambul y debajo, Kars (Turquía)
            La desagradable anécdota final, en este fugaz paso por Turquía, de dos días, camino de Georgia, la ponen las lamentables empresas de transportes, llamadas Prenskale y Mhamut, a las que pagamos 25 liras, para que nos llevaran de Trabzón, a Batumi. La primera, nos mintió, al decirnos, que el viaje a la localidad fronteriza de Georgia, era directo. La segunda y sin remordimientos, nos dejó tirados en la frontera –a 15 kilómetros del destino-, de forma totalmente consciente. Tratamos de parar el bus, recién arrancado, con aspavientos y gritos, a escasos metros del conductor. Pero, este no sólo no paró, sino que aceleró y se fue.
                           Kayseri

            ¡Qué no se confundan los turcos! Matar a la gallina de los huevos de oro es muy peligroso. Con todas estas actitudes, su oferta turística es cada día menos competitiva. ¡Buenas noticias para España y para el sector turístico!, que falta van haciendo.
                                                                                                     Sivas

Pánico en la noche

Llegamos a Sofía, procedentes de Bruselas. Son las siete de la tarde y la única oficina de cambio ha cerrado a las cinco. Del canjeo de moneda, se encarga una empresa de transportes, sita en el hall y los de las cintas de las maletas, a una tasa lamentable. Así, que sólo cambiamos cinco euros. Lo que si está abierto, es la oficina de turismo. Pedimos un plano y preguntamos por la potabilidad del agua. “No es potable –responde la chica-, pero no os preocupéis, porque aquí tenemos mucho vodka, güisqui ginebra, de fabricación nacional…”. Elocuente respuesta.
                                                                             
El bus que lleva hasta el centro es rápido y barato. Las únicas tiendas, que permanecen abiertas a estas horas, son las de bebidas alcohólicas y de chucherías. La mayoría, ya no son subterráneas, como hace tres lustros y están muy bien montadas.

Debido a una escasa planificación, a los errores de Google Maps y a un hotel, que no ofrece ninguna señal exterior de ser tal, vivimos la primera y angustiosa pesadilla del viaje.

Nuestro alojamiento reservado, parece hallarse a unos seis kilómetros desde donde nos encontramos. Comenzamos a andar, guiándonos por un incompleto croquis elaborado en casa. Sofía tiene unas carencias de luz artificial notables, para una ciudad de su talla.

Cada vez hay menos gente y a partes iguales, aumentan los riesgos. Por un lado, el de caer de bruces o acabar en el fondo de un agujero. Por otro, el de asalto, ahora que nos encontramos en zonas residenciales, rodeados de arboledas y con los edificios muy al fondo.

Nuestras pulsaciones aumentan, mientras escuchamos los constantes chirridos de los tranvías, que circulan por el centro de la calle. ¿Nos servirá alguno?. No sabemos y para pagar un taxi, no nos alcanza con seis levas que nos quedan. ¡Y mientras, en el bolsillo interior ubicado bajo el pantalón, reposan más de mil euros!

Cada cinco minutos, nos cruzamos con algún viandante, al que preguntamos para que nos oriente. Cada diez, aparece una pizzería o un restaurante, abarrotados de gente, ajena a nuestro singular drama.

Finalmente, damos con la zona y, aunque no fácilmente, hasta con la calle. Buscamos el número 8, pero del seis pasa al diez. Al fondo, en el aparcamiento de un lujoso hotel-restaurante, abordamos a tres vigilantes de seguridad. Uno de ellos habla español y dice no saber nada de nuestro alojamiento. No le aparece ni en el GPS, ni buscando en internet por su móvil.

Sólo encuentra el nombre, pero no el teléfono. Llevamos casi, el fajo completo de papeletas para dormir en la calle, cuando aparece un camarero del establecimiento, mira la foto y cree reconocer esa casa. Nos dirigimos a ella. Son las once de la noche y como no sea, nos van a llamar de todo.

Cuando Iliana abre la puerta, nos dice en perfecto español: “pensábamos que ya no ibais a venir”.Parece, que a la guapísima chica, que ha estudiado en Salamanca, le resulta tan normal, identificar un chalé con patio, con un hotel, sin que aparezca nombre o referencia alguna.

Esta es nuestra tercera visita a Sofía y la verdad es, que hemos hecho bien, porque no nos acordábamos de nada. Los búlgaros son tan amables, que cuando van al volante, se paran para dejarte pasar, aunque no haya paso de cebra.
                                           Todas las fotos de este post, corresponden a Sofía

martes, 30 de octubre de 2012

¿Habrán echado a España de la Unión Europea, a patadas?

                                                                                Estambul (Turquía) 
           Antes de poner en marcha la narración de los sucesos acaecidos, durante los últimos 36 días, a lo largo de Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Macedonia y Kosovo, se hace necesario llevar a cabo una recopilación de nuestro transitar por las diferentes fronteras. De verdad y como vais a comprobar, en un par de momentos del viaje, hemos tenido la intuición –más bien, sensación-, de que la situación de España sería tan catastrófica, que nos habrían echado de la Unión Europea, a patadas y con resentimiento.
                 Yerevan (Armenia)
            Partimos el 24 de septiembre hacia Sofía, vía Bruselas. Nada extraño. Basta con mostrar el pasaporte en inmigración e ingresar al país. Nos hace gracia, que al preguntar en la oficina de turismo, si el agua es potable, nos digan que no, pero atenúan nuestra inquietud, alegando que podemos sustituirla por vodka u otra serie de bebidas alcohólicas, de excelente fabricación local.

            Al arribar a Turquía, no tenemos ningún problema. No hay que rellenar formularios, ni son nada exigentes en la aduana. Solo les interesa el dinero: pagas los 15 euros –subida de un 50%, en los últimos tiempos- y no hay que ofrecer explicación alguna. Te pegas el sello, donde te da la gana y te dan autorización a entrar y salir las veces, que quieras, durante 90 días.

            Lo de Georgina resulta fantástico, si no fuera, porque la compañía de autobuses, que nos tendría que haber transportado hasta Batumi, nos deja tirados en el puesto fronterizo, a 14 kilómetros de esta ciudad. La atención excelente –y en español-, para otorgarte un sello, que te permite estar en esta nación, durante un año.
                                                                                     Kutaisi (Georgia)
            Armenia emite visados en sus bordes fronterizos, sin mayores trámites, que rellenar un sencillo y breve formulario. No hay preguntas. Pagamos unos seis euros. Pero, como no aceptan dólares o euros y, evidentemente, no teníamos drams –moneda local-, tenemos que abonar el importe en laris –divisa de Georgia- y nos practican un esperado redondeo al alza, de más o menos, un 15%. Nada, que no se pueda asumir, sin siquiera, enfurruñarse, aunque es feo. No entregan recibo –cosa, que ya hacen hasta en muchos países de África-, por lo que los funcionarios y con la avenencia del estado, se sacan un sobresueldo
                                                                                 Sofía (Bulgaria)
            Volver a Georgia supone, ser igual de sencillo. Y más, gracias a que en medio de un inhóspito pueblo y con climatología muy adversa, nos recogen unos buenos samaritanos con su coche y nos transportaron hasta una población, donde nos podemos buscar la vida. En la ventanilla de inmigración, nos parece estar en el McAuto, dado que por la abertura del puesto de control y sin siquiera bajar del coche, solventan nuestro pedido.
               Ohrid (Macedonia)
            Retornamos a Turquía, después de caminar casi quince kilómetros, entre montañas, ascendiendo y bajando contundentes cuestas, hasta que otro conductor y sus dos acompañantes, se apiadan de nosotros y nos llevan hasta Posof. Paisaje maravilloso, sino fuera por el peso de la mochila. Esta frontera, que comunica con Vale, está casi desierta y las gestiones son rápidas.

            Lo más fácil parecía, regresar a la Unión Europea. Pero, Bulgaria –al menos en nuestro caso-, aún guarda viejas y abominables prácticas del pasado. En 1.997, trataron –sin conseguirlo- de cobrarnos visado para entrar el país, estando ya los españoles exentos de abonarlo. Días después y en ela mismo viaje, dos policías nos extorsionaron. Al ir a tomar el bus de retorno a Estambul y cerca de la explanada-estación, nos retuvieron los pasaportes y no nos los devolvieron, hasta que tras una negociación a la baja, les entregamos 20 dólares (afortunadamente, todo con sonrisas y sin amenazas). Ya nos había advertido de esta práctica, el propietario de nuestro hotel.
                                                                                    Prizrem (Kosovo)
            En este periplo y de madrugada, llegamos a la borde de Bulgaria. Nos hacen bajar a todos del autobús. El ayudante del vehículo –en labores, que no le corresponden- nos indica, que primero pasan los búlgaros, luego nosotros y finalmente, los turcos y otros dos chicos de nacionalidad desconocida, aunque no europea..

            Una vez nos llega el turno, el funcionario pone mala cara y empieza a deslizar una a una, las hojas de nuestros pasaportes. Los coloca a un lado y nos indica, que esperemos, al igual que a los extracomunitarios. Pasan entonces los turcos, a los que les ponen sello, sin demanda alguna.
                                                              Kars (Turquía)
            El burócrata conversa por teléfono, dilatadamente y al cabo de un rato, viene un superior, que empieza a hacernos preguntas: si es la primera vez que venimos a Bulgaria, cual es nuestro destino y nuestras intenciones, cuantos días vamos a estar en el país... A la cuarta de las pesquisas, les paramos los pies de inmediato y con contundencia, a la par, que con educación, les indicamos, que no sabemos si se han enterado, de que somos ciudadanos europeos y tenemos los mismos derechos, que cualquier nacional búlgaro. Se muestran sorprendidos y a regañadientes, nos devuelven la documentación.
                Alaverdi (Armenia)
            Nuestro ingreso en Macedonia, se presenta mucho más tranquilo. Ni una sola pregunta. Nos extraña, que no nos pongan sello y barruntamos, poder tener algún ligero problema a la salida, como hace tres o cuatro meses nos ocurrió, en Moldavia. Pero, no ocurrirá así y tampoco nos lo colocarán, cuando retornamos a este mismo país, desde Pristina.

            El ingreso a Kosovo resulta sencillo. Solo nos interrogan sobre si vamos al país, por turismo o por trabajo. Supongo, que si hubiera sido por lo segunda causa, no habríamos dicho la verdad, así que el trámite, parece baldío. Nos colocan un sello de entrada y uno a la salida, aunque en el segundo de los casos y supongo, que por mero despiste, a uno solo de los dos.
                                                                                                                Batumi (Georgia)
            La sorpresa mayúscula la padecemos en Italia. No sabemos si por tratarse de un funcionario tocapelotas, por órdenes superiores o porque todavía andan algo resentidos por el cuatro a cero de la final de la Euro.

            Volamos desde Skopje, a Milán, con Wizz Air. Somos los únicos ciudadanos de la Unión Europea, en todo el pasaje. A los macedonios, les piden la presentación de papeles, que no sabemos distinguir, mientras les fríen a preguntas. Cuando llegamos a la ventanilla y para nuestro asombro, empieza un severo interrogatorio, en chapucero español: por qué hemos ido a Macedonia, cuántos días hemos estado, desde que país hemos abordado la ex república yugoslava, cómo vamos a volver a nuestro país, si es la primera vez que viajamos a Italia…
                                                  Arriba, Plovdiv (Bulgaria) y abajo, Skopje (Macedonia)
            Respondemos de mala gana, pero llegadas estas dos últimas cuestiones, le paramos los pies al funcionario, con no disimulado enojo. Le explicamos, que hemos arribado a su país más de veinte veces, que no hemos padecido actitudes similares a la suya y que como ciudadanos europeos y mientras no seamos víctimas de una acusación firme, huelgan todo ese tipo de molestias, a unos ciudadanos de la Unión Europea.

                                                Prizren (Macedonia)
            Nuestras deducciones nos hacen pensar, que en Bulgaria se trató de un intento de extorsión y en Italia, de tener muchas ganas de tocar las narices. No hace demasiado tiempo, atravesamos la frontera, que separa Moldavia de Rumanía –país no comunitario, con comunitario de la no zona Schengen, como en el caso de Turquía y Bulgaria- y no tuvimos ningún inconveniente. Simplemente, nos miraron el pasaporte y nos lo devolvieron, sin más.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Otra vez, "on the road"

Amasya (Turquía)
             Mañana, 24 de septiembre de 2.012, iniciamos un nuevo viaje, con duración de 36 días. Esta vez y en contra de nuestras costumbres, van todos los vuelos cerrados: Valladolid-Bruselas (12 euros, con Ryanair), Bruselas-Sofía (con Wizz Air, a 18 euros), Skopje-Milán (con el mismo importe e idéntica compañía), Milán-Bruselas y Bruselas-Valladolid (estos dos últimos, a un precio de diez euros y con la aerolínea, Ryanair). Si todo transcurre, normalmente, estaremos en casa de vuelta, en la noche del 29 de octubre, listos para Halloween.

            Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Kosovo y Macedonia, son nuestros puntos de mira.
                                                                            Pamukale (Turquía)
            Los restantes aspectos del viaje, van bastante más abiertos, aunque Sí, tenemos un proyecto de itinerario, que comenzaría con un día, en la ciudad de Sofía (3ª visita), Después, viajaremos en tren a Svilengrad y cruzaremos a Turquía, haciendo una breve parada, en Edurne.

            Continuaremos, con un día en Estambul (4ª visita) y un bus nocturno, a Trabzon (2ª visita), para adentrarnos en Georgia y armenia, con el siguiente plan: Kutaísi, Borjomi, Vardzia, Gori, Uplistshike, Mtskheta, Tbilisi, Sighnaghi, Alaverdi, Dilijan, Sevan, Erevan, Ashtarak, Echmiadzin, Gyunri, Akhaltsikhe y Vale, en la frontera con Turquía.

            Entraríamos en el país otomano, a través de la frontera de Posof, para dirigirnos a la bella Kars y a las ruinas de Ani (desconocemos, como se encuentra la seguridad en esta zona, en la actualidad). Nuestro siguiente destino; Malatya, para hacer la excursión al monte Nemrut. Más tarde, iremos a Sivas, para retornar  a Estambul y a Sofia.
                     Adana (Turquía)
            En Kosovo, visitaremos Pristina y Prizren y en Macedonia, Ohrid y Skopje, desde donde como ya se ha visto, volveremos a casa.

            En materia de visados, no es necesario en Bulgaria, Macedonia, Kosovo y Georgia –donde te permiten la entrada, durante un año- y sí lo es en Turquía – mero impuesto de 15 euros, sin más trámites- y Armenia –se hace en la frontera y viene a costar, unos 6 euros-.

            Este será nuestro cuarto viaje a Turquía, por lo que dejaremos ya liquidado el país, con las visitas sueltas, que nos quedaron de la vez anterior.

            Los destinos descartados, de momento, no han sido muchos. En Bulgaria, Veliko Tarnovo, por quedarnos fuera de ruta. En Georgia, la región de Svanetia, en el note, por encontrarse lejos y disponer de los alojamientos y tours organizados, más caros del país. También queda fuera Azerbaiyán, inicialmente barajado. Además de Osetia, Abjasia y Nagorno Karabaj, por motivos de seguridad o imposibilidad de cruzar las fronteras por tierra

            Otro descarte ha sido, la posibilidad de volar entre Estambul y Trabzon, con Pegasus Airlines, compañía de bajo coste local, que maneja código compartido, con Air Berlín. Sale 20 euros más caro, que el autobús y tampoco, ahorramos tanto tiempo En este país, tomaremos autobuses –muy confortables- y trenes. Hay que indicar, en este sentido, que hasta 2.014, esta cortado por obras, el recorrido entre Estamul y Afiriye (132 kilómetros) y que es desde este lugar, donde se debe tomar, para llegar a Ankara. Al parecer, también se haya de reformas, el tramo Edurne-Estambul.
               Sanliurfa (Turquía)
            El único hotel, que hemos contratado es, el de la primera noche, en Sofia. Se halla algo alejado del centro, pero solo cuesta, 14 euros. Como anécdota decir, que lo hemos reservado en el buscador, con un número inventado de tarjeta de crédito y ha colado

            Nuestro objetivo es, usar la mayor cantidad de dinero en efectivo posible, dado que en la actualidad y en la mayor parte del mundo, resulta lo más favorable.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¡Peleando 70.000 pesos!

                                                                       Zipaquirá (Colombia)
            En cuanto a los colombianos, nada malo podemos decir. Son, extraordinariamente, amables y ponen en práctica el mejor español de todos los países de habla hispana.
           Bogotá (Colombia)
            Bogotá es s una bonita ciudad, con los impresionantes Andes al fondo. La plaza Bolívar es el corazón de la misma y a mi me recuerda, ligeramente, a la del Obradoiro, en Santiago de Compostela. En ella se encuentran la Catedral, la capilla del Sagrario, la iglesia de San Ignacio, el Capitolio Nacional, la Alcaldía Mayor, la iglesia de Santa Clara, el palacio de Mariño y la Corte Suprema de Justicia. ¡Casi nada!.

            El barrio donde se ubica se llama la Candelaria, que cuenta con otros muchos lugares de interés, como la iglesia de San Francisco, la de Veracruz, la de la Tercera Orden, santa Bárbara, la casa de la Moneda y Donación Botero y la plaza del Chorro de Quevedo.

            Luego, está la zona donde se ubican los edificios gubernamentales. Para acceder a ella, hay que traspasar controles de seguridad, en los que registran los bolsos. Existe bastante vigilancia y suelen pedirte que no te detengas mucho y que circules por el centro de la calle. “A la orden” y “si tiene la bondad”, son dos frases, que están todo el día en la boca de los simpáticos y apacibles colombianos.
                                                                                    Bogotá
            En muchas localidades de Colombia, como es el caso de Bogotá, las calles y las avenidas -carreras- tienen nombre de número. La principal aquí, es la carrera Séptima y –en una decisión que me parece genial- los viernes por la tarde, entre las seis y las doce, la cortan parcialmente al tráfico, con lo que su calzada se llena de puestos de comida y actuaciones improvisadas, además de actividades varias de ocio –encestar en sacos, saltar a la comba…- al calor de la gente, que la ocupamos de forma masiva.

            Bogota por el día y tomando las precauciones habituales, no parece una ciudad peligrosa, pero por la noche, mejor no salir de esta almendra comercial, en torno a la Carrera Séptima y los aledaños de la calle Jiménez. Nada de quedarse por el vació casco histórico y mucho menos, ir a la zona que da acceso al bonito cerro Montserrat (importante centro de peregrinación, que visitaremos el domingo, dado que es el día en que sube más gente agrupada y no se producen asaltos). También, hay que tener cuidado en los cajeros automáticos.

                                                                                         Bogotá
            Dos excursiones de media jornada desde la capital, son casi obligatorias: Zipaquirá y Villa de Leiva.
                           Bogotá
            En la primera, se visita la Catedral de Sal, que en la actualidad, tiene solo 12 años, porque la original, construida en 1.952, se hundió, 40 años después. La visita es obligatoriamente guiada y se va deprisa, pero una vez termina, te puedes quedar en el interior, todo el tiempo que quieras, haciendo fotos o simplemente, paseando. Nuestra guía se llama Greis y resulta bastante agradable y competente.
                                                                                                         Zipaquirá
            La mina está muy bien acondicionada, así que el tour no entraña peligro alguno. Primero, se entra por un túnel algo oscuro, reforzado en su techo y laterales, con troncos de eucalipto y luego se circula por un ancho corredor, a cuyos lados se sitúan las 14 estaciones del calvario de Jesús. A unas hay que bajar, mientras otras, se encuentran al mismo nivel. Aquí, llegan miles de peregrinos, sobre todo en Semana Santa e incluso puedes celebrar tu boda, aunque el precio que se debe abonar, está bastante lejos de lo que nos podemos permitir la mayoría de los mortales (12.000€) Hasta la fecha, solo se han celebrado 5 bodas. Finalmente, se llega a la catedral en sí, que es espectacular.

Junto con la de Wieliczca, en Polonia, son las dos únicas del mundo que están en una mina de sal y nosotros, desde este momento, ya conocemos ambas. Dispone de una gran nave central y dos laterales. En 2007, mediante un concurso para elegir las 7 Maravillas de Colombia; obtuvo la mayor votación. Cabe destacar también, su rica colección artística, especialmente de esculturas de sal y mármol.

                                                                     Zipaquirá
            Villa de Leyva es un bonito lugar, de calles empedradas y lindas plazas, casas e iglesias, pero no se tarda mucho en visitar. Llegar hasta aquí merece la pena, pero es una auténtica paliza, porque son más de cuatro horas en total y para colmo, no podemos ir desde Villa de Layva directamente a Medellín y por la tarde, tendremos que desandar el camino, hasta Bogotá.
                         Zipaquirá
            Lo más destacable de Villa de Leyva, es su amplia plaza Mayor, donde se encuentra la alcaldía. No hay ni un solo turista, así que pasear por aquí, es una auténtica delicia, gracias eso sí, a que hemos dejado las mochilas en una tienda, porque si no, tendríamos machacados los pies, con este sinuoso empedrado. 

            Al día siguiente, llegamos a Medellín y al recoger nuestro equipaje, constatamos que está empapado. Parece, que debido a las intensísimas lluvias, ha entrado agua en el maletero del bus. Nos enfurecemos con el conductor, que elude toda responsabilidad y nos manda a la oficina de la compañía, donde nos atiende una chica. Según las condiciones del boleto, lo máximo que podríamos pelear, es una indemnización de 20.000 pesos cada uno. ¡Y a cobrar Dios sabe cuando!.
                                                                                 Villa de Leyva (Colombia)
Escribimos una reclamación y solicitamos que nos devuelvan el importe del billete. La joven nos dice, que eso no puede ser, porque nosotros ya hemos viajado, pero ante nuestra insistencia, llama a un superior y en dos minutos, tenemos de vuelta en nuestro bolsillo, los 70.000 pesos de los boletos. ¡Chapó. Esta empresa no solo tiene unos autobuses muy nuevos y confortables, sino que mima a su clientela!. Los 70.000 pesos, que aparentemente han perdido, los van a recuperar con creces, solo con la muy buena publicidad, que nosotros vamos a dar aquí y a otros viajeros, en etapas posteriores de nuestro periplo.
Villa de Leyva 
Medellín es más interesante de lo que cabría pensar o de lo que se lee en la guía. Como Cali, resulta muy animada, sobre todo en sus plazas, entre las que destaca por encima de todas, la que acoge a las gigantescas y corpulentas estatuas de Botero, llamada con el nombre de este escultor. También, dispone de algunas bonitas iglesias como la Catedral Metropolitana –que se encuentra en el Parque Bolívar-, la Catedral Vieja, la iglesia de la Veracruz, la de San José y la de San Ignacio        Medellín (Colombia)
            
             Pero como siempre, son los puestos callejeros, que aquí son fundamentalmente de riquísima fruta y los viandantes, los que dan una alegría especial a esta vibrante ciudad. Abundan los vendedores de tinto, que no es un vino, sino un rico café negro.

            Como nos sobra tiempo, queremos retornar a la estación andando, pero nos damos la vuelta, tras recorrer cuatro cuadras, por una calle llena de garitos infectos, niños drogándose en plena calle -a base de pegamento y otras substancias- y tiendas protegidas por gruesos barrotes, que solo atienden a través de estos. ¡¡Qué miedo!!. Y todo esto, a escasos 200 metros de la plaza Botero. Y es, que en Sudamérica hay, que estar siempre alerta, porque se puede pasar de una zona segura a una insegura en un plis plas y sin advertencias aparentes
                                                                              Medellín