Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 9 de agosto de 2012

Poipet, ciudad sin ley

                                          Templos de Angkor, en Siem Reap (Camboya)
            Nos encontramos en Siem Reap (Camboya) y como otras muchas tardes a última hora, aquí andamos, trasteando en el cíber, para evitar la intensa lluvia, que tras caer del cielo, deambula a su antojo y sin gobierno, en todas las direcciones.

            Sin embargo, aún estamos emocionados por la visita de hoy, en la que hemos recorrido a conciencia, una de las mayores joyas del patrimonio universal: Los maravillosos templos de Angkor. Hasta ahora y sin duda, lo mejor del viaje. Una sola y exclusiva visita a este recinto, justifica pegarse la paliza en avión hasta aquí, desde cualquier parte del mundo.        Poipet (Camboya)

            Llevamos ya casi una semana en este país. Atrás quedó Laos y un breve retorno a la plácida Tailandia. Pero esa relajación y quietud, que nos proporcionaba el país de la eterna sonrisa, fue quebrada bruscamente, nada más poner el primer pie en la caótica Poipet, quizás el lugar más inhóspito del mundo, que hasta la fecha hayamos visitado.

Y la cuestión, es que nada hacía presagiarlo. Salimos de Tailandia y cruzamos la frontera de entrada a Camboya. Avanzamos por un camino perfectamente asfaltado, dejando a los lados, enormes y lujosos casinos y algunos hoteles de postín. Cruzamos una puerta y, de repente y como si hubiéramos atravesado el túnel del espacio y del tiempo, nos encontramos ante la pobreza, ante la más absoluta miseria y el más intenso y perpetuo caos

            No habíamos acabado de ver tal estampa, cuando ya estábamos rodeados de cuatro tuktukeros –conductores de tuk tuk-, que con una agresividad inusitada (solo les faltó cogernos a lazo, arrastrarnos y meternos en el tuk tuk), nos asediaron, buscando llevarnos al sitio más lejano posible. Aquí los tuk tuks no son como en Tailandia. Son una moto, con una cabina (más bien caja) al lado para los pasajeros.
                                Poipet (Camboya)
            Nuestro plan era ir a la estación de autobuses –que según habíamos leído en la guía, esta a unos pocos kilómetros- y de allí tomar un autobús para Sisofón. Pero nadie nos quiso llevar hasta el primer punto y para el segundo destino, apenas a una hora de aquí, nos pidieron el equivalente a veinte euros.
                                                                               
            Decidimos ponernos a andar hacia delante, a ver que es lo que ocurría. Se supone que en la que estábamos, es la calle principal. Está sin asfaltar y con montoneras de tierra y basura a los lados. Luego, una corta llanura llena de enormes charcos, da acceso a los puestos ambulantes, que se colocan delante de las destartaladas casas.

            Circulan todo tipo de cacharros, levantando un polvo espantoso, que se te mete entre los dientes. Hay hombres, que a modo de bueyes, tiran de alargados carros llenos de casi todo, pero fundamentalmente, de vegetales y hierbas.
                                                     
            Llegado un momento, a nuestro lado se para una especie de troncomóvil, parecido al de los Picapiedra. En él van una pareja de alemanes, con cara de aturdidos. Les han pegado una buena estocada, al sacarles 50 euros por llevarlos hasta Siem Reap y quieren minimizarla convenciéndonos de que vayamos hasta allí, para compartir gastos. Pero en ese momento, ya habíamos decidido negarnos a ser extorsionados, una vez más en este país. Más adelante, otro extranjero trata de convencernos de lo mismo. Los guiris caen como moscas, en las telas de araña de estos desaprensivos sin escrúpulos.                        Poipet (Camboya)

            Seguimos andando y a cada paso escuchamos el aburrido “Where are you going”?. Nunca en mi vida, lo habíamos oído tantas veces. Desconcertados, volvimos sobre nuestros pasos, a ver si era posible que desde el punto donde habíamos entrado, hubiera algún tipo de transporte público, con destino a la estación.

            Pareció en un principio, que habíamos tenido suerte. Se hallaba un autobús aparcado, que nos acercará y encima, gratis. Dios aprieta, pero no ahoga. Montamos y nos asfixiamos de color. Otros dos guiris, ya están sentados y nos prestan una toalla, para secarnos el sudor. El autobús se puso en marcha y efectivamente, es sin cargo. La sorpresa viene, cuando conocimos el destino: Una guset house, donde o bien, te ofrecen alojamiento o  un taxi a Sisofón, por ¡!45 euros!!. Y Una tercera alternativa: 10 euros cada uno en un autobús que encima, no salía hasta dentro de cinco horas. ¡¡A la mierda con estos cerdos!!
   
         Cambiamos de estrategia y decidimos quedarnos a dormir y así por la tarde, investigar la forma de salir de aquí, sin enriquecer a nadie. Es ya más por dignidad, que por desperdiciar un poco de dinero. En teoría, en este país se circula por la derecha, pero aquí cada uno va por donde le da la gana, especialmente las motos. Nunca estuvimos en el lejano oeste, pero esto nos lo recuerda bastante. Solo hace falta un cartel a la entrada, en el que ponga: “Poipet. Territorio sin ley”.
             Phnom Phen (Camboya)
            La mayoría de los lugareños no habla inglés, cosa que nos alegró bastante. Porque los que lo hablan, se dividen en dos grupos: Los que te quieren engañar y los que te quieren estafar.

            Tras tomar habitación en un hotel, establecimos las grandes líneas, los grandes objetivos para la jornada de hoy, que nada tienen que ver con visitar ruinas, parques naturales, templos o bellos museos.

            1º.- Encontrar cerveza a un precio de camboyano y no al disparatado precio de guiri, que nos han pedido antes. Lo conseguimos, después de preguntar precios en más de 20 sitios.

            2º,. Comer algo. También cuesta. Todos los restaurantes que hay son de calduverios y el único supermercado que existe, es caro y bastante desabastecido. Sin contar que el dueño, te va persiguiendo para que no te lleves nada sin pagarlo. Pero lo entiendo, tal como es la gente allí. Finalmente, nos decantamos por el calduverio.
  
            3º.- Encontrar un medio de transporte –sea el que sea-, que no saque de aquí, mañana por la mañana, hacia cualquier parte, pagando precios de camboyanos.
                                                                                               Kompong Thom (Camboya
            Hay numerosos puntos, donde anuncian buses a Phnom Penh a precios razonables (25.000-30.000 rieles), pero o no hay nadie informando o los que lo hacen son difusos, en cuanto al punto de partida, así que decidimos no fiarnos y no comprar el billete por anticipado.
                                                                                                                                             
            Decidimos ponernos a caminar por la carretera. Si la estación de autobuses está a cinco kilómetros, como pone la Lonely, la acabaríamos encontrando. Pero desistimos antes de hacer siquiera la mitad, porque resulta más duro hacer ese camino, que un trekking por el parque nacional más exigente. Calor, humos de camiones enormes, baches, polvo, basura, motos asediándote… No me extraña que muchos motoristas y peatones, vayan con la mascarilla puesta.

            ¿De qué vivirá allí la gente?. No llegamos a saberlo muy bien, pero nos intriga, que se están todo el día transportando, de un lado a otro con la moto. ¿Y de dónde sacarán los 1.000 euros que hemos visto, cuesta un ciclomotor en una tienda?.
            
            Es en Poipet, donde empezamos a tener contacto con los mototaxis, que nos están acompañando a lo largo de toda Camboya. No es otra cosa, que una moto normal –más bien tirando a muy cutre-, en la que vas de paquete. Nos la ofrecieron por primera vez aquel día y pretendían llevarnos a los dos en la misma y ¡¡¡con las mochilas!!!.
              Templos de Angkor, en Siem Reap (Camboya)
            Las infraviviendas de Laos son palacios, comparados con las de Poipet y los puestos cutres de Luang Nam Tha, parecen El Corte Inglés, si miramos los de allí. 

            Fuera de la principal y de una paralela semiasfaltada, las demás calles son barrizales y vertederos llenos de basura -alguna la estaban quemando allí en medio, con viviendas prefabricas de chapa y las ratas correteando, entre las gallinas y los niños. Estos, como siempre en Asia, no pierden la sonrisa y la curiosidad. Esperamos que tanta humareda, procedente de las basuras quemadas, ahuyentara también a los mosquitos de la malaria.

            Y es que Poipet, era una zona selvática de malaria endémica, hasta que Tailandia prohibió el juego en su territorio. Al abrigo de esta frontera, que no era ni de tránsito de personas, Camboya albergó los casinos. Muchos pobres, procedentes de las zonas rurales del país, creyeron que aquí iban a encontrar el dorado y lo que finalmente hallaron, fue una miseria mayor, que la que habían vivido. Ahora esa localidad, se divide en dos: A un lado, los casinos de las llamadas Las Vegas camboyanas. Al otro y como ya he dicho, la miseria más absoluta que vimos jamás (no hemos estado en el África Negra).

            El peregrinar por las carreteras de Camboya, ha sido una auténtica sucesión de sombrillas. Creo, que es el país que más tiene en el mundo. Pero no son para ir a la playa, como ocurre en Europa, sino para proteger los destartalados puestos, del sol de justicia del día.

miércoles, 8 de agosto de 2012

De las almorranas, al derrumbe

                                                                                                                                                   Huay Xai (Laos)
Llevamos una semana en Laos y nos están empezando a salir champiñones por las piernas y los brazos. ¡Vaya forma de llover!. Y es que, nos estamos zampando la época de lluvias enterita. ¡Es horrible, esa sensación de tener todo el santo día, los pies mojados y bañados en agua caliente!. Porque en esta zona tropical del mundo, el agua de lluvia es algo más que tibia. Aquí los zapatos y las deportivas, en esta época del año, van directos al armario. Todo el mundo en zapatillas y cuanto más abiertas, mejor
                                        
Aunque donde realmente –y no en sentido figurado- me han salido tres champiñones, uno más grande y dos más pequeños, es entre las dos paredes del culo, dado que llevo ocho días con unas terribles almorranas, que hasta antes de ayer, me impedían casi sentarme. Y no es este, un país lleno de estrechas y montañosas carreteras, abarrotadas de profundos baches, el mejor lugar para padecer hemorroides. Los recorridos en incómodo bus, de siete u ocho hors de duración, se han hecho interminables y tortuosos, en estas condiciones tan lamentables.
 Luang Prabang (Laos)
            Pero como hasta en el extremo sufrimiento ocurren cosas divertidas, nos hartamos de reír, comprando un anti hemorroidal, en un pueblecito de Tailandia, pegado a la frontera de Laos. La farmacéutica solo hablaba Thai y al hacerle el gesto del culo, nos quería vender supositorios. Ja, ja. ¡Lo que me faltaba!. Al final, nos abrió el mostrador y nos dijo, que buscáramos nosotros mismos, entre todos los medicamentos de la tienda. Y lo bueno es, que no tardamos ni cinco minutos en encontrarlo. Menos mal, porque sino, me habrían llegado hasta los pies.

            Y para colmo el otro día, cuando íbamos de la bellísima Luang Prabang a Vang Vieng, asistimos a un espectacular derrumbe, que tuvo más de cinco horas la carretera cortada y que ocasionó a ambos lados, una interminable retención de varios kilómetros. Daba tanta risa como ternura, ver como trataban de arreglar el desaguisado, con métodos casi del pleistoceno: Metiendo un camión hasta que se empantanaba y luego tirando hacia atrás con otro, al que le unía una cuerda. Teníamos que haber llegado al destino a media tarde y lo hemos hecho ya, en los albores del nuevo día.                                           Camino de Vang Vieng (Laos)

            Debido a esto, encontramos hotel de milagro. Pero los que más suerte tuvieron fueron los mosquitos, que me han puesto la espalda, como un desierto plagado de dunas. Esperamos que los bicharracos en cuestión, no sean de los changos, de los de la malaria, porque solo de pensar en sus síntomas, me pongo a temblar.

            Y eso que habíamos sido de los más precavidos. Como el lugar del derrumbe estaba en mitad de la jungla, justo al atardecer, nos llenamos de repelente brazos y piernas, nos pusimos pantalones largos y una sudadera blanca, que con el calor tropical reinante, nos asfixiaba cada vez más. Lo mismo hizo una pareja de alemanes. Pero el resto de turistas y lugareños, con toda la alegría del mundo, luciendo piernas, brazos y hasta pectorales. ¡Ni una sola precaución y luego a chutarse de Malarone!
 Camino de Luang Prabang (Laos)
            Quien acabó haciendo negocio del derrumbe, fue una simpática y joven laosiana, que se puso al borde de la carretera, primero a vender piñas y luego la fueron surtiendo de galletitas, papas fritas y otros snacks, que nos salvaron la vida, a los que no llevábamos comida, pensando que el conductor iba a parar en algún lado. Pero no lo hizo, porque los chóferes de autobús solo paran aquí, cuando tienen hambre ellos y este debió salir comido de casa. La chica resultó ser muy honrada, porque al no existir más oferta, podría haber vendido por cinco veces más, toda la mercancía. Pero sin embargo, la cobró al mismo precio, que en cualquier mercado del país.

            Laos es el país más rural que hemos visitado jamás. Aquí llaman ciudades, a núcleos urbanos de 15.000 habitantes, que consisten en dos calles alargadas de casas bajas, con otras perpendiculares que las cruzan. Casi hasta Vientiane, la capital de la nación, parece un pueblo. Pero los paisajes son increíbles, sobre todo los que discurren, a ambos lados del río Mekong, uno de los más fascinantes del mundo, a pesar de su denso y pastoso color marrón            
                                                  Vientiaane (Laos)
Estamos contentos, porque la calidad de nuestros alojamientos y de la comida, ha mejorado bastante, con relación a Tailandia y el precio no se ha incrementado. Nos hemos comido unos arroces fritos con carnes diversas y curry, que están realmente deliciosos.

Ganando una Euro en Bangkok, nada más llegar

                                                          Bangkok (Tailandia)
Llegar al sudeste asiático y a las pocas horas, ganar una Eurocopa, no es algo que ocurra todos los días. Así, que no ha podido haber, mejor inicio para este prometedor viaje. A pesar de lo intempestiva de la hora del partido –se inició a la 1,45 de la madrugada- y junto a un muy reducido grupo de valerosos españoles, les hemos dado un baño a los alemanes, no solo en el campo, sino también en la terraza de un bar de Khaosan, donde hemos visto el partido y donde había más de 30 teutones. Empezaron muy animosos, pero poco a poco, nos los fuimos merendando. ¡Y eso que el cabrón del dueño del bar, no nos ha dejado ver la entrega de la copa!.
                                                                                                                         
            Y sin apenas dormir, rumbo al Palacio Real, donde te visten de arriba a abajo, si llevas la ropa demasiado corta, como fue nuestro casa (nos hemos venido a Asia sin pantalones largos). Nos gustó bastante, pero los edificios están muy apelotonados entre sí. Más placentero, sin embargo, fue nuestro recorrido del día siguiente, por el mercado flotante, cuando ya casi se habían ido todos los turistas y disfrutamos de la confidencialidad y amabilidad de las vendedoras de fruta, que ejercen su profesión desde pequeñas barcas.
                                                                Chiang Mai (Tailandia)
            Tailandia es un país bien tranquilo y muy fácil de recorrer, sin apenas sobresaltos. La gente es tan amble, que hasta a veces te indican mal, cuando preguntas por algo, por no decir que no saben. Realmente es acertado su eslogan, de país de la eterna sonrisa. Tienen aquí tantos templos y budas, que al cerrar los ojos por la noche, soy incapaz de ver otra cosa. Ya aprendimos a decir japunjá (gracias)

            De todas formas, salvo por estos últimos –budas y templos- y por los rasgos y la fisonomía de la gente, sobre todo de las chicas, que parecen muñequitas; no tenemos la sensación de haber hecho 20.000 kilómetros desde América: La gente se busca aquí la vida, de forma muy similar y los omnipresentes mercados y el caos circulatorio, resultan ser parecidos. Pensábamos también, que después de casi cinco meses viajando y hablando solo español, el cambio se nos iba a a hacer duro, pero de momento no ha sido así, a pesar de que en Tailandia, no se habla tanto inglés, como muchos pudieran suponer.
                     Ayuthaya (Tailandia)
            No nos atrae en demasía, la comida más tradicional y heavy de aquí, así que de momento, sobrevivimos a base de hamburguesas de los Seven Eleven y de snacks asiáticos, que hemos cogido con cierta pasión. Y todo siempre, con mucho chile picante. Los hoteles económicos, tampoco son nada del otro mundo y lo peor, muchos de sus baños, poseen cagaderos tipo thai, que están a medio camino entre el turco y el occidental.

            Lo que si nos gustan bastante, son los medios de transporte. En ciudad, los tuks tuks resultan divertidos y fresquitos y los traslados interurbanos en songthaew, aunque incómodos, porque vas sentado en una tabla de madera, se hacen agradables, sobre todo si la compañía es grata. Y mientras por las ventanas, se entremezclan kilómetros y kilómetros de selva o de campos de arroz.

            Pensábamos que este viaje, iba a ser más movido que el de América, pero de momento, ninguna cosa especial nos ha ocurrido, salvo las intensas precipitaciones, que nos empapan muchas tardes. Pero nada anormal es aquí, dado que estamos en plena época de lluvias 
                                                                 Mercado flotante, próximo a Bangkok (Tailandia)
            Hoy es el día 12 de viaje y esta mañana hemos visitado en Noi Soi, a las conocidas mujeres jirafa. Nos lo esperábamos tan turístico y superficial, que al final nos ha gustado. Hemos estado casi solos. Hemos cometido la temeridad, de haber cruzado un puente en suspensión medio derruido. Si nos llegamos a caer, no lo contamos.

Ahora toca ir para Pai, Chang Mai y Chang Rai, para luego tirar hacia Laos. Vamos con tan poca planificación, que aún desconocemos si podremos obtener el visado en la frontera, aunque creemos que sí.
                                           Mae Hong Son (Tailandia)

viernes, 27 de julio de 2012

Nuestros próximos destinos


                                                                  Estambul (Turquía)
            El próximo 24 de septiembre nos vamos de viaje, por un periodo aproximado de 25 días a un mes, a Georgia y Armenia (e improbablemente, a Azerbaiyán). Hemos descartado, visitar los estados no reconocidos, de Osetia del Sur, Abjasia y Nagorno Karabaj, por diversos motivos. En el primer caso, por ser imposible acceder desde Georgia. Sólo se puede lograr desde Rusia y debe resultar, bastante peligroso, en materia de seguridad. En el segundo, por quedarnos algo alejado del recorrido. Y en el último, por salir el visado bastante caro (25 dólares para 7 días y 35 para 21).

            El lunes 24 volamos desde Valladolid, a Bruselas, con Ryanair (12 euros) y al día siguiente, desde esta ciudad, a Sofía (17,99 euros), con la compañía polaco-húngara, Wizz Air. Desde ahí, nos trasladaremos a Estambul, por tierra y posteriormente, a Kars, recorriendo el país, de oeste a este, tratando de conocer lugares inéditos, en lo que sería nuestro cuarto viaje, a Turquía.
Gaziantep (Turquía)
            Lo que si tenemos ya bastante definido, es el recorrido por Georgia y Armenia, que se detalla, a continuación:

De Kars a Posof: 155 kilómetros.

Posof vale: 22,7 kilómetros.

Vale-Akhaltsikhe: 11,7 kilómetros.

Akhaltsikhe-Aspindza, para ir a Vardzia: 33,7 kilómetros (ida y vuelta)

Akhaltsikhe-Gyumri: 164 kilómetros.

Gyumri-Erevan: 122 kilómetros.

Erevan-Echmiadzin: 16, 6 kilómetros (ida y vuelta). Hasankeif (Turquía)

Erevan-Ashtarak: 22,3 kilómetros (ida y vuelta).

Erevan-Sevan: 65,8 kilómetros

Sevan-Dilijan: 31,7 kilómetros

Dilijan-Alaverdi: 85,8 kilómetros.

Alaverdi-Sighnaghi: 226 kilómetros.

Sighnaghi-Tbilisi: 117 kilómetros.

Tbilisi-Mtskheta: 65,5 kilómetros.

MtskhetaGori: 101 kilómetros.

Gori-Uplistshike: 13,7 kilómetros (ida y vuelta).

Gori-Borjomi: 73,6 kilómetros.

Borjomi-Kutaisi: 132 kilómetros.
Sumela (Turquía)           
Kutaísi-Trabzon: 347 kilómetros.
           
Total en kilómetros: 1.893.40.

            Desde Trabzon, volaríamos a Estambul, por unos 45 euros. La vuelta desde este punto, todavía no está gestionada.

jueves, 26 de julio de 2012

Adiós a la moda

                            Cristianas a la puerta de la iglesia, en Addis Abeba (Etiopía)
Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días dibujando maniquíes con toda clase de vestidos y complementos. Y cuando me aburría, me dedicada a vestir a mis muñecas e incluso a los Madelman de mis hermanos. No me quería encasillar sólo en ropa femenina.
Tienda de ropa interior para musulmanas, en Damasco (Siria)
            Los años fueron pasando. Estudié con fervor. Día a día, iba consiguiendo crear mi propio estilo. Mi familia estaba orgullosa de mí. Hice algunas aproximaciones a desfiles, pero Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días es muy difícil entrar en un mundo, que es muy cerrado para todo el que llega de fuera y sin ninguna recomendación.

            Decidí entonces, dedicarme a diseñar ropa que hasta ahora, nadie hubiera hecho: moda religiosa para mujeres.

            Antes de lanzarme de lleno, pensé en visitar diversos países para comprobar in situ, como estaba este tema en la actualidad.
                                               Muro de las Lamentaciones, en Jerusalén (Palestina ocupada)
            Empecé con la religión cristiana, por ser la más próxima. Todas las féminas siguen un mismo patrón: faldas largas hasta los tobillos, blusones o camisas que tapen los hombros y, por supuesto, pañuelo en la cabeza. Da igual, que la iglesia sea católica, ortodoxa, protestante…Todos los religiosos se encargan, de que la mujer vista decorosamente y si hace falta, disponen de policías o militares controlando el acceso a los lugares santos.
                                                   Buda gigante, en Mandalay (Myanmar)
            Continué con la religión musulmana. Aquí, todavía está más claro. Ellas no sólo visten pudorosamente dentro de las mezquitas, sino en todos los ámbitos de la vida en los que tengan relación con la gente, que sea extraña a su familia más próxima. Largos velos, túnicas, pañuelos, guantes y calcetines, cubren cada centímetro de su piel.

            A continuación, dirigí mis pasos hacia el judaísmo. Otra vez, más de lo mismo. La mujer prudente y respetuosa con las tradiciones, debe cubrir sus cabellos, llevar falda hasta los tobillos y por supuesto, rezar separada de los hombres.

            Parece ser, que los budistas y los hindús son algo más tolerantes con la vestimenta de las mujeres, aunque no con la estima que les merece el sexo débil.

            Viendo como está el panorama, creo que mis sueños de llegar a ser la “Coco Chanel” española, sólo se han quedado en una pesadilla. Volveré a casa y me dedicaré como tantos compatriotas, a buscar mi primer empleo, si la crisis y los políticos me lo permiten.
                                                         Mujeres lavándose en el río Ganges, en Varanasi (India)

martes, 24 de julio de 2012

Inesperado cambio de rumbo: volvemos a casa


                                                                                             Bucarest
            Nuestros huesos, irremisiblemente, acabaron en la incandescente, cara y decrépita Bucarest (sobre todo en el barrio de la estación principal, que es la del norte). Pasamos casi más tiempo en el único cíber, que vimos, que por las calles, ya visitadas en dos ocasiones anteriores. Nuestra intención, de tirar hacia Constanza y bajar por la costa del Mar Negro, quedó frustrada por los precios del transporte.
                               Timisoara
            Lo de ir a Estambul –en caro bus- o a Trabzon –en caro avión-, para conectar con Georgia y Armenia, se fulminó en un instante, al ver lo que nos costaría volver a España, desde esos destinos, en pleno mes de agosto. Para colmo, nos soliviantó, que haya subido un 50% el visado de Turquía (de 10 a 15 euros).

            Brusco cambio de planes: volvemos a casa. Pero encontrar la manera de hacerlo, sin arruinarnos, nos lleva largo rato cibernético, hasta que conseguimos un asequible –que no chollo- Budapest-Madrid, por unos 50 euros, para dentro de tres días. Esto nos permite, visitar de camino, las agradables ciudades de Timisoara y Arad. Y volver por quinta vez, a la capital de Hungría.
                                                                          Timisoara
            Dos asuntos enrarecen nuestra mente, en los últimos momentos del viaje. No logramos entender, como en Rumanía hay buses, que te conectan con España (69 euros y 48 horas, a Barcelona y desde Bucarest), Italia, Inglaterra, Grecia u Holanda y no existe uno solo, entre Timisoara o Arad y Budapest. La única opción es el ferrocarril y de ello, se aprovechan.
                                                                                     Timisoara
Tampoco hay trenes regionales, que permitan hacer el viaje a tramos y cruzar la frontera, andando. La única opción es, un convoy internacional. Para poco más de 250 kilómetros, tenemos que pagar más, que cuando hicimos cerca de 500, el otro día, entre Bucarest y Timisoara.

El otro asunto no nos afecta directamente, a nosotros, pero nos indigna. Al bajar del tren en la estación de Budapest, observamos unas tremendas colas de guiris en las dos oficinas de cambio. Nos asustamos, al ver que la tasa que ofrecen por cada euro, es de 222 forintos. Pero, ¿si hemos visto en internet, una conversión de 289?. Saliendo a la calle y trescientos metros más allá, encontramos otro garito de cambio, donde canjeamos 10 euros, a 287 forintos cada uno. Si se hacen cuentas, al que haya canjeado 100 euros en la terminal ferroviaria, le han tangado más de veintidós y medio.
                                                                               Timisoara
            Por lo demás, Georgia. Armenia y tal vez, Azerbaiyán, lo retomaremos en un par de meses, una vez los precios veraniegos de los aviones, hayan retornado a la razón.
 Arad
Vivir un a Euro victoriosa en directo, descubrir la idiosincrasia de Ucrania y la identidad de Transnitria, han sido motivos suficientes para colocar este viaje de 18 días, en lo más alto.

Y Ucrania, para los chicos, presenta otros muchos atractivos, que ya podéis, suponer.
                                                          Budapest

lunes, 23 de julio de 2012

Transnistria: gente hospitalaria y buen vodka

                                                     Todas las fotos de este post son de Tiraspol, en Transnistria
            Transnistria es uno de esos territorios autoproclamados independientes, pero no reconocidos por nadie. Como Abjasia, Nagorno Karabaj, Osetia del Sur o la república Turca del Norte de Chipre. Aunque, cada caso, presenta circunstancias y avatares diferentes.

Existe muy poca información en torno a este desconocido lugar y además o es antigua o errada. Algunas fuentes indican, que se pueden sufrir sobornos, por parte de las autoridades ,que controlan los trámites de acceso o partida. En nuestro caso, todo fue amabilidad y facilidades, con la única pregunta, del motivo de la visita al país: “tránsito, desde Ucrania a Moldavia”, respondimos, para evitarnos problemas.

            Hay quién se emociona demasiado, definiendo a este lugar, como un museo al aire libre del comunismo, pero en realidad es, bastante más fácil encontrar restos del régimen soviético, en cualquier mercadillo de Lviv o Kiev (Ucrania), que en Tiraspol (capital de Transnistria).

En su agradable mercado, abundan la ropa y calzado –cutres y esparcidos por el suelo-, las verduras y frutas, la carne y el pescado –en edificios separados y bien acondicionados- y baratas especialidades locales, bien culinarias -como deliciosas y calóricas masas rellenas de salchichas, queso o vegetales-, bien para saciar la sed -como el omnipresente Kbac o Kvas –según nuestro paladar, una especie de suave cerveza de barril, con toques de sidra, cereales y café-. Nada de gorras con los escudos de hoces y martillos, ni petacas con el símbolo ruso, ni recuerdos de Lenin o Stalin…

            Esperábamos una ciudad con presencia policial, militar y con tanques por todas las calles, tal y como muestran las sensacionalistas narraciones de algún bloguero. De lo primero y de lo segundo, casi nada y tanque, sólo uno, anclado junto a una iglesia, en el parque conmemorativo, que recuerda los sucesos de la independencia de este territorio y a los muertos por causa de la guerra de 1.992. En el tranquilo Beirut de hoy en día, se ven decenas de ellos –a veces, en cada rotonda, rodeados de alambradas-, que francamente, tampoco impresionan a nadie.

            Tiraspol es una ciudad tremendamente tranquila, de población animosa –especialmente por la tarde, cuando salen las familias-, de anchas avenidas y edificios bien conservados y con presencia de marcas internacionales, como Adidas. La gente convive sin aparentes tensiones, a pesar de que la población se divide, casi a tercios, entre rusos, moldavos y ucranianos..

            Quien quiera ver otra cosa, es que tiene mucha imaginación o que aún no tenía edad o ganas, para visitar los países del este, durante y después de la caída del muro de Berlín. Aquello, sí que era un museo soviético y de inquietud permanente, para los escasísimos viajeros, que nos enrolamos, apasionadamente, para vivir unos momentos históricos.

Desgraciadamente, para algunos –que no para nosotros-, a Tiraspol le queda un trecho muy largo, para ser un parque temático del comunismo (o una reserva espiritual soviética). 


Pero, sí destacaríamos de este estupendo país, el maravilloso y hospitalario trato de sus gentes –que te agradecen la visita y te ayudan en lo que sea- y la genuina fábrica de vodka, llamada Kvint, donde por menos de un euro –hasta por tan solo medio-, se pueden comprar botellas de esta bebida, aderezadas con cerezas, guindillas o avellanas, entre otras muchas variedades (destacamos, tras traducirlas del cirílico en casa, Bukyet Moldavii y Myetallurg) . Eso si, todo se debe pagar en rublos de Transnistria (13.70 por euro), porque ellos, acuñan su propia moneda.

Además, de tener su propio gobierno, Parlamento, policía, ejército y servicio postal. Vamos, un país en toda regla, cuyo único exotismo es, que por los vaivenes políticos internacionales, los grandes estados, no lo quieran reconocer dentro de la comunidad mundial. A Israel, le pasa lo mismo, aunque en menor medida y desde luego, si que es más exótico (e indignante)

            En nuestro móvil, la cobertura nos la da una operadora moldava. Después de hacer noche, en el único hotel, que nos indicaron y que vimos -algo decadente-, partimos de aquí, sin más problemas y guardando un grato recuerdo de sus gentes.

            Nos hubiera gustado ver y contar, cosas más emocionantes o haber podido filmar un video, sobre la guerra fría, más de veinte años después. Pero, es lo que hay y por ahora, no dan más (como cantaba Revolver en uno de sus legendarios temas)

Nos extrañó, que no nos pusieran sello de entrada, al acceder a Moldavia y estábamos en lo cierto. A la salida y después de visitar la insulsa Chisinau –de charrísimos hoteles y escaso ambiente-, un funcionario investigó todas las marcas de agua y los sellos de nuestro pasaporte, con lupa de gran aumento. Finalmente y tras momentos de angustia, debió entender -acertadaemnte-, que el problema no era por nuestra culpa y nos selló la salida de su país.   

viernes, 20 de julio de 2012

Sobre vodka y extorsiones

Todas las fotografías de este post, menos la primera, que es de Chernihiv, son de Odessa
             ¿Debe organizar una Euro, un país, que no dispone de agua potable, (caso de Ucrania, según nos indicaron en las oficinas de turismo de Lviv y Kiev)?. ¿Puede, hacerse cargo de tan importante evento una nación, donde algunos policías y como en los viejos tiempos, se dedican a tratar de extorsionar al viajero o futbolero?. Vayamos por partes.

            Lo primero, parecería incomprensible, en un estado, donde además de cara, no es fácil encontrar agua, que no contenga gas. Pero, cuando llevas unos días y observas, comprendes la idiosincrasia del país, en esta materia y que el líquido elemento, tampoco es tan necesario. En Ucrania, la cerveza es, lo que a nosotros, el agua. Hasta las amas de casa, que vuelven de la compra, van con su botellita abierta, por la calle. Las papeleras se hallan llenas de envases, tanto de vidrio, como de plástico, además de latas.

            El vodka –de diversos y ricos sabores-, es lo que a nosotros, la cerveza. Se bebe a todas horas y en todas partes, bien solo, acompañado de un aperitivo o por qué no, hasta de una comida más contundente. Es fácil, que invitado a una reunión o cualquier tipo de evento, aunque sean las ocho de la mañana, ya te lo ofrezcan. Hay quien asegura, sea el momento del día, que sea, que si negocias un asunto y no aceptas tomarlo, no hay trato posible.

Tampoco, importa demasiado, la edad o el sexo. En el tren a Odessa, nuestras compañeras de viaje en el compartimento de literas, dos chavalas –bien jóvenes-, se cepillaron una botella grande entera, alternándola con sorbitos de agua y picoteando pepino, pan negro y un par de salchichas. Una vez terminaron, se fueron a la cama, con toda normalidad y hasta otra

Casi, cabría decir y para ilustrar este asunto, que el alcohol de 98 grados, es para ellos, lo que a nosotros, el cubata del sábado por la noche. Podemos afirmar, sin equivocarnos: ¡beben como cosacos!. Sin embargo, el saber estar y la tolerancia de esta gente es, digno de alabanzas.
            En Ucrania, cada uno bebe, cuando y donde le da la gana. No está mal visto, hacerlo en cualquier parte y hasta tambalearse, por los efectos del alcohol y hacer eses por la calle. Solamente, cuando el orden público es alterado, por este motivo, interviene la policía u otros ciudadanos. Pero, el bebedor ucraniano –sea incluso compulsivo-, suele ser lo suficientemente responsable para digerir su exceso, sin causar daños colaterales. Con el alcohol o sin él, lo que en este país están muy mal vistos, es levantar la voz más de la cuenta o los gritos y aspavientos, en público. ¡Cada cultura es, como es y no hay que darle más vueltas!

            En cuanto al segundo asunto, nos ocurrió en Chernihiv, lugar poco frecuentado por los turistas (y hacen bien). Un policía nos llevó a su cuartucho, primero sin acusarnos de nada, en concreto. Luego, de cuestiones difusas y variadas. Ante nuestra tranquilidad, complicidad y –por qué no decirlo- hacernos bastante los tontos, contemplando una y otra vez todos los sellos de nuestro pasaporte y muy contrariado, nos dejó marchar. Para más deleite, nosotros nos despedimos, dándole la mano, aunque a esas alturas, ya lo único, que esperábamos, es que nos pusiera la cifra en un papel, dado que ni él hablaba ni una sola palabra de inglés, ni nosotros, obviamente, ucraniano. Aunque, si entendimos la mayoría de sus gestos, nos hicimos los locos.

            Aunque, conseguir los baratos billetes a Odessa, fue muy complicado y hasta nos llevó a perder un día, en Chernihiv, el esfuerzo mereció la pena, porque sus bulevares arbolados, sus iglesias, sus calles estilo centroeuropeas y su puerto –con las famosas escaleras, que descienden hasta él-, bien valen un par de días. Decenas de mujeres despistadas, te esperan a la llegada del tren, para ofrecerte alojamiento en su casa. Ha sido en el único sitio en toda Ucrania, en el que nos han ofrecido esta ventajosa opción.

jueves, 19 de julio de 2012

Ganando una Euro (el después, parte III de III)


                                   Todas las fotos de este post, corresponden, a  Kiev
Si algún pensamiento negativo nos invadió, al llegar hace ya mil años, a Kiev, era la posibilidad de perder la Final. Deberíamos pasear toda la noche por la ciudad, lamiéndonos las heridas y el cansancio. Y es, que ya partíamos de antemano, de que no íbamos a encontrar alojamiento, para nuestro presupuesto,. Así, nos lo había asegurado la chica de la oficina de turismo, por la mañana: “con esto del fútbol, lo único que vais a encontrar, por debajo de cien euros, es un camarote en un barco, anclado en el río, a unos 70 €”.

Así, que decidimos, ni siquiera buscarlo. Aunque, tampoco nos tropezamos con muchas posibilidades, en forma de hoteles o hostels, como si ocurre, en Lviv. Y menos, con habitaciones en casas particulares, cuyo fenómeno es específico, de Odessa.

            Nuestro entretenimiento nocturno, lo preveíamos, en participar en las supuestas celebraciones. ¿Entre todos, quemaríamos Kiev?. Pues, la realidad es, que no. Será, porque –como dice, Del Bosque- hemos pasado de pobres a ricos. Será, porque todos acabamos muy cansados –mucho más, que cuando se vive desde casa-. Será, porque los más animosos, se habrán ido en los primeros charters, de retorno a España…

No lo sé. Pero celebración, ninguna. O sí. La de los ucranianos, que sin haber ganado nada, entretienen la noche, a ritmo moderado –y eslavo- de fiesta. Nosotros, ya haciendo alguna S y tras llevar más de diez litros de cerveza, a lo largo del día, emprendemos el camino de la estación de trenes, donde llegamos sobre las cuatro de la mañana. No somos los únicos, con el mismo plan. A las seis, un policía nos levanta del suelo, con muy malas formas. ¡La fiesta ha terminado!.

            Debemos seguir viaje. Tal vez, nos espere, Brasil 2014 o cualquier otro plan futbolero. Pero eso, ahora, queda lejos, Nuestro destino, a estas horas de resaca cervecera –mucho más inocua y barata, porque tendrá menos química, que la de España-, sigue siendo desconocido.

            No sería justo, dedicar tres post a una Euro y solo unas pocas referencias, a la ciudad, que albergó el evento. Junto a Lviv, Kiev es la ciudad, que más nos gusta de Ucrania, pero nunca, la podremos desligar de este acontecimiento deportivo.
 
Lo más destacable son sus maravillosas iglesias, pero lo que más nos ha llegado al corazón, es el ambiente de mercados y mercadillos, donde se vende de todo: cuadros, libros antiguos y modernos, objetos de la época del comunismo y de la antigua URSS… No sé, si el ambiente es tan vibrante todos los días, dado que nuestra visita a la ciudad, coincidió con un domingo.

También hay una buena muestra de edificios civiles, esparcidos por las calles del centro y sus enormes plazas, que invitan al paseo y al relax.. Lástima, haber estado solo un día aquí, porque esta ciudad, se merece, al menos, un par de ellos. ¡Tiempo habrá en el futuro, de reencontrarse con ella! Y de vivirla de otra forma, mucho más serena. Spasiva, Kiev; Spasiva, tabarish (Gracias, Kiev; gracias, compañeros).