Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ganando una Euro en Bangkok, nada más llegar

                                                          Bangkok (Tailandia)
Llegar al sudeste asiático y a las pocas horas, ganar una Eurocopa, no es algo que ocurra todos los días. Así, que no ha podido haber, mejor inicio para este prometedor viaje. A pesar de lo intempestiva de la hora del partido –se inició a la 1,45 de la madrugada- y junto a un muy reducido grupo de valerosos españoles, les hemos dado un baño a los alemanes, no solo en el campo, sino también en la terraza de un bar de Khaosan, donde hemos visto el partido y donde había más de 30 teutones. Empezaron muy animosos, pero poco a poco, nos los fuimos merendando. ¡Y eso que el cabrón del dueño del bar, no nos ha dejado ver la entrega de la copa!.
                                                                                                                         
            Y sin apenas dormir, rumbo al Palacio Real, donde te visten de arriba a abajo, si llevas la ropa demasiado corta, como fue nuestro casa (nos hemos venido a Asia sin pantalones largos). Nos gustó bastante, pero los edificios están muy apelotonados entre sí. Más placentero, sin embargo, fue nuestro recorrido del día siguiente, por el mercado flotante, cuando ya casi se habían ido todos los turistas y disfrutamos de la confidencialidad y amabilidad de las vendedoras de fruta, que ejercen su profesión desde pequeñas barcas.
                                                                Chiang Mai (Tailandia)
            Tailandia es un país bien tranquilo y muy fácil de recorrer, sin apenas sobresaltos. La gente es tan amble, que hasta a veces te indican mal, cuando preguntas por algo, por no decir que no saben. Realmente es acertado su eslogan, de país de la eterna sonrisa. Tienen aquí tantos templos y budas, que al cerrar los ojos por la noche, soy incapaz de ver otra cosa. Ya aprendimos a decir japunjá (gracias)

            De todas formas, salvo por estos últimos –budas y templos- y por los rasgos y la fisonomía de la gente, sobre todo de las chicas, que parecen muñequitas; no tenemos la sensación de haber hecho 20.000 kilómetros desde América: La gente se busca aquí la vida, de forma muy similar y los omnipresentes mercados y el caos circulatorio, resultan ser parecidos. Pensábamos también, que después de casi cinco meses viajando y hablando solo español, el cambio se nos iba a a hacer duro, pero de momento no ha sido así, a pesar de que en Tailandia, no se habla tanto inglés, como muchos pudieran suponer.
                     Ayuthaya (Tailandia)
            No nos atrae en demasía, la comida más tradicional y heavy de aquí, así que de momento, sobrevivimos a base de hamburguesas de los Seven Eleven y de snacks asiáticos, que hemos cogido con cierta pasión. Y todo siempre, con mucho chile picante. Los hoteles económicos, tampoco son nada del otro mundo y lo peor, muchos de sus baños, poseen cagaderos tipo thai, que están a medio camino entre el turco y el occidental.

            Lo que si nos gustan bastante, son los medios de transporte. En ciudad, los tuks tuks resultan divertidos y fresquitos y los traslados interurbanos en songthaew, aunque incómodos, porque vas sentado en una tabla de madera, se hacen agradables, sobre todo si la compañía es grata. Y mientras por las ventanas, se entremezclan kilómetros y kilómetros de selva o de campos de arroz.

            Pensábamos que este viaje, iba a ser más movido que el de América, pero de momento, ninguna cosa especial nos ha ocurrido, salvo las intensas precipitaciones, que nos empapan muchas tardes. Pero nada anormal es aquí, dado que estamos en plena época de lluvias 
                                                                 Mercado flotante, próximo a Bangkok (Tailandia)
            Hoy es el día 12 de viaje y esta mañana hemos visitado en Noi Soi, a las conocidas mujeres jirafa. Nos lo esperábamos tan turístico y superficial, que al final nos ha gustado. Hemos estado casi solos. Hemos cometido la temeridad, de haber cruzado un puente en suspensión medio derruido. Si nos llegamos a caer, no lo contamos.

Ahora toca ir para Pai, Chang Mai y Chang Rai, para luego tirar hacia Laos. Vamos con tan poca planificación, que aún desconocemos si podremos obtener el visado en la frontera, aunque creemos que sí.
                                           Mae Hong Son (Tailandia)

viernes, 27 de julio de 2012

Nuestros próximos destinos


                                                                  Estambul (Turquía)
            El próximo 24 de septiembre nos vamos de viaje, por un periodo aproximado de 25 días a un mes, a Georgia y Armenia (e improbablemente, a Azerbaiyán). Hemos descartado, visitar los estados no reconocidos, de Osetia del Sur, Abjasia y Nagorno Karabaj, por diversos motivos. En el primer caso, por ser imposible acceder desde Georgia. Sólo se puede lograr desde Rusia y debe resultar, bastante peligroso, en materia de seguridad. En el segundo, por quedarnos algo alejado del recorrido. Y en el último, por salir el visado bastante caro (25 dólares para 7 días y 35 para 21).

            El lunes 24 volamos desde Valladolid, a Bruselas, con Ryanair (12 euros) y al día siguiente, desde esta ciudad, a Sofía (17,99 euros), con la compañía polaco-húngara, Wizz Air. Desde ahí, nos trasladaremos a Estambul, por tierra y posteriormente, a Kars, recorriendo el país, de oeste a este, tratando de conocer lugares inéditos, en lo que sería nuestro cuarto viaje, a Turquía.
Gaziantep (Turquía)
            Lo que si tenemos ya bastante definido, es el recorrido por Georgia y Armenia, que se detalla, a continuación:

De Kars a Posof: 155 kilómetros.

Posof vale: 22,7 kilómetros.

Vale-Akhaltsikhe: 11,7 kilómetros.

Akhaltsikhe-Aspindza, para ir a Vardzia: 33,7 kilómetros (ida y vuelta)

Akhaltsikhe-Gyumri: 164 kilómetros.

Gyumri-Erevan: 122 kilómetros.

Erevan-Echmiadzin: 16, 6 kilómetros (ida y vuelta). Hasankeif (Turquía)

Erevan-Ashtarak: 22,3 kilómetros (ida y vuelta).

Erevan-Sevan: 65,8 kilómetros

Sevan-Dilijan: 31,7 kilómetros

Dilijan-Alaverdi: 85,8 kilómetros.

Alaverdi-Sighnaghi: 226 kilómetros.

Sighnaghi-Tbilisi: 117 kilómetros.

Tbilisi-Mtskheta: 65,5 kilómetros.

MtskhetaGori: 101 kilómetros.

Gori-Uplistshike: 13,7 kilómetros (ida y vuelta).

Gori-Borjomi: 73,6 kilómetros.

Borjomi-Kutaisi: 132 kilómetros.
Sumela (Turquía)           
Kutaísi-Trabzon: 347 kilómetros.
           
Total en kilómetros: 1.893.40.

            Desde Trabzon, volaríamos a Estambul, por unos 45 euros. La vuelta desde este punto, todavía no está gestionada.

jueves, 26 de julio de 2012

Adiós a la moda

                            Cristianas a la puerta de la iglesia, en Addis Abeba (Etiopía)
Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días dibujando maniquíes con toda clase de vestidos y complementos. Y cuando me aburría, me dedicada a vestir a mis muñecas e incluso a los Madelman de mis hermanos. No me quería encasillar sólo en ropa femenina.
Tienda de ropa interior para musulmanas, en Damasco (Siria)
            Los años fueron pasando. Estudié con fervor. Día a día, iba consiguiendo crear mi propio estilo. Mi familia estaba orgullosa de mí. Hice algunas aproximaciones a desfiles, pero Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días es muy difícil entrar en un mundo, que es muy cerrado para todo el que llega de fuera y sin ninguna recomendación.

            Decidí entonces, dedicarme a diseñar ropa que hasta ahora, nadie hubiera hecho: moda religiosa para mujeres.

            Antes de lanzarme de lleno, pensé en visitar diversos países para comprobar in situ, como estaba este tema en la actualidad.
                                               Muro de las Lamentaciones, en Jerusalén (Palestina ocupada)
            Empecé con la religión cristiana, por ser la más próxima. Todas las féminas siguen un mismo patrón: faldas largas hasta los tobillos, blusones o camisas que tapen los hombros y, por supuesto, pañuelo en la cabeza. Da igual, que la iglesia sea católica, ortodoxa, protestante…Todos los religiosos se encargan, de que la mujer vista decorosamente y si hace falta, disponen de policías o militares controlando el acceso a los lugares santos.
                                                   Buda gigante, en Mandalay (Myanmar)
            Continué con la religión musulmana. Aquí, todavía está más claro. Ellas no sólo visten pudorosamente dentro de las mezquitas, sino en todos los ámbitos de la vida en los que tengan relación con la gente, que sea extraña a su familia más próxima. Largos velos, túnicas, pañuelos, guantes y calcetines, cubren cada centímetro de su piel.

            A continuación, dirigí mis pasos hacia el judaísmo. Otra vez, más de lo mismo. La mujer prudente y respetuosa con las tradiciones, debe cubrir sus cabellos, llevar falda hasta los tobillos y por supuesto, rezar separada de los hombres.

            Parece ser, que los budistas y los hindús son algo más tolerantes con la vestimenta de las mujeres, aunque no con la estima que les merece el sexo débil.

            Viendo como está el panorama, creo que mis sueños de llegar a ser la “Coco Chanel” española, sólo se han quedado en una pesadilla. Volveré a casa y me dedicaré como tantos compatriotas, a buscar mi primer empleo, si la crisis y los políticos me lo permiten.
                                                         Mujeres lavándose en el río Ganges, en Varanasi (India)

martes, 24 de julio de 2012

Inesperado cambio de rumbo: volvemos a casa


                                                                                             Bucarest
            Nuestros huesos, irremisiblemente, acabaron en la incandescente, cara y decrépita Bucarest (sobre todo en el barrio de la estación principal, que es la del norte). Pasamos casi más tiempo en el único cíber, que vimos, que por las calles, ya visitadas en dos ocasiones anteriores. Nuestra intención, de tirar hacia Constanza y bajar por la costa del Mar Negro, quedó frustrada por los precios del transporte.
                               Timisoara
            Lo de ir a Estambul –en caro bus- o a Trabzon –en caro avión-, para conectar con Georgia y Armenia, se fulminó en un instante, al ver lo que nos costaría volver a España, desde esos destinos, en pleno mes de agosto. Para colmo, nos soliviantó, que haya subido un 50% el visado de Turquía (de 10 a 15 euros).

            Brusco cambio de planes: volvemos a casa. Pero encontrar la manera de hacerlo, sin arruinarnos, nos lleva largo rato cibernético, hasta que conseguimos un asequible –que no chollo- Budapest-Madrid, por unos 50 euros, para dentro de tres días. Esto nos permite, visitar de camino, las agradables ciudades de Timisoara y Arad. Y volver por quinta vez, a la capital de Hungría.
                                                                          Timisoara
            Dos asuntos enrarecen nuestra mente, en los últimos momentos del viaje. No logramos entender, como en Rumanía hay buses, que te conectan con España (69 euros y 48 horas, a Barcelona y desde Bucarest), Italia, Inglaterra, Grecia u Holanda y no existe uno solo, entre Timisoara o Arad y Budapest. La única opción es el ferrocarril y de ello, se aprovechan.
                                                                                     Timisoara
Tampoco hay trenes regionales, que permitan hacer el viaje a tramos y cruzar la frontera, andando. La única opción es, un convoy internacional. Para poco más de 250 kilómetros, tenemos que pagar más, que cuando hicimos cerca de 500, el otro día, entre Bucarest y Timisoara.

El otro asunto no nos afecta directamente, a nosotros, pero nos indigna. Al bajar del tren en la estación de Budapest, observamos unas tremendas colas de guiris en las dos oficinas de cambio. Nos asustamos, al ver que la tasa que ofrecen por cada euro, es de 222 forintos. Pero, ¿si hemos visto en internet, una conversión de 289?. Saliendo a la calle y trescientos metros más allá, encontramos otro garito de cambio, donde canjeamos 10 euros, a 287 forintos cada uno. Si se hacen cuentas, al que haya canjeado 100 euros en la terminal ferroviaria, le han tangado más de veintidós y medio.
                                                                               Timisoara
            Por lo demás, Georgia. Armenia y tal vez, Azerbaiyán, lo retomaremos en un par de meses, una vez los precios veraniegos de los aviones, hayan retornado a la razón.
 Arad
Vivir un a Euro victoriosa en directo, descubrir la idiosincrasia de Ucrania y la identidad de Transnitria, han sido motivos suficientes para colocar este viaje de 18 días, en lo más alto.

Y Ucrania, para los chicos, presenta otros muchos atractivos, que ya podéis, suponer.
                                                          Budapest

lunes, 23 de julio de 2012

Transnistria: gente hospitalaria y buen vodka

                                                     Todas las fotos de este post son de Tiraspol, en Transnistria
            Transnistria es uno de esos territorios autoproclamados independientes, pero no reconocidos por nadie. Como Abjasia, Nagorno Karabaj, Osetia del Sur o la república Turca del Norte de Chipre. Aunque, cada caso, presenta circunstancias y avatares diferentes.

Existe muy poca información en torno a este desconocido lugar y además o es antigua o errada. Algunas fuentes indican, que se pueden sufrir sobornos, por parte de las autoridades ,que controlan los trámites de acceso o partida. En nuestro caso, todo fue amabilidad y facilidades, con la única pregunta, del motivo de la visita al país: “tránsito, desde Ucrania a Moldavia”, respondimos, para evitarnos problemas.

            Hay quién se emociona demasiado, definiendo a este lugar, como un museo al aire libre del comunismo, pero en realidad es, bastante más fácil encontrar restos del régimen soviético, en cualquier mercadillo de Lviv o Kiev (Ucrania), que en Tiraspol (capital de Transnistria).

En su agradable mercado, abundan la ropa y calzado –cutres y esparcidos por el suelo-, las verduras y frutas, la carne y el pescado –en edificios separados y bien acondicionados- y baratas especialidades locales, bien culinarias -como deliciosas y calóricas masas rellenas de salchichas, queso o vegetales-, bien para saciar la sed -como el omnipresente Kbac o Kvas –según nuestro paladar, una especie de suave cerveza de barril, con toques de sidra, cereales y café-. Nada de gorras con los escudos de hoces y martillos, ni petacas con el símbolo ruso, ni recuerdos de Lenin o Stalin…

            Esperábamos una ciudad con presencia policial, militar y con tanques por todas las calles, tal y como muestran las sensacionalistas narraciones de algún bloguero. De lo primero y de lo segundo, casi nada y tanque, sólo uno, anclado junto a una iglesia, en el parque conmemorativo, que recuerda los sucesos de la independencia de este territorio y a los muertos por causa de la guerra de 1.992. En el tranquilo Beirut de hoy en día, se ven decenas de ellos –a veces, en cada rotonda, rodeados de alambradas-, que francamente, tampoco impresionan a nadie.

            Tiraspol es una ciudad tremendamente tranquila, de población animosa –especialmente por la tarde, cuando salen las familias-, de anchas avenidas y edificios bien conservados y con presencia de marcas internacionales, como Adidas. La gente convive sin aparentes tensiones, a pesar de que la población se divide, casi a tercios, entre rusos, moldavos y ucranianos..

            Quien quiera ver otra cosa, es que tiene mucha imaginación o que aún no tenía edad o ganas, para visitar los países del este, durante y después de la caída del muro de Berlín. Aquello, sí que era un museo soviético y de inquietud permanente, para los escasísimos viajeros, que nos enrolamos, apasionadamente, para vivir unos momentos históricos.

Desgraciadamente, para algunos –que no para nosotros-, a Tiraspol le queda un trecho muy largo, para ser un parque temático del comunismo (o una reserva espiritual soviética). 


Pero, sí destacaríamos de este estupendo país, el maravilloso y hospitalario trato de sus gentes –que te agradecen la visita y te ayudan en lo que sea- y la genuina fábrica de vodka, llamada Kvint, donde por menos de un euro –hasta por tan solo medio-, se pueden comprar botellas de esta bebida, aderezadas con cerezas, guindillas o avellanas, entre otras muchas variedades (destacamos, tras traducirlas del cirílico en casa, Bukyet Moldavii y Myetallurg) . Eso si, todo se debe pagar en rublos de Transnistria (13.70 por euro), porque ellos, acuñan su propia moneda.

Además, de tener su propio gobierno, Parlamento, policía, ejército y servicio postal. Vamos, un país en toda regla, cuyo único exotismo es, que por los vaivenes políticos internacionales, los grandes estados, no lo quieran reconocer dentro de la comunidad mundial. A Israel, le pasa lo mismo, aunque en menor medida y desde luego, si que es más exótico (e indignante)

            En nuestro móvil, la cobertura nos la da una operadora moldava. Después de hacer noche, en el único hotel, que nos indicaron y que vimos -algo decadente-, partimos de aquí, sin más problemas y guardando un grato recuerdo de sus gentes.

            Nos hubiera gustado ver y contar, cosas más emocionantes o haber podido filmar un video, sobre la guerra fría, más de veinte años después. Pero, es lo que hay y por ahora, no dan más (como cantaba Revolver en uno de sus legendarios temas)

Nos extrañó, que no nos pusieran sello de entrada, al acceder a Moldavia y estábamos en lo cierto. A la salida y después de visitar la insulsa Chisinau –de charrísimos hoteles y escaso ambiente-, un funcionario investigó todas las marcas de agua y los sellos de nuestro pasaporte, con lupa de gran aumento. Finalmente y tras momentos de angustia, debió entender -acertadaemnte-, que el problema no era por nuestra culpa y nos selló la salida de su país.   

viernes, 20 de julio de 2012

Sobre vodka y extorsiones

Todas las fotografías de este post, menos la primera, que es de Chernihiv, son de Odessa
             ¿Debe organizar una Euro, un país, que no dispone de agua potable, (caso de Ucrania, según nos indicaron en las oficinas de turismo de Lviv y Kiev)?. ¿Puede, hacerse cargo de tan importante evento una nación, donde algunos policías y como en los viejos tiempos, se dedican a tratar de extorsionar al viajero o futbolero?. Vayamos por partes.

            Lo primero, parecería incomprensible, en un estado, donde además de cara, no es fácil encontrar agua, que no contenga gas. Pero, cuando llevas unos días y observas, comprendes la idiosincrasia del país, en esta materia y que el líquido elemento, tampoco es tan necesario. En Ucrania, la cerveza es, lo que a nosotros, el agua. Hasta las amas de casa, que vuelven de la compra, van con su botellita abierta, por la calle. Las papeleras se hallan llenas de envases, tanto de vidrio, como de plástico, además de latas.

            El vodka –de diversos y ricos sabores-, es lo que a nosotros, la cerveza. Se bebe a todas horas y en todas partes, bien solo, acompañado de un aperitivo o por qué no, hasta de una comida más contundente. Es fácil, que invitado a una reunión o cualquier tipo de evento, aunque sean las ocho de la mañana, ya te lo ofrezcan. Hay quien asegura, sea el momento del día, que sea, que si negocias un asunto y no aceptas tomarlo, no hay trato posible.

Tampoco, importa demasiado, la edad o el sexo. En el tren a Odessa, nuestras compañeras de viaje en el compartimento de literas, dos chavalas –bien jóvenes-, se cepillaron una botella grande entera, alternándola con sorbitos de agua y picoteando pepino, pan negro y un par de salchichas. Una vez terminaron, se fueron a la cama, con toda normalidad y hasta otra

Casi, cabría decir y para ilustrar este asunto, que el alcohol de 98 grados, es para ellos, lo que a nosotros, el cubata del sábado por la noche. Podemos afirmar, sin equivocarnos: ¡beben como cosacos!. Sin embargo, el saber estar y la tolerancia de esta gente es, digno de alabanzas.
            En Ucrania, cada uno bebe, cuando y donde le da la gana. No está mal visto, hacerlo en cualquier parte y hasta tambalearse, por los efectos del alcohol y hacer eses por la calle. Solamente, cuando el orden público es alterado, por este motivo, interviene la policía u otros ciudadanos. Pero, el bebedor ucraniano –sea incluso compulsivo-, suele ser lo suficientemente responsable para digerir su exceso, sin causar daños colaterales. Con el alcohol o sin él, lo que en este país están muy mal vistos, es levantar la voz más de la cuenta o los gritos y aspavientos, en público. ¡Cada cultura es, como es y no hay que darle más vueltas!

            En cuanto al segundo asunto, nos ocurrió en Chernihiv, lugar poco frecuentado por los turistas (y hacen bien). Un policía nos llevó a su cuartucho, primero sin acusarnos de nada, en concreto. Luego, de cuestiones difusas y variadas. Ante nuestra tranquilidad, complicidad y –por qué no decirlo- hacernos bastante los tontos, contemplando una y otra vez todos los sellos de nuestro pasaporte y muy contrariado, nos dejó marchar. Para más deleite, nosotros nos despedimos, dándole la mano, aunque a esas alturas, ya lo único, que esperábamos, es que nos pusiera la cifra en un papel, dado que ni él hablaba ni una sola palabra de inglés, ni nosotros, obviamente, ucraniano. Aunque, si entendimos la mayoría de sus gestos, nos hicimos los locos.

            Aunque, conseguir los baratos billetes a Odessa, fue muy complicado y hasta nos llevó a perder un día, en Chernihiv, el esfuerzo mereció la pena, porque sus bulevares arbolados, sus iglesias, sus calles estilo centroeuropeas y su puerto –con las famosas escaleras, que descienden hasta él-, bien valen un par de días. Decenas de mujeres despistadas, te esperan a la llegada del tren, para ofrecerte alojamiento en su casa. Ha sido en el único sitio en toda Ucrania, en el que nos han ofrecido esta ventajosa opción.

jueves, 19 de julio de 2012

Ganando una Euro (el después, parte III de III)


                                   Todas las fotos de este post, corresponden, a  Kiev
Si algún pensamiento negativo nos invadió, al llegar hace ya mil años, a Kiev, era la posibilidad de perder la Final. Deberíamos pasear toda la noche por la ciudad, lamiéndonos las heridas y el cansancio. Y es, que ya partíamos de antemano, de que no íbamos a encontrar alojamiento, para nuestro presupuesto,. Así, nos lo había asegurado la chica de la oficina de turismo, por la mañana: “con esto del fútbol, lo único que vais a encontrar, por debajo de cien euros, es un camarote en un barco, anclado en el río, a unos 70 €”.

Así, que decidimos, ni siquiera buscarlo. Aunque, tampoco nos tropezamos con muchas posibilidades, en forma de hoteles o hostels, como si ocurre, en Lviv. Y menos, con habitaciones en casas particulares, cuyo fenómeno es específico, de Odessa.

            Nuestro entretenimiento nocturno, lo preveíamos, en participar en las supuestas celebraciones. ¿Entre todos, quemaríamos Kiev?. Pues, la realidad es, que no. Será, porque –como dice, Del Bosque- hemos pasado de pobres a ricos. Será, porque todos acabamos muy cansados –mucho más, que cuando se vive desde casa-. Será, porque los más animosos, se habrán ido en los primeros charters, de retorno a España…

No lo sé. Pero celebración, ninguna. O sí. La de los ucranianos, que sin haber ganado nada, entretienen la noche, a ritmo moderado –y eslavo- de fiesta. Nosotros, ya haciendo alguna S y tras llevar más de diez litros de cerveza, a lo largo del día, emprendemos el camino de la estación de trenes, donde llegamos sobre las cuatro de la mañana. No somos los únicos, con el mismo plan. A las seis, un policía nos levanta del suelo, con muy malas formas. ¡La fiesta ha terminado!.

            Debemos seguir viaje. Tal vez, nos espere, Brasil 2014 o cualquier otro plan futbolero. Pero eso, ahora, queda lejos, Nuestro destino, a estas horas de resaca cervecera –mucho más inocua y barata, porque tendrá menos química, que la de España-, sigue siendo desconocido.

            No sería justo, dedicar tres post a una Euro y solo unas pocas referencias, a la ciudad, que albergó el evento. Junto a Lviv, Kiev es la ciudad, que más nos gusta de Ucrania, pero nunca, la podremos desligar de este acontecimiento deportivo.
 
Lo más destacable son sus maravillosas iglesias, pero lo que más nos ha llegado al corazón, es el ambiente de mercados y mercadillos, donde se vende de todo: cuadros, libros antiguos y modernos, objetos de la época del comunismo y de la antigua URSS… No sé, si el ambiente es tan vibrante todos los días, dado que nuestra visita a la ciudad, coincidió con un domingo.

También hay una buena muestra de edificios civiles, esparcidos por las calles del centro y sus enormes plazas, que invitan al paseo y al relax.. Lástima, haber estado solo un día aquí, porque esta ciudad, se merece, al menos, un par de ellos. ¡Tiempo habrá en el futuro, de reencontrarse con ella! Y de vivirla de otra forma, mucho más serena. Spasiva, Kiev; Spasiva, tabarish (Gracias, Kiev; gracias, compañeros).

martes, 17 de julio de 2012

Ganando una Euro (el durante, parte II de III)


                                                             Fan zone, de Kiev
            Paseos y más paseos, mientras las horas avanzan y con los nervios a flor de piel. Nos extraña, que en toda la ciudad, no hay un solo puesto de venta, de parafernalia deportiva de los finalistas o de los anfitriones. Parece, que todos hemos venido con la equipación, desde casa.
                Fan zone, de Kiev
            En la calle principal, un supermercado –llamado Billa y casualmente, de capital italiano- hace las veces de centro de abastecimiento de hinchas y lugareños, donde aplacamos la sed. Las cámaras se vacían y se vuelven a llenar –con botellas de litro, de dos y de dos litros y medio de cerveza- y de nuevo, se vacían, cumpliendo de esta manera, varios ciclos continuos. No hay problema alguno –ni hoy ni otro día cualquiera,- por beber en la calle.

En el centro de Kiev, la oferta de restaurantes y bares o terrazas, resulta mucho menor de lo esperado. Y tampoco, detectamos más tiendas de alimentación o bebidas. Tan solo, algunas barras de precios moderados, en la avenida, que comunica la “fan xone”, con el estadio
                                               Fan zone, de Kiev
            Para la alegría de nuestros pies, este se halla bastante céntrico, continuando el bulevar Khreschatyk, a unos veinte minutos de la zona de los hinchas. Es coqueto y está construido en profundidad, por lo que la edificación no resulta agresiva y se integra, perfectamente, en el agradable entorno. Está rodeado de policía –han formado un cordón- y no permiten el acceso a su perímetro, sin mostrar la preciada entrada. La única forma de conseguir una, a estas horas, es la reventa, que sin esconderse, las ofrece a elevadísimos precios

Los hinchas españoles, somos los más numerosos. Los que saben de que va esto, hacen de punta de lanza y dirigen los cánticos: “somos campeones del mundo –sin mencionar, como si diera mala suerte, que todavía lo somos de Europa, aunque fuere tan solo, por un par de horas más-“, “a por ellos, oé”, “hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual” o “jugar al catenaccio es muy fácil, uuu, hacerlo al tiqui-taca nos parece mejor” (a ritmo de “buscando en el baúl de los recuerdos”, de Karina)  También, hay alusiones a la realidad patria, con “somos los rescatados”.
                                             Fan zone, de Kiev
Sorprendentemente, la segunda hinchada más numerosa y divertida, es la polaca que anima, fervorosamente, a sus ausentes e intercambia cánticos con la española. La tercera es la de Ucrania y luego, un escaso peregrinar, de camisetas de otros participantes del torneo, ya eliminados. Ni con los servicios de un detective, se llega a saber, donde están los italianos. ¿Se temerán lo peor?
 Ambiente en la calle, que va al estadio, minutos antes del inicio del partido, en Kiev
            Han pasado tantas horas, desde que llegamos, a Kiev, que ya hemos atravesado por todos los estados psicológicos posibles: desde la euforia, al desánimo más absoluto y todas sus fases intermedias. Es tal el desgaste, que lo único que queremos ya, es que esto empiece y acabe y así buscar, la tranquilidad espiritual. ¡Estamos casi vacíos!.

            Nos aprovisionamos de cerveza suficiente –muchos litros, para que negarlo- y nos colocamos en la plaza principal –fuera de las vallas de la “fan zone”-, junto a otra mucha gente, ante una pantalla gigante de alta definición. La más grande, que hayamos visto jamás.
            Aficcionados españoles, vestidos de toreros, en Kiev
            La mayoría de los ucranianos y ucranianas presentes, van con Italia –desconocemos el motivo, aunque supongo, que nuestros triunfos ya cansan un poco, al resto del mundo-, pero no tendrán mucho chance de demostrarlo, porque en el minuto trece, Silva ya marca el primero y antes del descanso cae el segundo, que hace que los transalpinos, casi entreguen la cuchara.

            A pesar de todo, los nervios siguen durante la larga segunda parte y no retroceden, hasta que en los últimos cinco minutos, llegan el tercero y el cuarto. Mientras, la economía patria se hunde y el paro hace suyo todo lo que toca, España hace historia, al ganar, consecutivamente, Euro, Mundial y Euro. ¡Enhorabuena, Campeones!.
                                                  El estadio de Kiev, tras la finalización del partido

Ganando una Euro (el antes, parte I de III)


                                         Escenario principal de la "Fan zone", en Kiev
           Arribamos a Kiev, el día en el que a todo el mundo –especialmente, a españoles e italianos-, le hubiera gustado llegar. La primera sorpresa, es que la estación de autobuses, no es otra cosa, que el parking de un gran supermercado. La segunda, que la terminal de trenes –donde jovencitas voluntarias vestidas de verde, ofrecen información y planos de la ciudad-, se halla muy cerca y ambas, no demasiado distantes del centro. Es la primera vez, que esto nos ocurre, en las dispersas ciudades de Ucrania.
                    Fan zone, en Kiev
            Tras algo más de media hora de camino, llegamos a la “fan zone”. A diferencia de Lviv , no nos ponen demasiadas trabas para entrar con todos los bultos y algo de comida y bebida. Debe ser, que como son sólo las nueve de la mañana, no alteramos demasiado el negocio, al no haber abierto todavía, las casetas de Carlsberg, Coca Cola y demás marcas promotoras del evento.

            Lo de siempre: vallas cercando parte de la calle principal y de la plaza, donde aparecen los patrocinadores y el interior, con la carpa VIP, numerosas pantallas gigantes y un escenario por donde pasa todo lo que sea vendible, a través de los bailes de unas perfectas y desenvueltas señoritas, vestidas de rojo. Ahora, concreto, toca el “Ukraine Trophy”.

            No somos expertos en espectáculos deportivos, pero nos sentimos algo decepcionados, por múltiples razones. No sé por cual empezar. Cuando oyes en la tele, que hay diez mil de un bando y quince mil del otro, te imaginas algo grande. Aquí y a pesar de que faltan casi sólo doce horas para el gran momento, sí dividimos las cifras por diez, aun seguiríamos exagerando.
                                            Fan zone, en Kiev
Tratamos de convencernos, de que no todo es pura propaganda o patrañas, pensando, que Kiev no es un destino accesible para todo el mundo, debido a la ausencia de vuelos de bajo coste. Lo cierto y verdad es, que aunque acaparen muchas menos cámaras, son muchos más los grupos organizados, que visitan las magníficas iglesias y los coquetos mercadillos de Kiev –mayoritariamente, hablan en inglés-, que los que defienden o postulan las banderas de los finalistas. Nosotros, afortunadamente, pertenecemos a los dos bandos: al cultural y a la hinchada deportiva.

 Luego, nos extraña la falta de espontaneidad, en el desarrollo de los acontecimientos. Los aficionados se dividen en grupos muy concretos. Por un lado, los que deben tener sus propios códigos, y que siguen estos torneos, regularmente y no aceptan a extraños, por muy compatriotas que uno sea  Nada que ver, con la emoción de vivir la otra Euro en Bangkok, con españoles, que por allí pululaban, por otras razones.
                        Acceso al estadio, donde se jugó la final de la Euro 2.012, en Kiev
 Además, están los frikis: normalmente, son gentes de edad, con una buena pensión o apoyados por patrocinadores. Suelen ser, los que siempre enfocan durante la celebración de los goles, tanto de los propios, como de los del contrario. Los hay, desde muy rancios, pero esmerados toreros, a los que portan la maleta, de “Pepe, vente p’Alemania”. Ambos, son la atracción de los japoneses, que no dejan descansar sus cámaras fotográficas digitales, de última generación.
Hinchas españoles, junto al estadio 
Los menos implicados y más observadores, somos –escasos- gente anónima, que hemos llegado hasta aquí, por diferentes y/o similares causas (unos con entrada y otros sin ella). Se trata de parejas de novios, matrimonios o de amigos, que hemos viajado de forma independiente. Debe ser, por ello, que nadie contaba con nosotros.

Pero, ¿dónde están los italianos?. Ni rastro. ¿No deberían estar crecidos, después de doblegar a Alemania, en la semifinal?. Dos gritos callejeros –al ritmo de Guantanamera-, ya cerca de la hora del partido, constatan este hecho: “sois cuatro gatos, Italia, sois cuatro gatos” y “he visto un italiano” (que huye, mientras se lo espetan a la cara). Desapasionadamente, nos inclinamos a pensar, que ellos tuvieron un día menos, para llegar a Kiev y que además, la semi la jugaron en Polonia. 
Hincha ucraniana, de bonito pelo, contemplando el ambiente previo al partido, en presencia de polacos y españoles