Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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lunes, 26 de diciembre de 2016

Planes para el inminente 2.017

                                       Minas de Ríotinto, en Huelva. Debajo, Jammu y Cashmir (India)
         Apura sus días el 2.016, que en materia viajera y para nosotros, ha sido un ejercicio, casi para olvidar, a pesar de dos interesantes periplos por España. Por diversas razones, que ahora no vienen al caso, no cuajaron los proyectos de Japón y Canadá, previstos para el primer semestre. Acabamos, comprando billetes a Grecia, para visitar más extensamente este país -ya estuvimos en 1.994- y volver a Albania y Montenegro. Pero, el 5 de noviembre, un atropello leve mermó nuestras condiciones físicas y tuvimos, que suspender el viaje.
                                                                                                       Samarkanda (Uzbekistán)
           Esperamos mejores noticias para el año, que comienza dentro de cinco días. De momento y para arrancar, a finales de enero o principios de febrero y gracias a las magníficas ofertas de ALSA, nos marcharemos a visitar una provincia, casi desconocida para nosotros: Huelva. Según hemos visto, sus atractivos son muchos: Moguer, La Rábida, Niebla, el parque nacional de Doñana, las minas de Riotinto, Aracena, Almonaster la Real, Cortegana o Aroche son destinos lo suficientemente interesantes, como para pasar una semana por esas templadas tierras de Andalucía occidental.
Tokio (Japón)
          Esta será nuestra única escapada nacional prevista, porque a partir del segundo trimestre, trataremos de centrarnos en el séptimo viaje largo, que se nos resiste desde hace casi dos años y medio. Nunca había pasado tanto tiempo entre uno de ellos y su anterior o posterior (lo máximo, dos años y dos meses, entre el segundo y el tercero).

          Para una duración estimada de entre seis y nueve meses, barajamos un itinerario, que abarque dos continentes: Oceanía y nuestra querida, Asia. El recorrido previsto será parecido a este: Nueva Zelanda, Australia -este del país-, Brunei, Japón e India. Se trata del tercer periplo largo por este país, ahora centrado sólo en Himachal Pradesh, Jammu, Kashmir y los pequeños estados del noreste (los que podamos, dado que algunos requieren permisos especiales, difíciles de obtener). Nos plantearíamos la opción de volver, a Hampi -estuvimos sólo un día, en 2.011-, pero creo, que nos terminará dando pereza bajar tan al sur.
                                                                                                      Saná(Yemen)
          Después, se abrirían dos posibilidades, ambas muy complicadas. La primera, pasaría por visitar Uzbekistán y Kirguistán. Será improbable, dado que los vuelos, desde India, resultan realmente caros.

          La segunda, consistiría en dejarnos caer por Yemen y pasar después por barco, hasta Yibuti y Somalilandia. Obviamente, en Yemen no están pasando por sus mejores momentos y deberíamos tener noticias muy claras y muy concretas, en su momento, de la situación de seguridad del país. Según me contó una viajera, que allí estuvo hace dos años, era mucho mejor que lo que la gente cree y la que los medios de comunicación dicen, pero no he vuelto a saber nada más, desde entonces.


          De no salir adelante el séptimo viaje largo, Canadá y Japón vuelven a ser los principales destinos para un periplo de dos semanas para cada país.  

viernes, 3 de octubre de 2014

Mantener, como una joya reluciente, tu miserable equipaje de dessperdicios

                                                     Camino de Bagkok (Tailandia), en Zurich (Suiza)
          A punto de poner ya casi los pies en España, antes de afrontar los últimos días de nuestro sexto viaje largo, te das cuenta perfectamente, de que todos los periplos de este tipo, siguen los mismos patrones. Da igual, duren cien días o doscientos cincuenta, siempre, que al menos, superen los treinta.
Bangkok (Tailandia)
           Las primeras dos o tres semanas se pasan de manera muy lenta. Cada día parece dar de si, hasta el infinito y el tiempo, que llevas, se insinúa como mucho mayor, al real. En este periodo, aún sigues pendiente, de todos los asuntos y personas, que has dejado en España (sobre todo, cuando te aburres en el transporte público).

          Pero, a partir del mes, todo se transforma. Empiezas a perder cierta consciencia, por el propio espíritu de supervivencia. Te olvidas de todo lo que te atormentaba o te hacía disfrutar en tu país. En realidad, pones en marcha el mecanismo defensivo, basado en el desconocimiento. Si hay noticias de España, a esas alturas, probablemente, no sean buenas, así, que mejor huir hacia adelante e ignorar todo, lo que no sea el día a día. Ya no sabes -ni siquiera te importa- si es miércoles o domingo, o la jornada 43, 57 ó 78 de andadura.
                                                                                                       Sangkhlaburi (Tailandia)
        Vives para el momento. Lo que hoy resulta absolutamente prioritario, mañana, una vez resuelto, cae en el pozo del olvido. ¡Qué se te rompe la cámara! -como nos ha ocurrido-,, alarma total. Una jornada después, es absolutamente intrascendente, después de haber hecho cualquier apaño, para poder seguir haciendo fotos.

          No es nuestro caso, aunque hay personas, que a partir de esta fase, relajan sus costumbres higiénicas. Aunque lo que si es una obsesión general, es tratar de aguantar con lo que se tiene, hasta el final del viaje y luego, tirarlo todo. Así, puedes portar un calzado con tantos remiendos y arreglos, que no verás ni por asomo, a ninguno de los mendigos del país del tercer mundo, que estás visitando. Coses y recoses la mochila, sus asas, las cremalleras, la ropa interior... Todo, para mantener como una joya reluciente, tu miserable equipaje de desperdicios.

           Petchaburi (Tailandia), arriba y Phimai (Tailandia), debajo
          Otra cuestión a tratar, es la de los dolores en este tipo de aventuras. De repente, sientes alguna molestia física, sea en un pie, en el estómago o en un oído. Se encienden todas las luces rojas, que encaminan a lo más siniestro y fatal. Dos días más tarde, ni siquiera recuerdas, tan inquietante malestar.

          Los viajes largos son como el fast food, en todos los sentidos: pides con prisa y sin pensar demasiado, comes rápido y al poco, lo olvidas. ¡Que sabía es la mente humana!
Bundi (India)
          Y llegamos al desenlace, que generalmente ocurre, cuando en el ciber de turno, clickas sobre el vuelo de vuelta. Entonces, vuelven las preocupaciones e inquietudes de tu vida normal y el temor al regreso, que a su vez, ya es ansia.

          Cuentas a cada instante los días, que faltan para el retorno e incluso, puedes llegar a darte cuenta de la mierda de vida, que has llevado durante meses (temperaturas de 50º, ciudades inhóspitas, mala alimentación, transportes lamentables e insufribles...).

                                                          Margao (India), arriba y Bombay (India), debajo
          Otra característica, imposible de evitar y que aparece durante los últimos días, es la alta e incontrolable iiritabilidad.

          Pero, sobre todo, lo que más anhelas en ese periodo, es el momento de deshacerte de todos tus bienes “materiales”, tan largamente custodiados. He visto casos -excepcionales-, de alguien que después de llevar durante semanas la misma ropa, guardaba una muda limpia y una camiseta para el vuelo de vuelta.


                          Bhubaneswar (India), arriba y Rishikesh (India), debajo
          Lo que siempre sobrevive a la destrucción masiva, es la vetusta guía Lonely Planet, de hace diez años, que has usado en varios viajes y que desencuadernada, yace mugrienta, con olor a especias y a otras cosas menos mencionables, en el fondo del atijo de vuelta (que ya no, mochila).¡Y es que da una penita tirarla!