Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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jueves, 1 de noviembre de 2012

Delicias turcas

                                                             Ani, a 42 kilómetros de Kars (Turquía)
            Nos dicen desde pequeños, que cuesta mucho tener una credibilidad y ganarse un prestigio. ¡Cuanta verdad es también, lo poco que cuesta perderlo!.
                                                                                              Sivas (Turquía)
            Aún Turquía, sigue siendo uno de nuestros países favoritos, pero en este cuarto viaje al país, hay muchas cosas, que han cambiado y que nos han puesto de muy mal humor:

            -Han subido el visado un 50%, de 10 a 15 €. No hay, que rellenar ningún formulario para acceder al país, ni mayores trámites. Van simple y descaradamente, a por el dinero

            -El precio del metro, que va desde el aeropuerto de Estambul o desde la estación de autobuses (otogar), ha pasado de 1.40 liras, en 2008, a 3. ¡Más del doble!, en tan solo cuatro años!.
       Kayseri (Turquía)
            -Comprar una lata de cerveza de medio litro en una tienda, cuesta alrededor de dos euros, debido al abuso estatal vía impuestos, que grava a las bebidas alcohólicas, que han triplicado, como mínimo, su precio en el último cuatrienio. Cualquier botella de un güisqui medio, se va a los 25 ó 30 euros. Suponemos, que es la forma de facto para impedir, que los turcos descarriados del islamismo, beban alcohol. Lo que Mahoma no consigue, lo logran los tributos.

            -Se ha doblado el precio de algunas visitas turísticas y es grave, porque en nuestra anterior estancia, ya había ocurrido lo mismo. Si el estado no es tonto, los particulares tampoco. Las 30 liras, que pagamos en 2008, en le hotel de Trabzon, hoy por arte de magia, se han transformado en 60.

            -También, han sufrido un significativo ascenso, los precios de bares y restaurantes. Ya, nada es gratis en Turquía. Los baños públicos cuestan una lira (medio euro). Si uno orina cinco veces al día y permanece en este país veinte jornadas, se habrá gastado en labores de micción, la nada desdeñable cantidad, de 50 €.

                                               Arriba, Estambul y debajo, Kars (Turquía)
            La desagradable anécdota final, en este fugaz paso por Turquía, de dos días, camino de Georgia, la ponen las lamentables empresas de transportes, llamadas Prenskale y Mhamut, a las que pagamos 25 liras, para que nos llevaran de Trabzón, a Batumi. La primera, nos mintió, al decirnos, que el viaje a la localidad fronteriza de Georgia, era directo. La segunda y sin remordimientos, nos dejó tirados en la frontera –a 15 kilómetros del destino-, de forma totalmente consciente. Tratamos de parar el bus, recién arrancado, con aspavientos y gritos, a escasos metros del conductor. Pero, este no sólo no paró, sino que aceleró y se fue.
                           Kayseri

            ¡Qué no se confundan los turcos! Matar a la gallina de los huevos de oro es muy peligroso. Con todas estas actitudes, su oferta turística es cada día menos competitiva. ¡Buenas noticias para España y para el sector turístico!, que falta van haciendo.
                                                                                                     Sivas

martes, 30 de octubre de 2012

¿Habrán echado a España de la Unión Europea, a patadas?

                                                                                Estambul (Turquía) 
           Antes de poner en marcha la narración de los sucesos acaecidos, durante los últimos 36 días, a lo largo de Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Macedonia y Kosovo, se hace necesario llevar a cabo una recopilación de nuestro transitar por las diferentes fronteras. De verdad y como vais a comprobar, en un par de momentos del viaje, hemos tenido la intuición –más bien, sensación-, de que la situación de España sería tan catastrófica, que nos habrían echado de la Unión Europea, a patadas y con resentimiento.
                 Yerevan (Armenia)
            Partimos el 24 de septiembre hacia Sofía, vía Bruselas. Nada extraño. Basta con mostrar el pasaporte en inmigración e ingresar al país. Nos hace gracia, que al preguntar en la oficina de turismo, si el agua es potable, nos digan que no, pero atenúan nuestra inquietud, alegando que podemos sustituirla por vodka u otra serie de bebidas alcohólicas, de excelente fabricación local.

            Al arribar a Turquía, no tenemos ningún problema. No hay que rellenar formularios, ni son nada exigentes en la aduana. Solo les interesa el dinero: pagas los 15 euros –subida de un 50%, en los últimos tiempos- y no hay que ofrecer explicación alguna. Te pegas el sello, donde te da la gana y te dan autorización a entrar y salir las veces, que quieras, durante 90 días.

            Lo de Georgina resulta fantástico, si no fuera, porque la compañía de autobuses, que nos tendría que haber transportado hasta Batumi, nos deja tirados en el puesto fronterizo, a 14 kilómetros de esta ciudad. La atención excelente –y en español-, para otorgarte un sello, que te permite estar en esta nación, durante un año.
                                                                                     Kutaisi (Georgia)
            Armenia emite visados en sus bordes fronterizos, sin mayores trámites, que rellenar un sencillo y breve formulario. No hay preguntas. Pagamos unos seis euros. Pero, como no aceptan dólares o euros y, evidentemente, no teníamos drams –moneda local-, tenemos que abonar el importe en laris –divisa de Georgia- y nos practican un esperado redondeo al alza, de más o menos, un 15%. Nada, que no se pueda asumir, sin siquiera, enfurruñarse, aunque es feo. No entregan recibo –cosa, que ya hacen hasta en muchos países de África-, por lo que los funcionarios y con la avenencia del estado, se sacan un sobresueldo
                                                                                 Sofía (Bulgaria)
            Volver a Georgia supone, ser igual de sencillo. Y más, gracias a que en medio de un inhóspito pueblo y con climatología muy adversa, nos recogen unos buenos samaritanos con su coche y nos transportaron hasta una población, donde nos podemos buscar la vida. En la ventanilla de inmigración, nos parece estar en el McAuto, dado que por la abertura del puesto de control y sin siquiera bajar del coche, solventan nuestro pedido.
               Ohrid (Macedonia)
            Retornamos a Turquía, después de caminar casi quince kilómetros, entre montañas, ascendiendo y bajando contundentes cuestas, hasta que otro conductor y sus dos acompañantes, se apiadan de nosotros y nos llevan hasta Posof. Paisaje maravilloso, sino fuera por el peso de la mochila. Esta frontera, que comunica con Vale, está casi desierta y las gestiones son rápidas.

            Lo más fácil parecía, regresar a la Unión Europea. Pero, Bulgaria –al menos en nuestro caso-, aún guarda viejas y abominables prácticas del pasado. En 1.997, trataron –sin conseguirlo- de cobrarnos visado para entrar el país, estando ya los españoles exentos de abonarlo. Días después y en ela mismo viaje, dos policías nos extorsionaron. Al ir a tomar el bus de retorno a Estambul y cerca de la explanada-estación, nos retuvieron los pasaportes y no nos los devolvieron, hasta que tras una negociación a la baja, les entregamos 20 dólares (afortunadamente, todo con sonrisas y sin amenazas). Ya nos había advertido de esta práctica, el propietario de nuestro hotel.
                                                                                    Prizrem (Kosovo)
            En este periplo y de madrugada, llegamos a la borde de Bulgaria. Nos hacen bajar a todos del autobús. El ayudante del vehículo –en labores, que no le corresponden- nos indica, que primero pasan los búlgaros, luego nosotros y finalmente, los turcos y otros dos chicos de nacionalidad desconocida, aunque no europea..

            Una vez nos llega el turno, el funcionario pone mala cara y empieza a deslizar una a una, las hojas de nuestros pasaportes. Los coloca a un lado y nos indica, que esperemos, al igual que a los extracomunitarios. Pasan entonces los turcos, a los que les ponen sello, sin demanda alguna.
                                                              Kars (Turquía)
            El burócrata conversa por teléfono, dilatadamente y al cabo de un rato, viene un superior, que empieza a hacernos preguntas: si es la primera vez que venimos a Bulgaria, cual es nuestro destino y nuestras intenciones, cuantos días vamos a estar en el país... A la cuarta de las pesquisas, les paramos los pies de inmediato y con contundencia, a la par, que con educación, les indicamos, que no sabemos si se han enterado, de que somos ciudadanos europeos y tenemos los mismos derechos, que cualquier nacional búlgaro. Se muestran sorprendidos y a regañadientes, nos devuelven la documentación.
                Alaverdi (Armenia)
            Nuestro ingreso en Macedonia, se presenta mucho más tranquilo. Ni una sola pregunta. Nos extraña, que no nos pongan sello y barruntamos, poder tener algún ligero problema a la salida, como hace tres o cuatro meses nos ocurrió, en Moldavia. Pero, no ocurrirá así y tampoco nos lo colocarán, cuando retornamos a este mismo país, desde Pristina.

            El ingreso a Kosovo resulta sencillo. Solo nos interrogan sobre si vamos al país, por turismo o por trabajo. Supongo, que si hubiera sido por lo segunda causa, no habríamos dicho la verdad, así que el trámite, parece baldío. Nos colocan un sello de entrada y uno a la salida, aunque en el segundo de los casos y supongo, que por mero despiste, a uno solo de los dos.
                                                                                                                Batumi (Georgia)
            La sorpresa mayúscula la padecemos en Italia. No sabemos si por tratarse de un funcionario tocapelotas, por órdenes superiores o porque todavía andan algo resentidos por el cuatro a cero de la final de la Euro.

            Volamos desde Skopje, a Milán, con Wizz Air. Somos los únicos ciudadanos de la Unión Europea, en todo el pasaje. A los macedonios, les piden la presentación de papeles, que no sabemos distinguir, mientras les fríen a preguntas. Cuando llegamos a la ventanilla y para nuestro asombro, empieza un severo interrogatorio, en chapucero español: por qué hemos ido a Macedonia, cuántos días hemos estado, desde que país hemos abordado la ex república yugoslava, cómo vamos a volver a nuestro país, si es la primera vez que viajamos a Italia…
                                                  Arriba, Plovdiv (Bulgaria) y abajo, Skopje (Macedonia)
            Respondemos de mala gana, pero llegadas estas dos últimas cuestiones, le paramos los pies al funcionario, con no disimulado enojo. Le explicamos, que hemos arribado a su país más de veinte veces, que no hemos padecido actitudes similares a la suya y que como ciudadanos europeos y mientras no seamos víctimas de una acusación firme, huelgan todo ese tipo de molestias, a unos ciudadanos de la Unión Europea.

                                                Prizren (Macedonia)
            Nuestras deducciones nos hacen pensar, que en Bulgaria se trató de un intento de extorsión y en Italia, de tener muchas ganas de tocar las narices. No hace demasiado tiempo, atravesamos la frontera, que separa Moldavia de Rumanía –país no comunitario, con comunitario de la no zona Schengen, como en el caso de Turquía y Bulgaria- y no tuvimos ningún inconveniente. Simplemente, nos miraron el pasaporte y nos lo devolvieron, sin más.

viernes, 27 de julio de 2012

Nuestros próximos destinos


                                                                  Estambul (Turquía)
            El próximo 24 de septiembre nos vamos de viaje, por un periodo aproximado de 25 días a un mes, a Georgia y Armenia (e improbablemente, a Azerbaiyán). Hemos descartado, visitar los estados no reconocidos, de Osetia del Sur, Abjasia y Nagorno Karabaj, por diversos motivos. En el primer caso, por ser imposible acceder desde Georgia. Sólo se puede lograr desde Rusia y debe resultar, bastante peligroso, en materia de seguridad. En el segundo, por quedarnos algo alejado del recorrido. Y en el último, por salir el visado bastante caro (25 dólares para 7 días y 35 para 21).

            El lunes 24 volamos desde Valladolid, a Bruselas, con Ryanair (12 euros) y al día siguiente, desde esta ciudad, a Sofía (17,99 euros), con la compañía polaco-húngara, Wizz Air. Desde ahí, nos trasladaremos a Estambul, por tierra y posteriormente, a Kars, recorriendo el país, de oeste a este, tratando de conocer lugares inéditos, en lo que sería nuestro cuarto viaje, a Turquía.
Gaziantep (Turquía)
            Lo que si tenemos ya bastante definido, es el recorrido por Georgia y Armenia, que se detalla, a continuación:

De Kars a Posof: 155 kilómetros.

Posof vale: 22,7 kilómetros.

Vale-Akhaltsikhe: 11,7 kilómetros.

Akhaltsikhe-Aspindza, para ir a Vardzia: 33,7 kilómetros (ida y vuelta)

Akhaltsikhe-Gyumri: 164 kilómetros.

Gyumri-Erevan: 122 kilómetros.

Erevan-Echmiadzin: 16, 6 kilómetros (ida y vuelta). Hasankeif (Turquía)

Erevan-Ashtarak: 22,3 kilómetros (ida y vuelta).

Erevan-Sevan: 65,8 kilómetros

Sevan-Dilijan: 31,7 kilómetros

Dilijan-Alaverdi: 85,8 kilómetros.

Alaverdi-Sighnaghi: 226 kilómetros.

Sighnaghi-Tbilisi: 117 kilómetros.

Tbilisi-Mtskheta: 65,5 kilómetros.

MtskhetaGori: 101 kilómetros.

Gori-Uplistshike: 13,7 kilómetros (ida y vuelta).

Gori-Borjomi: 73,6 kilómetros.

Borjomi-Kutaisi: 132 kilómetros.
Sumela (Turquía)           
Kutaísi-Trabzon: 347 kilómetros.
           
Total en kilómetros: 1.893.40.

            Desde Trabzon, volaríamos a Estambul, por unos 45 euros. La vuelta desde este punto, todavía no está gestionada.

martes, 24 de julio de 2012

Inesperado cambio de rumbo: volvemos a casa


                                                                                             Bucarest
            Nuestros huesos, irremisiblemente, acabaron en la incandescente, cara y decrépita Bucarest (sobre todo en el barrio de la estación principal, que es la del norte). Pasamos casi más tiempo en el único cíber, que vimos, que por las calles, ya visitadas en dos ocasiones anteriores. Nuestra intención, de tirar hacia Constanza y bajar por la costa del Mar Negro, quedó frustrada por los precios del transporte.
                               Timisoara
            Lo de ir a Estambul –en caro bus- o a Trabzon –en caro avión-, para conectar con Georgia y Armenia, se fulminó en un instante, al ver lo que nos costaría volver a España, desde esos destinos, en pleno mes de agosto. Para colmo, nos soliviantó, que haya subido un 50% el visado de Turquía (de 10 a 15 euros).

            Brusco cambio de planes: volvemos a casa. Pero encontrar la manera de hacerlo, sin arruinarnos, nos lleva largo rato cibernético, hasta que conseguimos un asequible –que no chollo- Budapest-Madrid, por unos 50 euros, para dentro de tres días. Esto nos permite, visitar de camino, las agradables ciudades de Timisoara y Arad. Y volver por quinta vez, a la capital de Hungría.
                                                                          Timisoara
            Dos asuntos enrarecen nuestra mente, en los últimos momentos del viaje. No logramos entender, como en Rumanía hay buses, que te conectan con España (69 euros y 48 horas, a Barcelona y desde Bucarest), Italia, Inglaterra, Grecia u Holanda y no existe uno solo, entre Timisoara o Arad y Budapest. La única opción es el ferrocarril y de ello, se aprovechan.
                                                                                     Timisoara
Tampoco hay trenes regionales, que permitan hacer el viaje a tramos y cruzar la frontera, andando. La única opción es, un convoy internacional. Para poco más de 250 kilómetros, tenemos que pagar más, que cuando hicimos cerca de 500, el otro día, entre Bucarest y Timisoara.

El otro asunto no nos afecta directamente, a nosotros, pero nos indigna. Al bajar del tren en la estación de Budapest, observamos unas tremendas colas de guiris en las dos oficinas de cambio. Nos asustamos, al ver que la tasa que ofrecen por cada euro, es de 222 forintos. Pero, ¿si hemos visto en internet, una conversión de 289?. Saliendo a la calle y trescientos metros más allá, encontramos otro garito de cambio, donde canjeamos 10 euros, a 287 forintos cada uno. Si se hacen cuentas, al que haya canjeado 100 euros en la terminal ferroviaria, le han tangado más de veintidós y medio.
                                                                               Timisoara
            Por lo demás, Georgia. Armenia y tal vez, Azerbaiyán, lo retomaremos en un par de meses, una vez los precios veraniegos de los aviones, hayan retornado a la razón.
 Arad
Vivir un a Euro victoriosa en directo, descubrir la idiosincrasia de Ucrania y la identidad de Transnitria, han sido motivos suficientes para colocar este viaje de 18 días, en lo más alto.

Y Ucrania, para los chicos, presenta otros muchos atractivos, que ya podéis, suponer.
                                                          Budapest