Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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viernes, 10 de octubre de 2014

Los 10 mejores momentos del viaje

                                                                 Dahab (Egipto)
          1º.- y casi único y sublime: cada día, al llegar al hotel y al comprobar, que habíamos superado una jornada más,, vivos, con todas sus dificultades, con todo el esfuerzo y, sobre todo, con las altísimas temperaturas, tan insufribles. Darse una ducha, ponerse debajo de un ventilador de techo, tomar una cerveza helada y relajarse, fueron el motor, que nos ayudó a continuar, en nuestro viaje.
Thanjavur (India)      
          2º.- Volver a Bangkok, por enésima vez. No estaba previsto, pero por motivo de los precios de los vuelos, acabamos, una vez más, en esta maravillosa ciudad. Y el reencuentro fue encantador, con acampada gigantesca cercana a Kahosan, incluida, que derivó en golpe de estado, l día antes, de que nos marchábamos del país.

          3º.- Retornando a El Cairo. La ciudad, que tan inhóspita nos había parecido, en 2.006, resultó, como ir, a nuestro particular spa. Nada es casual: El Cairo ha mejorado mucho -especialmente, en la zona islámica antigua- y nosotros, necesitábamos salir de India, fuera como fuera y a cualquier parte.
                                                                                                          Manali (India) 
        4º.- Encuentro con María y Carol, en Agra y Fatephur SiKri o con María José y Almudena, en Varanasi. Momentos intensos y agradables, con muchas vivencias y recuerdos de por medio, en un viaje, en el que apenas nos topamos con españoles (digamos, que casi, con extranjeros). No me extraña, que India sea el país número 28, en cuanto a recepción de turistas.

          5º.- Buceando en Dahab (Egipto), en uno de los marcos más incomparables para esta reconfortante práctica. ¡Merece mucho la pena! Y no hay demasiada gente.

                                                 Nakhon Ratchasima (Tailandia)
          6º.- Marchándonos de Bangldesh, después de uno de los periplos más estresantes y aventureros, de nuestra trayectoria viajera.
Margao (India)
          7º.- Retornando a Calcuta. Es nuestra tercera casa en el mundo, después de la que tenemos en propiedad, en Valladolid y la inolvidable, Bangkok. Es la ciudad, donde mejor se come y se bebe en India y nosotros -que conocemos buenos sitios-, lo agradecimos.

          8º.- Siendo invitados, a una cena de Ramadan, en Cox's Bazar, a punto de abandonar Bangladesh. Comimos hasta reventar, en un ambiente muy agradable.

                                                            El Cairo (Egipto), arriba y Bangkok (Tailandia), debajo
          9º. Bañándonos en las playas de India -Kovalam, Varkala y Goa-, después del insoportable calor y de la dureza de las ciudades.

          10º.- Engullendo con ansia, bolas de queso con guindillas y rebozadas, en Dheradun. Mira, que esta vez, hemos comido mucho mejor en India y que el reencuentro, con el riquísimo chow mein, fue sonado y más tempranero, que en el viaje anterior. Pero, como este rico y sabroso plato, ningún otro, en India. También, podríamos destacar, volver a degustar el ful o las tamiyas, de Egipto.


          Y no debemos olvidarnos, aunque sea fuera del decálogo, de nuestra única habitación con aire acondicionado, en Dahab. Gracias a Dios o a Alah, allí casi todas lo tienen, porque si no, habríamos perecido abrasados.
Sangkhlaburi (Tailandia)

domingo, 5 de octubre de 2014

Historias de fronteras

                                                              Las primeras seis son, de Tel Aviv (Israel)
          Tanto empeño quisimos poner, en que en nuestro pasaporte no quedara ni un solo rastro de nuestra visita a Israel, que nos olvidamos de lo más importante: no solo basta con que esto no ocurra, sino que también es necesario, que no figure el sello de salida, del país que procedes (en este caso, Egipto).

          Pues, como dos principiantes pardillos, nos olvidamos de este detalle. Y lo peor: no nos hemos dado cuenta hasta ayer, casi un mes después, de haber vuelto. Efectivamente, en nuestro pasaporte figura un destacado -en la primera página-, enorme y bien tintado sello, donde de forma muy visible y además de la fecha, pone: “Taba”, punto de cruce a la israelí, Eilat.

          Así, que de un plumazo, nos hemos cerrado las puertas hasta 2.020 -fecha de caducidad del pasaporte-, a un puñado de países árabes. En un principio, todos menos Egipto, Jordania, Túnez, Turquía -no es árabe- y Marruecos. Aunque, en la práctica y según he investigado, la entrada solo te la niegan en Siria, Líbano y Arabia Saudita (tengo mis dudas, sobre Yemen). En los dos primeros lugares, ya hemos estado y al tercero, es muy difícil el acceso por libre.

          Como curiosidad, he llegado a leer, que los sirios disponen de un aparato, que detecta el pegamento de la pegatina, que te endosan los israelíes, en la tapa de atrás del pasaporte, aunque lo hayas raspado, a conciencia.

          Para cruzar de Taba, a Eilat, primero te someten a un pequeño interrogatorio, desde una ventanilla, sin ni siquiera permitirte, franquear una gruesa y aterradora verja. Luego, te dejan pasar, te retienen el equipaje y te llevan a un lugar con aire acondicionado (lo más agradecido). Van viniendo funcionario, tras funcionario y todos te preguntan lo mismo, mientras tratas de mantener tu sonrisa Profiden. Otro se lleva los pasaportes y los estudia, minuciosamente, durante cuarto de hora o más.

          El rato, que te van a hacer esperar, es directamente proporcional, a tu nacionalidad, pero sobre todo, a los sellos “peligrosos”, que encuentren en tu pasaporte. Tres horas y media nos retuvieron, en 2.007, al ver, que veníamos de Siria. Cincuenta minutos esta vez, al haber renovado nuestro pasaporte lleno de sellos y solo encontrar en el nuevo, marcas de Tialandia, India, Bangladesh y Egipto.

          Posteriormente, te aíslan y te interrogan por separado. Primero, a uno y si ven algo sospechoso, luego, al otro (no fue nuestro caso). Además de las preguntas rutinarias -entre ellas, que habíamos estado haciendo en Dahab, a lo que no contestamos, que preparando un atentado terrorista-, otras son, mucho más personales -nuevamente, sonrisa, esta vez, Colgate- y algunas, sencillamente, absurdas y/o estúpidas. No es fácil escaquearse, ni siquiera, fingiendo hablar poco inglés, porque muchos funcionarios hablan perfecto español, aunque no suelen destapar esa carta, si no es necesario, para haber si te cazan en alguna conversación privada.

Esta y las tres siguientes son, de Jerusalén (Israel)
          Todo parece estar conforme. Estamos famélicos, con la piel quemada del sol, con ropas viejas -aunque, limpias... No tenemos pinta de muy peligrosos. Pero, algo no le cuadra e insiste e insiste. ¿cómo es posible, que para un viaje de tantos meses, llevemos tan poco equipaje?. “Pues, mire: “lavando todas las noches y comprando cosas, según las necesidades y tirando otras”. No lo termina de entender, sin duda, porque nunca ha hecho un viaje largo.

          Finalmente, hay que soportar, que hasta te revisen tus escritos más íntimos y pretendan, que les cuentes cualquier anotación, que les parezca sospechosa (en nuestro caso, una serie numérica, que ya no recordábamos, ni de que era).

          Y, aún quedaba un momento de tensión: nos llevan a la zona wi-fi, para que les mostremos el correo de confirmación, de nuestro vuelo de salida de Israel. Por razones, que desconozco, no pudimos entrar y se conformaron con nuestra palabra.

          Aún nos queda, aguantar un minucioso registro y la mala cara de la empleada, a la que le pedimos que no nos ponga sello en el pasaporte. A regañadientes nos dice, que ya no estampan nada y nos da una especie de pequeña pegatina, con los datos de entrada.

          En el aeropuerto de Tel Aviv, el día de marcharnos, nuevo interrogatorio más ligero, con la siguiente pregunta: ¿Esa botella de agua, que llevan, la han llenado íntegramente en Israel o procede, parcial o totalmente, de otra parte?.

          Las cosas no terminan ahí: al llegar a Barcelona y mientras los israelíes entran a sus anchas en el país, a nosotros nos interroga una policía, sobre por que venimos por Barcelona, si somos de Valladolid y sobre, como vamos a llegar a nuestra casa. Ante nuestra estupefacción, argumenta, que es para indicarnos, donde teníamos, que hacer el tránsito, para vuelos nacionales. ¿No se le ha ocurrido pensar, que podemos viajar en bus, quedarnos unos días en la ciudad condal y que en todo caso, no tenemos ninguna obligación de contárselo?.


          Nueve días después y ya en Valladolid, sin motivo alguno, sufrimos un acoso policial, que hace de la española, la peor y más arbitraria policía, de nuestros casi 130 países visitados. Próximamente, se publicará un post sobre este asunto.
Barcelona (España)

viernes, 3 de octubre de 2014

Segundas partes: unas fueron buenas y otras, no

                                                                                         Amritsar (India)
          Reza el dicho, que segundas partes nunca fueron buenas. Pero, a mi entender y en esta cuestión, puede haber de todo. Ceñiremos este post y como ya avancé en su día, a ciudades, que hemos visitado en este viaje, por segunda o sucesivas veces (que no han sido pocas). Puede ser, que donde dije digo, diga Diego, de aquí a un tiempo. Bastan ejemplos anteriores. La primera vez, hace ya mil años, que fuimos a Florencia, me encantó, pero esta ciudad, no aguantó una segunda visita. Roma, por el contrario, me decepcionó, enormemente y ahora, después de más de diez reencuentros, es mi urbe europea favorita, con diferencia.
Bophal (India)
          Aunque, en un arranque de sensatez y en 2.004, decidimos no volver a los lugares ya conocidos anteriormente, por diversas circunstancias y en este periplo, nos ha tocado hacerlo. Y las sensaciones son, de diferente calado. Veamos:

          -Jerusalén: En esta ocasión, nos ha decepcionado, ligeramente. Sigue siendo preciosa, pero no encontramos ese alma, que nos cautivó, en 2.007. Tal vez, la razón sea, que entonces, había miles de personas, celebrando la Semana Santa y La Pascua Judía.

          -El Cairo: Nos ha emocionado y llenado de gozo. Desde luego, está mucho más apañada, que hace ocho años, a pesar de la supuesta conflictividad social (nosotros no la vimos). En esta amable argumentación, también puede influir, que veníamos de India y cualquier lugar, desde esa procedencia, resulta un paraiso.
Ellora (India)
          -Delhi: Nos aburre, vista tras visita, aunque si te curras el plano y coges el metro, tiene decenas de sitios interesantes. Su constante bruma/contaminación, no es algo que motive para volver a sus calles. Y su colapsada estación de trenes -que hay que cruzar, eternamente, si se quiere coger el metro, donde te registran, como si fueras un terrorista-, aún menos.

          -Jaipur: Un feliz reencuentro. Aunque, nos engañaran con el precio de la comida, disfrutamos más de esta ciudad, que hace tres años.
                                                         
                                                                                           Bombay (India)
           -Udaipur: Lo mejor de volver a ese lugar, el fantástico wi-fi del hotel.
Kanyakumari (India)
          -Calcuta: A pesar de los bichos de nuestro alojamiento, es nuestra segunda casa (la primera es, Bangkok). Cuanto más tiempo pasas allí y más investigas, más la disfrutas. Es la ciudad, donde mejor se come, en India.

          -Varanasi: ¡Ay Diós!. No aguantó una segunda visita y me siento culpable por ello, porque es maravillosa.

          -Bombay: Por fin, tuvimos oportunidad de explorarlo a fondo y descubrimos, que resultó lo mismo, que cuando en la anterior incursión, lo vivimos, de forma más superficial.
          Esta y la siguiente son, de Bangkok (India)
           -Margao y Goa, en general: En un lugar, donde la cerveza es tan frecuente y barata, es imposible sentirse mal, vengas una vez o cinco.

          -Madurai: Tan horrible, calurosa y caótica, como la primera vez.

          -Puducherry: Esta, sería nuestra tercera casa. Cerveza barata, paseo marítimo peatonal y un buen alojamiento de un francés, tienen la “culpa”. Acudir a ella varias veces es, como una tarifa plana.

          -Chennai: La primera vez, un horror. La segunda, el doble. Pero, no desesperéis: ¡¡están haciendo el metro!! y aún lo tienen todo, más manga por hombreo (y parecía imposible).

          -Bangkok: Es nuestro hogar, nuestra primera casa y casi, el paraiso terrenal. Después de más de diez visitas, cada vez, disfrutamos más de esta maravillosa ciudad.

          Paranoias al margen, para cualquier viajero que pase por estos destino del planeta, en su primera vez, le resultarán magníficos (salvo Chennai). Lo que he pretendido hacer aquí, básicamente, es una composición en forma de texto, que muestra, cuando alguien es tan privilegiado, que puede visitar los sitios muchas veces. Lo peor de esto -y eso, que no lo contamos mucho- es la envidia, que generas. ¡Ya es triste, que por haber disfrutado y sin deberle a nadie nada, haya gente, que te odie!. Allá ellos.


Entrando en Israel por tierra, desde Egipto

                                                        Todas las fotos de este post son, de Tel Aviv (Israel)
          “¿Venís de Egipto?”, dice entre extrañada y aterrada, la chica del hostel, de Tel Aviv, que formaliza nuestro ingreso en uno de los abarrotados dormitorios compartidos del establecimiento. “¿Y, habéis llegado volando o por tierra”, indaga, con mayor curiosidad. “Por tierra, cruzando la frontera entre Taba y Eilat”, respondemos, mientras engullimos vasos y vasos de agua fresca de la fuente/garrafa, que por su adecuada gentileza, proporcionan a los huéspedes.

          “¿Y no habéis tenido ningún problema, ha sido fácil?”, investiga la amable mujer. “Muy sencillo, tan solo tardamos en cruzar la desierta frontera cincuenta minutos, con las habituales molestias y comprobaciones. Pero, en 2007, la cosa se demoró por 3 horas y con peor pinta”, aseguramos. “Really, only fifty minutes in the border?”, espeta toda sorprendida.

          Y es que Israel, es un país complejo. Las experiencias, que uno tiene, pueden ser diversas y no valen como norma general. Donde menos te lo esperas, puede surgir un decepcionante y frustrante contratiempo y cuando vaticinas dificultades, todo se resuelve sin demasiado esfuerzo.

          Solo debes guiarte por un principio: los israelíes son desagradables por naturaleza o por necesidad, que también puede ser. Tal vez, las personas más hostiles del planeta, pero si no te tomas las cosas en plan personal y te muestras tranquilo, tienes mucho ganado (o menos perdido).

          Y, sobre todo, cuando entiendes, que están cagados de miedo, ante no se sabe muy bien qué amenaza, dado que podrían aplastar a sus vecinos en poco tiempo, en caso de conflicto y como ya ocurrió, durante la nefasta guerra de los seis días. Pero, les encanta sentirse importantes y hacerte de menos.

          Lo de entrar a Israel, puede impresionar y agredir a los más novatos. Preguntas indecentes y excesivamente personales, diseñadas por maquiavélicos protocolos de mentes insanas, sacan de sus casillas a casi cualquiera. Valgan como ejemplo estas dos: “¿así, que dices, que eres español y no te gusta el fútbol? O El agua, que llevas en esa botella, ¿la has cogido de forma integra en Israel?. Pero, con el tiempo, aprendes que nada tienen contra ti y menos, si no llevas un visado de los países malignos (los árabes de oriente medio, con la excepción de Egipto y Jordania).

          Son, simplemente, estúpidos y aprovechan a reclutar a niñas, niños e inmigrantes -muchos de ellos latinos -, para colocarles una metralleta al hombro, hacerles creerse Rambo y llevar a cabo -supuestamente-, todas estas tareas de “limpieza fronteriza”. Pero luego, cualquier israelí vaga por la Unión Europea, sin que ni siquiera le hagan una sola pregunta. ¡No es justo!.

          Esta vez y con una estancia bastante tranquila, el problema surgió en la explanada de las mezquitas, de Jerusalé. A un obeso y malhumorado funcionario de policía y sin dar razones -solo gritos en hebreo-, se le ocurrió, que éramos inadecuados o peligrosos para visitar ese lugar y así nos dejó sin poder hacerlo, después de persistentes intentos (menos mal, que ya accedimos al recinto en 2.007).

          Lo de la explanada de las mezquitas merece mención aparte. A los guiris, solo nos dejan acceder por la puerta de ingreso, que hay desde el Muro de las >Lamentaciones, donde a las mujeres, les endosan un pañuelo para que cubran sus hombros. Luego, los controladores palestinos, como el pañuelito tiene letras en hebreo, te lo obligan a quitar y a ir como una descocada, cuando nunca lo permitirían en cualquier otra mezquita. Y finalmente,, el funcionario israelí, que cuan portero de discoteca, desequilibrado mentalmente, decide o no tu acceso.

          Pero, tres cosas nos encantaron de nuestra segunda estancia en Israel: 1) lo educados, que son los conductores, que paran en todos los pasos de cebra. 2) Fuentes de agua fría por todas partes. 3) Wi-fi gratuito en la mayoría de los lugares de concentración pública. Sorprende todo esto, en uno de los países más caros del mundo (sobre todo, en materia de alimentación, donde las cosas cuestan el triple, que en España).

          Y una cuarta y una quinta, también. Estuvimos toda nuestra estancia, sin padecer sus molestos y encadenados días festivos (al contrario, que en nuestra semanasantera estancia anterior). 

          Y la más importante: ya no hace falta pedirles, que te pongan el sello de entrada en una hoja aparte, como antaño. Ahora, te sacan una especie de pegatina/visa, que debes conservar hasta la salida, donde te entregan un papelujo con tu foto, que a modo de ticket de metro, debes validar en las máquinas del aeropuerto. ¡Todo un fructifero regate a sus vecinos árabes!, que se afanan en buscar sellos israelíes en los pasaportes, compulsivamente, para no dejarte entrar.


Días de buceo, calor y relax

                                                             Todas las fotos de este postt son, de Dahab (Egipto)
          A Dahab, ya le teníamos ganas, desde el viaje a Egipto de 2006, pero en aquella ocasión, las cosas se torcieron.

          Tras arribar de madrugada, la primera mala noticia es, que la estación de autobuses -privada- está lejos del centro. La segunda, que hace un calor espantoso y el sol cae como un cuchillo sobre la cabeza. La tercera, que los restaurantes son inaccesibles -3,5€ por un caldo de pollo o 7,5€ por un shawarma, son claros ejemplos. Y, la cuarta, que todo lo que hay que hacer aquí -buceo, snorkel y el Monte Sinaí- se encuentran a una distancia variable, que te supone invertir más dinero, bien por libre o a través de las voraces agencias.

          Pero, a partir de aquí, comienza lo bueno, que no es poco. El alojamiento es barato y casi todas las habitaciones disponen de aire acondicionado. Existe un sublime paseo marítimo -de más de cinco kilómetros-, que da soporte a un pequeño pueblo, tranquilo, accesible y formado de edificios -la mayoría, hoteles y restaurantes- de estructura diversa, pero casi siempre, muy agradable y con culto al buen gusto. Lástima, las decenas de negocios, que están a medio hacer y nunca más se supo o los abandonados, aunque mayormente, se encuentran en las afueras.

          Y, el mar aquí tiene un color tan bello, que pocas veces he visto, aderezado por la rosácea tonalidad de las anárquícas, escarpadas y juguetonas montañas del desierto. El problema de Dahab no es otro, que el de la mayoría de las playas del tercer mundo: un sólo pollo, para varios kilos de arroz. O lo que es lo mismo y para que se entienda mejor,: cada guiri tocamos aquí, a dos hoteles y cuatro restaurantes por cabeza. Da pena, contemplar toda esta infraestructura y a la gente, que ha arriesgado su dinero, siendo los protagonistas de una ciudad fantasmal, donde pareciera, hubieran lanzado una bomba neutrónica (sólo destruye a las personas y no, las edificaciones).

          Tras muchas vueltas y después, por fin, de comprar los billetes de retorno a España -desde Tel Aviv-, descartamos hacer la excursión del Sinaí y el monasterio de Santa Catalina, por varias y poderosas razones, a saber:

          1ª.- . Incomodidad de la hora de salida y noche al raso: de 23:30 horas, a 12:00 de la mañana.

          2ª.- Calzado deficiente y escasa ropa de abrigo, para tal ascensión.

          3ª.- Tener que subir, por la noche, cosa que no nos agrada (otra cosa hubiera sido ascender por la tarde, hacer noche y después, madrugar).

          4ª.- Espera nocturna de varias horas, sin hacer nada, en el Sinaí, hasta ver amanecer.

          5ª.- Incipientes y amenazadoras almorranas.

          6ª.- Estar sin hotel durante doce horas, padeciendo el insoportable calor.

          Total: demasiado esfuerzo, a caro precio, y ya nada necesario, a estas alturas delo viaje.


          En cuanto al buceo o smorkel, tres son los sitios más típicos de los alrededores de Dahab: el blue hole -interesante, bonito y agradable, aunque con tubo no se ve ni un sólo pez- el canyon y las tres piscinas, de estas últimas ya os hablaré, porque todavía no hemos ido. Y, tampoco a Sharm el Seik. La poca frecuencia del servicio de autobuses y su precio, nos desanimó (East Delta Travel, mafiosos donde los haya),

miércoles, 1 de octubre de 2014

El Cairo: ¡Bendito balneario!

                                     Esta es de Port Said (Egipto) y todas las demás, de El Cairo (Egipto)
          Marcharte de la India ofrece muchas ventajas. La primera, evidente, imprescindible y después de tres meses es, el propio hecho de largarte del país. Y la mejor -aunque sea al África más profunda-, que a cualquier sitio que vayas, te vas a sentir de maravilla (para ser justos, habría que decir, que entre los múltiples viajes que se pueden hacer a India, el nuestro ha sido de lo más exigente y austero)

          Pero, sí, El Cairo, que en 2006 nos pareció un caos ingobernable, ha resultado ser esta vez, un apacible balneario. Los conductores de esta ciudad -desaparición milagrosa de rickshaws, tuck ucks, cacharros varios y anárquicos- son verdaderas monjitas ursulinas y las aceras permanecen majestuosas, anchas y pobladas, casi exclusivamente, por personas.

          ¡El calor, no problem!. Qué son los 38 grados de El Cairo, comparados con los más de 50 de India, en su versión Agra-Jaipur-Delhi (triángulo de oro, aunque derretido por las altas temperaturas). Y, ¿la comida?. Se nos ha abierto el estómago y devoramos, sin parar. Qué si un Koshari -pasta, arroz y legumbres, en plan todo junto y con salsa de tomate especiada-, que si una tamiya -falafel con verduras varias, dentro de un rico pan-, que si un ful -lo que quiera el cocinero dentro del pan, pero siempre rico y variado-, que si un shawarma, que si un sandwich de queso y tomate...

          Redescubrimos El Cairo -sin museos, ni pirámides, que sal carísimo- y a mi, me gusta más, que la primera vez. Pero, repito: viniendo de India, cualquier sitio parece maravilloso. A mi modo de ver, la ciudad ha ido a mejor -limpia, relativamente tranquila y con escasas obras, a diferencia del pasado- y nosotros, después de ocho años, hemos debido evolucionar, como viajeros (no sé, si para bien o para mal, pero hemos evolucionado, en cualquier caso).

          Tampoco nos desagrada Port Said, aunque si su calor húmedo agostero y lo antipáticos -racistas, es el término-, que son en los hoteles, donde nos niegan el alojamiento. Iglesias, mezquitas, balcones señoriales, un ferry gratuito a la vecina Port Fuad -de agradables vistas- y un supermercado -el primero en dos viajes a Egipto-, llenan nuestro tiempo. El problema mayor y para nosotros desconocido es, que desde aquí, no hay bus directo a Dahab.




          Se debe ir, a través de Ismailia, cercana ciudad, a la que vale un pastón llegar (7 euros, para hora y media de bus, desconociendo el motivo de tal atraco). Así, que volvemos a El Cairo y pasamos un nuevo día sin hotel, entre cervezas, policía y ejercito, que hoy han tomado -ellos sabrán- las calles. Montoneras de arena limpia y baldosas insuficientes, pueblan la calle comercial, donde el asfaltado de las aceras, es bastante correcto y reciente. ¿Que harán con ello?. Otro misterio, que nos da pereza resolver.