Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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martes, 4 de septiembre de 2012

Con la totora, como único suelo

                                                                    Puno (Perú)
Puno es una ciudad de no demasiados encantos, en el sur de Perú. El principal atractivo reside, en ser punto de partida para algunas interesantes excursiones .En la oficina de turismo nos han indicado, que mejor, las hagamos por agencia, porque si no, nos van a engañar. Como no nos han recomendado ninguna, en concreto, damos la información, como buena
                                                                             Islas Uros (Perú) 
Miramos en más de diez. Todas ofrecen el mismo programa, que realizan empresas ajenas y especializadas y que en un día te lleva, a las islas Flotantes (bajas en una y ves otra) y Tequile. Existe otro circuito más extenso, que alarga camino, hasta la isla de Amantani, lugar en el que se pasa la noche. Pero, a nosotros nos basta con la excursión de un día.

En el habitual recorrido, que hace por los hoteles, el microbús de la agencia nos recoge temprano. En él ya está sentado un argentino, que tiene 58 años y viene de Machu Pichu, donde ha subido el Guaina Pichu. Esta casado con una colombiana, así que aprovechamos para preguntarle por algo, que nos tiene obsesionados: la seguridad en la frontera de Ecuador con Colombia, que esperamos cruzar, más o menos, dentro de un mes. Según él, no hay problemas. ¡Tranquilizador!.
                           Islas Uros
            Llegamos al embarcadero y subimos al barco, saltando a través de otros tres, por lo que no acabamos en el fondo del lago Titicaca, de casualidad. Allí, ya hay gente de otras agencias, entre ellos Pau, un barcelonés que trabaja en La Caixa. Es simpático, sociable, muy abierto de mente y extraordinariamente viajado. Ha vivido, incluso, nueve años en Estados Unidos. El será nuestro compañero inseparable, durante casi toda la jornada.

            Los tres trabamos también, muy buena amistad con Rocío, una joven, guapa y agradable quechua, que nos va a hacer de guía. Tanto a la ida, como a la vuelta, en el largo periplo que hay entre las islas Uros y Tequile, hablamos de viajes, de política, de la propia actualidad y aprovechamos para interrogar a Rocío, sobre aspectos de la cultura peruana. Sobre todo, aquellos relacionados con la quechua y la aymara. Así, nos enteramos de que:
                                                                      Islas Uros
           -Las cholas aymaras tienen la cara más redonda, que las quechuas y los dientes de oro.
                                                                                               Islas Uros
            -Para una mujer de esas culturas, no es obligatorio vestirse de chola y en las ciudades de hecho, ya casi nadie lo hace. En muchos casos, más que por convicción, porque en la práctica, sufren discriminación.

            -En los colegios de Perú, la única lengua que se aprende es el español, aunque los niños de los pueblos, también suelen desenvolverse en quechua y/o aymara, si sus familias lo hablan. Es en la educación universitaria, cundo hay que elegir y estudiar uno de estos dos idiomas y si vas a ser maestro de pueblo, es obligatorio aprender y hablar, correctamente, ambas.
 Islas Uros
            -Los habitantes de las islas Uros, tuvieron que irse a vivir a sus edificaciones flotantes, porque siempre fueron un pueblo dominado y expulsado de todos los sitios donde habitaron. Primero, por los incas. Después, por los españoles. Y así, sucesivamente. Pero, la gente joven de ahora, ya no quiere vivir en las islas Flotantes y prefieren las comodidades de la gran ciudad.

            -Estas ínsulas son bastante turísticas y es del turismo, de donde ahora obtienen sus ingresos. Aunque, las hay, que se niegan a aceptarlo y viven de forma precaria, de la pesca de la trucha y del pejerrey.
                                                               Camino de Tequile
            -Los aymaras se extienden por Perú, Bolivia y Chile y son un pueblo sin patria, ni Estado.
                                                                        Tequile (Perú)
Nuestra primera parada es en una de las Uros, donde nos esperan sus folclóricos habitantes, que de inicio, nos explican la fabricación de las islas, a base de unos juncos llamados totora, que se van atando y superponiendo en capas cruzadas. Luego, vemos las casas y las cocinas y paseamos por la pequeña superficie de la isla, para terminar contemplándola desde un mirador bastante inestable, establecido al lado del lago. También, asistimos a una actuación “typical guirilandia” Las ínsulas no son móviles. Se hallan clavadas al fondo del lago
 Tequile
            Los lugareños tienen a la venta artesanía diversa y también ofrecen un caro paseo, en una embarcación igualmente elaborada, a base de la omnipresente totora. Lógicamente, en estas islas hay, que tener bastante cuidado con el fuego

Ya en Tequile –tras largo rato navegando, decidimos prescindir de la visita guiada y hacer el recorrido de la isla por nuestra cuenta. Rocío nos advierte, de que el barco no sale del puerto donde hemos llegado, sino desde otro punto de la isla y nos indica, como podemos llegar hasta allí.

            El lugar resulta muy atractivo, aunque menos exótico que las islas Uros. Un niño me pone carita y tengo que acabar compartiendo con él, la mitad del plátano, que me estoy comiendo. Nos metemos por un camino equivocado y de milagro y sobre el toque de la bocina, encontramos el barco.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Bolivia esotérica, aunque en esmerado español

                                               Camino de la isla del Sol (Bolivia)
En casi cualquier autobús o microbús de Sudamérica –excluyendo Argentina, Brasil y Chile-, ya desde los primeros minutos, el viaje es una sucesión de vendedores y oradores, que suben al vehículo, a vender sus mercancías o servicios. Estos últimos, muestran una locuacidad impresionante, digna de cualquier locutor profesional. Es increíble, lo bien que se habla el español, en la mayoría de los países que llevamos visitados. Con mucha más riqueza lingüística y vocabulario, que en España y por supuesto, sin nuestra habitual y constante recurrencia a las palabras soeces y malsonantes.
           Copacabana (Bolivia)
            Así hoy, van desfilando un vendedor de caramelos, otro de medicina natural orientada al estómago, una vendedora de fruta, la siguiente es de bizcochuelos, otra de humita -un preparado de maíz en la hoja de la propia mazorca-, de charque -carne deshidratada-,  de salteñas -una especie de empanadillas muy típicas, a lo largo del país, que a mi no me gustan nada, porque suelen contener algo de líquido de la cocción del relleno y un cierto toque dulce- y una más, que comercializa sobrecitos de crema para el cuidado de la piel…

¿Por qué cada vendedor de los que suben cada día a los autobuses, ha llegado a vender lo que vende y no otra cosa?. ¿Por qué, por ejemplo, la de los bizcochuelos acabó vendiendo este género y no fruta?.
                                                           La Paz (Bolivia)
Otra característica muy marcada de Bolivia, viene dada por su relación con lo –para nosotros- esotérico. Buena prueba es, el Mercado de las Brujas, de La Paz, donde las mujeres aimaras siguen ofreciendo sus curas medicinales y hierbas para todo tipo de males, al margen de toda una sucesión de ofrendas a la Pacha Mama, que siempre suelen incluir fotocopias de billetes de dólares y coches en miniatura, de propietarios de medios de transporte, que buscan así, las bendiciones para una buena conducción. Otras, incluyen fachadas de casas, botellas pequeñas de vino, aviones…

            El caos circulatorio en la capital de Bolivia, resulta evidente. En él, son protagonistas absolutos los microbuses, que van abarrotados, con el ayudante por fuera, voceando los destinos y el precio, La Paz es una ciudad más parecida a las de Oriente Medio, África u otros lugares del tercer mundo, que a las de Sudamérica
                                                                   La Paz
La mayoría de las calles de esta ciudad, van en empinada cuesta. Nosotros ya estamos muy adaptados a la altitud y caminamos sin casi problemas, pero debe ser duro, enfrentarse a esta urbe –la tercera más alta del mundo-, recién aterrizado de Europa. Pero, a pesar de todo sigo sosteniendo, que no es necesario masticar hojas de coca y que los lugareños que lo hacen, es más por un problema de drogadicción –legal en el país-, que por los efectos de la altitud.
 La Paz
Llevamos a cabo, una excursión a Oruro, famosa por su carnaval. Almorzamos de forma espectacular, por tan solo 13 bolivianos, en la terraza de un restaurante, a base de Ensalada Bonita –y muy rica, diría yo-, sopa de verduras, exquisito guiso de res y arroz con leche. ¡Un auténtico lujo para cualquier trotamundos!. La verdad es, que en términos generales, estamos comiendo bastante bien, en Bolivia.
        Oruro (Bolivia)
Después y aprovechando el muy recomendable mercado de la ciudad, nos vamos de cacería de cholas, deporte de riesgo, que no es otra cosa, que tratar de hacer fotos a esas escurridizas mujeres, que tienen más aversión a los objetivos de las cámaras, que yo al repugnante olor que desprenden las capas y capas de ropajes, que llevan puestos encima. Me quedo tentada, de comprar el tónico de uña de gato, que venden en uno de los puestos. ¿Para qué servirá?. 

Dejamos atrás La Paz y tras dos horas, nos apeamos frente al lago Titicaca. Para llegar hasta Copacabana, es necesario cruzar el estrecho de Tiquina. Así, que montan el microbús en una especie de balsa –más que barco-, donde viaja ladeándose, hasta casi volcar. Nosotros, por nuestra parte, tenemos que subir a unas barcazas de pasajeros, para arribar al mismo sitio. La estampa que forman el lago, las casas de los pueblos de ambas riveras y las laderas de las cercanas montañas, es emocionante y reconfortante.
 Oruro
Ya en Copa, primero paseamos al lado del lago y su bahía, desde donde se ven los cerros, donde se asientan el Calvario y la Horca del Inca. Existen numerosos restaurantes, en los que se sirve la exquisita trucha del lago, cocinada de diversas formas –y cuando digo diversas, digo más de veinte-, aunque como casi siempre, hay demasiada oferta, para la poca demanda. Es difícil poder comer, un pescado más fresco que este.

Para gastar las calorías ingeridas, subimos al Calvario, que desde luego, hace honor a su nombre. Se trata, de ascender al empinado cerro, por un camino pedregoso y serpenteante, donde están representadas todas las estaciones, del Calvario que vivió Jesús, para finalizar arriba, con los Dolores. Y todo eso, claro, a cuatro mil metros de altitud.
                                                                     Copacabana
            El lugar es típico de peregrinaciones y cada día y a pesar de lo esforzado que es, suben familias enteras, desde los niños, hasta las abuelas. En determinadas zonas se realizan ofrendas, en las que se mezclan de forma magistral, la tradición cristiana, con las creencias indígenas. Incluso, leen el futuro en la espuma de la cerveza, que ya tiene mérito.
                                             Copacabana, arriba e isla del Sol, debajo
Cerca de Copacabana, se hallan las islas del Sol y de la Luna. La primera, donde se supone que nació el astro rey, es la más famosa de las que componen el lago y en ella se hayan restos precolombinos. En la segunda, se encuentra el templo de las Vírgenes del Sol o Casa de las Escogidas. Solo es posible patear la primera. La excursión de un día resulta muy barata y recomendable, llevando la suficiente comida y bebida.
                                                       

viernes, 31 de agosto de 2012

¡Cuidadín, en Potosí!


            Entre muchos españoles existe la idea –a veces, paranoia-, de que Sudamérica es un continente muy inseguro, pero lo cierto es, que el viajero no debería de tener problemas –de hecho, nosotros no tuvimos ninguno, en tres meses y medio por el continente-, si se mantienen de forma rigurosa, unas adecuadas líneas de actuación
Mina de Cerro Rico, en Potosí (Bolivia)
            Al margen, de las precauciones habituales y básicas, por todos conocidas, no se debe ascender solo o en pequeño grupo, a los numerosos cerros, caminar de noche por la calle en las grandes ciudades o traspasar las líneas rojas de las mismas, hacia barrios marginales. Normalmente, todo lo interesante para el turista, se halla en zonas seguras. Además -para no sufrir estrés-, conviene no leer las portadas de los diarios, llenas de titulares, tipo :”Asaltan con celulares, que emiten descargas eléctricas”.

            Dicho todo lo anterior, en Potosí (Bolivia), somos concientes de tres sucesos, que a continuación se relatan.
                                                     Potosí 
Nos acercamos a la terminal de autobuses. Flor y Flopa quieren, conocer los horarios para Tupiza, para última hora de la tarde de mañana y nosotros, a Sucre, para el martes. Al volver paseamos por el mercado y ocurre la tragedia. A Flopa, que es tan cariñosa como confiada, no se le ha ocurrido mejor cosa, que guardar la cartera en un bolsillo de la chaqueta, sin cremallera y en un momento dado, en que estamos arremolinados mirando unas películas en CD, se da cuenta de que le ha desaparecido, con parte de la documentación, la tarjeta del cajero y los sesenta dólares, que le quedaban. La rabia y la pena nos invaden por momentos, aunque ella muestra una entereza no habitual, en una chavala de 20 años
                Potosí
            Lo peor de todo va a ser, cuando se lo cuente a su madre, que le había comprado un bolsillo interior, precisamente, para que llevara el dinero y los documentos, a buen recaudo. El incidente da lugar, a que nos pasemos un buen rato hablando de robos en los viajes. A Flopa, ya le desapareció otra vez, una cámara nueva, de 300 euros y a Flor, le robaron no hace mucho, dinero del equipaje en la frontera, entre Argentina y Brasil. A nosotros, afortunadamente, no nos han desvalijado nunca, pero conocemos muchas historias muy tristes, en esta materia.

            Pasa la noche. El día ha empezado algo convulso, porque a lo que le ocurrió la anterior tarde, a Flopa, hay que añadir, que a otra argentina, de las que viajan en nuestro grupo, a la mina de Cerro Rico, ayer también la robaron, mediante la técnica del “escupitajo”, que es una variante de la de la “mancha”. Alguien, se acercó y la escupió en la cara y seguidamente, dos buenos y amables samaritanos, fueron a ayudarla y a limpiarle la saliva y lo que realmente le limpiaron, en ese momento de confusión, fue la cartera.

También, la dueña de nuestro hostal nos ha contado, que a una de sus huéspedes, la asaltaron, la jornada precedente, a punta de cuchillo.
                                                                                                                      Potosí
            En otro orden de cosas, nos estamos empezando a acostumbrar, a cierta hostilidad, de algunos radicales bolivianos, que ya no solo están molestos con nuestros antepasados lejanos, sino con nosotros. ¡Qué culpa tendremos!. Estas conversaciones suelen concluir siempre, con la famosa frase: “Con la plata, que os llevasteis, se podría construir un puente, entre España y Bolivia”.

El paisaje entre Uyuni y Potosí es fantástico, pero la carretera resulta peligrosa y vemos, hasta nevar. La terminal está lejos del centro y hay que subir para llegar, una empinada cuesta. Estamos a casi 4.300 metros de altitud y llevamos las mochilas a cuestas, pero subimos tan campantes. Parece, que ya estamos completamente adaptados a la vida en el altiplano. Podemos incluso, beber alcohol, sin deteriorar nuestro estado físico.

Potosí es preciosa. Las calles cuentan con casas de colores y hay un montón de iglesias. Esta ciudad tiene un cierto aire provinciano, que le da un gran encanto
                                                                  Potosí
            La visita a la cercana y mencionada mina de Cerro Rico, dura unas tres horas, aunque se podría hacer en algo menos de tiempo. Puede, resultar un poco agobiante y entraña su peligro, para personas que no estén muy en forma o que tengan alguna discapacidad, dado que hay que afrontar tareas tales, como subir en vertical por una angosta escalera, una distancia de 15 metros, a casi 4.300 de altitud. También, es fácil poder tropezar y caer por alguno de sus pasillos e incluso –y así mueren decenas de mineros cada año-, resbalar y precipitarse por agujeros, que van a llevar hasta la muerte.
 Potosí
Pero, merece la pena hacer esta pequeña expedición, para sentir lo que es el trabajo duro, al menos por un rato y ver las condiciones medievales en las que laboran los mineros. Y es, que en la mina, hay unos cincuenta muertos cada año, bien fruto de las duras condicione de trabajo o de descuidos e imprudencias, motivada porque los trabajadores están casi todo el día, en un estado de drogadicción y perpetua borrachera, provocadas por las hojas de coca y el alcohol de 98 grados.

Por supuesto, las viudas de estos hombres no tienen ningún derecho, ni pensión. Los mineros trabajan sin contrato, pueden ser despedidos en cualquier momento y sin indemnización alguna. No disponen de seguridad social, ni derecho a bajas laborales remuneradas, a invalidez permanente o transitoria. Y aún así, se sienten unos privilegiados, porque ganan unos cien bolivianos al día –unos 10 euros-, cuando el salario medio mensual en el país es de unos 500.  

                                             Mina de Cerro Rico, en Potosí
Todas estas cuestiones, nos dejan bastante impresionados. Realmente, mucho más que ver los procesos habituales de la mina y a los obreros picando el mineral, trasladándolo en carretillas o escuchar las explosiones, que provocan la apertura de las vetas y un gran estruendo, a través de las galerías.
                                                                                                         Sucre
Uno de los momentos estelares de la mañana, es el encuentro con el Tío, el amigo de los mineros y el dueño de la mina, representado en forma de pintura, en una de las paredes de una estrecha galería. También se nos explica el tipo de ofrendas que se realizan a la Pacha Mama (la tierra) La más básica siempre consiste, en derramar sobre el suelo algo del líquido, que a continuación, va a ser bebido.

            Antes de encaminarnos a La Paz, acometemos la visita de Sucre. ¡Es una ciudad colonial maravillosa, a la que debimos, dedicar algo más de tiempo
                                                                         Sucre

miércoles, 29 de agosto de 2012

En altura y con hambre

Todas las fotos de este post corresponden, al P.N. de Eduardo Avaroa y al salar de Uyuni (Bolivia)
A las ocho de la mañana, ya estamos en la puerta de la agencia, como otros cuantos viajeros, que han contratado la misma excursión. Nos van dividiendo en vehículos y nos toca en un viejo minibús, que no dispone ni siquiera, de cortinas en las ventanas. Pero, el conductor es bien simpático y en la hora que tardamos hasta la frontera con Bolivia, nos va poniendo al día, muy animadamente, sobre lo que vamos a contemplar en la jornada de hoy. Ya estamos a 4.000 metros de altitud. Me da un pequeño mareo, según bajo del bus, que apenas me dura cinco segundos.

            Llegamos al puesto de inmigración, donde hay que pagar una tasa de 15 bolivianos. El funcionario que atiende, es bien simpático, aunque se pasa de gracioso y según nos va poniendo los sellos, hace chistes o comentarios, sobre aspectos relacionados con nuestra nacionalidad. A nosotros, nos habla de la ETA y de la independencia de los vascos; a una holandesa, le hace la comparación de los países bajos con la altitud de Bolivia; a dos daneses, les pregunta por la Sirenita…

            Pagamos también, la entrada al Parque Nacional Eduardo Avaroa (30 bolivianos) y nos distribuimos en los vetustos y algo roñosos, 4X4. Hemos elegido a “supercachorro”, como nuestro conductor y guía y a dos chicas argentinas –las únicas junto a nosotros, que son de habla hispana-, como compañeras de viaje. Las dos plazas vacantes del vehículo, las han ocupado dos divertidos y timoratos daneses.

            El programa previsto para hoy, incluye la laguna Blanca, la Verde, las Termas, Los Géisers -Sol de la Mañana- y la laguna Colorada, donde se encuentra nuestro refugio básico y al que llegaremos a la hora de comer.

             Las dos argentinas –de 20 y 19 años- responden al nombre de Florencia, aunque coloquialmente, se llaman Flopa y Flor. Son increíblemente maduras para su edad, saben lo que quieren en la vida y resultan abiertas, cariñosas y divertidas. Desde luego, ni en nuestros mejores pensamientos, habíamos soñado con tener una compañía tan agradable. ¿Y el conductor/guía?. Pues, se muestra parco en palabras, pero cada vez que abre la boca, es para decir algo interesante. Conoce la zona al dedillo.

            Pasamos por el desierto de Salvador Dalí -que en nada nos recuerda al pintor- y ya en las Termas, nos pegamos un chapuzón, en una pequeña pileta, cuya agua tiene una temperatura por encima de los 30 grados. Da sensación de quemazón, al entrar, pero luego, uno se siente muy a gusto. Unos jóvenes allí al lado, juegan un partidillo de fútbol. ¡Dios mío, como podrán, si estamos a 4.800 metros de latitud y a mi me cuesta esfuerzo, hasta agacharme para atarme las zapatillas!.

            Llegamos a los geisers y nos deleitamos con el increíble espectáculo de la naturaleza. Hoy deben andar algo enojados, porque escupen fumarola y agua hirviendo, con estrépito. Estamos a 5.300 metros de altitud y ahora sí, empiezo a sentir algo de malestar –ligero mareo y dolor de cabeza-, por lo que decido separarme de los cráteres, no vaya a marearme y a caer dentro.

             Flor y Flopa, cuando regresaban del baño, se han encontrado una botella de cerveza de medio litro y la compartimos los cuatro, sorbo a sorbo, deleitándonos con tan asombroso momento y con tan gratísima compañía. ¡Nunca tomamos cerveza tan cerca del cielo!

            Sobre las cuatro y dentro de una nave herméticamente cerrada, con el techo de chapa y cayendo el sol de plano, nos juntan a 18 personas y nos dan macarrones y patatas guisadas con pollo, que no creo que componga entre los pequeños cachos de cada plato, más de un par de muslos para todos. Nos quedamos con bastante hambre. ¡Pobres daneses, con lo altos que son y el estómago tan grande, que deben tener!.

Una chica sufre un violento ataque y todos nos asustamos al ver las convulsiones. Al final, se le acaba pasando. No sabemos si ha sido de altura, de pánico o una insolación, dadas las lamentables condiciones, en que estamos almorzando.

Antes, nos hemos repartido las camas de un alojamiento, más cercano al chabolismo, que a un lugar habitable. Es sucio y frío, porque entra gélido aire por toas partes.   

            Nos vamos a dar un paseo, bordeando la laguna. Al ir, el camino se hace fácil, pero al volver, hay casi un huracán, que nos viene de frente, lo que sumado a los 4.200 metros de altitud a los que estamos, nos agota casi hasta la extenuación. Hay que recurrir a una aspirina, que resulta muy efectiva

            A las siete –tan solo dos horas y media después de haber acabado de comer-, nos convocan a la cena, aún más insustancial que el almuerzo, a base de sopa aguada de quinua y espaguetis con salsa de tomate. Es la primera vez en mi vida, que como dos primeros platos para comer y otros dos, para cenar.

            Matamos la tarde con Flor y Flopa, primero en animada conversación y luego, jugando a nombre, ciudad, animal… Terminamos, viendo el espectáculo, que dan gratis la luna llena y las estrellas  Nunca antes, habíamos visto el cielo tan nítido

La noche se ha hecho larga y he pasado algo de frío, a pesar de dormir con tres mantas. Los baños a esas horas tienen tanta mierda, que ya son hasta peligrosos para la salud. Desde fuera, veo a uno de los conductores al lado de un urinario, orinando, directamente en el suelo. ¡¡Será cerdeo el tío!!. Al entrar al de las mujeres, observo con pavor, como una escobilla llena de restos de heces, está metida en un lavabo.

            El programa para hoy, empieza por el desierto de Silote –tras cruzar el cañón del Inca-, que nada tiene de espectacular y prosigue por el Árbol de Piedra, que es otro mucho más bonito y con formaciones rocosas, que nos traen enseguida a la mente, el Desierto Blanco de Egipto. Luego vamos viendo una a una, las lagunas Ramaditas, Hedionda –tiene muy adecuadamente elegido el nombre, por cierto- y Cañapa.

            Tras la sobremesa, volvemos al jeep y afrontamos un largo y tortuoso camino, que nos va llevando al borde de profundos desfiladeros y a través de los encantadores  pueblos altiplánicos, llenos de sonrientes niños a los lados de la carretera. Vamos descendiendo notablemente por debajo de los 4.000 metros y ya comienza, a aparecer alguna vegetación y la riquísima quinua, un cereal que es más nutritivo que el arroz y que se cultiva habitualmente en altura (a partir de los 2.500 metros).

            Llegamos a un pueblo, que en su día fue próspero, debido a que por allí pasaba el tren, que llevaba los minerales hasta Antofagasta. Ahora, aunque continúa habitado, parece un lugar fantasma, con las vías y los vagones abandonados.

             Aún, tardamos un buen rato en penetrar, en el impresionante Salar de Uyuni, frente al que está nuestro alojamiento, que hoy si es mucho más confortable. La habitaciones son para seis, pero están recién reformadas y en cuanto a la limpieza, impecables. Además, disponen de baño propio

             Nos convocan, a contemplar la puesta de sol y, realmente, resulta alucinante. Mejor, incluso, que la de tres días atrás, en Atacama. En época de lluvias –de diciembre a marzo-, la superficie blanca del Salar se llena de agua, provocando que con los reflejos del astro rey, se vean imágenes simétricas del cielo y del encharcado suelo.

Al día siguiente, se inicia la última jornada de nuestro tour. La sal parece nieve y nos sentimos en la Antártida. Llegamos a la isla Hincauasi -la del Pescado-. Escalamos hasta la cumbre y aunque todavía nos cansamos un poco más, que de costumbre, estamos ya casi adaptados a la altitud, sin necesidad de haber masticado una sola hoja de coca. La ínsula está llena de cactus y me pincho, bastante fuerte, con uno de ellos.

Una vez ya abajo, decidimos junto a nuestras amigas argentinas, que seguiremos los cuatro juntos, por Bolivia, hasta el lunes, días en que ellas tienen que iniciar el lento retorno hacia Salta, desde donde volarán el siguiente sábado, a Buenos Aires.

            De camino al hotel de sal, vamos planificando nuestros próximos destinos y decidimos, que el primero será Potosí. El establecimiento –construido solo con esa sustancia- es precioso por dentro, aunque creo, que es más para verlo, que para alojarse en él.

martes, 12 de junio de 2012

Y ¿ahora, qué?

            Después de más de tres meses de inolvidables aventuras y algunas penurias, toca poner punto final, al quinto viaje largo, que comenzó un ya lejano, 7 de febrero de 2.0012 y que nos ha llevado a través de Marruecos, Sahara Occidental, Mauritania, Senegal, Mali, Líbano y Chipre. ¿Y ahora, qué?.
                                                 Gran Muralla China
            Prometimos, colgar las botas y de hecho, lo haremos, aunque dejamos puertas abiertas. De momento, no más viajes largos. Aún –a pesar de tener nuestros ahorros nacionalizados, en la intervenida, Bankia-, disponemos de la suficiente capacidad económica para poder, plantearnos un nuevo reto, pero nos parece algo irresponsable y arriesgado, seguir dilapidando nuestro patrimonio e hipotecando el futuro, con la que a nivel mundial, está cayendo. Cada vez, tenemos menos colchones donde amortiguar malos acontecimientos, por lo que queremos, guardarnos algunas balas en la recámara

            No obstante, no descartamos en el medio plazo, llevar a cabo ese penúltimo y ya perfilado proyecto –el séptimo y último, sería ya un viaje al espacio, para contemplar desde allí, nuestro planeta-, de duración aproximada de un año: se trataría de llegar a Rusia y tras visitar San Petersburgo y Moscú, tomar el Transmongoliano, para conocer, Mongolia. Volveríamos a China. Visitaríamos Japón y Corea, para después de retornar a la querida India, acometer Bangladesh, Pakistán y Bután.
Hampi (India)
            A través de Timor Oriental –o barajando otras posibles opciones-, pondríamos los pies en nuestro único continente inexplorado: Oceanía. Tras recorrer Australia y Nueva Zelanda –tampoco, muy a fondo-, volaríamos a Polinesia y de ahí, a la isla de Pascua, para aterrizar en Chile, posteriormente. Después, exploraríamos la parte este de Bolivia y el Brasil, que no conocemos, para de una u otra forma, acabar arribando en Venezuela.

            Desde Caracas, nos trasladaríamos a Nueva York, para descubrir el este de Estados Unidos y Canadá. Trataríamos de completar el periplo, dedicando la etapa final, a perdernos por varias islas del Caribe. Las que más nos interesan, son Cuba, Haití y Jamaica.

            Después de haber terminado un glorioso círculo, de casi cinco años, viajando, como podéis suponer, estamos de bajón. Ahora, toca reorganizar nuestras vidas y decidir, que rumbo tomar        Neva York (Estados Unidos)