En los viajes largos hay días de todo tipo: excitantes, alegres, cortos, dilatados, perdidos, esforzados, peligrosos, problemáticos, de socialización, de soledad, de rabia, de frustración, de superación, de experiencias irrepetibles, de salvarte por los pelos , de reír, de deprimirte, de discutir, de ser generoso... Todos ellos están dentro de lo previsible y normalmente, llegan y pasan sin dejar casi huella, a la jornada siguiente. Pero los días, que a nosotros nos dan más pánico, que miedo, son los que llamamos "plof".
Un día "plof" puede tener causa justificada -por ejemplo, que estás estancado y no consigues avanzar de ninguna de las maneras, como nos ha ocurrido a veces en lugares, como Bangkok, Kuala Lumpur, Calcuta o Johannesburgo, como grandes "plof" de nuestra historia viajera -o sencillamente, no responde a circunstancias conocidas algunas.
Uno de los mayores potenciadores de los días "plof" injustificados suele ser el calor extraordinario. Es difícil tener un día "plof" en Noruega o Islandia. Otro de los síntomas sin causa aparente suele ser, despertarte bastante antes de lo estipulado por el despertador. En ambos casos, ducharse varias veces resulta un alivio, pero solo momentáneo. Lo siguiente es, ineludiblemente empezarte a plantear todas las cuestiones del modelo de viaje: que si ya no merece la pena tanto esfuerzo para el resultado, que si vas estando demasiado mayor para estos trotes, que si el riesgo para la salud, que si las emociones no son ni la mitad de intensas. Y entonces, empiezas a sentir angustia, simplemente, por tener, que superar esa jornada en concreto, aunque no preveas grandes contratiempos o desgracias.
Los "plof days" -quizas así, suene un poquito mejor-, pueden durar tan solo 24 horas - dejan secuelas- o te puedes ir-no es lo más frecuente -, hasta casi una semana, en la que el estado del hundimiento moral es evidente e incuestionable. Todo puede empeorar, si las condiciones de tu alojamiento son adversas o de si el lugar en cuestión no ofrece una alimentación adecuada y variada.
Parar y poner el cuerpo en modo ahorro de pensar, puede ser el principio de la solución. Pero no siempre. Nunca tuvimos días "plof" en unas vacaciones o viaje corto. Porque todo va tan milimetrado, que no tienes tiempo de plantearte nada más, ni de pensar más allá del día a día.
Dos cuestiones más: los días "plof" son hiper contagiosos para el resto de los miembros del periplo y suelen producirse, casi siempre, durante las primeras semanas, las de consolidación del viaje largo. Es raro, que surjan a partir del mes de trajinar por ahí, donde todo se vuelve más mecánico.
Esta mañana, en Lopburi empezé un día "plof", que parece haber terminado por la noche. Mejor así, porque pasado mañana y tras abandonar Bangkok deberemos estar atentos en nuestro regreso, después de quince años, a Vietnam
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