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lunes, 29 de enero de 2024

Lo que pueden dar de si dos billetes de dos mil rupias

           La primera gestión fue la del visado, que obtuvimos con extraordinaria rapidez, entregando la aprobación y poniendo en una máquina, el pulgar derecho. A mí, como en la anterior visita al país, no me la leyó, por lo que debo carecer de ella.

          El primer inconveniente no tardó en llegar. La vez anterior nos habían sobrado dos billetes de 2000 rupias. Quisimos cambiarlo en cuatro oficinas del aeropuerto y de forma muy borde, en todas nos contestaron lo mismo: que no trabajaban ese billete. No entendimos nada. Pero no tuvimos que cambiar porque el metro al centro lo pagamos con tarjeta.

          La segunda fue caminar siendo noche cerrada, por calles imposibles, sin asfaltar, con el firme deteriorado con grandes socavones y con multitud de charcos y barros. El norte de India en invierno es mucho más duro, que en verano.

          Tercer descuadre. Han cerrado la tienda de la cerveza de siempre, aunque han abierto otra enfrente. Pero para llegar, debemos cruzar una terrible carretera a oscuras, con un tráfico brutal y con los vehículos sin ninguna luz.

          Cuarta adversidad. Queremos comprar unas botellas de güisqui y al ir a pagar nos espetan, que para ese billete, hablemos con el banco. Son las diez de la noche de un sábado y ni siquiera están abiertas las oficinas de cambio.

          Llega la quinta mala noticia: el cajero nos cobra un 9,50% de comisión. No nos queda otra, que asumirlo, porque tampoco podremos sino, pagar el hotel. Afortunadamente este lo encontramos sin dar demasiadas vueltas, aunque los precios han subido sensiblemente.

          Cinco contratiempos en menos de dos horas. El siguiente, dejo pasar la noche de por medio.

          Sexto problema. Queremos cambiar de hotel, porque el wifi solo lo tienen en la recepción. Preguntamos en casi veinte y desistimos, porque cuestan más del doble, que donde estamos. No es mala habitación, pero sí ruidosa.

          Séptimo quebradero de cabeza. Han cambiado la oficina de venta de billetes de tren y nos cuesta encontrarla. Todo ello acompañado, de que vamos rodeados de comisionistas, que nos dicen, que allí solo venden billetes para indios y nos quieren llevar a las caras agencias. Por supuesto, no creemos una sola palabra.

          ¡A por la octava!: rellenamos el formulario, para adquirir los boletos a New Jalpaiguri. Nos dicen, igual que a unos franceses, que estaban delante de nosotros, que los billetes de 2000 rupias los han retirado por la corrupción.  Y, alucinante, no se puede pagar con tarjeta en una empresa de más de un millón de empleados. Nos cuesta más de media hora ir y volver  a una oficina de cambio

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