Si el viaje entre Bangkok y Chang Mai fue muy entretenido por la heterogeneidad del pasaje y el ambiente cordial, el de esta localidad, hasta Phisanulok resultó - y eso, que me dormí tres de las ocho horas- tedioso, caluroso, asqueroso y agotador. Todo ello acompañado de constantes campos de arroz y plataneras, además de un implacable sol, que entraba por todas las ventanillas. Al menos, al llegar al destino nos encontramos con un barato que tuvo tiempos mejores y con un fantástico mercado nocturno, donde saciar nuestra hambre fel día, dado que solo habíamos ingerido unos povis dulces.
Y por el medio, d ambos trayectos en tren, el esperado reencuentro con Chang Mai, después de quince años. La ciudad no nos ha decepcionado -en este caso, segundas partes si fueron buenas - y hemos vuelto encantados a todos los sitios de interés, como esos otros tantos guiris, que visitan estos lugares. La única pega, el sofocante calor, que no da tregua, durante todo el año. Pero, al menos, disfrutamos de una ciudad accesible para el peatón -raro, por estos lares-, del mejor hotel del viaje hasta ahora y de un copioso desayuno gratuito en un templo -no sabemos el motivo - a base de sopa con noodles rellenos, copiosa carne muy picante, arroz, verduras, piña, dulces, refrescos...La cena también fue muy generosa -aunque de barato pago-, con fantásticas y jugosas empanadillas al curry.
La tarde la entretuvimos en el enorme mercado nocturno de la calle Wualai que solo se monta los sábados. Es enorme y resulta casi imposible de visitar en su totalidad. Mucha ropa, calzado y complementos, pero como siempre, la estrella principal son las decenas de especialidades culinarias, que quitan el hipo. No se os ocurra, eso sí, beber alcohol allí -fuera del área de los puestos autorizados -, porque os pueden caer desde diez mil baths de multa -casi 300 euros-, a seis meses de cárcel. Pero podéis trasguedir, sin problemas, todas las normas de tráfico, circulando a lo bestia con la moto, por esta zona peatonal. A Tailandia, de momento -no cantemos victoria -, apenas han llegado los malditos patinetes.
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