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sábado, 13 de enero de 2024

Entre el caos y las sorpresas

           En Vietnam, no hace falta, que busques aventuras . Las encuentras seguro, con solo salir a la calle. En este país, no existen los días de trámite o de transición.

           Hoy domingo, queríamos ir a la Bahía de Halong. Vimos en Google Maps, que la estación del norte estaba a unos 4 kilómetros y estudiamos como llegar andando. Moverse por el interior de las ciudades en transporte público es complicado, porque no hay oficina de turismo donde preguntar y entenderse con la gente es difícil por los problemas con el idioma y porque la mayoría de los vietnamitas tiran a bordes. 

          El camino resultó ser una pesadilla y al menos, la distancia es el doble. Tras dejar la zona del lago, nos metimos por calles con las aceras llenas de todo tipo de cosas, obligándote a ir zigzagueando por la carretera, esquivando los cacharros o puestos aparcados y los frenéticos y peligrosos cruces. Pinteaba y patinábamos por buena parte del firme. Debimos acometer más de dos kilómetros por un viejo puente lleno de obstáculos. Nos equivocamos varias veces, pero al final y después de casi tres horas, llegamos.

          Y para seguir en la línea de siempre nos llevamos una sorpresa. El bus, a Halong, ha multiplicado por más de tres el precio que pone en la guía Lonely Planet. Como son tan listos, lo han convertido en un servicio turístico, de tal forma que cuesta lo mismo -300.000 dongs- que el viaje a Sapa, cuando a este destino hay el doble de kilómetros y el triple de horas. Nos negamos a participar en dicha estafa. Así, que decidimos perder el día para poder pensar. Cuando íbamos a volver al centro, encontramos un fantástico, barato y nuevo hotel.

          Las emociones opuestas se suceden en Vietnam, sin lapso de tiempo. Nos pasó lo mismo con la comida: estábamos desesperados por no encontrar nada, cuando aparecieron los helados más grandes, ricos y económicos del viaje. 

          La jornada no podría finalizar sin un nuevo incidente. Al comprar cerveza nos cobraron por cada una, 800 dongs más del precio que ponía en la etiqueta. La cajera alegó, que era por enfriarlas, pero es que nosotros no las habíamos cogido de la cámara, porque nos la había de esa marca en concreto. Después de discutir, nos tuvimos, que tragar el sapo. Ellos ni se inmutan. 

         Durante la mañana y en un restaurante callejero, vimos un perro recién asado y a punto de ser troceado. Eso sí: ni lo habíamos visto en 2008, ni lo volvimos a contemplar a lo largo de este viaje. Pero parece, que este tema, no es solamente una leyenda urbana.

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