Hay dos tradiciones inapelables, que nos persiguen en los viajes largos y que no sabemos , como dejar atrás. La muerte de uno de los móviles y las carajas-colapso, que solemos sufrir, algún día de la primera o segunda semana. En esta ocasión, ocurrió en la jornada 9 de periplo y la 3 en Tailandia.
Uno de los cambios, de los que hablaba en la entrada anterior, ha sido la clausura a medias, como más adelante se explicará - de la estación de trenes de Hualanpong y la apertura de otra nueva, en las afueras de la ciudad. Atando cabos descubrimos, que está estaba cerca del mercado de Chatuchak y de la estación de autobuses, con dirección a Sukotai o Chang Mai.
Como era domingo, - los días de diario no montan los puestos - decidimos ocuparnos de esas tres cosas: mercado, buses y tren. La primera molestia de la mañana fue la persistente lluvia. La segunda llegó en el Tesco, al enterarnos, de que era el día de Buda y no se podía comprar ninguna bebida con alcohol. No se cuántos hay al año, pero a nosotros es el cuarto, que nos pilla. Ante este contratiempo, solo hay dos soluciones. Una es preventiva -llevar una jornada de adelanto en recursos etílicos - y otra correctiva: las tiendas regentadas por chinos -son bastantes- te lo venden, sin problemas.
Como en Bergen y en otros cuantos lugares del mundo, en Chatuchak, se han puesto de moda las paellas -atiborradas de pimiento rojo-, que se consumen, como rosquillas, a precios de vértigo. Es casi la única novedad de este megamercado, que ofrece paseos placenteros y casi de todo lo imaginable y que visitamos por primera vez, hace quince años.
Los problemas, sin embargo, regresaron, al tratar de encontrar la estación de autobuses, a Chang Mai. Habíamos mirado en Google Maps, porque preguntar en la calle da más problemas que soluciones, pero nos perdimos por las afueras, a pesar de seguir la casi siempre salvadora bolita azul. Cabreo, acompañado de calor insoportable.
Con algo menos de dificultad, llegamos a la nueva y espaciosa -quizas hasta demasiado - terminal de trenes, aunque casi desfallecemos en el intento. Decidimos, optar por este medio de transporte, tanto para ir a Hua Hin -al sur-, como oara recalar, en Chang Mai.
Tras aprovisionar nos de cerveza en el chino, llegó la vuelta, a diferencia de la ida, en bus. Y, cuando pensabamos, que el día estaba amortizado, nos equivocamos y nos bajamos en una parada 4 kilómetros anterior a la nuestra y debimos caminar esa distancia, entre las demoledoras e interminables obras de una nueva línea de metro, que están construyendo en la ciudad .
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