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domingo, 7 de enero de 2024

Una tarde para no repetirla: gestiones y espera en el aeropuerto de Kuwait City

           A las 16:10 de la tarde estábamos, de nuevo, en el aeropuerto de Kuwait City, a falta todavía de veinte horas para nuestro vuelo, a Mascate. Y después, casi nueve de escala, con la duda razonable todavía, de si bajar al centro (la conexión de transporte público parece algo complicada).

         La tarde, como nos teníamos, resultó muy larga. A ratos, simplemente, aburrida, aunque por momentos, una auténtica pesadilla. Aunque, finalmente, la sangre no llegó al río. Como faltaban menos de 24 horas para el siguiente vuelo, en el centro comercial habíamos intentado el check in on line con Salam Air, sin éxito. Al reintentarlo en el aeropuerto, el wifi, que la jornada anterior iba como la seda, había dejado de funcionar, por lo que ni tarjetas de embarque, ni la compra del vuelo, desde Bangkok a Hanoi, por si en la aerolínea omaní o a la entrada de Tailandia nos pidieran un billete de salida del país.

          Fueron pasando las horas, que dividimos entre sentarnos y pasear por el interior y el exterior. A la derecha, hasta los límites de una mezquita con una fuente de agua muy fría. A la izquierda, hasta el final de la acera. Y casi, de frente, descubrimos la terminal de Jazzera, compañía aérea catarí. En esta zona, hay numerosas sillas -inexistentes en el edificio principal - y un eficaz wifi, que nos permitió reservar los boletos a la capital de Vietnam. Aunque tuvimos problemas e incertidumbre con Travelfrom, que nos reclamó 26 euros más después de pagada la reserva y sin opción a devolución. Hubo, que tragar.

          Previamente, habíamos hablado con personal de Salam Air, que nos aseguraron, que nos harían el check in presencial, sin cobrar nada. A las seis de la tarde comenzó a llover de forma salvaje y así se tiró casi dos horas, demostrándose, que en el medio del desierto también, caen buenas chupas de agua.

          De la terminal de Jazzera nos intentaron echar, sobre las siete de la tarde, pero al final, a la mujer se le reblandecio el corazón y se apiadó de nosotros. Nos terminamos yendo, voluntariamente, al quedarnos casi solos y llamar demasiado la atención. De la principal, nos expulsaron sin miramientos y de muy malas maneras. Eso fue sobre las ocho de la mañana. Habíamos pasado buena parte de la noche sobre el mullido sofá circular -unico lugar donde sentarse-, compartiendo el espacio con una coreana  y un asiático de nacionalidad desconocida. Nos trataron, como a delincuentes o a bestias.

          Nunca antes, habíamos pisado un aeropuerto tan desagradable, hostil y desangelado - te echan de cualquier manera, en cualquier momento y sin necesidad de excusas -, como el de Kuwait City. Lo que no sabíamos entonces era, que poco más de un mes después, íbamos a toparnos con otro, aún peor.

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