Aún no habiendo amanecido,llegamos a la parada de la agencia, en un lugar indeterminado, al parecer no demasiado lejos del centro. No nos sirvió para nada, porque para ir a Mai Chau, nuestro siguiente destino, teníamos, que recalar en la terminal de Mydih, situada al sur. Quisimos tomar un taxi, pero nos pidieron cuatro veces, lo que estábamos dispuestos a pagar. No sabemos cómo, acabamos en manos de dos amables vietnamitas -señor y señora -, que nos llevaron en volandas, con cambio de autobus urbano incluido,¡Adiós al jersey, omnipresente en Halong y Sapa, durante la última semana!
Mai Chau es una ciudad relativamente tranquila, que se distribuye, básicamente, en una alargada calle. Todas las rotondas y la avenida principal están llenas de banderas del país y del partido comunista. En las cercanías, viven varias comunidades o aldeas, como los Pong Coog, que es la más visitada. Hoy estaban preparando una celebración, con cantidades ingentes de flores y disfraces de dragones, con los clásicos farolillos vietnamitas, que son más bonitos que los chinos. De todas formas exotismo, aquí, el justo, porque casi todas las cabañas de pilotes disponen de wifi
Mai Chau está sitiada por bonitas montañas, aunque como en Sapa, algunas están envueltas en nebulosa, a pesar de que el día está despejado. Tiene un lago y dos cuevas. A una subimos y solo vimos la entrada, porque estaba cerrada desde hace tiempo. A la otra, ni llegamos, porque las escaleras de acceso están destrozadas. No hay terrazas de cultivo en las cercanías, aunque sí numerosos campos de arroz, que no vimos en su máximo esplendor, al haberse producido la cosecha hace poco más de un mes. Quedan tan solo dos días para abandonar Vietnam.
Empezamos el país, algo titubeantes y con mala suerte, pero al final le hemos cogido el pulso. La penúltima noche la pasaremos en Hanói y la última, en el aeropuerto. Entonces, solo cinco horas y media nos separarán de nuestro tercer viaje a Bali. En el anterior, tuvimos exención de visado. Está vez, nos toca pasar por caja.
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